Pninei Halajá

08- La magnitud de la alegría

Acostumbramos a regocijarnos de sobremanera en el día de Simjat Torá, ya que no hay alegría mayor que esta. Vemos que cuando el rey Shelomó fue meritorio de la sabiduría (que había pedido a HaShem en su sueño en Guiv’ón, N. de E.) ofrendó sacrificios a modo de agradecimiento y realizó un gran banquete para todos sus súbditos. De aquí que se efectúa una comida festiva en honor a la conclusión del ciclo de la lectura de la Torá” (Shir HaShirim Rabá 1:9).

En efecto, Abaié, uno de los grandes sabios amoraítas, se preciaba de que cada vez que uno de los alumnos terminaba de estudiar un tratado de la Torá Oral, ofrecía una comida festiva a los sabios y todos se conducían como en un día festivo (Tratado de Shabat 118(B)).

Asimismo, en Simjat Torá se acostumbra a llevar a cabo una comida, y en muchas partes se estila que tanto el Jatán Torá como el Jatán Bereshit conviden a todo el público con un Kidush o agreguen vino a la comida festiva que se lleve a cabo.

Es tan importante esta alegría que a pesar de que nuestros sabios decretaron que no se dance ni se batan palmas en Shabat y en Yom Tov por temor a que ello devenga en la reparación de un instrumento musical (Tratado de Beitzá 36(B), Shulján Aruj 339:3), los gaonitas instruyeron que para Simjat Torá está permitido hacerlo. En las últimas generaciones, luego de que grandes figuras del mundo jasídico hicieron énfasis en la importancia del precepto de la alegría y su carácter indispensable, muchos acostumbraron a adoptar una actitud más flexible en esta cuestión tanto en Shabat como en Yom Tov (ver Pninei Halajá Shabat 22:18).

Los hijos de Israel acostumbraron a que tanto mujeres como niños pequeños acudan a la sinagoga en honor a la alegría de la Torá. Y dijeron que en la alegría de la Torá hay un elemento similar al del precepto de ‘Hakhel’, que se llevaba a cabo en la festividad de Sucot al concluir el año sabático. Y tal como el pueblo de Israel solía reunirse a escuchar al rey leer la Torá, de igual modo todos los judíos se reúnen hoy en honor a la alegría de la Torá.

Muchos de los grandes maestros de Israel acostumbraron a bailar en Simjat Tora hasta alcanzar el éxtasis. Se cuenta sobre el Gaón de Vilna (Ma’asé Rav 233) que “en la festividad de Sucot estaba muy alegre, y más aún en Sheminí Atzeret, ya que de acuerdo con el esoterismo de la Torá es el día festivo más jubiloso… y caminaba tras el rollo de la Torá pleno de vigor y deleite, ya que la sabiduría es la que ilumina el semblante del hombre cual antorcha ardiente, por lo que aplaudía, danzaba y brincaba enérgicamente ante el rollo de la Torá. Y luego de que los que entonaban los cánticos terminaban una rima, él la repetía…”

Hay quienes durante los bailes acostumbran a dejar de lado su investidura o su estatus, tal como lo hiciera el rey David cuando trajo el Arca del Pacto a Jerusalém, que vestía su mejor prenda con aplicaciones de oro, y bailaba y brincaba enérgicamente ante el Arca, y saltaba elevando sus pies al punto de que sus muslos se descubrían levemente, y las aplicaciones de oro de su vestimenta se movían y sonaban (Bamidbar Rabá 4:20). Cuando lo vio su mujer Mijal, que era la hija del rey Shaúl, lo despreció para sus adentros, y cuando David regresó a su casa lo recibió con un rezongo porque en su opinión había denigrado la honra de la institución real comportándose ante sus siervos y sus siervas como una persona trivial. David le respondió: “Dijo David a Mijal: Ante HaShem, el que me ha elegido a mí más que a tu padre y más que a toda su familia para establecerme como gobernante sobre el pueblo de D’s, ¡sobre Israel!, he celebrado ante HaShem. Y me rebajaré aún más que esto y me humillaré ante mis propios ojos y con las criadas que dijiste, con ellas seré honrado” (Shmuel-Samuel II 6:21-22).

Dijeron que todo aquel que baila y se alegra con todo su ser en honor a la Torá se le asegura que ésta no se verá interrumpida entre en su descendencia (Rabí Ytzjak Algazi Shalmei Jaguigá 294:2).

Y hay quien dijo que todas las plegarias y las súplicas que no alcanzaron a elevarse a lo largo de todo el año y en los Días Solemnes a raíz de sus aspectos defectuosos e incompletos, ascienden y son bien recibidas por medio de los bailes de Simjat Torá (Maharshash de Belz).

Dijeron sobre el sagrado Arí, que alcanzó los niveles más encumbrados y al mayor grado de revelación de los secretos de la Torá por el mérito de regocijarse con todo su ser en una alegría preceptiva (Mishná Berurá 669:11).

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