Pninei Halajá

01 – El precepto de Hakhel

Es un precepto positivo de la Torá el reunir a todo el pueblo de Israel, hombres, mujeres y niños en la festividad de Sucot al finalizar cada año sabático, durante la peregrinación a Jerusalém, para leer ante las multitudes algunas porciones de la Torá que sirven para instar a la nación al reforzamiento de la fe, al temor a D’s, al estudio de la Torá y al cumplimiento de sus preceptos. Tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 31:10-13): “Y ordenó Moshé a ellos diciendo: al cabo de siete años, en el plazo del año de shemitá, en la festividad de las cabañas. Al venir todo Israel, para comparecer, ante la Presencia de HaShem tu D’s, en el lugar que habrá de elegir, habrás de leer esta Torá ante todo Israel, a sus oídos. Congrega (“Hakhel”) al pueblo, a los hombres, a las mujeres a los infantes y a tu forastero – el que está en tus ciudades – para que escuchen, aprendan y veneren a HaShem vuestro D’s, y cuiden para cumplir todas las palabras de esta Torá. Y sus hijos que no han tenido conocimiento, escucharán y aprenderán a venerar a HaShem vuestro D’s todos los días que vosotros estéis vivos sobre la tierra, a la que vosotros vais a cruzar el Yardén, para poseerla”.

El objetivo de la realización de la reunión de ‘Hakhel’ que tenía lugar una vez cada siete años era el de encumbrar el honor de la Torá y sus preceptos, ya que no había una instancia nacional más destacada ni más impactante que esta, de la cual participaba todo el pueblo de Israel, tanto mayores como niños, hombres y mujeres, y el más destacado de todos los presentes, el rey, que era quien leía la Torá.

En virtud de ello había quienes preguntaban: ¿A qué se debe esta gran reunión? Y la respuesta que surgía naturalmente era: “Es para escuchar las palabras de la Torá, que es todo nuestro fundamento, nuestra gloria y nuestro esplendor. Y entonces, las personas relatarán su alabanza y la magnificencia de su valor, lo cual generará en sus corazones un deseo y fervor especial hacia ella, y en consecuencia, acudirán a estudiarla, y de ella aprenderán a conocer a HaShem, obtendrán así el bien, y el Creador se regocijará en sus acciones” (Sefer HaJinuj 612).

Este evento era sumamente beneficioso para cada uno de los participantes. Quienes eran capaces de estudiar y profundizar en los contenidos de la Torá se veían motivados a incrementar la intensidad de su estudio. Quienes eran capaces de oír y comprender, se veían motivados a prestar atención, a escuchar palabras de Torá y posteriormente a cumplirlas. Los niños pequeños que habían alcanzado la edad en la cual deben ser instruidos en el cumplimiento de los preceptos (guil jinuj), prestaban atención y escuchaban la Torá, y por efecto de la gran santidad del evento se sentían estimulados a reforzar su estudio y a observar sus preceptos. Incluso los infantes que se acercaban a la edad de aprendizaje de los preceptos absorbían en sus almas la gran trascendencia de la Torá. El hecho de que no hubiese nada que se le asemeje en importancia, era el motivo por el cual todos se reunían a escucharla. Y también sus padres se veían incentivados a reconocer la gran misión que sobre ellos recae: educar a sus hijos en el camino de la Torá y los preceptos (Rambán a Devarim-Deuteronomio 31:12-13, Maharal Gur Arié a ídem).

Asimismo, tanto los grandes sabios que sabían toda la Torá como los extranjeros que aún no entendían la lengua hebrea estaban igualmente preceptuados de participar de este evento, ya que el Hakhel es una suerte de reflejo de la entrega de la Torá en el Monte Sinai, y todos los hijos de Israel debían concentrarse e imaginar como si en ese preciso momento estuviesen recibiéndola de la boca del Creador (ver Rambám Jaguigá 3:6).

Nuestros sabios establecieron que sea el rey quien lea la Torá para dignificar aún más el evento de Hakhel. Sin embargo, en caso de que no hubiese monarca, que su voz fuese débil o que se tratase aún de un niño, el precepto no queda sin efecto, sino que habrá de leer la Torá una personalidad prominente de la nación, tal como el presidente del Sanhedrín (Nasí), el sumo sacerdote (cohen gadol) o el mayor erudito de la generación (ver en Tiferet Israel Sotá 7:8, Minjat Jinuj 612, Ha’amek Davar a Devarim-Deuteronomio 31:11, Rabí Eliahu David Rabinowitz ‘Zejer LaMikdash’ cap. 1).

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