Pninei Halajá

01 – Sucot

01- Los nombres de la festividad y sus fundamentos

Esta festividad cuenta con tres nombres: 1) Jag HaSucot (Fiesta de las cabañas) en virtud del precepto de la sucá. 2) Jag HaAsif (Fiesta de la recolección) ya que en ella se termina de recolectar la cosecha de cereales y las frutas. 3) Jag (Fiesta), a veces es llamada ‘Jag’ o ‘Fiesta’ a secas, tal como fue dicho (Divrei HaYamim-Crónicas II 7:8): «Y Shelomó realizó la fiesta (HaJag)». Esto se debe a que se trata de las más alegre de las festividades del año y en ella reinaba una gran alegría que se manifestaba en las danzas de la alegría por la extracción del agua o Simjat Beit HaShoevá (Tosfot Yom Tov al Tratado de Rosh HaShaná 1:2), y en ella, los hijos de Israel ofrendaban más sacrificios que en el resto de las festividades (Ha’amek Davar 16:13). La cuestión de la alegría especial de esta festividad será explicada a continuación (halajá 8).

Tres cuestiones básicas se nos presentan en la festividad de Sucot y todas están interconectadas: 1) El carácter sagrado de estos días, incluida la festividad de Sheminí Atzeret, en los cuales culminamos el ciclo anual de festividades y en ellos estamos especialmente alegres y le agradecemos a HaShem por la colecta de las frutas del año. Esta santidad se manifiesta en el precepto del cese de labores el primero y el octavo día que son festivos (Yamim Tovim) y en el cese parcial de actividades durante los días intermedios de Jol HaMo’ed. La santidad de los días se expresa también por medio de las ofrendas suplementarias que se nos ordenó sacrificar en su curso, tal como se detalla en el libro de Bamidbar o Números del Pentateuco (29:12-34).

2) El precepto de las cuatro especies, que implica una alegría suplementaria a la de la recolección de los frutos de todo el año y al retorno en arrepentimiento y la expiación de los Días Solemnes.

3) El precepto de la sucá, que es el que le da su nombre a la festividad – ‘Fiesta de Sucot’ – para que todas las generaciones sepan la cuestión de la salida de Egipto y la Providencia que HaShem extendió sobre Su pueblo.

La sucá tiene implícito una insinuación sobre lo que nos depara el futuro, cuando HaShem extienda sobre nosotros, sobre todo Israel y sobre el mundo entero una sucá de Su paz.

Estas tres cuestiones están explicadas en la porción de las festividades que aparece en el libro de Vaikrá o Levítico del Pentateuco (23:33-44), pues a diferencia del resto de las festividades mencionadas en el pasaje, la temática de Sucot está descrita en tres etapas: la primera (Vaikrá-Levítico 23:33-38):

«Y habló HaShem a Moshé diciendo: Habla a los hijos de Israel diciendo: A los quince días, de este séptimo mes: festividad de las cabañas siete días ante HaShem. En el primer día habrá convocación sagrada, ninguna obra de trabajo habréis de hacer. Siete días ofreceréis sacrificio al fuego ante HaShem. En el día octavo, convocación sagrada será para vosotros, y ofreceréis sacrificio al fuego ante HaShem. Día de Asamblea, habrá de ser, ninguna obra de trabajo habréis de hacer».

La segunda (ídem 39-40):

«Empero a los quince días del mes séptimo, al recolectar vosotros el producto de la tierra, habréis de celebrar un sacrificio festivo ante HaShem siete días. En el día primero habrá descanso, y en el octavo día habrá descanso. Y tomaréis vosotros en el primer día: fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos y sauces del río, y os regocijaréis ante HaShem vuestro D’s siete días».

La tercera (ídem 41-43):

«Y habréis de celebrarlo -sacrificio festivo ante HaShem siete días al año. Ley perpetua para vuestras generaciones, en el mes séptimo lo habréis de celebrar. En las cabañas habitaréis siete días, todos los nativos de Israel habrán de habitar en las cabañas. A fin de que tengan conocimiento vuestras generaciones, que en cabañas Yo he hecho habitar a los hijos de Israel cuando los saqué Yo de la tierra de Egipto. Yo soy HaShem vuestro D’s».

02- La Fiesta de la Recolección

Sucot recibe también el nombre de Fiesta de la Recolección, tal como fue dicho (Shemot-Éxodo 34:22): «la festividad de la Recolección, al concluir el año», debido a que coincide con la temporada en la cual se termina de recolectar la cosecha de granos y las demás frutas de los campos y son llevadas a las asas y a los depósitos. Asimismo, fue dicho (Devarim-Deuteronomio 16:13): «La fiesta de las Cabañas habrás de hacer durante siete días, cuando recojas de tu era y de tu lagar» (igualmente en Vaikrá-Levítico 23:39).

Las tres fiestas de peregrinación (Sheloshet HaRegalim) están vinculadas a las temporadas agrícolas en las que caen, tal como fue dicho (Shemot-Éxodo 23:14-16): «Tres veces en el año ofrecerás sacrificios ante Mí. La festividad de los Panes Ázimos … Y la festividad de la Siega: las primicias de tus labores, lo que sembrares en el campo y la festividad de la Recolección, al concluir el año, cuando tú recojas el fruto de tus labores del campo». La festividad de Pesaj en la primavera, cuando todo comienza a crecer, la de Shavu’ot al completarse la siega de la cosecha de granos y que marca el comienzo de la recolección de las frutas de los árboles, y finalmente la de Sucot al culminar la recolección de las frutas del año. El precepto de las festividades es que en ellas nos alegremos y le agradezcamos a HaShem por el abundante bien que nos ha prodigado, y por ello, la alegría en Sucot es mayor, pues en esta fiesta terminamos de recolectar la cosecha de todo el año (Ver Pninei Halajá Mo’adim 1:2, 13:4-5).

El ciclo natural que acontece en este mundo refleja el proceso espiritual que tiene lugar en los ámbitos superiores. Pesaj es un tiempo de inicio y renovación, por ello en estos días salimos de Egipto y nos transformamos en un pueblo. La festividad de Shavu’ot es el tiempo de maduración del proceso de crecimiento de la cosecha de granos y por ello, fue entonces que recibimos la Torá. La festividad de Sucot es el tiempo de culminación de la recolección de la cosecha de granos y las frutas y su posterior acopio en la casa, y lo mismo ocurre en la esfera espiritual, es el tiempo de recoger los frutos espirituales que obtuvieron los hijos de Israel al salir de Egipto y deambular por el desierto e ingresarlos a la casa, esto es, a la tierra de Israel que es el hogar de todos los judíos. Y tal como escribiera Abarbanel en su comentario (a Devarim-Deuteronomio 16:13), el aspecto central de la alegría de Sucot es el acto de recibir en herencia la tierra de Israel. La fiesta de las Matzot, se celebra por la singularidad de Israel que se manifestó en el éxodo, la de Shavu’ot por la entrega de la Torá y la de Sucot, por la herencia de la tierra patria.

En Sucot concluyen dos períodos: el extenso que es el de las tres fiestas de peregrinación, que coincide con el ciclo de las estaciones agrícolas, de modo tal que cada invierno este proceso vuelve a iniciarse por medio de la preparación de los suelos y la siembra. En primavera irrumpen el florecimiento y el crecimiento y entonces tenemos el mérito de recibir la festividad de Pesaj en la cual se reveló la singularidad del pueblo de Israel, ya que HaShem nos escogió de entre todas las naciones. Luego en la festividad de Shavu’ot se completa la siega de la cosecha de la cual proviene la principal fuente de alimento humano, y es entonces que logramos captar la luz de la Torá que es el fundamento principal de nuestras vidas. El proceso de la recolección de los frutos se prolonga a lo largo de todo el verano hasta su culminación en la festividad de Sucot. Resulta entonces que todos los frutos del año, tanto físicos como espirituales se van reuniendo en Sucot, y en virtud de ello se trata de la más alegre de las fiestas del calendario anual.

El período breve está vinculado al proceso de retorno en arrepentimiento y de expiación por el cual pasamos durante los meses de Elul y Tishrei. Junto a todas las cosas buenas que realizamos a lo largo del año, el ser humano es también capaz de pecar, y para completar el año lo más positivo posible, es necesario retornar en arrepentimiento (lajazor bitshuvá). Es decir, limpiarse y refinarse de todo el mal que se adhirió a nosotros. Esta es nuestra labor espiritual en el mes de Elul, Rosh HaShaná, los Diez Días de Retorno y Yom Kipur. Por mérito del retorno en arrepentimiento, la expiación y el refinamiento, el bien que captamos a lo largo del año se torna límpido y ‘filtrado’ de todo mal que se le pudiese adherir, y de ese modo es posible alegrarse doblemente en la fiesta de la recolección (Jag HaAsif).

Nuestro maestro, el Rav Kuk, de bendita memoria, agregó a esto una explicación, que si bien el retorno en arrepentimiento es muy importante ya que refina el corazón y purifica las acciones desagradables realizadas, a este proceso se le suma un cierto dolor que causa el debilitamiento de la buena voluntad y la fuerza vital. Por ello, la compleción del proceso de retorno se lleva a cabo por medio de la alegría sagrada de la festividad de Sucot que vuelve a potenciar la buena voluntad y la vitalidad pura (Orot HaTeshuvá 9:10).

03- Las cuatro especies

El precepto de tomar las cuatro especies está vinculado a la alegría de la festividad de Sucot, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:40): «y tomaréis vosotros en el primer día: fruto de árbol hermoso (etrog), ramas de palmeras (lulav), ramas de árboles frondosos (hadas) y sauces del río (aravá) y os regocijaréis ante HaShem vuestro D’s siete días». Nuestros sabios entendieron que la alegría de tomar el lulav está vinculada al motivo de la fiesta de la recolección en sus dos aspectos, el físico y el espiritual.

En el aspecto físico, porque en Sucot se termina de recoger la cosecha de todo el año y las personas están por demás alegres con el fruto de su esfuerzo, y a los efectos de que esta alegría se vea santificada y esté vinculada al agradecimiento a quien creó y sostiene el mundo, se nos ordenó tomar cuatro especies como una forma de dar las gracias a nuestro Creador (Rambán a Vaikrá-Levítico 23:39; Sefer HaJinuj 324).

En el aspecto espiritual, en la festividad de Sucot concluimos el proceso de retorno por las transgresiones del año que pasó y tomar el lulav es portar el estandarte o la insignia en señal de victoria, de éxito del proceso de arrepentimiento y del acercamiento completo que alcanzamos con HaShem, Bendito Sea.  Tal como dijeron nuestros sabios: ¿A qué ese asemeja esto? A dos personas que entraron a un juicio, y al salir no se sabe quién de los dos salió victorioso, pero cuando uno de ellos alza su lanza, sabemos con certeza que es él quien resultó triunfante en el litigio. Lo mismo ocurre con el pueblo de Israel, cada año en el tiempo del juicio vienen los malvados de entre las naciones a acusar a Israel de que no cumplen su rol y no son meritorios de portar Su Nombre, Bendito Sea, en el mundo, y por lo tanto, no corresponde que sigan existiendo. El pleito tiende a ser tenso y no sabemos quién salió airoso de la presentación de sus argumentos ante la corte. Mas cuando el pueblo de Israel sale portando en sus manos sus lulavim y sus etroguim sabemos que el pueblo de Israel es aquel que resultó victorioso en el juicio, ellos son Sus hijos y el pueblo de HaShem, Bendito Sea. E incluso las demás naciones se alegran con ellos y ofrendan en su honor sacrificios en Sucot. Por ello en la Torá se nos ordenó: «y tomaréis vosotros en el primer día» (según Vaikrá Rabá 30:2, Zohar I 221:1).

Nuestros sabios señalaron otras alusiones implícitas en el precepto de las cuatro especies, que se corresponden con los cuatro tipos de judíos que deben unirse para cumplir el precepto, tal como se explicará extensamente más adelante (4:2-3). La unidad entre ellos trae una gran alegría, por ello, por medio de tomar las cuatro especies es posible alegrarnos ante HaShem nuestro D´s durante siete días.

04- La sucá en recuerdo de las cabañas que habitamos en el desierto y las nubes de la Gloria Celestial

Respecto del significado del precepto de habitar la sucá durante siete días fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:43): «A fin de que tengan conocimiento vuestras generaciones, que en cabañas Yo he hecho habitar a los hijos de Israel cuando Yo los saqué de la tierra de Egipto. Yo soy HaShem vuestro D’s».

Según Rabí Eliezer el versículo se refiere a las nubes de la Gloria Celestial que cubrían o protegían al pueblo de Israel cuando salieron de Egipto (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 11(B)). Esto es lo que fue dicho (Shemot-Éxodo 13:17 y 20-22): «Ocurrió que al expulsar Par’ó al pueblo […] Se trasladaron desde Sucot y acamparon en Etam, al borde del desierto. Empero HaShem iba delante de ellos durante el día con una columna de nubes para guiarlos por el camino y de noche con una columna de fuego para proporcionarles a ellos luz; para marchar de día y de noche. Él no apartaba la columna de nubes durante el día ni la columna de fuego durante la noche, delante del pueblo» (de aquí que recibieron las nubes de la Gloria Celestial).

Según la opinión de Rabí Akiva, el precepto de la Sucá es en recuerdo de las sucot que los hijos de Israel hicieron para protegerse del sol y la lluvia, para que recordemos los días de nuestra pobreza, cuando HaShem nos sacó de Egipto de la esclavitud a la libertad y deambulamos por el desierto cuarenta años durante los cuales las sucot temporarias nos hacían de cobertura ante las inclemencias del tiempo, al no tener casas ni parcelas. En virtud de ello le agradecemos a HaShem que nos trajo a la tierra buena y amplia, para construir en ella casas y plantar en ésta árboles. Por el mérito del recuerdo de nuestra precariedad en la sucá, la bendición de la tierra buena no nos habrá de causar soberbia ni nos hará olvidar a HaShem, sino que recordamos que todo está en Sus manos y Él es quien nos dio las fuerzas necesarias para conquistar el país y poblarlo, comer de sus frutos y saciarnos de su bondad (Rashbam a Vaikrá 23:43). Este recuerdo lleva también implícito una alabanza a la virtud del pueblo de Israel que fue tras HaShem en el desierto por una tierra yerma (Rabenu Bejaié allí).

En opinión de Rabí Eliezer el precepto de la sucá es un recordatorio del gran milagro que HaShem extendió sobre nosotros nubes de Su Gloria Celestial para protegernos y guiarnos por el desierto, tal como fue dicho (Bamidbar-Números 10:34): «y la nube de HaShem estaba sobre ellos de día, al partir ellos del campamento». Las nubes de la Gloria Celestial eran una expresión del amor de HaShem hacia nosotros, que no solamente proveyó nuestros menesteres en el desierto durante cuarenta años por medio del maná, las codornices y el manantial, sino que además hizo reposar sobre nosotros Su Divina Presencia extendiendo sobre nosotros una protección para mantenernos a salvo de las inclemencias del camino (Rambán a Vaikrá 23:43).

Dijeron nuestros sabios: «Siete nubes de Gloria Celestial acompañaban al pueblo de Israel […] cuatro que cubrían cada uno de los puntos cardinales, una por encima y otra por debajo y una séptima que iba adelante y les iba allanando el camino…» (Mejilta DeRashbi a Shemot-Éxodo 13:21, Sifrei Beha’alotejá 83). Dijeron también nuestros sabios, que por el mérito de que los hijos de Israel fueron tras HaShem en el desierto por una tierra yerma, Él extendió sobre ellos las nubes de Su Gloria (Zohar III 103:2).

La nube de la Gloria Celestial implica una revelación y un ocultamiento. Por una parte, expresa la revelación de la Divina Presencia y por la otra oculta la gran luminosidad para que podamos captarla de manera gradual. Esa es la forma en la cual HaShem se manifiesta ante nosotros, nos ilumina con una gran luz, que por estar más allá de nuestra capacidad de asimilación llega a nosotros bajo una forma acorde a nuestras facultades. Al igual que el sol, que provee de energía al mundo, pero por cuanto que no podemos resistir su potencia HaShem extendió la atmósfera para protegernos de la intensidad de su radiación, tal como se insinúa en el versículo (Tehilim-Salmos 84:12): «Pues HaShem, el Eterno es sol y escudo protector» (ver en Tania, Sha’ar HaYijud VehaEmuná cap. 4).

El sjaj (techo) de la sucá alude también a esta cuestión, nos protege de la mayor parte de luz física del sol, pero no la bloquea por completo para que podamos disfrutar de ella. Lo mismo ocurre en el ámbito espiritual, el sjaj nos protege de la mayor parte de la luminosidad espiritual de la luz envolvente (Or Makif) la cual se revela en la festividad de sucot y nos proporciona la posibilidad de aprehenderla de un modo apropiado a nuestras capacidades (ver adelante 7).

05- El motivo práctico del precepto de habitar en la sucá

Además de lo que aprendimos en la halajá anterior, que según Rabí Akiva la sucá es un recordatorio de las cabañas que hicieron en el desierto y según Rabí Eliezer recordatorio de las nubes de la Gloria celestial, habitar la sucá rememora también la salida de Egipto, tal como fue dicho (Vaikrá-Levitico 23:43): «A fin de que tengan conocimiento vuestras generaciones, que en cabañas Yo he hecho habitar a los hijos de Israel cuando Yo los saqué de la tierra de Egipto. Yo soy HaShem vuestro D’s».

Esto y más, ya que todos los Shabatot y todas las festividades son un recordatorio de la salida de Egipto, tal como lo mencionamos en el Kidush y en el rezo. La importancia central del éxodo radica en que durante éste se reveló la singularidad del pueblo de Israel, el cual HaShem escogió para que sea Su nación especial y por ello nos sacó de Egipto, llevándonos de la servidumbre a la libertad. En un sentido profundo, HaShem liberó nuestro espíritu del sojuzgamiento al materialismo, ya que el egipcio era un reino sumamente materialista, y al salir en libertad de sus confines, nuestra alma se liberó de la servidumbre a la materia. Al volvernos libres, pudimos recibir la Torá (ver Pninei halajá Pesaj 1:3).

Aparentemente, si la sucá es un recordatorio de la salida de Egipto, debería erigirse en la primavera que es cuando tuvo lugar el éxodo. Empero de así hacerlo, no se percibiría con claridad que lo hacemos en aras de cumplir un precepto ya que en esa temporada del año muchos son los que hacen cabañas precarias para su disfrute. Por lo tanto, se nos ordenó hacerlas en el otoño, ya que así resulta evidente que las habitamos para observar un mandamiento (Tur Oraj Jaím 625).

La halajá fue sentenciada conforme la opinión de Rabí Eliezer, y esto es, que al cumplir el precepto de la sucá se rememora las nubes de la Gloria Celestial (Shulján Aruj 625:1). Por otra parte, los eruditos de las últimas generaciones agregaron que la sucá rememora también la salida de Egipto (Maguén Abraham, Shulján Aruj HaRav, Pri Megadim, Mishná Berurá 1). Hay quienes dicen que esta es la intención de Rabí Akiva, recordar las cabañas que hicieron nuestros antepasados cuando salieron de Egipto (Rabenu Jananel, Turei Zahav). Entonces, al recordar las nubes de la Gloria Celestial y la salida de Egipto, finalmente en la práctica, procedemos conforme las dos opiniones.

Si bien los motivos o las explicaciones del precepto fueron dadas de manera explícita en la Torá, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:43): «A fin de que tengan conocimiento vuestras generaciones, que en cabañas Yo he hecho habitar a los hijos de Israel cuando Yo los saqué de la tierra de Egipto», de todas maneras, a posteriori, quien olvide tener la intención de que la sucá es recordatorio de las nubes de la Gloria Celestial y sí recuerda la salida de Egipto – cumple igualmente con su deber a condición de que haya mantenido en su mente que está cumpliendo un precepto del Creador (Pri Megadim, Mishná Berurá 625:1, más adelante 3:3 donde se explica que esa también es la norma en la primera noche).

06- Vivienda temporaria

El Santo Bendito Él quiso prodigarnos bien, por lo que nos escogió de entre todas las naciones, nos sacó de la esclavitud a la libertad y nos concedió la tierra sagrada, buena y amplia, que mana leche y miel, para que allí cumplamos la Torá y sus preceptos, plantemos árboles y construyamos casas, comamos de su fruto y nos saciemos de sus bondades, y toda nuestra vida en ella sea de santidad, hasta que la cuestión Divina se revele por completo en el mundo, en alma y cuerpo, en todos los ámbitos de la vida. Sin embargo, un gran peligro acecha permanentemente y es que a raíz de que nos asentemos en casas fijas y recolectemos abundante cosecha año tras año de nuestros campos nuestros corazones se tornen soberbios y nos olvidemos de HaShem nuestro D’s, y la misión en aras de la cual nos sacó de Egipto, se incrementen los pecados hasta que perdamos la tierra buena y debamos salir al exilio, errar entre las naciones, hacer crecer sus frutos y enriquecer sus arcas. De ello nos advirtió la Torá (Devarim-Deuteronomio 8:11-19): «Cuídate, no sea que olvides a HaShem tu D’s al no observar Sus Mandamientos, Sus leyes y Sus fueros que yo te ordeno hoy. No sea que comas y te sacies, edifiques buenas casas y las habites; tu ganado vacuno y tu ganado ovino se multipliquen, tu plata y tu oro se incrementen; y todo lo que es tuyo se multiplique, se enaltezca tu corazón y te olvides de HaShem tu D’s, el que te ha sacado de la tierra de Egipto, de la casa de la servidumbre. El que te ha conducido por el desierto grande y temible, entre culebras, serpientes abrasadoras y escorpiones, por una tierra de sed donde no hay agua; sacándola para ti de la roca del pedernal. El que te hizo comer maná en el desierto, el cual no habían conocido tus padres, para afligirte y para someterte a prueba, para hacerte el bien en tu posteridad. No sea que digas en tu corazón: mi fuerza y el poder de mi mano me hicieron esta riqueza. Has de recordar a HaShem tu D’s, pues Él es el que te da fuerza para hacer riqueza; para cumplir Su Pacto que ha prometido a tus patriarcas como el día este. Empero, ocurrirá que, si olvidares a HaShem tu D’s y te encaminares en pos de otros dioses, los adorares y te prosternares a ellos – os prevengo a vosotros el día de hoy, que será esta vuestra perdición…».

Por ello se nos ordenó justamente en la Fiesta de la Recolección, cuando estamos contentos por toda la cosecha que creció en nuestros campos, que habitemos la sucá que es una vivienda temporaria y recordemos así lo efímero de nuestra existencia en el mundo, y recordemos los días en los que fuimos esclavos del Faraón en Egipto y los cuarenta años que erramos por el desierto, durante los cuales habitamos temporariamente en sucot (según Rashbam a Vaikrá-Levítico 23:43).

Expliquemos más: Habitar cómodamente una casa puede generar en la persona una falsa imagen, como si las paredes y el techo de su hogar pudiesen servirle de protección ante cualquier desgracia o contratiempo. Sin embargo, en realidad, la vida del ser humano sobre la tierra es efímera, y las casas más sólidas y buenas no pueden protegerlo de enfermedades, desastres naturales y guerras. Y aunque sobreviva a todos estos eventos y alcance una apacible vejez, sus días llegarán a su fin y resultará evidente que su estancia en este mundo no es más que temporaria. E incluso durante los años en los que una persona logró vivir tranquilamente en la casa que le protege – la tranquilidad y la protección están manos de HaShem.

Quien no recuerda esto vive en el engaño. Piensa que cuanto más invierta en las vanidades de este mundo logrará una vida mejor y más estable, cuando en realidad, en la medida en que conecte en mayor medida su quehacer en este mundo a la Fuente de la Vida, a los valores eternos, alcanzará una vida verdadera, buena y plena de significado en la cual reina una genuina alegría (ver más en la halajá 9 respecto de la lectura de Kohelet-Eclesiastés).

Todos estos principios logramos internalizarlos en la festividad de Sucot por medio de la salida de la residencia fija y protegida para habitar la cabaña o sucá temporaria. Por ello, esta última es llamada «La Sombra de la Fe» (Tzila DeMeheimenuta). Y el tiempo de esta salida es exacto, poco antes del inicio del invierno que es cuando las personas se recluyen en sus hogares para protegerse del frio y del viento, de las lluvias tanto moderadas como torrenciales, se nos ordenó habitar en la sucá y recordar que en realidad HaShem es nuestro guardián y nuestro protector. «Si HaShem no habrá de construir la casa, inútil será el esfuerzo de los albañiles, Si HaShem no habrá de cuidar la ciudad, vano será el esfuerzo del centinela» (Tehilim-Salmos 127:1).

Por el mérito de habitar la sucá temporaria, por medio de la cual nos conectamos a la fe, tendremos el mérito de que HaShem haga reposar sobre nosotros Su Divina Presencia, extienda sobre nosotros la sucá de Su paz y erija para nosotros por siempre la Sucá de David caída (‘Sucat David Hanofelet’, reinstaure la dinastía davídica, N. de T.) y el Templo de Jerusalém, y residiremos seguros en casas permanentes en la tierra buena que prometió a nuestros ancestros y a nosotros. Tal como fue dicho (Amos 9:11-15): «En aquel día levantaré la Sucá de David caída, repararé sus brechas y erigiré sus ruinas y las reconstruiré como en los días pretéritos… y las montañas destilarán mosto y las colinas se derretirán. Haré retornar al cautiverio de Mi pueblo Israel y reconstruirán las ciudades desoladas y se asentarán en ellas, plantarán viñedos y beberán de su vino, cultivarán huertos y comerán de sus frutos. Y los plantaré sobre su tierra y no la volverán a abandonar la heredad que les he dado, dijo HaShem tu D’s».

07- La sucá – luz envolvente

El precepto de habitar la sucá es especial por cuanto que santifica la vida diaria y rutinaria del ser humano. Acciones tales como comer, beber, conversar y dormir, al ser llevadas a cabo en la sucá se elevan y santifican alcanzando el nivel de precepto. Los kabalistas insinuaron esta cuestión al decir que la sucá emana una luz envolvente (or makif), a diferencia de la mayoría de los preceptos, incluido el de las cuatro especies, cuya luz es interior (or pnimí). Explicaremos más: la luz con la que HaShem nos ilumina excede o trasciende en gran medida nuestra capacidad de captación y contención, por lo que se divide en dos partes: luz interior (or pnimí) y luz envolvente (or makif). La luz interior es la parte menor y más baja de la luz, aquella que podemos captar por medio del pensamiento o la emoción, mientras que la que excede nuestra posibilidad de percepción se transforma en luz envolvente, la cual, si bien no podemos contener, nos envuelve y nos provee de una inspiración cuya influencia en nuestra vida resulta decisiva.

Por medio de la luz interior somos capaces de elevar y santificar los aspectos espirituales conscientes de la vida. Esta se manifiesta en el estudio de la Torá y en el rezo, especialmente en el cumplimiento de los preceptos del hombre para con D’s que conectan a la persona con aquello que trasciende la vida común, en la cual resalta más la santidad que se revela ante nosotros. De acuerdo con la percepción de la luz interior.

Cuanto más espiritual sea algo, más elevado será el nivel en el que se encuentra, y por el contrario, cuanto más vinculado esté a las cuestiones prácticas más bajo resultará su nivel. Esto está insinuado en las cuatro especies, que son tomadas únicamente con el propósito de cumplir el precepto (ver adelante 4:2-3).

Por medio de la luz envolvente, que es mucho mayor, podeos corregir y elevar los aspectos materiales y rutinarios de nuestra existencia. Esta gran luz se revela cuando la fe y la Torá iluminan la vida terrenal: la comida, la bebida y el sueño, la vida familiar y las relaciones interpersonales, el trabajo y las labores, el comercio y la investigación científica. Esta es la principal misión del pueblo de Israel, revelar en el mundo que HaShem es Uno, en el cielo y en la tierra. Revelar que también los aspectos terrenales están conectados y unidos a la santidad. Esta idea está expresada en el precepto de la sucá, en la cual se manifiesta el principio de la fe (Zohar II 186:2), y todo cuanto hacemos en su interior se santifica y se torna preceptivo.

En esto se asemejan los preceptos de habitar la sucá y de asentarse en la tierra de Israel, ya que ambos nos rodean e ingresamos en su atmósfera de santidad, y por su intermedio nuestras acciones terrenales se santifican. Dijo el Gaón de Vilna (Kol HaTor 1:7) que esta idea está insinuada en el precepto (Tehilim-Salmos 76:3): «En Shalem tiene Su Tabernáculo (Su sucá) y Su residencia en Sion».

Asimismo, ya estudiamos que el factor central de la alegría de la festividad de Sucot se vincula a la herencia de la tierra de Israel (Abarbanel a Devarim-Deuteronomio 16:13, arriba halajá 2). Y en estos dos preceptos se manifiesta de manera especial la singularidad del pueblo de Israel, que revela la santidad en la tierra (ver Talmud Babilonio Tratado de Avodá Zará 3(B)).

Estos dos preceptos reflejan uno sobre el otro. La sucá es un recordatorio de las nubes de la Gloria Celestial por medio de las cuales se manifestó la Divina Presencia en el desierto, tal como fue dicho (Shemot-Éxodo 16:10): «Y se dirigieron al desierto y he aquí que la Gloria de HaShem se divisó en la nube». Y en la entrega de la Torá en el Monte Sinai fue dicho: «Y una pesada nube se posó sobre la montaña». Y cuando se reveló HaShem ante Moshé (ídem 34:5): «Y descendió HaShem en la nube y Moshé se irguió allí junto a Él». El motivo por el cual la Divina Presencia se nos reveló en el desierto desde una nube espesa se debe a que aún no habíamos tenido el mérito de ingresar a la tierra de Israel donde todo está conectado a la santidad. Una vez en ella, nuestra misión es revelar la Divina Presencia en su interior, de modo tal que la Divina Presencia repose en todas nuestras acciones. Sin embargo, la dedicación a los aspectos prácticos de la vida en la tierra de Israel puede llevarnos a olvidar la intención sagrada de nuestra presencia en ella, motivo por el cual HaShem nos dio la festividad de Sucot, para que recordemos siempre las nubes de la Gloria Celestial y la Divina Presencia, así como también el rol consagrado que detenta el pueblo de Israel; el de revelar la santidad en el campo de la acción.

En virtud de la revelación de santidad en la festividad de Sucot y en la tierra de Israel, el mundo se reparará por completo, como fue dicho (Yshaiahu-Isaías 11:9): «No herirán ni lastimarán en toda Mi santa montaña porque toda la tierra estará llena de conocimiento de HaShem como las aguas que cubren el mar». De esta manera habrá paz en el mundo, tal como fue dicho (ídem 11:6): «Y el lobo habitará junto al cordero y el tigre se echará junto al cabrito…», y tendrá lugar lo que fuera dicho en el capítulo que se ocupa a la redención y la festividad de Sucot (Zejariá-Zacarías 14:9): «Entonces HaShem será el Rey sobre toda la tierra; en ese día HaShem será Uno y Su Nombre Uno». E incluso los miembros de las naciones ascenderán a Jerusalém a celebrar junto a nosotros la festividad de Sucot, y aquello que en apariencia dista de ser sagrado, como los ornamentos del caballo, llevará la inscripción: «Consagrado a HaShem» (Kodesh LaHaShem) (ídem 14:20).

08- La alegría de la festividad de Sucot – la unión y la paz

A pesar de que en todas las festividades estamos preceptuados de alegrarnos, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 16:14): «Te regocijarás en tu festividad». La alegría de Sucot es especial y justamente por ello, respecto del mandato de alegrarse en Sucot la Torá nos enseñó que es preceptivo hacerlo en todas las fiestas. Tal como fue dicha (ídem 16:13-15): «La fiesta de las Cabañas habrás de hacer durante siete días, cuando recojas de tu era y de tu lagar. Y te regocijarás en tu festividad: tú, tu hijo y tu hija, tu esclavo y tu esclava, el leví, el prosélito, el huérfano y la viuda que están en tus ciudades. Siete días habrás de ofrecer sacrificios ante HaShem tu D’s, en el lugar que habrá de elegir HaShem. Ya que te bendecirá HaShem tu D’s, en toda tu cosecha y en toda la obra de tus manos, y sé pues, alegre». Y así fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:39-40): «Empero a los quince días del mes séptimo, al recolectar vosotros el producto de la tierra, habréis de celebrar -sacrificio festivo ante HaShem- siete días… y os regocijaréis ante HaShem vuestro D’s siete días».

Nuestros sabios dijeron que en la festividad de Pesaj no se menciona la alegría pues en ella somos juzgados por la cosecha y aún no sabemos si resultará buena. Además, en Pesaj murieron egipcios y por lo tanto la alegría no es completa. En la festividad de Shavu’ot se menciona una vez la alegría, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 16:10-11): «Y harás la festividad de las semanas … y te regocijarás ante HaShem tu D’s…» porque ya sabemos que la cosecha creció y estamos contentos por ello, pero aún estamos preocupados por el resto de las frutas. Y en Rosh HaShaná no se menciona el regocijo porque es el Día del Juicio para todos los seres humanos. En la festividad de Sucot, tras haber recogido toda la cosecha y las frutas y tas haber retornado en arrepentimiento y haber pasado por la expiación – la alegría resulta completa, y por ello en sus versículos se menciona tres veces la palabra ‘regocijo’ (Pesikta DeRav Kahana, Sucot, Beit Yosef Oraj Jaím 490:4, Mishná Berurá 7).

Entonces, resulta que la alegría especial o suplementaria de Sucot es el festejo de finalización del año, y en este se conmemora la colecta de la cosecha del año, el acopio tanto material como espiritual, la cosecha de los cereales y las frutas y la recolección de todo el estudio y las buenas acciones que realizamos a lo largo del año. Esta recolección es pura y límpida, por el mérito de los días de retorno y expiación que pasamos (tal como se explica arriba en la halajá 2).

También el precepto de tomar el lulav expresa la alegría de la recolección tanto física como espiritual (arriba 3). En virtud de ello, nos elevamos hacia la Fuente de la Vida con apego, y nos reunimos para alegrarnos ante HaShem nuestro D’s. Y la sucá que rodea y envuelve a la persona expresa la recolección de todas las cosas buenas que realizamos durante el año, ya que todas estas se reúnen y componen una imagen completa que nos rodea y nos cubre de luz Divina.

Por medio de la recolección del bien en todos sus aspectos, también aquellos que parecen contradictorios, HaShem extiende sobre nosotros su sucá de paz, y el pueblo de Israel se cohesiona y se une. Pues mientras cada virtud se considere por separado el pueblo de Israel no se une. Pero en la Fiesta de la Recolección, cuando todas las virtudes se reúnen conjuntamente se manifiesta la unidad. Sobre esto dijeron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 27(B)): Dignos son los hijos de Israel de habitar todos en una sola sucá. Y otro tanto respecto de las cuatro especies, que representan todos los tipos de judíos que se unen en la festividad de Sucot (ver adelante 4:2-3).

A partir de la relativa completitud a la que accedemos en la festividad de Sucot en este mundo, tendremos el mérito de alcanzar la completitud del futuro por venir. Tal como dijeron nuestros sabios: «Todo aquel que cumple el precepto de la sucá en este mundo, respecto de él el Santo Bendito Él dice: ‘Él observó el precepto de la sucá en este mundo, yo lo cubro (sojej) del calor del día que vendrá'» (Pesikta DeRav Kahana, Sucot). Y sobre esto dijeron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Avodá Zará 3(B)): «No habrá infierno Guehinom en el futuro por venir, sino que el Santo Bendito Él sacará el sol de su estuche y lo hará brillar, los malvados serán condenados por éste y los justos curados con este, tal como está escrito (Malají-Malaquías 3:19-20): «Pues he aquí que llega el día, ardiente cual horno y todos los inicuos y los que actúan con maldad tropezarán. Y ese día arderán, dice HaShem Tzevakot…» y los justos sanarán, tal como está escrito: «Pero para aquellos de vosotros que teméis Mi Nombre el sol de la justicia saldrá curando con sus alas», además disfrutarán, tal como fue dicho: «y saldréis saltando alegres como terneros engordados».

Dijeron nuestros sabios, que los preceptos que cumplimos en este mundo se transforman en ropajes por medio de los cuales podemos captar la gran luz del futuro por venir (Zohar II 210:1). La sucá es la expresión de ello en este mundo, ya que es a la vez precepto y protector y a través de ella podemos aprehender la gran luz de un modo que nos resulte adecuado (ver final de la halajá 4).

09 – La lectura de Meguilat Kohelet (el rollo de Eclesiastés)

Muchos acostumbran a leer Meguilat Kohelet en Sucot (Tratado de Sofrim 14:1), ya que por su intermedio aprendemos cómo alegrarnos de verdad. El ser humano precisa de gran manera este estudio ya que por naturaleza tiende a alegrarse con las vanidades de este mundo y a pensar que cuanto más rico sea, casas más grandes posea, vista mejores prendas, ingiera bocados más refinados y mejores bebidas, posea más jardines, sirvientes y sirvientas más se habrá de alegrar. En realidad, todo ello son solamente instrumentos que pueden ayudar a lo que realmente es importante en su estatus espiritual, su fe y sus buenas cualidades de conducta. Cuando las pertenencias físicas se transforman en lo principal, ello hace olvidar al ser humano su interioridad y sus valores, lo desconecta de la Fuente de su vida dejándolo vacío, hueco y carente de toda alegría.

Este es el tema de la festividad de Sucot – alegrarse con cada cosecha recolectada a lo largo del año con una genuina alegría. A ello llegamos fortaleciéndonos en la consciencia de que todo aquello que recogimos a lo largo del año – obedece a la generosidad de HaShem, y su principal objetivo es ayudarnos a reforzarnos en fe y en moral e incentivar en nuestro interior la voluntad y la capacidad de hacer el bien a las demás creaturas, así como reparar el mundo. Por medio de la salida de la residencia permanente a la sucá, que es una vivienda temporal y un sitio de precepto y santidad, volvemos a reflexionar sobre los fundamentos de la fe israelita. Aprendemos que la casa y los bienes son un instrumento de ayuda para plasmar nuestros ideales Divinos.

Esta idea se manifiesta en el libro de Kohelet, el cual explica que la sabiduría, la riqueza, la belleza y todas las demás virtudes de este mundo no son más que vanidades y solamente una cosa resulta importante: «¡El epílogo! Todo se entiende: a D’s has de temer y Sus preceptos has de cuidar, ya que esto es toda la persona» (Kohelet-Eclesiastés 12:11). Escuché una bonita explicación de este pasaje: ‘hevel’, palabra clave del libro que suele ser traducida como ‘vanidad’, significa también ‘cero’, y el temor a D’s que es Uno, ya que este último es la virtud más importante, como la primera cifra entre los números (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 31(B)). Cuando el temor a D’s es lo primero y la sabiduría se le suma, por medio del agregado del cero el uno se transforma en diez, con riqueza se vuelve cien, con belleza mil y así con todas las cualidades de este mundo. Pero cuando el temor a D’s no va a la cabeza, todas las demás virtudes son vanidad de vanidades, ceros a la izquierda (de mi tío el Rabino Abraham Remmer, de bendita memoria).

Otro tanto aprendemos de Kohelet, en cuanto a que la alegría que no está vinculada a un precepto o a un valor moral resulta impropia, y sobre ésta fue dicho (Kohelet-Eclesiastés 2:2): «y en cuanto a la alegría, ¿qué es lo que ésta hace?» Pero sobre la alegría preceptiva fue dicho (ídem 8:15): «Y encomié yo la alegría porque no hay mejor para el hombre, bajo el sol, que comer, beber y alegrarse». Dijeron nuestros sabios: «La Divina Presencia no reposa sobre la tristeza, ni sobre la pereza, ni sobre la risa, ni sobre la liviandad, ni sobre la charla o las ocupaciones vacías, sino sobre la alegría preceptiva» (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 30(B)).

Hay entre los ashkenazíes quienes acostumbran a leer Kohelet de un rollo de pergamino y previamente bendicen: Al Mikrá Meguilá (Que nos ordenaste la lectura de la Meguilá) y Shehejeianu. En efecto, esta es la costumbre de los discípulos del Gaón de Vilna. Y la costumbre mayoritaria de los ashkenazíes es no bendecir por esta lectura y tampoco guardan leerla de un rollo de pergamino (Ramá 490:9, Mishná Berurá 19, Pninei Halajá Mo’adim 2:10).

10 – La alegría de la extracción del agua

En los días del Templo de Jerusalém, en Jol HaMo’ed de Sucot, se llevaban a cabo grandes celebraciones con música y danza en el patio del Santuario. Dijeron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 51(A)): «Quien no contempló la alegría de la extracción del agua no vio alegría en su vida».

Tras la ofrenda del sacrificio permanente vespertino (Korban HaTamid shel Bein Ha’Arbaim) se comenzaba con la celebración y esta se prolongaba toda la noche. Sobre el despuntar del alba el encargado del Templo anunciaba y los dos cohanim que se encontraban de pie en el portón superior (Sha’ar Elión) tocaban con las trompetas los sonidos de teki’á, teru’á y teki’á para despupes comenzar a descender del Santuario junto a todo el pueblo en una procesión. Cuando los cohanim llegaban al décimo escalón volvían a tocar teki’á, teru’á y teki’á. Al llegar a la sección de las mujeres (Ezrat Nashim) volvían a emitir sonidos de teki’á y teru’á y prolongaban la teki’á final hasta que llegaban al portón de esta sección que da en dirección este. De allí la procesión continuaba su camino descendente en dirección al manantial del Shiloaj (Siloé) para extraer de ese lugar el agua necesaria para la libación durante la ofrenda permanente matinal (Korban HaTamid shel Shajar) (ídem 51(B)).

Cuando ascendían al Templo ingresaban por el portón del agua (Sha’ar HaMaim) y los cohanim volvían a tocar tekiá, teru’á y teki’á. Estos toques eran a modo de sones de alegría, tal como fue dicho (Yshaiahu-Isaías 12:3): «Y extraeréis agua con regocijo de los manantiales de la salvación» (ídem Sucá 48(A) y (B)). La celebración de Simjat Beit HaShoevá recibe su nombre de la extracción de agua del manantial. Nuestros sabios agregaron que en virtud de la alegría preceptiva los grandes maestros de Israel lograron alcanzar el nivel de espíritu de santidad (Ruaj HaKodesh) lo cual le confiere también a la celebración el nombre de alegría de la extracción (Beit HaShoeva) ya que en ellas se extraía espíritu de santidad» (Talmud Jerosolimitano Tratado de Sucá 5:1).

Esta alegría se basaba en dos fundamentos: el regocijo que caracteriza a la festividad de Sucot y el precepto especial de la libación del agua que solamente se realizaba en esta fiesta. Cada año, junto con todas las ofrendas sacrificadas tanto por el público como por los individuos se libaba vino sobre el altar. Y solamente en la festividad de Sucot, durante la ofrenda permanente matinal se libaba tanto vino como agua. Para ello se llenaban dos recipientes, uno con vino y el segundo con agua proveniente del manantial del Shiloaj y se vertía el contenido de ambos recipientes al mismo tiempo al interior de los «shitín», que eran orificios creados en los seis días del Génesis y que conducían de la superficie del suelo hasta el abismo.

Cuando se edificó el Templo, se construyó sobre estos orificios el altar de sacrificios y se dejó un pequeño espacio entre éste y la rampa, para que se pudiese libar el agua al interior de los shitín (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 49(A)). Estos orificios fueron creados principalmente para el cumplimiento de este importante precepto, para que el agua llegue hasta las profundidades o basamentos de la tierra, sin embargo, para la mera libación del vino hubiese alcanzado con hacerlo sobre la superficie del altar (Maharshá Sucá 50(B)).

La libación del agua expresa la singularidad de la festividad de Sucot, en la cual se revela la santidad en toda la realidad natural de la vida, tal como habitar la sucá, que transforma acciones comunes como dormir o comer en preceptivas. Durante todo el año se libaba solamente vino sobre las ofrendas sacrificadas, ya que, por lo general, solamente un grado de elevación especial, estaba insinuado por el vino y lograba revelar la santidad. Pero en Sucot, después de que tuvimos el mérito de cumplir con todo el ciclo festivo, con todos los días de retorno en arrepentimiento, y que ya recogimos toda la cosecha del año, la santidad se manifiesta en la vida común, aquella que se sostiene gracias al agua. Entonces, la alegría es grande y completa, dado que abarca todas las áreas de la vida.

Dijeron también nuestros sabios que durante la festividad de Sucot somos juzgados por el agua, y por medio del precepto de la libación tenemos el mérito de que desciendan sobre nosotros lluvias con bendición, así como las precipitaciones del año siguiente (Talmud Babilonio Tratado de Rosh HaShaná 16(A)). Es preciso saber que el agua alude a la gran benevolencia que sostiene a todo sin excepción: a las hierbas y los árboles, a las frutas y las verduras, peces y aves, animales domésticos y salvajes, al pueblo de Israel y a las naciones del mundo. Por lo general, no somos dignos de elevarnos al grado espiritual de la gran benevolencia (Jesed HaGadol), pero en la festividad de Sucot, tras haber culminado la observancia de todo el ciclo festivo y los días de retorno en arrepentimiento, estamos aptos para libar agua sobre el altar y de ese modo conectarnos a la base del sustento del mundo y abrir así los pórticos de la bendición para todo ser viviente. De aquí que la alegría por la extracción del agua sea muy grande.

11- El orden festivo en el Templo de Jerusalém

Previo al inicio de las celebraciones se colocaba en el patio del Santuario grandes candelabros de oro sobre columnas de cincuenta codos de altura y cada uno de estos estaba encomendado al cuidado de cuatro jóvenes aprendices de sacerdocio que subían o trepaban por escaleras para llenarlas de aceite y encenderlas de cara al comienzo del festejo que duraba toda la noche. Con los harapos de los pantalones de los cohanim se elaboraban mechas para los candelabros, y estos irradiaban una gran luz que se extendía por todos los patios de Jerusalém (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 51(A)).

La celebración en sí tenía lugar en la sección de las mujeres (Ezrat Nashim) que era el patio exterior del Templo. Sobre los quince escalones que descendían de la sección de hombres a la de las mujeres se apostaban músicos que tocaban, de pie, diferentes instrumentos musicales, entre ellos: flautas, liras, arpas, trompetas y platillos (ídem 51(B)). La mayoría de los músicos eran leviím, pero también israelitas con habilidades instrumentales que se sumaban a la orquesta.

Piadosos y personas con especial devoción en la observancia danzaban con antorchas encendidas en sus manos, las arrojaban hacia arriba y volvían a tomarlas. Había quienes poseían la habilidad de arrojar cuatro antorchas a la vez, y algunos hasta ocho. Y no tenían recaudo de su honor personal (no temían hacer el ridículo), sino que procedían al igual que el rey David en su momento, cuando danzaba y saltaba con todas sus fuerzas ante el Arca del Pacto (Shmuel II-Samuel II 6:16).  Incluso ellos danzaban y saltaban en la alegría por la extracción del agua. Sobre Rabán Shim’ón Ben Gamliel, Nesí (presidente del Sanhedrín) de Israel, se relata que en Simjat Beit HaShoevá solía tomar ocho antorchas en recipientes de oro, las lanzaba y las volvía a tomar secuencialmente y nunca se tocaban entre sí. Cuando se arrodillaba solía clavar los pulgares de sus manos en el suelo, besaba el suelo del patio del Templo e inmediatamente se incorporaba. Se entonaban cánticos y alabanzas a HaShem. Los piadosos y los especialmente devotos en su conducta solían proclamar: «Feliz de nuestra mocedad que no se ve avergonzada por nuestra vejez». Y las personas que retornan en arrepentimiento solían proclamar: «Feliz de nuestra vejez que expía por nuestra mocedad». Y ambos grupos exclamaban conjuntamente: «Feliz de quien no pecó, y quien haya pecado que retorne y será perdonado». En virtud de su alegría los sabios de Israel recibían en ese momento espíritu de santidad (Ruaj HaKodesh, nivel bajo de profecía). Sobre el profeta Yoná (Jonás) se decía que por el mérito de haberse alegrado en la celebración de Beit HaShoevá reposaba sobre él el espíritu de santidad, lo cual lo hizo meritorio de recibir la profecía (Talmud Babilonio Tratad de Sucá 53(A), ídem Talmud Jerosolimitano 5:1 y 4).

Allí no danzaban las personas que carecían de instrucción religiosa o quien así lo desease, sino que lo hacían los sabios de Israel, los líderes de las yeshivot y los miembros del Sanhedrín, los venerables ancianos y las personas especialmente devotas de conducta destacada. Todos ellos danzaban ante el público general. El pueblo todo, hombres y mujeres venían a verlos danzar y a escuchar la maravillosa orquesta (Rambám Lulav 8:14). Obviamente, desde su sitio, la muchedumbre podía también danzar un poco.

En un principio, las mujeres estaban de pie en el patio homónimo (Ezrat Nashim) y los hombres lo hacían un tanto más lejos en la explanada del Monte del Templo. Cuando los sabios vieron que la situación se prestaba para una conducta inapropiada y para la mezcolanza entre personas de diferente género ordenaron, previo a la celebración, que se erigieran tribunas alrededor del patio y sobre éstas se habrían de parar las mujeres, abajo lo harían los hombres y en medio del patio tendrían lugar los bailes (ídem Sucá 51(B)).

Rabí Yehoshúa Ben Jananiá, que era leví y de los que entonaba cánticos durante la ofrenda de sacrificios, atestigua que durante los días de Jol HaMo’ed Sucot no dormían sobre sus camas. Por la mañana cantaban durante la ofrenda del sacrificio permanente matinal, luego rezaban Shajarit, volvían a cantar durante la ofrenda de los sacrificios suplementarios (Musafim) y luego rezaban Musaf. De allí iban a la Casa de Estudio a estudiar Torá hasta el mediodía. Luego, comían el almuerzo festivo y de allí iban a rezar Minjá y luego a cantar durante la ofrenda del sacrificio permanente vespertino, e inmediatamente después comenzaba la celebración de Beit HaShoevá hasta que despuntaba el alba. Cuando se cansaban, dormitaban brevemente uno sobre el hombro de algún compañero (ídem 53(A)).

12- Simjat Beit HaShoevá en nuestros días

Los hijos de Israel acostumbraron a celebrar en las noches de Jol HaMo’ed en recuerdo de los festejos de Simjat Beit HaShoevá que se llevaban a cabo en el Templo de Jerusalém. En cada celebración que se realiza durante la festividad se cumple un precepto, tal como fue dicho: «Y te regocijarás en tu festividad», pero además en la celebración de Simjat Bet HaShoevá se cumple otro más que es el recordatorio de la alegría que reinaba en el Templo y de ese modo se acelera su reconstrucción (ídem 41(A)).

El refuerzo de esta alegría ha tenido lugar en los últimos siglos luego de que los judíos comenzaron a concentrarse en la tierra de Israel y por lo tanto, la luz de la salvación comenzó a destellar. En un inicio se comenzó a celebrar en la tierra de Israel, y desde ésta, la práctica se expandió al exilio. Tal como escribiera Rabí Jaím Ben Atar en una misiva que enviara desde Jerusalém (en el año 5503): «En Jol HaMo’ed realizamos celebraciones de Simjat Beit HaShoevá, y en esta encendí una noche, y llevamos a cabo un gran festejo». Asimismo, se cuenta en otros sitios en los cuales se bailaba en círculos sosteniendo antorchas en las manos. También los jasídicos que llegaron a la tierra de Israel provenientes de Europa, contaron que llevaron a cabo celebraciones de Simjat Beit HaShoevá en Tzfat (Safed), con tambores, danzas y antorchas.

Otro tanto, cuenta Rabí Yehosef Schwartz (falleció en 5625) en su carta a su hermano, en la que narra las especiales celebraciones que llevaban a cabo en Jerusalém, e incluso describió cómo en la sinagoga «Kahal Tzión» se instaló una máquina que lanzaba agua hacia arriba durante los festejos. Y el Rabino Orenstein (jefe del Tribunal Rabínico de los jasídicos en Jerusalém en el año 5633) escribió que los jasídicos de Sadigora que arribaron a Jerusalém rentaban los servicios de músicos gentiles para que toquen en las noches de Jol HaMo’ed durante las celebraciones de Simjat Beit HaShoevá (Responsa Moharil pág. 8). Sin embargo, los ashkenazíes no solían encender antorchas (Ir HaKodesh VeHaMikdash III 25:8-9).

También el Rabí Jaím Abulafia estableció que en las sinagogas de Esmirna se lleve a cabo una celebración de Simjat Beit HaShoevá como recordatorio del Templo, se enciendan numerosas velas, y en cada una de estas, se toque música, se entonen cánticos por unas dos horas y que los ancianos y personas especialmente virtuosas o reconocidas dancen, tal como solía hacerse en el Santuario (Jaím VaJesed 497:11). Otro tanto escribió el Rabino de la ciudad de Trípoli (en el año 5570), Rabí Abraham Jaím Adadi, quien da testimonio que solían realizar celebraciones en la noche de Jol HaMo’ed en las que se tocaban instrumentos y se bailaba unas dos o tres horas, en concordancia con lo que estableció un enviado de la ciudad sagrada. En estas fiestas, el encargado o regente de la sinagoga (gabai) repartía velas a quienes danzaban y cada uno de estos se inclinaba primeramente ante el Arca Sagrada (Vaikrá Abraham, Kuntres Makom SheNahagú pág. 123). En estas celebraciones se permitió incluso a las personas que estaban en duelo tocar música porque se trata de una alegría preceptiva y recordatorio del Templo (Zera Emet 2:157). Hubo quienes acostumbraban a entonar cánticos alegres en la celebración de Beit HaShoevá sobre la base de poemas litúrgicos de los días Solemnes (Yesod VeShoresh Ha’Avodá 11:14).

Si bien no es obligatorio realizar estas celebraciones, hacerlo tiene un aspecto preceptivo, y resulta especialmente positivo instar a aquellas personas que no estudian Torá asiduamente que participen de los festejos y no malgasten su tiempo en cosas superfluas (Bejorí Ya’akov 661:3).

Hay quienes acostumbran a recitar al inicio de la celebración los quince cánticos de las ascensiones (Tehilim-Salmos 120-134) que tienen la particularidad de hacer que abunden el agua y la bendición. El fundamento de esta práctica se encuentra en lo que dijeran nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 53(A) y (B)) que cuando el rey David abrió los shitín a los efectos de libar el agua comenzó a subir el nivel del agua subterránea la cual amenazaba con salir del abismo e inundar la tierra. Entonces, escribieron el Nombre Manifiesto de HaShem sobre un trozo de cerámica y lo colocaron en el borde del abismo y se hundió dieciséis mil codos y el mundo se tornó muy seco. A raíz de ello, el rey David recitó los quince cánticos de las ascensiones y por cada uno de ellos el agua ascendía mil codos y entonces el mundo se volvió a hidratar.

13- El pueblo de Israel y las naciones del mundo

La festividad de Sucot es especial ya que también las setenta naciones del mundo participan de ella, ya que dijeron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 55(B)) que los setenta bueyes que se nos ordenó ofrendar durante los siete días festivos se corresponden con las setenta naciones del mundo. Ya aprendimos (arriba 7) que en Sucot se revela el hecho de que no hay ámbito que no esté conectado a la santidad y por ende se pone también de manifiesto el valor positivo de las naciones del mundo. Sin embargo, el orden de la ofrenda de sacrificios era particular, el primer día festivo se ofrendaban trece bueyes, el segundo doce y así sucesivamente descendía su número hasta que el séptimo día solo se sacrificaban siete (Bamidbar-Números 29:12-34). La cuestión es que la raíz interior de las naciones del mundo es buena, no obstante, a menudo en sus acciones se revelan pecados graves y resulta necesario discernir el bien del mal, y por medio de la reducción paulatina en el número de bueyes las fuerzas negativas se consumen hasta que el séptimo día se ofrendan solo siete que es el número correcto y exacto para la revelación de la santidad en este mundo, el cual fue creado en siete días (ver Ein Aiá Shabat I 2:7).

Y así aprendimos del profeta, que en un futuro la festividad de Sucot será la prueba decisiva para las naciones del mundo, ya que todo aquel que ascienda a Jerusalém para prosternarse ante HaShem en esta festividad y celebrar junto al pueblo de Israel será sumamente bendecido. Tal como fue dicho (Zejariá-Zacarías 14:16-19): «Y ocurrirá que todo el que quedare de entre todas las naciones que habían venido contra Jerusalém ascenderán año tras año para prosternarse ante el Rey, HaShem Tzevaot, y para celebrar la Festividad de las Cabañas. Y ocurrirá que la que no ascendiere, de entre las familias de la tierra a Jerusalém para prosternarse ante el Rey HaShem Tzevaot, sobre ella no caerá la lluvia. Empero si la familia de Egipto no ascendiere y no hubiere venido, ¡pues no sobre ellos…! Sobre ellos recaerá la plaga con la cual había dañado HaShem a las naciones. Por no ascender ellos para celebrar la Festividad de las Cabañas…».

Nuestra relación con los gentiles es compleja ya que durante largos períodos de nuestra historia en reiteradas ocasiones actuaron cruelmente con nosotros, pero nuestra actitud básica hacia ellos es positiva. Dijeron nuestros sabios (ídem Sucá 55(B)): «Ay de las naciones que perdieron y no saben qué perdieron, en tiempo que existía el Santuario el altar expiaba por ellas, y ahora, ¿qué los purifica?». Dijeron los hijos de Israel: Padre Celestial, nosotros ofrendamos por ellos setenta bueyes por lo que deberían amarnos, y resulta que nos odian, tal como fue dicho (Tehilim-Salmos 109): ‘A cambio de mi amor se tornaron mis adversarios, mas yo soy todo oración’» (Bamidbar Rabá 21:24).

Asimismo, el Zohar explica en distintos pasajes que ofrendamos los setenta bueyes como acto de amor hacia las setenta naciones, para incrementarles la abundancia y la bendición (I 221:1, III 256:1). Pero si ellos nos odian al tiempo que nosotros ofrendamos los bueyes en su beneficio, ellos se ocupan de la abundancia que les fue dada a través de los sacrificios y no nos persiguen (I 64:1, II 187:1). Para finalizar, dado que son desagradecidos y nos odian malévolamente, la abundancia que reciben de nosotros se torna en su contra, tal como fue dicho (Mishlei-Proverbios 25:21-22): «Si tu enemigo tuviere hambre, dale pan que comer; y si tuviere sed, dale agua que beber porque así amontonarás ascuas sobre su cabeza; y HaShem te premiará» (III 259:1, 24:1-2).

En virtud de la manifestación de nuestra preocupación por el bienestar del mundo se revela más aún la singularidad del pueblo de Israel, y esto recibe su más plena expresión en la festividad de Sheminí Atzeret, en la cual gozamos de la exclusiva particularidad del amor existente entre HaShem y el pueblo de Israel. Por ello, en esta fecha ofrendamos un solo buey. Tal como dijeron nuestros sabios (ídem Sucá 55(B)): «¿Por qué (en Sheminí Atzeret se sacrifica) un buey solamente? En correspondencia con un pueblo único. Esto se asemeja a un rey humano que les dijo a sus siervos: Preparadme una gran comida. El día final le dijo a su amado: Hazme una comida pequeña para que disfrute de tu presencia» (ver adelante 7:2).

14 – La costumbre de los ushpizín

Tal como aprendimos (Pninei Halajá Mo’adim 1:11) es precepto de la Torá hacer participar de la alegría de los Yamim Tovim a las personas pobres o solitarias invitándolas a las comidas festivas, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 16:14): «Y te regocijarás en tu festividad tú, tu hijo y tu hija, tu esclavo y tu esclava, el Leví, el prosélito, el huérfano y la viuda que está en tus ciudades». Estos son los ushpizín (invitados) que resulta preceptivo invitar a la sucá. Respecto de esto dijeron nuestros sabios en el Zohar que corresponde invitar también a la sucá a los ushpizín ilaín (invitados superiores) que son las almas de los siete justos: Abraham, Ytzjak, Ya’akov, Yosef, Moshé, Aharón y David, cuya luz reluce en la festividad de Sucot. Cada día, la luz de uno de ellos ilumina más, y en ese día ese justo es el que ingresa primero a la sucá seguido de los otros seis.

Así nos narra el Zohar (Emor III 103:2 – 104:1) sobre la costumbre de Rav Hamnuna Saba, que cuando ingresaba a la sucá estaba contento, se paraba en la entrada de su sucá, del lado de adentro y saludaba con las siguientes palabras: Sentaos invitados superiores sentaos, sentaos invitados de la fe sentaos. Alzaba sus manos en señal de alegría y decía: Feliz nuestra porción, feliz la porción de Israel que están sentados en la sucá, pues todo aquel que tiene parte en el pueblo sagrado y en la tierra sagrada se sienta a la sombra de la fe para recibir la luz de los siete justos que visitan la sucá, para regocijarse en este mundo y en el Venidero.

Y a pesar de que tiene el mérito de recibir a las almas de los justos, el anfitrión debe tener el recaudo de alegrar a las personas necesitadas, pues la porción de los alimentos que debería haber servido a los siete justos les corresponden a los menesterosos. Quien se sienta bajo la sombra de la fe de la sucá y agasaja a los invitados superiores, invitados de la fe, y no otorga su porción a los pobres, los justos se levantan de su mesa porque no se debe uno agasajar en lo de un tacaño, tal como fue dicho (Mishlei-Proverbios 23:6-7): «No comas el pan de aquel que tiene ojo maligno, ni anheles sus manjares deliciosos». Pues la mesa que preparó no es la mesa del Santo Bendito Él sino la suya propia, tal como fue dicho (Malají-Malaquías 2:3): «Y arrojaré estiércol sobre vuestra faz el estiércol de vuestros sacrificios festivos». Ay del anfitrión en el momento en que los invitados de la fe se levantan y retiran de su mesa». Nuestro patriarca Abraham, que durante todos sus días estaba en los cruces de los caminos esperando para invitar huéspedes a compartir su mesa se levanta y dice: «Apartaos ahora de las tiendas de estos hombres malvados» (Bamidbar-Números 16:26) y todos los demás invitados superiores se retiran tras él. Al momento de salir nuestro patriarca Ytzjak dice (Mishlei-Proverbios 13:25): «el vientre de los inicuos padecerá necesidad», nuestro patriarca Ya’akov dice (ídem 23:8): «El bocado que has comido, lo vomitarás» y los demás justos exclaman: «Pues todas las mesas se colmaron de vómito hasta no haber lugar limpio» (Yshaiahu-Isaías 28:8).

Además, dijeron en el Zohar: No diga una persona comeré, me saciaré y beberé primero y de lo que quede daré a los necesitados, sino que en primer lugar debe darles a ellos. Si se conduce como debe y alegra a los menesterosos y sacia su apetito e Santo Bendito Él se regocija junto al anfitrión. Y nuestro patriarca Abraham exclama en su dirección: «Entonces te deleitarás en HaShem y Yo te haré montar por las alturas de la tierra» (ídem 58:14). De igual manera, todos los justos exclaman hacia él versículos de bendición tal como se menciona en el Zohar. Feliz de quien es meritorio de todo ello.

Cabe agregar, que también aquella persona que da tzedaká a las personas necesitadas antes de la festividad en una medida acorde a sus ingresos cumple con el precepto, ya que se preocupa de hacerlas partícipes de la alegría festiva. De todas maneras, es mayor precepto agasajar a las personas necesitadas en la propia sucá. Y en nuestra generación es oportuno reforzarse especialmente en esto, ya que en nuestros días es menos común dar con personas hambrientas, pero por otra parte se multiplicó el número de las personas sumidas en la tristeza y solitarias y es un gran precepto esforzarse en invitarlas a participar de la alegría festiva.

En muchos sidurim figura un formato de invitación para los ushpizín ilaín (invitados superiores) cada día. El orden aceptado es el siguiente: Abraham, Ytzjak, Ya’akov, Moshé, Aharón, Yosef y David. Así acostumbran a proceder los sefaradíes y los jasídicos (Kaf HaJaím 639:8). Según la tradición ashkenazí el orden es el siguiente: Abraham, Ytzjak, Yaákov, Yosef, Moshé, Aharón y David (Sidur del Shelá). Hay quienes acostumbran a estudiar cada día algo relacionado al invitado (ushpiz) especial de ese día. Y hay algunos que acostumbran que quienes detentan nombres similares a los del invitado superior de turno, organizan en esa precisa noche una fiesta en su sucá y sirven a los invitados vino y algo de comer, e invitan a estudiosos para que hablen palabras de Torá.

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