Pninei Halajá

11- El orden festivo en el Templo de Jerusalém

Previo al inicio de las celebraciones se colocaba en el patio del Santuario grandes candelabros de oro sobre columnas de cincuenta codos de altura y cada uno de estos estaba encomendado al cuidado de cuatro jóvenes aprendices de sacerdocio que subían o trepaban por escaleras para llenarlas de aceite y encenderlas de cara al comienzo del festejo que duraba toda la noche. Con los harapos de los pantalones de los cohanim se elaboraban mechas para los candelabros, y estos irradiaban una gran luz que se extendía por todos los patios de Jerusalém (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 51(A)).

La celebración en sí tenía lugar en la sección de las mujeres (Ezrat Nashim) que era el patio exterior del Templo. Sobre los quince escalones que descendían de la sección de hombres a la de las mujeres se apostaban músicos que tocaban, de pie, diferentes instrumentos musicales, entre ellos: flautas, liras, arpas, trompetas y platillos (ídem 51(B)). La mayoría de los músicos eran leviím, pero también israelitas con habilidades instrumentales que se sumaban a la orquesta.

Piadosos y personas con especial devoción en la observancia danzaban con antorchas encendidas en sus manos, las arrojaban hacia arriba y volvían a tomarlas. Había quienes poseían la habilidad de arrojar cuatro antorchas a la vez, y algunos hasta ocho. Y no tenían recaudo de su honor personal (no temían hacer el ridículo), sino que procedían al igual que el rey David en su momento, cuando danzaba y saltaba con todas sus fuerzas ante el Arca del Pacto (Shmuel II-Samuel II 6:16).  Incluso ellos danzaban y saltaban en la alegría por la extracción del agua. Sobre Rabán Shim’ón Ben Gamliel, Nesí (presidente del Sanhedrín) de Israel, se relata que en Simjat Beit HaShoevá solía tomar ocho antorchas en recipientes de oro, las lanzaba y las volvía a tomar secuencialmente y nunca se tocaban entre sí. Cuando se arrodillaba solía clavar los pulgares de sus manos en el suelo, besaba el suelo del patio del Templo e inmediatamente se incorporaba. Se entonaban cánticos y alabanzas a HaShem. Los piadosos y los especialmente devotos en su conducta solían proclamar: «Feliz de nuestra mocedad que no se ve avergonzada por nuestra vejez». Y las personas que retornan en arrepentimiento solían proclamar: «Feliz de nuestra vejez que expía por nuestra mocedad». Y ambos grupos exclamaban conjuntamente: «Feliz de quien no pecó, y quien haya pecado que retorne y será perdonado». En virtud de su alegría los sabios de Israel recibían en ese momento espíritu de santidad (Ruaj HaKodesh, nivel bajo de profecía). Sobre el profeta Yoná (Jonás) se decía que por el mérito de haberse alegrado en la celebración de Beit HaShoevá reposaba sobre él el espíritu de santidad, lo cual lo hizo meritorio de recibir la profecía (Talmud Babilonio Tratad de Sucá 53(A), ídem Talmud Jerosolimitano 5:1 y 4).

Allí no danzaban las personas que carecían de instrucción religiosa o quien así lo desease, sino que lo hacían los sabios de Israel, los líderes de las yeshivot y los miembros del Sanhedrín, los venerables ancianos y las personas especialmente devotas de conducta destacada. Todos ellos danzaban ante el público general. El pueblo todo, hombres y mujeres venían a verlos danzar y a escuchar la maravillosa orquesta (Rambám Lulav 8:14). Obviamente, desde su sitio, la muchedumbre podía también danzar un poco.

En un principio, las mujeres estaban de pie en el patio homónimo (Ezrat Nashim) y los hombres lo hacían un tanto más lejos en la explanada del Monte del Templo. Cuando los sabios vieron que la situación se prestaba para una conducta inapropiada y para la mezcolanza entre personas de diferente género ordenaron, previo a la celebración, que se erigieran tribunas alrededor del patio y sobre éstas se habrían de parar las mujeres, abajo lo harían los hombres y en medio del patio tendrían lugar los bailes (ídem Sucá 51(B)).

Rabí Yehoshúa Ben Jananiá, que era leví y de los que entonaba cánticos durante la ofrenda de sacrificios, atestigua que durante los días de Jol HaMo’ed Sucot no dormían sobre sus camas. Por la mañana cantaban durante la ofrenda del sacrificio permanente matinal, luego rezaban Shajarit, volvían a cantar durante la ofrenda de los sacrificios suplementarios (Musafim) y luego rezaban Musaf. De allí iban a la Casa de Estudio a estudiar Torá hasta el mediodía. Luego, comían el almuerzo festivo y de allí iban a rezar Minjá y luego a cantar durante la ofrenda del sacrificio permanente vespertino, e inmediatamente después comenzaba la celebración de Beit HaShoevá hasta que despuntaba el alba. Cuando se cansaban, dormitaban brevemente uno sobre el hombro de algún compañero (ídem 53(A)).

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