Pninei Halajá

09 – La lectura de Meguilat Kohelet (el rollo de Eclesiastés)

Muchos acostumbran a leer Meguilat Kohelet en Sucot (Tratado de Sofrim 14:1), ya que por su intermedio aprendemos cómo alegrarnos de verdad. El ser humano precisa de gran manera este estudio ya que por naturaleza tiende a alegrarse con las vanidades de este mundo y a pensar que cuanto más rico sea, casas más grandes posea, vista mejores prendas, ingiera bocados más refinados y mejores bebidas, posea más jardines, sirvientes y sirvientas más se habrá de alegrar. En realidad, todo ello son solamente instrumentos que pueden ayudar a lo que realmente es importante en su estatus espiritual, su fe y sus buenas cualidades de conducta. Cuando las pertenencias físicas se transforman en lo principal, ello hace olvidar al ser humano su interioridad y sus valores, lo desconecta de la Fuente de su vida dejándolo vacío, hueco y carente de toda alegría.

Este es el tema de la festividad de Sucot – alegrarse con cada cosecha recolectada a lo largo del año con una genuina alegría. A ello llegamos fortaleciéndonos en la consciencia de que todo aquello que recogimos a lo largo del año – obedece a la generosidad de HaShem, y su principal objetivo es ayudarnos a reforzarnos en fe y en moral e incentivar en nuestro interior la voluntad y la capacidad de hacer el bien a las demás creaturas, así como reparar el mundo. Por medio de la salida de la residencia permanente a la sucá, que es una vivienda temporal y un sitio de precepto y santidad, volvemos a reflexionar sobre los fundamentos de la fe israelita. Aprendemos que la casa y los bienes son un instrumento de ayuda para plasmar nuestros ideales Divinos.

Esta idea se manifiesta en el libro de Kohelet, el cual explica que la sabiduría, la riqueza, la belleza y todas las demás virtudes de este mundo no son más que vanidades y solamente una cosa resulta importante: «¡El epílogo! Todo se entiende: a D’s has de temer y Sus preceptos has de cuidar, ya que esto es toda la persona» (Kohelet-Eclesiastés 12:11). Escuché una bonita explicación de este pasaje: ‘hevel’, palabra clave del libro que suele ser traducida como ‘vanidad’, significa también ‘cero’, y el temor a D’s que es Uno, ya que este último es la virtud más importante, como la primera cifra entre los números (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 31(B)). Cuando el temor a D’s es lo primero y la sabiduría se le suma, por medio del agregado del cero el uno se transforma en diez, con riqueza se vuelve cien, con belleza mil y así con todas las cualidades de este mundo. Pero cuando el temor a D’s no va a la cabeza, todas las demás virtudes son vanidad de vanidades, ceros a la izquierda (de mi tío el Rabino Abraham Remmer, de bendita memoria).

Otro tanto aprendemos de Kohelet, en cuanto a que la alegría que no está vinculada a un precepto o a un valor moral resulta impropia, y sobre ésta fue dicho (Kohelet-Eclesiastés 2:2): «y en cuanto a la alegría, ¿qué es lo que ésta hace?» Pero sobre la alegría preceptiva fue dicho (ídem 8:15): «Y encomié yo la alegría porque no hay mejor para el hombre, bajo el sol, que comer, beber y alegrarse». Dijeron nuestros sabios: «La Divina Presencia no reposa sobre la tristeza, ni sobre la pereza, ni sobre la risa, ni sobre la liviandad, ni sobre la charla o las ocupaciones vacías, sino sobre la alegría preceptiva» (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 30(B)).

Hay entre los ashkenazíes quienes acostumbran a leer Kohelet de un rollo de pergamino y previamente bendicen: Al Mikrá Meguilá (Que nos ordenaste la lectura de la Meguilá) y Shehejeianu. En efecto, esta es la costumbre de los discípulos del Gaón de Vilna. Y la costumbre mayoritaria de los ashkenazíes es no bendecir por esta lectura y tampoco guardan leerla de un rollo de pergamino (Ramá 490:9, Mishná Berurá 19, Pninei Halajá Mo’adim 2:10).

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