Pninei Halajá

10- Cuidarás (Shamor): cesación de las labores de construcción del tabernáculo.

Durante los seis días laborables el hombre debe ocuparse de sus necesidades materiales y de la construcción de su hábitat en el mundo. En esos días sus principales esfuerzos están concentrados en labrar su campo y reparar su vivienda, en la producción de sus alimentos, la confección de sus prendas y todo acto creativo. Si bien el hombre puede disfrutar de su oficio o de su labor, ésta implica, sin embargo, un aspecto avasallante. Las necesidades corrientes atrapan al hombre y lo amarran al plano material de este mundo, haciéndole olvidar su fe y su alma. El cese sabático de labores le permite al individuo elevarse por encima de sus preocupaciones temporales y acceder a un plano de libertad y reposo, un ámbito en el cual el alma puede manifestarse y por esta razón nuestros sabios dijeron que el Shabat se asemejaba al mundo venidero (ver Tratado de Berajot 57(B)).

Para poder acceder al espíritu especial del Shabat, en ese día el judío debe poder ver el bien de este mundo, tal como está escrito (Salmos 92:1-3): «Cántico para el día Sábado. Es cosa buena ensalzar al Eterno y cantar alabanzas a Tu Nombre, oh Altísimo, declarando Tu benevolencia por la mañana y tu fidelidad por las noches». En Shabat es bueno contemplar la Divina Providencia que todo lo encamina para bien y aceptar la realidad tal como es con  verdadero amor, sin presión o deseo de intentar alterarla. Y si bien puede haber todavía algo que no se alcanzó a realizar previo al Shabat o algún inconveniente que genere angustia, hay que aceptarlo con ecuanimidad y deleitarse en Hashem. En virtud de esta actitud se expanden la bendición y la santidad en las diferentes ocupaciones durante los días hábiles de la semana.

Podría pensarse que en Shabat están prohibidas únicamente las labores mundanas, empero la Torá prohibió explícitamente realizar las labores de construcción del sagrado Santuario. Esto y más, las treinta y nueve labores prohibidas de Shabat las aprendemos del igual número de labores que se realizaron al erigirse el tabernáculo. En la Torá, junto al pasaje que menciona la construcción del tabernáculo aparece el mandato «empero cuidaréis mis Shabatot» (Shemot 31:13), para enseñarnos que si bien la construcción del sagrado recinto es en sí un gran precepto, al llegar el Shabat se debe cesar en la labor. Esto se debe a que la labor de construcción del tabernáculo debe estar conectada a su raíz Divina, en cuanto a que en virtud del trajín de los trabajos no nos ocurra que olvidemos su objetivo último que es revelar la presencia de HaShem en el mundo. Esto transformaría al tabernáculo en un cuerpo sin alma incapaz de cumplir con su elevada misión. Muchas veces, justamente aquellos que se dedican a labores vinculadas con la santidad deben de extremar precauciones en cuanto a que de tanta valoración que se tiene por lo sagrado pueden llegar a sacrificar todo su ser en la tarea de la construcción de marcos apropiados para el mismo, llegando a olvidar su esencia interior.

Si bien existe una gran diferencia entre el nivel espiritual del sagrado Templo y el del resto del mundo, en realidad todo el mundo debe ser un tabernáculo, esto es un ámbito apto para que en él repose la Divina Presencia. Por lo tanto, toda labor que el hombre realiza debe de estar vinculada a la labor de construcción del tabernáculo. La diferencia es que en el santuario la idea de la Divinidad se manifiesta de manera clara y abierta, mientras que en el resto del mundo de manera oculta y multifacética. Por esta razón el ser humano debe orientar sus acciones de tal modo que sean realizadas con pureza de intención o Amor a HaShem (le shem shamaim), tanto en el campo como en la fábrica, en la investigación científica como en el comercio, a los efectos de hacer el bien al mundo y corregirlo hasta llegar a su objetivo último que es transformarlo en un ámbito de reposo de la Divina Presencia. El dinero que el individuo gana debe estar dirigido a llevar una vida correcta a ojos de HaShem, debe servir a la constitución de un núcleo familiar y un hogar que sea recinto de conductas virtuosas e ideales espirituales. Todo esto es posible hacerlo mediante la santidad del Shabat, día en el que no se realizan labores y a partir del cual emana el valor intrínseco de las mismas.

Además, es importante saber que el objetivo último del ser humano no es trabajar duro. De no  mediar el pecado de Adám y Javá estaríamos aún en el paraíso y todo nuestro quehacer se llevaría a cabo con tranquilidad y alegría, sin preocupaciones ni esfuerzo. A raíz del pecado debimos comenzar a obtener nuestro sustento con el sudor de nuestra frente (Tratado de Kidushín 82(A)). El esfuerzo es bueno para corregir el pecado inicial empero puede fijar nuestro status en el mundo material en una postura distante del ideal espiritual de la fe, la libertad y la alegría. De aquí se desprende la importancia cardinal del Shabat que es una suerte de mundo venidero en el cual nos conectamos con el ideal supremo. De este modo, el Shabat le confiere significado interior a los seis días laborables, en cuanto a que no estén orientados únicamente a lo mundano y a la existencia inmediata, sino que también se enfoquen en la corrección, elevación y redención del mundo, hasta que vuelva a ser un paraíso y ámbito propicio para la Divina Presencia.

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