Pninei Halajá

01) Los frutos del árbol y de la tierra

Por frutos del árbol se recita «Boré Prí Ha´etz» y por frutos de la tierra «Boré Prí Haadamá». Por ejemplo, por uvas, granadas, manzanas, peras, nueces y almendras se bendice «Boré Prí Ha´etz», al tiempo que por maíz o choclo, lentejas, arvejas, tomates y pepinos – se bendice «Boré Prí Haadamá».

El fruto de la tierra crece rápidamente. En cuestión de pocos meses posterior a la siembra o plantación el fruto es obtenido y las bondades de la tierra se reconocen así más directamente. Por su parte, del fruto el árbol pasa por un proceso más complejo: en los primeros años el árbol debe brotar, crecer y cobrar forma, luego en un proceso relativamente prolongado absorbe nutrientes de la tierra, los procesa y da frutos. Se puede decir que el fruto de la tierra expresa lo más básico y la simpleza, al tiempo que el fruto del árbol manifiesta la sofisticación y la complejidad, y por lo general su sabor suele ser más rico e intenso.

El árbol se asemeja a la persona, ambos precisan pasar por un proceso prolongado hasta arribar a la madurez, empero luego sus frutos son más refinados. Así como en el caso del árbol los tres primeros años está prohibido ingerir sus frutos por entrar en la categoría de «orlá», de igual manera el ser humano debe estudiar Torá y educarse en el cumplimiento de los preceptos antes de comenzar a actuar en el mundo.

En un principio el ser humano era merecedor de ingerir únicamente frutos del árbol, tal como está escrito (Bereshit-Génesis 2:16): «De todo árbol del jardín habrás de comer», e incluso el cereal que es el alimento central del ser humano crecía de un árbol, y en opinión de Rabí Iehudá, el árbol del conocimiento daba por fruto el trigo (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 40(A)). Por su parte, los animales comían frutos de la tierra y hierbas. Después de desobedecer el mandato Divino, Adám descendió de su nivel y para alcanzar su reparación precisó de los frutos de la tierra, ya que ahora requería de correcciones más básicas y sencillas. Incluso el cereal descendió (en su categoría) y comenzó a crecer en la tierra. El ser humano se vio entonces obligado a esforzarse para extraer su alimento de la tierra arando, sembrando, cosechando, moliendo, amasando y horneando, tal como está escrito (Bereshit – Génesis 3:19): «con el sudor de tu frente comerás pan hasta que retornes a la tierra». Por medio de este esfuerzo – extremadamente agotador – el ser humano corrige sus defectos y malas actitudes y a través de un largo proceso se prepara a sí mismo y al mundo para la redención.

Si bien el principal alimento del hombre proviene hoy de la tierra, los frutos del árbol conservan aún una gran importancia por cuanto que elevan y mejoran la calidad de vida del hombre y lo conectan a un grado superior. En el futuro, una vez que el mundo haya sido reparado, el alimento del hombre volverá a provenir de los árboles y no deberá esforzarse en cultivarlo cada año, tal como dijeron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Ketuvot 111(B)): «En el futuro el trigo se elevará como la palma… para que no digas que es trabajoso cosecharla (en virtud de la altura de la palma)… El Santo Bendito Es traerá viento de sus depósitos ocultos y lo hará soplar sobre las espigas y de estas caerá la harina refinada de modo tal que el hombre saldrá al campo y retornará con sus manos colmadas con sustento para sí y para los miembros de su hogar». Respecto de la tierra de Israel dijeron: «en un futuro en la tierra de Israel crecerán panes y tortas ya preparados así como ropas ya confeccionadas» (ver Prí Tzadik Tu BiShvat 1).

El fruto del árbol posee una virtud especial y el fruto de la tierra posee también una importancia propia, y por cada uno de estos es menester agradecer a HaShem por medio de una bendición particular. Por medio de esta se manifiesta la virtud interior del fruto y la chispa sagrada que anida en él se revela e incrementa la bendición en la vida del ser humano.

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