Pninei Halajá

04- La sucá en recuerdo de las cabañas que habitamos en el desierto y las nubes de la Gloria Celestial

Respecto del significado del precepto de habitar la sucá durante siete días fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:43): «A fin de que tengan conocimiento vuestras generaciones, que en cabañas Yo he hecho habitar a los hijos de Israel cuando Yo los saqué de la tierra de Egipto. Yo soy HaShem vuestro D’s».

Según Rabí Eliezer el versículo se refiere a las nubes de la Gloria Celestial que cubrían o protegían al pueblo de Israel cuando salieron de Egipto (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 11(B)). Esto es lo que fue dicho (Shemot-Éxodo 13:17 y 20-22): «Ocurrió que al expulsar Par’ó al pueblo […] Se trasladaron desde Sucot y acamparon en Etam, al borde del desierto. Empero HaShem iba delante de ellos durante el día con una columna de nubes para guiarlos por el camino y de noche con una columna de fuego para proporcionarles a ellos luz; para marchar de día y de noche. Él no apartaba la columna de nubes durante el día ni la columna de fuego durante la noche, delante del pueblo» (de aquí que recibieron las nubes de la Gloria Celestial).

Según la opinión de Rabí Akiva, el precepto de la Sucá es en recuerdo de las sucot que los hijos de Israel hicieron para protegerse del sol y la lluvia, para que recordemos los días de nuestra pobreza, cuando HaShem nos sacó de Egipto de la esclavitud a la libertad y deambulamos por el desierto cuarenta años durante los cuales las sucot temporarias nos hacían de cobertura ante las inclemencias del tiempo, al no tener casas ni parcelas. En virtud de ello le agradecemos a HaShem que nos trajo a la tierra buena y amplia, para construir en ella casas y plantar en ésta árboles. Por el mérito del recuerdo de nuestra precariedad en la sucá, la bendición de la tierra buena no nos habrá de causar soberbia ni nos hará olvidar a HaShem, sino que recordamos que todo está en Sus manos y Él es quien nos dio las fuerzas necesarias para conquistar el país y poblarlo, comer de sus frutos y saciarnos de su bondad (Rashbam a Vaikrá 23:43). Este recuerdo lleva también implícito una alabanza a la virtud del pueblo de Israel que fue tras HaShem en el desierto por una tierra yerma (Rabenu Bejaié allí).

En opinión de Rabí Eliezer el precepto de la sucá es un recordatorio del gran milagro que HaShem extendió sobre nosotros nubes de Su Gloria Celestial para protegernos y guiarnos por el desierto, tal como fue dicho (Bamidbar-Números 10:34): «y la nube de HaShem estaba sobre ellos de día, al partir ellos del campamento». Las nubes de la Gloria Celestial eran una expresión del amor de HaShem hacia nosotros, que no solamente proveyó nuestros menesteres en el desierto durante cuarenta años por medio del maná, las codornices y el manantial, sino que además hizo reposar sobre nosotros Su Divina Presencia extendiendo sobre nosotros una protección para mantenernos a salvo de las inclemencias del camino (Rambán a Vaikrá 23:43).

Dijeron nuestros sabios: «Siete nubes de Gloria Celestial acompañaban al pueblo de Israel […] cuatro que cubrían cada uno de los puntos cardinales, una por encima y otra por debajo y una séptima que iba adelante y les iba allanando el camino…» (Mejilta DeRashbi a Shemot-Éxodo 13:21, Sifrei Beha’alotejá 83). Dijeron también nuestros sabios, que por el mérito de que los hijos de Israel fueron tras HaShem en el desierto por una tierra yerma, Él extendió sobre ellos las nubes de Su Gloria (Zohar III 103:2).

La nube de la Gloria Celestial implica una revelación y un ocultamiento. Por una parte, expresa la revelación de la Divina Presencia y por la otra oculta la gran luminosidad para que podamos captarla de manera gradual. Esa es la forma en la cual HaShem se manifiesta ante nosotros, nos ilumina con una gran luz, que por estar más allá de nuestra capacidad de asimilación llega a nosotros bajo una forma acorde a nuestras facultades. Al igual que el sol, que provee de energía al mundo, pero por cuanto que no podemos resistir su potencia HaShem extendió la atmósfera para protegernos de la intensidad de su radiación, tal como se insinúa en el versículo (Tehilim-Salmos 84:12): «Pues HaShem, el Eterno es sol y escudo protector» (ver en Tania, Sha’ar HaYijud VehaEmuná cap. 4).

El sjaj (techo) de la sucá alude también a esta cuestión, nos protege de la mayor parte de luz física del sol, pero no la bloquea por completo para que podamos disfrutar de ella. Lo mismo ocurre en el ámbito espiritual, el sjaj nos protege de la mayor parte de la luminosidad espiritual de la luz envolvente (Or Makif) la cual se revela en la festividad de sucot y nos proporciona la posibilidad de aprehenderla de un modo apropiado a nuestras capacidades (ver adelante 7).

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