Pninei Halajá

03. La segunda etapa de la mujer

Tras cada etapa que el varón inicia, la mujer al recibirlo o aceptarlo transforma su relación en más profunda y completa y por ende la eleva. Si prestamos atención, vemos que el lado fuerte del varón radica en la capacidad de tomar la iniciativa, en abrir el camino y en cortejar hasta consumar el matrimonio. Sin embargo, ocurre en algunas ocasiones que una vez que el hombre consagró a su mujer su ímpetu decae y entonces es la mujer quien tiende a invertir mayores esfuerzos en la relación y así profundizarla. Lo mismo ocurre en el cumplimiento del precepto de Oná, el varón aventaja en cuanto a su deseo e impulso por unirse físicamente a su mujer. Empero, una vez unidos la capacidad femenina de materializar la relación y disfrutar de la misma es superior a la del hombre. Esto se manifiesta también en el hecho de que la mujer es aquella que recibe el esperma y lo continúa desarrollando durante toda la gestación hasta el nacimiento.

Desde lo manifiesto, el varón es quien toma la iniciativa y lidera por lo que él es quien debe comenzar la relación. Por otra parte, dado que el varón es el continuador de Adám y la mujer lo es de Javá, en cierta forma la mujer se encuentra en un escalón más elevado, pues el material del cual fue creado el hombre es el polvo de la tierra tal como está escrito (Bereshit-Génesis 2:7): «Formó HaShem Elokim al Ser Humano del polvo de la tierra y le insufló en sus narices hálito  de vida y se convirtió Adám en un ser viviente«, mientras que la mujer fue hecha de un material superior pues fue tomada del hombre, tal como está escrito: «y tomó uno de sus costados y cerró la cavidad de la carne que había debajo«. Además, HaShem hizo a la mujer de un modo especial a los efectos de embellecerla, tal como está escrito: «Modeló HaShem Elokim el costado que había tomado del hombre – como mujer- …» (Talmud Babilonio Tratado de Eruvín 18(A)). Por ello, la mujer tiene la capacidad de profundizar y elevar la relación de pareja y llevarla a un estadío superior.

El vigor varonil es más exterior y manifiesto, el de la mujer es interior y oculto. El orden natural del mundo indica que primeramente se manifieste el aspecto exterior y luego el interior. Es por ello que en un inicio el rol masculino es más predominante, él es quien corteja a la dama, él es quien la consagra como su esposa y él es quien toma la iniciativa en el cumplimiento de los preceptos de Oná y de procrear. Sin embargo, con el correr de los años, en virtud de la cualidad de la mujer que es capaz de tomar la iniciativa varonil y transformarla en algo completo, su status en la familia se encumbra al punto que si se observa con detención se percibe que su influencia es mayor que la del marido.

Si profundizamos, veremos que así como la iniciativa del hombre en la primera etapa es la que motiva el actuar reservado de la mujer, en la segunda, la mujer a su vez activa discretamente cuanto ocurre en la primera. Si bien el cortejo visible es de parte del varón, la mujer con su mero bello y bondadoso existir es quien atrae al hombre a tomar la iniciativa. Si bien el hombre es quien consagra a la mujer, ésta, en su profundo deseo de formar una pareja y una familia es quien lo induce a hacerlo. Hay casos en los cuales el hombre quiere unirse a una mujer sin asumir responsabilidades de largo plazo, y sólo en virtud de que ella no está dispuesta a hacerlo de esa manera él finalmente la desposa. Otro tanto ocurre con el precepto de Oná, si bien su cumplimiento es deber del varón, si la mujer no accede a recibirlo con alegría el precepto queda sin efecto (arriba 2:2).

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