Pninei Halajá

09. La prohibición de la bigamia

A lo largo de las generaciones la situación económica fue mejorando y paralelamente fue disminuyendo el número de casos de bigamia al punto de que en tiempos de la Mishná, hace unos dos mil años, no se registran casos de hombres que desposaron dos mujeres. En tiempos del Talmud, hace unos mil seiscientos años, la norma de que un hombre no desposa una segunda mujer era tan clara que los amoraítas debatieron si esto está o no permitido. Según Rabí Emi está prohibido pues toda mujer a la hora de casarse con un hombre lo hace ya que asume que este no habrá de desposar otra mujer, por lo que se puede desposar una segunda mujer únicamente a condición de que la primera esté de acuerdo o si previamente la divorcia pagándole la suma estipulada en la «ketuvá». Sin embargo, la halajá se fijó de acuerdo a la opinión de Raba quien entendía que el hombre puede desposar una segunda mujer sin el consentimiento de la primera ya que el matrimonio no tiene implícito un compromiso de monogamia (ídem 65(A)).

Hace unos mil años, Rabenu Guershom -la luminaria del exilio («Maor HaGolá»)- estableció en Ashkenaz la prohibición de la bigamia. Además, prohibió divorciar a una mujer sin su previo consentimiento, y esto sería posible únicamente mediante las autorizaciones firmadas de cien rabinos de tres países diferentes.

El decreto que prohíbe la bigamia fue aceptado de inmediato en las comunidades ashkenazíes pero en España el decreto no se adoptó como obligatorio. Empero, en la práctica esta prohibición fue la que regía en la mayoría de las comunidades ya que el  novio en la «ketuvá» se comprometía a no desposar una segunda mujer. Tras el establecimiento del Estado de Israel, en el año 5710 (1949-50 n. de t.) el Consejo del Superior Rabinato de Israel decidió prohibir la bigamia para todas las comunidades judías por igual.

Aparentemente, cuesta entender todo esto ya que la regla aceptada indica que los sabios no pueden prohibir algo expresamente permitido por la Torá (Turei Zahav Ioré Deá 117:1). ¿Cómo pudo entonces Rabenu Guershom prohibir la bigamia y cómo es que su decreto fue aceptado por las diferentes comunidades? Mi rabino y maestro el Rav Tzví Iehuda HaCohen Kuk, de bendita memoria, explicó que del contexto en el cual la Torá permite la bigamia se puede inferir que esto no es deseable, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 21:15): «Si un hombre tuviere dos mujeres, una amada y la otra aborrecida y de ambas tuviere sendos hijos y el primogénito fuere de la mujer odiada…«. El primer problema radica en el hecho de que una mujer es amada y la otra no, y en hebreo a estas se les denomina «tzarot» que significa rivales o enemigas. A raíz de estos conflictos pueden sobrevenir pleitos por la herencia que pueden desgarrar a la familia, al punto de que la Torá se vio en la necesidad de advertir que «no podrá declarar heredero privilegiado al hijo de la amada, sino al otro. Reconocerá la primogenitura del hijo de la mujer aborrecida dándole porción doble de la herencia, porque es el principio de su vigor masculino y por ende tiene el derecho a la primogenitura» (ídem 16-17). Posteriormente la Torá trae el caso del hijo rebelde lo cual, según explican nuestros sabios, viene a enseñarnos que la situación lamentable en la que se encuentra el muchacho se debe a que el padre tenía dos mujeres (Rashí a Devarim-Deuteronomio 21:11, Sijot HaRatziá Devarim p. 361). Resulta entonces que el permiso para desposar dos mujeres se concede a posteriori cuando se trata de una necesidad de fuerza mayor. Empero en caso de no mediar un imperativo los judíos acostumbraban a desposar una sola mujer.

Es importante destacar que las instrucciones de la halajá se fueron acompasando a la mejora paulatina en la capacidad de los hombres de ganarse el sustento, adelantándose así en cientos y miles de años a la mejora del status económico de la mujer. Solamente en los tiempos modernos, con la mejora en la maquinaria y el pasaje de trabajo físico extenuante a trabajo que requiere talento intelectual y emocional, fue posible el ascenso económico de las mujeres y la mejora en su nivel de ingreso. Por lo tanto, el cambio halájico no sobrevino en virtud del incremento del poder económico de las mujeres sino por la mejora en la situación económica del conjunto de la población. Es por eso que a partir del momento en que fue posible mantener a todas las mujeres sin necesidad de permitir la bigamia esta fue prohibida por completo o se transformó en un fenómeno raro. Así fue en los días de nuestros sabios, de bendita memoria, quienes instituyeron la «ketuvá» a partir del momento en que era posible exigirle al hombre un compromiso nupcial.

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