Pninei Halajá

06. Descenso del status de la mujer a raíz del pecado de Adám y Javá

Según el orden original de la creación del ser humano, en una primera instancia el status del hombre fue más encumbrado que el de la mujer y a raíz del pecado en el que Javá se tentó a comer del fruto del árbol del conocimiento y dio también a su hombre, el status femenino descendió aún más respecto del masculino, tal como está escrito (Bereshit 3:16-19): «A la mujer dijo: Incrementar habré de incrementar tu tensión en tu gravidez, con tensión  parirás hijos, a tu marido desearás mas él te dominará. A Adam, dijo: Puesto  que has atendido la voz de tu mujer, comiendo del árbol del que te ordené diciendo: ¡No comerás de él!, maldecida será la tierra por tu causa, con esfuerzo comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá y comerás las plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás pan, hasta que vuelvas a la tierra –pues de ella procedes- ya que polvo eres tú, y al polvo habrás de volver«.

Adám y Javá fueron amonestados con tres castigos principales, y los tres afectaron a la mujer. El primero consiste en que tanto el embarazo como el parto y la crianza de los hijos impliquen sufrimiento y sacrificios que debilitan el cuerpo de la mujer y la fuerzan a permanecer más apegada al hogar dependiendo del marido que es quien la provee de alimento, refugio y protección. El segundo castigo es que tras la expulsión del jardín de Edén la obtención del alimento se tornó dificultosa y sujeta a esfuerzo físico, aspecto en el cual el hombre cuenta con una ventaja evidente. La necesidad imperiosa de construir una casa que los resguarde de las inclemencias del tiempo como la lluvia y el frío, amén de protegerlos de enemigos y animales salvajes agudizó la dependencia de la mujer respecto del hombre.  El tercer castigo es el decreto de muerte que se sentenció sobre el ser humano, y es justamente durante el parto, en el momento en que la mujer puede traer al mundo una nueva vida, que este riesgo mortal se incrementa. Entonces, lo que le resta a la parturienta es esperar que su marido siga preocupándose por sus hijos.

Estos castigos, con todo el sufrimiento que implican, llevan al ser humano a su reparación última y completa. A raíz del primer pecado de Adám y Javá quedó en claro que la cualidad femenina de integrar todos los aspectos en su toma de decisiones puede llevar a la trasgresión. Esto ocurre porque al hacerlo, en la decisión final participan también todo tipo de sentimientos e inclinaciones negativas. La manera de corregir esto es mediante la separación entre el pensamiento y el sentimiento, rebajando el status de este último para que el intelecto pueda sopesar cada cuestión de forma separada y poder entonces controlar tanto a la emoción como al instinto. Esto se trata de una desventaja o carencia por cuanto que en un estado de completitud todas las fuerzas y potencialidades humanas deben manifestarse en perfecta armonía, empero a los efectos de consolidar los principios de la justicia y la moral es indispensable entronar primeramente al intelecto por sobre los sentimientos y los instintos. Dado que naturalmente el hombre tiende más a la razón y la capacidad de separar temas y áreas, cualidades indispensables para triunfar en la guerra contra los bajos instintos, es al hombre que se le encomendó el mandato de estudiar Torá y ocupar los puestos de liderazgo. En la medida en que el mundo se vaya reparando y la Torá ilumine más intensamente su devenir, se habrá de temer menos que el sentir natural pueda irrumpir de un modo equivocado y destructivo, por lo que los frenos a su libre manifestación se irán retirando y la ventaja de la cualidad femenina que combina conjuntamente a todos los ámbitos de la realidad se habrá de manifestar, por lo que el status de la mujer operará un ascenso.

El proceso de la reparación o corrección moral sucede en paralelo con el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la economía que permiten la obtención del sustento con menor esfuerzo y redimen al hombre de los pesares de su castigo y a la mujer de su dependencia respecto al marido. Este proceso viene operando paulatinamente por miles de años y en las últimas generaciones se ha visto acelerado exponencialmente al surgir la posibilidad de ganarse el diario vivir por medio del puro talento, sin necesidad de que medie la fuerza física. El desarrollo de las ciencias médicas ha reducido notoriamente los riesgos del parto y ha contribuido al ascenso del status de la mujer.

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