Pninei Halajá

Zmanim (Tiempos)

15 – La lectura pública de las Lamentaciones de Jeremías y el oscurecimiento de la sinagoga.

Luego del servicio de Arvit se leen las Lamentaciones de Jeremías («Meguilat Eijá»). Según muchos de los sabios medievales de Ashkenaz la lectura requiere del recitado de una bendición previa, tal cual está aclarado en el Tratado de Sofrim (14:1). Más aún, para aquellos que opinan que la lectura requiere del recitado de una bendición, esto aplica únicamente en el caso en que el texto de las Lamentaciones esté escrito sobre un pergamino semejante al del rollo de la Torá, y si no está escrita sobre este material no se bendice previo a la lectura. Algunos dicen que aunque la meguilá esté escrita sobre un pergamino, no hay que bendecir previo a su lectura, dado que esta bendición no está escrita en el Talmud (Beit Iosef 559:2). Debido a la duda, muchos de los Ajronim indicaron bendecir. En la práctica, de acuerdo a la usanza de los sefaradim y muchos de los ashkenazim, entre los que incluimos a la totalidad de los Jasidim, ‘Eijá’ es leída sin recitar bendición. En cambio, parte de los ashkenazim – especialmente aquellos que siguen las costumbres del Gaón de Vilna-, acostumbran leer las Lamentaciones de un pergamino «kasher» recitando la bendición (Pninei Halajá Moadim 2:10).

Se acostumbra oscurecer la sinagoga en la noche del 9 de Av tal como está escrito (Lamentaciones 3:6): «Me hizo habitar en medio de tinieblas». Asimismo el Midrash (Eijá Rabá 1:1) relata que El Santo Bendito Sea se dirigió a Su Corte Celestial durante la destrucción del Templo, preguntando: «Un rey de carne y hueso cuando está de luto ¿qué hace? Le respondieron: “apaga sus faroles”. El Eterno les respondió: “Eso haré”, tal como está escrito (Joel 2:10):»El sol y la luna se eclipsaron».

Desde el inicio de la noche se apagan algunas de las luces de la sinagoga y también en las casas particulares es conveniente disminuir la iluminación, especialmente en los instantes previos a la lectura de Eijá ya que la costumbre era apagar todas las velas dejando solo algunas encendidas a fin de leer las Lamentaciones (Shulján Aruj 559:3). Hoy día que estamos habituados al uso de iluminación eléctrica, hay quienes acostumbran a apagar todas las luces –previo a la lectura de ‘Eijá’- y usar únicamente velas. Hay también quienes dejan algunos focos encendidos.

La lectura principal de Lamentaciones fue establecida a hacerla en público y en la noche, tal como está escrito (Lamentaciones 1:2):»Llora amargamente de noche» (Shulján Aruj y Ramá 559 1 y 2). Sin embargo muchos acostumbran a leer las Lamentaciones nuevamente de día, tras los poemas luctuosos («kinot»). En sitios en los cuales no se acostumbra a leer Lamentaciones de día, es recomendable que cada uno las lea individualmente (Mishná Berurá 559:2).

16 – El recitado de «Anenu», «Najem», la bendición sacerdotal y el «Tajanún».

El recitado de «Anenu» el 9 de Av es idéntico al que se reza en los demás ayunos públicos (ver capítulo 7 inciso 10). Según la usanza de los sefaradim, cada quien lo recita individualmente durante el rezo de la «Amidá» en silencio, a lo largo del ayuno, esto es Arvit, Shajarit y Minjá. Según la costumbre ashkenazí, se recita individualmente y en silencio únicamente en el servicio de Minjá.

En toda plegaria en el que se recita «Anenu», se dispuso agregar el recitado de la oración de «Najem» (¡Consuela!) en la bendición de la «Amidá» que pide por la reconstrucción de Jerusalém (Boné Ierushalaim), empero el final de la bendición es distinto. Los sefaradim la concluyen con la expresión «que consuelas a Sion con la edificación de Jerusalém», y los ashkenazim y judíos del Norte de África dicen «que consuelas a Sion y edificas Jerusalém». Sin embargo, en el estilo lingüístico del «Najem», hay frases que parecen desconectadas de la Jerusalém contemporánea, como por ejemplo, «la ciudad enlutada sin sus hijos… desierta sin quien la habite, sentada con su cabeza gacha cual mujer estéril que no dio a luz, a la que devoraron legiones y heredaron siervos extraños». De todas maneras no nos corresponde cambiar la redacción de una plegaria redactada por nuestros sabios talmúdicos, y además por mucho que nos pese, la letra original coincide con la situación actual en el Monte del Templo. Más aún, si comparamos la situación presente con lo que debería ser la Jerusalém capital del mundo, cúspide de la belleza y alegría de todos los pueblos, podemos considerarla todavía desierta y destruida.

No se recita «Tajanún» desde el servicio de Minjá en vísperas del ayuno y a lo largo de todo el 9 de Av, dado que esta fecha es llamada por Lamentaciones como «moed» (asamblea o reunión N.del T.), que es el vocablo empleado por la Torá para señalar las diferentes fiestas bíblicas, tal como está escrito (Lamentaciones 1:15) «Convocó a una asamblea contra mí para aplastar a mis jóvenes guerreros» (Shulján Aruj 559:4). La idea es que «moed» alude a un tiempo especial y si nuestra conducta es digna de merecimientos, se transformará en tiempo festivo, mientras que si no lo es, se transformará en tiempo de dolor y luto.

Hay quienes acostumbran a suprimir la bendición sacerdotal en el servicio de Shajarit, tal como está escrito (Isaías 1:15): «Y cuando extendáis vuestras manos, ocultaré Mis ojos de vosotros», por lo que de la misma manera que un Cohen que está de duelo no bendice a la congregación pues no está contento ni puede pronunciar la palabra “shalom”, asimismo los Cohanim, el 9 de Av, según los ashkenazim y parte de los sefaradim no la recitan. Hay costumbres según las cuales los Cohanim recitan la bendición sacerdotal en el servicio de Shajarit, como por ejemplo entre los kabalistas de Jerusalém y en general es bueno que cada comunidad continúe con su tradición. En el servicio de Minjá, según todas las opiniones, los Cohanim bendicen a la congregación (ver Kaf HaJaím 559:30, Torat Hamoadim 10:17, ver arriba capítulo 7 inciso 12).

Se acostumbra a recitar todos los servicios con tono de doliente, con moderación, voz débil y sin piezas de canto litúrgico (Ramá 559:1).

17 – Retirado de la cortina («Parojet») que cubre el Arca («Arón Kodesh»), manto de oración y filacterias.

Previo al servicio de Arvit se retira la cortina que cubre el Arca, tal como está escrito (Lamentaciones 2:17): «El Eterno ha hecho lo que quería. Ha cumplido Su palabra» lo cual fue interpretado por los sabios talmúdicos, como que Dios, metafóricamente, había rasgado Su propio manto. De esta manera expresamos nuestra vergüenza y desvalorización desde que el Templo fue destruido (Ramá 559:2), empero previo al servicio de Minjá la cortina es devuelta a su sitio (Kaf HaJaím 19).

Asimismo muchos acostumbran a no envolverse en sus mantos de oración y no colocarse las filacterias (“Tefilín”) en el servicio matutino, y así como el Eterno rasgó Su manto, de la misma manera nosotros no nos envolvemos en nuestro Talit. De la misma manera, así como está escrito (Lamentaciones 2:1): «El Eterno Ha arrojado del cielo a la tierra la gloria de Israel» lo cual alude a que Dios arrojó al suelo sus filacterias, que, metafóricamente son el pueblo de Israel, nosotros no nos colocamos nuestras filacterias. Sin embargo, dado que según la mayoría de los sabios medievales estamos obligados a usar filacterias el 9 de Av, como el resto de los días, nos envolvemos en nuestro manto de oración y colocamos las filacterias en el servicio de Minjá. Se escogió suprimir el manto de oración y las filacterias en el servicio de la mañana, ya que ese es el momento del día en el que se expresa con mayor intensidad la magnitud del duelo con el recitado de las elegías («kinot»), mientras que pasado el mediodía comenzamos a consolarnos paulatinamente. Esta es entonces la decisión del Shulján Aruj (555:1) y así acostumbran todos los ashkenazim y muchas de las comunidades de sefaradim. Empero el «talit katán» se viste desde la mañana y para evitar la duda de si se puede recitar su bendición o no, se duerme con esta prenda desde la noche anterior y así se evita la necesidad de recitar su bendición correspondiente por la mañana. La bendición por el manto de oración o «talit gadol» se recita únicamente previo al servicio de Minjá.

Algunos judíos entendían que podía existir algún tipo de inconveniente halájico en recitar el Shemá de la mañana sin manto de oración y filacterias, por lo que se los colocan en su hogar en privado, recitan el Shemá y luego asisten al servicio público en la sinagoga sin éstos. Además, existen comunidades sefaraditas que acostumbraban a envolverse en el manto de oración y colocaban filacterias en el servicio de la mañana, y cada comunidad debe mantener sus propias costumbres.

18 – Palabras de Torá en el rezo y la bendición «que proveyó todos mis menesteres».

La mayoría de los textos que recitamos en la sección de los sacrificios («korbanot») fueron establecidos en el Sidur por dos razones: a) como sustituto de los sacrificios que no pueden ser ofrendados por la ausencia del Templo y como preparación para la plegaria; b) a los efectos de que todo judío tenga el mérito de poder estudiar Torá escrita junto con Mishná y Talmud cada día.

Y como en el 9 de Av está prohibido el estudio de Torá, surge por lo tanto la pregunta respecto de si corresponde leer los párrafos correspondientes al orden de los sacrificios. Muchos sostienen que todo lo que pertenece al orden de la plegaria, sirve principalmente a esa necesidad, y por ende está permitido recitarlo también el 9 de Av, obrando de tal modo los sefaradim y parte de los ashkenazim. Otros opinan que el 9 de Av, una persona debe recitar aquello que está acostumbrado a recitar a diario, empero aquellas partes del orden de los sacrificios que no suele recitar cotidianamente, que no las recite el 9 de Av.

Algunos acostumbran recitar a diario capítulos de Salmos y terminan una vez al mes todo el libro. Hay quienes opinan que el 9 de Av pasado el mediodía, ya se puede recitar la porción diaria correspondiente, mientras que otros opinan que es mejor posponerla para el día siguiente (Mishná Berurá 554:7, Kaf HaJaím 20).

Una de las bendiciones matinales es la que agradece a Dios «que proveyó todos mis menesteres», la que implica de modo específico el agradecimiento por el calzado de zapatos. Si bien en el 9 de Av y en Yom HaKipurím tenemos prohibido calzar calzados de cuero, los ashkenazim y algunos sefaradim acostumbran a recitarla, ya que desde una perspectiva más amplia, la bendición implica un agradecimiento por el funcionamiento general del mundo y no por el calzado específico en ese día. Más aún, también en los días de ayuno, tenemos permitido el calzado de pantuflas que nos hacen sentir las asperezas del suelo. Y debemos sumar a ello que la noche en la que concluye el ayuno ya podemos calzar nuestro calzado habitual, por lo que el agradecimiento matinal recae sobre el uso del calzado vespertino. Sin embargo, según el Arí Hakadosh no se recita la bendición en días de ayuno, y así acostumbran a hacer la mayoría de los sefaradim.

La noche del 9 de Av se puede recitar todo el Shemá en la cama, pues los versículos son leídos y pronunciados como plegaria y no como estudio.

19 – Leyes referentes al día 10 de Av.

El día siete del mes de Av los babilonios conquistaron el Templo, al atardecer del 9 lo incendiaron y el fuego ardió durante todo el día 10. Rabí Iojanán sostenía que de haber vivido en esa generación, habría fijado el ayuno el día 10, ya que la mayoría del recinto del Santuario se quemó en ese día. Algunos Amoraítas acostumbraban a ser más rigurosos y ayunaban tanto el 9 como el 10 de Av. Sin embargo los profetas y los sabios fijaron el ayuno para el día 9 de Av, ya que todo va tras el inicio y la desgracia se inició el 9 (Tratado de Ta´anit 29(A), Talmud Jerosolimitano Ta´anit capítulo 4: halajá 6).

Dado que la mayor parte del Templo se quemó el día 10 de Av, los judíos acostumbraban a abstenerse en ese día de comer carne y beber vino. La costumbre de los sefaradim es abstenerse durante el día entero mientras que los ashkenazim solo hasta el mediodía (Shulján Aruj y Ramá 558:1).

Según la opinión de la mayoría de los sabios de las últimas generaciones, la prohibición de ingerir carne y vino el 10 de Av se extiende también al lavado de ropa o el vestir ropa lavada, cortarse el pelo, escuchar música alegre o bañarse con agua caliente, empero está permitido lavarse o bañarse con agua tibia. Hay quienes son más flexibles y consideran que la prohibición del 10 de Av aplica al consumo de carne y vino únicamente pudiéndose bañar, cortarse el cabello y lavar ropa sin limitación. En principio es bueno actuar según la idea más estricta y en caso de necesidad imperiosa, se puede actuar según la idea más flexible.

Asimismo se acostumbra a no recitar la bendición de «Shehejeianu» el día 10 de Av al igual que durante las Tres Semanas (Rav Jaím Iosef David Azulay, Kaf HaJaím 558, ver arriba capítulo 8 incisos 7 y 8).

Cuando el día 10 de Av acontece en día viernes, desde la mañana se pueden iniciar los aprontes para Shabat que incluyen corte de cabello, lavado de ropas y toma de baño. En caso de premura se pueden comenzar la misma noche que finaliza el ayuno (Mishná Berurá 558:3, Aruj Hashulján 2. En el próximo inciso se especificarán las leyes referentes a la salida de un ayuno que fue pospuesto).

Se acostumbra a posponer la Santificación de la Luna («Kidush Levaná») hasta pasado el ayuno ya que se debe recitar con alegría y en los primeros nueve días de Av ésta disminuye. Muchos acostumbran a recitarla después de la oración de “Arvit” al finalizar el ayuno, pero a priori no es correcto hacerlo ya que es difícil estar contento cuando aún no se comió, bebió, ni se alcanzó a lavarse la cara y las manos o calzar zapatos de cuero. Por lo tanto es mejor fijar la hora del recitado de la bendición de la Luna una o dos horas después de terminado el ayuno, y de mientras, aprovechar para comer, lavarse y calzar zapatos y así poder recitarla con alegría. En el caso que se tema de que si se pospone la bendición de la Luna algunos pueden olvidar de recitarla, se puede hacerlo de inmediato al concluir el ayuno, y sería bueno que se lave la cara y beba algo de agua antes de comenzar.

20 – Leyes referentes al 9 de Av que cae en Shabat y es pospuesto.

El 9 de Av que cae en Shabat se pospone para el domingo, y durante el sábado no se exterioriza ninguna señal de duelo, se come y bebe en abundancia como en todos los Shabatot, inclusive como en los días de la corte del Rey Salomón (ver arriba capítulo 9 inciso 4).

Tal como lo estudiamos (ver inciso 4) las mujeres embarazadas y las que amamantan deben ayunar el 9 de Av. Pero si el ayuno se pospone, la ley es menos rigurosa con ellas y si se sienten débiles o tienen algún tipo de malestar, aunque no estén enfermas, están exentas del ayuno que se pospuso (Beur Halajá 559:9, Kaf HaJaím 75).

Los que cumplieron con el precepto de circuncidar a un niño, deben ayunar el 9 de Av. Empero si el 9 de Av cae en Shabat y es pospuesto, de acuerdo con la opinión de la mayoría de los juristas, pasado el mediodía pueden rezar el servicio de Minjá y romper el ayuno. Empero hay quienes son más rigurosos y no lo permiten. La costumbre más extendida es llevar a cabo la circuncisión sobre el final del ayuno y así la comida festiva se puede servir inmediatamente después de salidas las estrellas.

Cuando el 9 de Av cae en Shabat y el ayuno se pospone para el domingo 10, las restricciones de duelo no continúan una vez acabado el ayuno, por lo que está permitido cortarse el cabello, lavar ropa y bañarse con agua caliente. Empero según la opinión de muchos es menester abstenerse de ingerir carne y vino al culminar el ayuno, ya que como se ayunó durante el día, no corresponde pasar de inmediato a la alegría de su ingestión (Ramá 558:1, Mishná Berurá 4 y 5, Rav Eliahu Leyes Referentes a los Jaguim 29:9). Sin embargo hay quienes permiten hacerlo al concluir el ayuno (Rabí Jaím Vital, Peri Jadash, Torat Hamoadim 11:8).

21 – Leyes referentes a los menores de edad.

Es mitzvá enseñar a los niños pequeños todos los preceptos de la Torá en general, así como las reglas relativas al 9 de Av y el duelo por la destrucción del Templo en particular. Sin embargo, por cuanto que los niños son muy débiles, aún no se les puede hacer ayunar y solo a partir de la edad de nueve años, se les comienza a inducir al ayuno por unas horas, de acuerdo con su resistencia, pero de ninguna manera se les permite abstenerse de comer el día entero (Rabí Menajem Azariá de Pano 111, ver Kaf HaJaím 554:23). Cuando se los alimenta en día de ayuno, los alimentos deben ser más sencillos que lo normal, para marcar la diferencia con un día rutinario y así enseñarles a participar del duelo público (Mishná Berurá 554:50). Muchos acostumbran a no servir ni comida ni bebida en la noche del 9 de Av a niños que llegaron a la edad de seis años.

A la edad de seis años, que es considerada la edad de «Jinuj», a partir de la cual el niño entiende el significado del duelo por la destrucción del Templo, se le enseña a no usar calzado de cuero, a no pasarse cremas y a no tomar baños de placer el 9 de Av. Hay quienes son más rigurosos y comienzan con restricciones desde los dos o tres años y si bien estos niños por su corta edad no entienden el significado, esto implica de cierta manera, una forma de participación con el duelo colectivo que es tan intenso, al grado de que hasta los infantes son parte de él.

Así como los adultos tienen prohibido estudiar Torá porque produce alegría, pudiendo leer únicamente textos referentes a la destrucción del Templo o leyes referentes al duelo, asimismo los mayores que educan niños, tienen permitido enseñar exclusivamente estos temas (ver arriba inciso 10). Más aún, hay quienes opinan que está prohibido enseñar a niños debates talmúdicos de capítulos que se ocupan de la destrucción o leyes de duelo, porque en el momento en que el mayor enseña al menor, el primero se alegra, por lo que sólo se permite relatar a los menores, los relatos de la destrucción (Mishná Berurá 554:2 y ver Kaf HaJaím 8). Dado que ambas opiniones están bien fundamentadas, cada quien puede elegir cuál de las dos seguir. Según todas las opiniones un niño tiene permitido estudiar por su cuenta todo lo que un adulto tiene permitido estudiar el 9 de Av.

1 – Januca para todas las generaciones.

En tiempos del Segundo Templo «los griegos profanaron el sagrado recinto e impurificaron todos los aceites, y al ser derrotados por los Hasmoneos, éstos revisaron el Templo y encontraron solo una jarra de aceite con el sello del Sumo Sacerdote que alcanzaba para encender la menorá por un solo día. Ocurrió un milagro y este aceite alcanzó para encenderla durante ocho días. Al año siguiente fue fijada esta fecha como días de alabanza y acción de gracias», en los cuales está prohibido ayunar y pronunciar sermones fúnebres (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 21(B), Meguilat Ta´anit 9(B)).

En el libro denominado Meguilat Ta´anit, están registradas diferentes fechas de acción de gracias establecidas por los sabios, por sucesos alegres que le acaecieron al pueblo de Israel en días del Segundo Templo. Muchas de las fechas son de agradecimiento por las victorias de los Hasmoneos, como por ejemplo el Día de Nicanor que cae el 13 de Adar, en el cual las tropas macabeas derrotaron a un numeroso contingente del ejército griego y mataron a su comandante Nicanor. El 14 de Siván que fue el día de la conquista de Cesárea. El 22 de Elul se conmemoraba la fecha en la que los Hasmoneos eliminaron a los judíos helenizantes que se negaron a retractarse o “hacer teshuvá”, el 23 de Marjeshván se conmemoraba el aniversario de la remoción del prostíbulo que los griegos habían establecido contiguo al Templo de Jerusalém y el 25 de Jeshván se conmemoraba la conquista y posterior recolonización de Samaria.

Sin embargo la Halajá es, que tras la destrucción del Segundo Templo, Meguilat Ta´anit dejó de estar vigente (Shulján Aruj Oraj Jaím 573:1), ya que quedaron sin efecto todos los hechos positivos de las distintas victorias macabeas, y no corresponde alegrarse en estas fechas, e inclusive se permite en estos días ayunar y pronunciar sermones fúnebres. Los únicos días que los sabios mantuvieron su carácter festivo para todas las generaciones, son los de Januca, por efecto del milagro del aceite y el precepto que se instituyó de encender velas para difundirlo. Dado que en Januca se cumple con este precepto, eso dio lugar a mantener en vigencia las otras normas, y es por ello que se le agradece a Dios agregando «Al Hanisim» en la «Amidá» y alabamos a Dios por la salvación hecha a Su Pueblo, mediante el recitado del «Halel» durante los ocho días, quedando asimismo prohibido ayunar o pronunciar sermones fúnebres (ver Tratado de Rosh Hashaná 18(B), Rashi y Ritba ídem).

A los efectos de comprender más acabadamente el significado de los días de Januca y el milagro de la jarra de aceite, que son los únicos eventos de esa época que aún se conmemoran, es menester interiorizarnos más en los hechos acaecidos y su impacto en el devenir histórico del pueblo de Israel.

2 – El Reino Heleno.

Durante cientos de años la civilización helena se desarrolló obteniendo importantes logros en los ámbitos de la ciencia, la filosofía, la literatura, el arte, la arquitectura, la estrategia militar y el orden jurídico de gobierno. El Rey Filipo de Macedonia, en virtud de sus victorias militares sobre sus rivales, logró unir a las diferentes Polis bajo un mismo marco político y de esa manera su poderío fue en constante aumento. Filipo invitó a Aristóteles, el mayor de los filósofos y científicos de la época a ser el tutor de su hijo Alejandro. Cuando Alejandro toma el poder, inicia una serie de conquistas y en cuestión de tres años (del 334 al 331 A.E.C.) los helenos bajo su mando conquistan un enorme imperio que incluía Asia Menor, Eretz Israel, Egipto y todo el territorio del Imperio Persa que se extendía hasta la India.

Tras la muerte de Alejandro de Macedonia sus lugartenientes comenzaron a disputarse entre sí el gobierno, hasta que finalmente el Imperio se dividió entre las distintas provincias, que pasaron a ser reinos helenos independientes.

En virtud de las conquistas, la cultura griega se expandió a todos los territorios, incorporando o fagocitando a las diferentes culturas autóctonas, forjando una cultura helénica unificada. El sistema de gobierno, la lengua, la cultura y las competiciones atléticas eran de carácter griego. Las clases altas de todas las naciones conquistadas adoptaron rápidamente el nuevo estilo de vida.

También el territorio de Iehudá fue dominado por los griegos y la cultura helénica se expandió por todos sus confines. Empero los judíos eran diferentes a los demás pueblos del Imperio y por ende el proceso de helenización era relativamente más lento. De todas maneras, a lo largo de ciento sesenta años de dominación helénica su influencia fue cada vez más marcada, especialmente entre las clases altas, hasta el punto en que los Sumos Sacerdotes Jasón y Menelao fueron, ellos mismos, los líderes del bando helenizante y promovieron la cultura griega entre sus hermanos. Ellos erigieron junto al Templo de Jerusalém un estadio para competencias de lucha y preferían asistir a estos eventos en vez de cumplir con el ritual del Santuario.

3 – Los decretos griegos y la rebelión.

En el año hebreo 3591 (169 A.E.C.), unos ciento sesenta años posterior a la conquista de Eretz Israel a manos de Alejandro Magno, Antíoco IV Epifanes comenzó a intensificar el yugo opresor sobre el pueblo de Israel. Bajo su mando, los griegos saquearon los utensilios del Templo, derribaron las murallas de Jerusalém, mataron a miles de judíos y vendieron a muchos como esclavos. En el año 3593 (167 A.E.C.) Antíoco Epifanes decretó que los judíos debían abandonar la Torá y sus preceptos y pasar a rendir culto a ídolos so pena de muerte. Anuló los sacrificios en el Templo y lo transformó en un recinto de idolatría. Rollos de la Torá fueron quemados, los soldados griegos iban de aldea en aldea y obligaban a los judíos a erigir altares idólatras y comer cerdo. Se prohibió la circuncisión y las mujeres que osaron circuncidar a sus bebés fueron condenadas a muerte. En virtud de estos decretos persecutorios, muchos de los judíos fieles a la tradición (jasidim) se fugaron al desierto, a las cavernas y a los países vecinos y muchos murieron santificando el Nombre Divino.

La presión fue cada vez mayor y esto provocó que se encienda en el alma judía una chispa de rebelión, y cuando los griegos llegaron a la aldea de Modiín y procuraron obligar a Matityahu hijo de Iojanán el Sumo Sacerdote a rendir culto idólatra, éste mató al griego y al helenizante que le acompañaba. La novedad fue que en vez de inmolarse y morir santificando el Nombre de Dios como lo hicieron muchos judíos fieles, Matityahu prefirió matar al griego y junto con sus hijos, enarbolaron el estandarte de la rebelión contra los griegos y los judíos helenizantes.

La guerra fue difícil. Iehudá el Macabeo, que era el más valiente de los hijos de Matityahu, lideró la revuelta. Con heroísmo y talento, lograron derrotar a los ejércitos griegos, y aproximadamente dos años más tarde lograron conquistar la ciudad de Jerusalém y el día 25 de Kislev del 3596 (164-5 A.E.C.) comenzaron a purificar el Templo restituyendo así los sacrificios. Fue entonces que aconteció el milagro de la jarra de aceite.

A continuación, los griegos contraatacaron con numerosas tropas reconquistando Jerusalém, e imponiendo el nombramiento de Sacerdotes (Cohanim) helenizantes a cargo del Templo. Empero para no aumentar la tensión con los judíos, anularon los decretos iniciales y permitieron cumplir con la Torá y sus preceptos. De todas maneras, la rebelión que ya había estallado no habría de cesar, los Hasmoneos siguieron luchando contra los griegos y los judíos helenizantes. La guerra supo de altos y bajos, los hermanos Hasmoneos combinaron heroísmo con diplomacia e ingenio, hasta que decenas de años más tarde se obtuvo la independencia política. Si bien esta independencia dependía del apoyo de potencias mayores como los griegos al comienzo y Roma posteriormente, de todas maneras el gobierno era de judíos y para judíos.

Aparentemente, si los griegos hubiesen sido más pacientes, Iehudá se hubiera helenizado como los demás pueblos. Pero la mano oculta de Dios en la historia provocó el enfrentamiento. Similar al endurecimiento del corazón del Faraón en su momento, en este caso fue el corazón de Antíoco Epifanes el que al endurecerse permitió que se revelaran la fe, la entrega y el heroísmo judíos.

4 – Las crisis de la dinastía hasmonea.

Una vez que la guerra contra los griegos culminó con una clara victoria militar y política en favor de los macabeos, volvió a despertar la contienda cultural interna en el seno de los judíos. Aún era necesario resistir culturalmente frente al embate civilizatorio helénico que había deglutido a todas las culturas locales. La cultura griega tenía un enorme poder. Poseía un sofisticado método de investigación científica, una excelente estrategia militar y un orden jurídico gubernamental sumamente eficiente. La escultura y la arquitectura griegas eran impactantes, sus representaciones de arte dramático impresionantes y las competencias atléticas atrapaban la atención de las multitudes. Por estas razones es que la cultura griega pudo expandir su influencia tan rápidamente por sobre todo el mundo entonces conocido. Incluso varios años más tarde, al Roma transformarse en el poder hegemónico del mundo, la cultura preponderante en el imperio romano era la griega.

Si bien la rebelión hasmonea hizo retroceder al proceso de helenización en el seno del pueblo de Israel, éste no desapareció y décadas más tarde, echó raíces profundas en el seno de las clases altas y de aquellos judíos que tenían contacto con personas de otras naciones. Los helenizantes de los días de la dinastía Hasmonea recibieron el nombre de Saduceos. Ellos no instaban a las masas a asimilarse por completo a la cultura griega, sino que creían que se podía combinar la cultura helena con la fidelidad a la Torá escrita en el marco de la nación judía.

Una de las tragedias históricas fue que los nietos y bisnietos de aquel Matityahu que arriesgó su vida en la defensa del judaísmo, se vieron atraídos por la cultura griega y persiguieron a los sabios de Israel por cuidar éstos de las tradiciones ancestrales. Un bisnieto de Matityahu, fue el Rey Yanai, que además de ejercer el poder político ejerció el supremo sacerdocio y tan malvado fue, que el día de su muerte fue fijado por los sabios como un día de fiesta. Como Yanai sospechaba que los sabios y quienes los apoyaban se alegrarían con su muerte, ordenó que el día de su deceso sean ejecutados muchos de los sabios de Israel, empero una vez fallecido, sus herederos encabezados por su esposa Shlomtzión dejaron sin efecto su decreto. El día de su muerte fue fijado como un día de alegría y agradecimiento por la desaparición de un malvado y por la salvación de los sabios de Israel.

Finalmente, los siervos de la dinastía hasmonea y Herodes a la cabeza de ellos, desplazaron del poder a la familia Hasmonea despojándolos de la corona, exterminando su simiente y gobernando en su lugar, hasta el punto que afirmaron nuestros sabios de bendita memoria (Tratado de Baba Batra 3(B)): «todo aquel que se dice descendiente de la estirpe hasmonea o se trata de un siervo o de un embustero».

A la luz de estos hechos son comprensibles las críticas que le formularan los sabios a la dinastía hasmonea, por no haber nombrado un rey del linaje de Judá, tal como lo estipulaba la Torá (Génesis 49:10):»No se apartará el cetro de Judá» (ver comentario de Najmánides en el sitio). Al inicio los gobernantes de la dinastía hasmonea recibían el título de presidentes (nesiím), pero más tarde se proclamaron reyes. Además, se designaban a sí mismos como Sumos Sacerdotes. Es claro que el título real afectaba su desempeño como Sumos Sacerdotes, de modo tal que una labor espiritual que debía llevarse a cabo en la máxima pureza, se vio afectada por los entretelones de la política y la influencia del helenismo aumentó. Por otra parte, su reinado tampoco fue estable desde el punto de vista político, ya que se manejaba a la sombra de los poderes dominantes de la época y bajo su hegemonía, lo cual con seguridad actuó en detrimento de la dinastía hasmonea.

5 – Logros espirituales para todas las generaciones.

A pesar de todas sus falencias, las victorias macabeas fueron de inconmensurable valor. Si bien la independencia política era parcial, contribuyó al florecimiento de la población judía en todos los parámetros. Si hasta la revuelta, los griegos se llevaban un cuarenta por ciento de la cosecha, a partir de la victoria hasmonea, ésta quedaba en su totalidad en el territorio de Iehudá (Judea), contribuyendo así al fortalecimiento económico de la población. En virtud de las victorias militares, la población judía se expandió a lo largo y a lo ancho de la Tierra de Israel, los judíos retornaron desde la diáspora, aumentó la natalidad y el pueblo Judío que había sufrido una destrucción y el exilio posterior, se recuperó de sobremanera.

En el marco de la independencia política, la Tierra de Israel volvió a ser el centro nacional y espiritual del pueblo de Israel. Las academias de estudio florecieron y se expandieron. El testamento de los sabios de la Gran Asamblea (Tratado de Avot 1:1):»Instruid a muchos discípulos y alzad un cerco protector a la Torá» se cumplió con creces. En esos días se establecieron las bases espirituales de la Torá Oral, que es aquella que preservó al pueblo de Israel en los oscuros dos mil años del exilio.

Por lo tanto, el milagro de la jarra de aceite es el que mejor expresa lo acontecido en los días de Januca. Si bien el Segundo Templo fue destruido y los logros políticos de la dinastía hasmonea fueron suprimidos, el estudio de la Torá Oral que se comenzó a desarrollar en esos días, perduró para siempre. En virtud del milagro de la jarra de aceite, se reveló la eternidad de la Torá, que es capaz de iluminar en la oscuridad más allá de los límites de las leyes naturales y es en su mérito que pudimos resistir la oscuridad del prolongado exilio. El milagro de la jarra de aceite reveló que el pueblo de Israel no es como las demás naciones, no se le puede doblegar y su fe no se puede suprimir.

Matityahu y sus hijos tuvieron el mérito de que en virtud de su arrojo, se revelara el fundamento más profundo de la Torá y la peculiaridad del pueblo de Israel. Empero la dinastía hasmonea con todas sus complicaciones y complejidades, fue un gobierno temporal, cuya existencia no conmemoramos con un día festivo específico.

Es así que se comprenden las palabras de los sabios de bendita memoria (Tratado de Rosh Hashaná 18(B)), en cuanto a que en mérito del milagro de la jarra de aceite y el precepto establecido por los sabios de encender velas los días de Januca perduraron por todas las generaciones. Mediante el milagro de la jarra de aceite, se dejó en claro que los frutos de la victoria militar sobre los griegos no fueron solo temporarios sino para todas las generaciones. Por lo tanto los sabios establecieron que se continúen conmemorando los días de Januca, a pesar de que los demás días festivos que aparecen en Meguilat Ta´anit se suspendieron al destruirse el Templo. Es así que junto al precepto de encender velas durante los ocho días de Januca, alabamos a Dios y le agradecemos con el recitado de «Al Hanisim» y del «Halel» por la salvación, la victoria y la redención.

Con el correr de los años, se entendió que el milagro fue aún mayor, no solo porque logramos sobrevivir en el seno del océano cultural heleno que se expandió por el mundo, sino que además, en el marco de un proceso lento y complejo, el judaísmo logró socavar la mayor parte de los cimientos de la idolatría del helenismo. El judaísmo impuso la concepción abstracta de un Dios único, un sistema moral y la pretensión de mejorar al mundo, que son los principios básicos de la Torá, imponiéndolos entre las naciones, al punto de que tanto por caminos rectos como por sendas sinuosas (cristianismo e islam), se transformaron en los principios básicos de todo lo bueno y lo bello de la civilización universal.

Y por más prolongado que sea el exilio, la luz de Israel y la de la Torá son más poderosas e iluminan más, y estas luces son las que nos iluminarán hasta el día en que tengamos el mérito de obtener un aceite nuevo y puro de los olivares de la Tierra de Israel, del cual encendamos la menorá de nuestro sagrado Templo, y se llene la Tierra de conocimiento de Dios, prontamente en nuestros días, ¡Amén!

6 – La luz que ilumina en la oscuridad: la Torá Oral.

No es casualidad que la fiesta de Januca cae en la temporada del año en la cual la extensión de la noche llega a su máximo. En esta época las noches son las más largas del año y el frío invernal se expande por todo el país. Esto y más, en estos días, la luna casi que no ilumina, ya que Januca acaece en los días contiguos a Rosh Jodesh (novilunio), en los cuales la luna se va achicando.

En el preciso momento en que se pone el sol, las penumbras se enseñorean sobre la tierra y la larga noche proyecta su fría y amenazante sombra, los judíos salen con velas en sus manos y encienden la «janukiá», simbolizando de esta manera, la fe judía que se sobrepone a cualquier tiniebla. Tampoco en las épocas más oscuras, en las que crueles imperios gobernaron salvajemente sobre el mundo, tampoco entonces nos desesperamos ni perdimos la luz de la Torá y de la fe y continuamos estudiando y enseñando. Un poco de nuestra luz logra disipar mucha de la oscuridad de nuestros perseguidores.

Los de Januca, son días de alegría de la Torá Oral, ya que el precepto del encendido de las velas tiene origen rabínico y fue de los primeros mandamientos en ser instaurado por nuestros sabios. Más aún, el encendido de las velas de Januca es sumamente representativo del fenómeno de la Torá Oral. En los días del Primer Templo, la profecía se hallaba difundida en el seno del pueblo de Israel, y de hecho la dedicación primordial era sobre la Torá Escrita; pero al destruirse el Santuario y cesar la labor profética, llegó la hora de la Torá Oral. Esta es la expresión más tangible de la coparticipación del pueblo de Israel en el descubrimiento de la luz de la Torá. Los principios de la Torá están establecidos en su versión escrita, mientras que los senderos prácticos que permiten su cumplimiento, se manifiestan en su versión oral. La luz de la Torá Escrita es más potente, ésta se asemeja a la poderosa luz solar del mediodía, mientras que la de la Torá Oral se asemeja a la luz de la luna y las estrellas. Sin embargo, la Torá Oral tiene la capacidad de hacer llegar su luz a los recovecos más íntimos del alma humana, y así iluminar los rincones más oscuros del mundo. En los días del Segundo Templo se establecieron las reglas y las bases del estudio de la Torá Oral, sus mecanismos legislativos tanto en lo referente a la institución de normas como la reglamentación de prohibiciones y el establecimiento de ordenanzas y costumbres. Fue mediante la luz especial de la Torá Oral, la cual se asemeja a las velas de Januca que alumbran la oscuridad, que pudimos enfrentarnos exitosamente a todas las dificultades del exilio.

Estas ideas ocultas e implícitas de Januca son, por lo visto, la razón interior del amor y el cariño que tuvo el pueblo de Israel por el cumplimiento de este precepto a lo largo de las generaciones, al punto de que por más alejado que esté un judío de la tradición religiosa, muy difícilmente no encienda velas en esta fiesta. Más aún, la totalidad de los judíos acostumbra a cumplir con el precepto del encendido de velas con dos grados de excelencia: «mehadrín min hamehadrín» (ver más adelante capítulo 12 inciso 2).

7 – Se agrega gradualmente hasta llegar a ocho.

Todo en el mundo es perecedero. Tanto que las ideas como los recuerdos, van perdiendo su vitalidad hasta desaparecer. En el encendido de velas de Januca, expresamos el hecho de que la fe en Dios no se debilita, sino que por el contrario, a pesar de las penurias y la oscuridad circundantes, va en constante aumento. La diáfana espiritualidad que se revela en la Torá es eterna y por esta razón se incrementa constantemente, empero otros ideales que no son eternos son sustituidos y desaparecen. Este distinguido concepto, es la base de la costumbre del pueblo de Israel de cumplir el precepto del encendido de las velas de Januca con dos grados de excelencia, o en hebreo «mehadrín min hamehadrín». Esto implica que cada uno de los ocho días de Januca, se agrega una vela más a la hora de encender, hasta que en el octavo día se encienden ocho luminarias.

Es sabido que el número ocho en el judaísmo alude a aquello que está más allá de los límites de la naturaleza material. El universo fue creado en siete días, y los días de la semana son siete , mientras que el número ocho insinúa aquello que está más allá de la naturaleza, como es el ejemplo de la circuncisión, que se efectúa al octavo día de vida del bebé, y que viene a elevar a la naturaleza a un estadio superior y Divino. También la Torá que viene a elevar la naturaleza a un nivel Divino está relacionada con el número ocho y por eso fue entregada tras el conteo de siete semanas, que expresan la completitud de la naturaleza que asciende a un grado más allá en la fiesta de «Shavuot» o «Fiesta de Entrega de la Torá». Asimismo acostumbramos concluir el ciclo anual de lectura de la Torá en el octavo día, a partir de Sucot, en la fiesta de «Sheminí Atzeret», que recibe también el nombre de «Simjat Torá».

También los días de Januca que expresan las cualidades de la Torá Oral, están en un nivel supra natural y por eso se encienden velas durante ocho días, en los que se va aumentando el número de candelas noche a noche.

8 – «Al Hanisim», «Halel» y la lectura de la Torá.

Nuestros sabios establecieron los días de Januca para agradecer y alabar a Dios por la salvación del pueblo de Israel. A estos efectos se redactó la plegaria de «Al Hanisim» que se recita en la bendición del agradecimiento (“Modím anajnu Laj”) en la «Amidá», y en la segunda bendición de la plegaria posterior a la ingestión de alimentos, «Birkat Hamazón» en la bendición de “Nodé Lejá”. En la bendición de «Me´ein Shalosh» no se menciona a Januca. Si se olvidó de recitar «Al Hanisim» en la «Amidá» o en el «Birkat Hamazón» no es necesario volver a recitar la plegaria. Si se acordó antes de terminar la bendición en la que se agrega «Al Hanisim» lo recita, pero si ya pronunció el nombre de Dios que se encuentra al final de la bendición, no lo hace (Shulján Aruj 682:1). Es conveniente que recite “Al Hanisim” al finalizar la oración después de recitar las bendiciones, ya que en este lugar está permitido agregar súplicas o “tajanunim” y agradecimientos a voluntad. Quien se haya olvidado de recitar “Al Hanisim” en “Birkat Hamazón”, podrá decirlo al final junto con “Harajamán”, ya que en este lugar está permitido agregar agradecimientos a voluntad (Ramá 682:1, Mishná Berurá 4)

Asimismo es mitzvá recitar el «Halel» completo con su respectiva bendición, cada uno de los ocho días de Januca (Tratado de Arajín 10(A)). La regla general es, que cada vez que el pueblo de Israel está en peligro, como ser el yugo de la esclavitud o un decreto de exterminio, al salvarse, deben recitar «Halel» (Tratado de Pesajim 117(A), Meguilat Ta´anit 9:2).

Del precepto de recitar «Halel» completo con su respectiva bendición podemos aprender respecto del elevado nivel de la fiesta de Januca, ya que en Pesaj solo se dice «Halel» completo el primer día, mientras que en Januca se recita los ocho días.

Las mujeres están eximidas de recitar “Halel” por ser ésta una mitzvá sujeta al tiempo. Si de todos modos quiere decirlo estará cumpliendo con un precepto. d acuerdo con el uso ashkenazí y algunas comunidades de origen sefaradí deberá bendecir antes de recitar “Halel”. Empero de acuerdo a la mayoría de los juristas de origen sefaradí no deberá bendecir (Pninei Halajá Tefilat Nashim 2:9 nota 10).

En Januca se lee en la Torá la porción de las ofrendas elevadas por los príncipes de las tribus (‘nesiím’), el día de la inauguración del Tabernáculo. Cada día de Januca se lee la ofrenda del príncipe correspondiente, mientras que en el octavo día, se comienza por el príncipe y se lee hasta el final de la porción de las velas de la menorá, que aparece en el inicio de la porción de Beha´alotejá (Tratado de Meguilá 30(B), Shulján Aruj 684(1)).

9 – La prohibición de ayunar, pronunciar sermones fúnebres y la visita a los cementerios.

Los de Januca son días de alegría, alabanza y agradecimiento, razón por la cual está prohibido ayunar o pronunciar sermones fúnebres. Incluso en el aniversario del fallecimiento de un progenitor, fecha en la que muchos acostumbran a ayunar, si cae en Januca no se ayuna. Asimismo los novios que según la tradición ashkenazi y parte de la sefaradí ayunan el día de su boda, en Januca no deben hacerlo.

Está prohibido pronunciar sermones fúnebres en Januca, tanto sea durante el entierro o durante una ceremonia recordatoria tras los siete o los treinta días. Solamente si el fallecido era un erudito de la Torá, está permitido pronunciar sermones fúnebres durante el sepelio (Tratado de Shabat 21(B), Shulján Aruj y Ramá 670:1). Las leyes de duelo para los deudos se aplican todos los días de Januca como en días comunes (Shulján Aruj 696:4).

Muchos acostumbran a no visitar el cementerio en los días de Januca, aunque se trate del día del aniversario (“Iortzait”) o la finalización de los siete días (“Shivá”) o los treinta días de duelo (“Shloshim”), pues la visita puede causar llanto y lamentaciones prohibidas en estos ocho días. Lo mejor es adelantar la visita para antes de Januca o posponerla para después de pasada la fiesta. Sin embargo, personas de todas las etnias acostumbran a visitar el cementerio también en Januca, incluso originarios de Marruecos. La visita a las tumbas de justos («tzadikim») está permitida en Januca, de acuerdo con todas las costumbres (Ben Ish Jai Vayeshev 22, ver Guesher Hajaím 29:6).

La costumbre sefaradí es pronunciar la justificación del juicio Divino en un sepelio (Tziduk Hadín) aunque sea en Januca (Shulján Aruj 420:2), y la costumbre ashkenazí es de no recitarlo (Ramá ídem y en el inciso 683:1). Según todas las tradiciones, en Januca nos abstenemos del recitado del «Tajanún» y del Salmo 20. Asimismo se acostumbra que los dolientes no dirijan el servicio en esos días.

10 – Las comidas de Januca.

Los días de Januca fueron establecidos como días de alabanza y agradecimiento, pero a diferencia de Purim, no ha sido fijada una comida de mitzvá. La razón de esto estriba en que en el caso de Purim había sido decretado sobre el פueblo de Israel el exterminio físico, por eso es que el precepto pasa también por alegrarse con el cuerpo mediante el banquete. En cambioת en el caso de Januca la victoria fue espiritual ya que el decreto griego era contra la existencia espiritual judía pues se prohibió el cumplimiento de los preceptos de la Torá, mientras que quien los violaba salvaba su vida. Por esta razón en Januca, el hincapié está puesto en los temas espirituales, en agradecer y alabar a Dios que nos permitió seguir siendo fieles al cumplimiento de la Torá y sus preceptos (Levush).

A pesar de que no hay una mitzvá específica de preparar una comida en Januca, de todas maneras según muchos de los juristas, es bueno hacer varias comidas festivas para alegrarnos por la salvación que nos dispensó Dios en esos días y en este tiempo. Hay quienes opinan que las alabanzas («Halel») y agradecimientos («Al Hanisim») son por el milagro de la salvación espiritual, mientras que por el recuerdo de la reinauguración del Templo corresponde realizar banquetes festivos.

En la práctica, acostumbramos celebrar varias comidas festivas en Januca y en estas solemos decir cuantiosas palabras de Torá, cantamos alabanzas y de esta manera según todas las opiniones, se trata entonces de «comidas o banquetes de mitzvá». Más aún, mediante las palabras de Torá que se pronuncian, los banquetes adquieren el carácter particular de Januca, cuya esencia es la alegría espiritual.

Se acostumbra comer en Januca alimentos lácteos en general y quesos en particular, en memoria del milagro que se hizo mediante estos alimentos, cuando Judith hija de Iojanán el Sumo Sacerdote, le dio de comer productos lácteos al General griego Holofernes quien paso seguido se durmió, y así la valiente heroína pudo degollarlo salvando al pueblo de Israel. Si bien esta acción tuvo lugar antes de los días de Januca, la temeraria acción de Judith motivó a los judíos a rebelarse, y por lo tanto pertenece al milagro de Januca. Se acostumbró también a ingerir alimentos fritos o con aceite tales como «levivot» y «sufganiot».

11 – La prohibición de realización de labores por parte de las mujeres.

Las mujeres adoptaron una costumbre peculiar y es la de abstenerse de realizar labores durante el tiempo en que las velas permanecen encendidas. Hay mujeres que acostumbraron abstenerse de labores los ocho días de Januca, y algunas especialmente el primero y el octavo día. Empero la costumbre más extendida es abstenerse de realizar labores durante la primera media hora en que las velas arden, pues en este tiempo es que se cumple con la obligación de la mitzvá.

A esta costumbre se la ha fundamentado con dos explicaciones. La primera para que las velas de Januca no puedan ser usadas por error para labores, y como las mujeres son más pasibles de equivocarse en esto, se les exime de labores de modo general. La segunda explicación sostiene que los ocho días de Januca tienen mucha santidad, ya que se recita en éstos el «Halel» y se parecen a los días de «Jol Hamoed» (los días semifestivos intermedios de Pesaj y Sucot) y “Rosh Jodesh” (novilunio). En el momento del encendido de las velas, se revela la santidad del día, y como las mujeres tienen un mérito especial en Januca ya que el milagro de la revuelta se inició con la acción de Judith y otras mujeres, tienen una exención o privilegio especial.

Las mujeres acostumbraron a abstenerse de las labores prohibidas en «Jol Hamoed» tales como lavado de ropa, planchado, costura y similares, pero cocinar y freír les está permitido.

Si observamos con detenimiento, veremos que en reiteradas oportunidades hay dos razones para las costumbres particulares de mujeres. La primera porque pueden equivocarse en el uso de la luz de las velas y la segunda por tener una virtud particular que hace que la santidad del día se revela en ellas con mayor intensidad.

1 – El precepto del encendido de las velas de Januca.

Nuestros sabios establecieron que encendamos velas los ocho días de Januca, días en los que el pueblo de Israel celebró y agradeció a D´s, Quien los ayudó a vencer a los griegos, liberar Jerusalém y purificar el Templo. Además, en estos días ardió milagrosamente el fuego en el candelabro del Santuario.

Si bien el encendido de las velas de Januca es un precepto rabínico recitamos la bendición: «Bendito eres Tú Señor Rey del Universo que nos consagraste con Tus preceptos y nos ordenaste el encendido de la vela de Januca». Aparentemente cabría inquirir ¿por qué decimos que ‘nos ordenaste’ si el precepto no aparece en la Torá escrita, sino que se trata de un precepto instituído por los rabinos? La respuesta radica, en que la Torá confirió autoridad a los sabios para que legislen preceptos, tal como está escrito (Deuteronomio 17:11): “De acuerdo con la Toráh que te hayan de enseñar y según el juicio que ellos te digan habrás de hacer; no te apartes -de la sentencia que te habrán de aclarar- ni a derecha ni a izquierda”. Además está escrito (Deuteronomio 32:7): “Recuerda los días de antaño, comprended los años de generación y generación, pregunta a tu padre y él te habrá de narrar, a tus ancianos, y ellos te habrán de decir” (Tratado de Shabat 23(A)). A los efectos de recordar y publicitar el milagro que hizo Dios para nosotros en días del Segundo Templo, nuestros sabios establecieron que encendamos velas los ocho días de Januca.

Las mujeres deben cumplir con la mitzvá al igual que los hombres, y si bien se trata de un precepto positivo marcado por el tiempo, y las mujeres suelen estar exentas de este tipo de preceptos, de todos modos, por cuanto las mujeres estuvieron involucradas en el milagro, deben realizar el encendido (Tratado de Shabat 23(A), empero se acostumbra que una mujer casada cumple con el precepto mediante el encendido de su marido).

Todas las reglas relativas al lugar y al momento que fijaron nuestros sabios respecto del encendido de las velas de Januca, tienen por cometido difundir el milagro. Por lo tanto, ordenaron encender las velas frente a la puerta de entrada o contiguo a la ventana que da a la vía pública para que los transeúntes las vean (como se especificará más adelante en el capítulo 13 incisos 1-3). Además, las velas deben encenderse inmediatamente después de la caída del sol, pues es la hora en la que la mayoría de la gente se puede percatar de ellas, pues por un lado oscurece y facilita el contraste, y por otra parte a esa hora, las calles aún están colmadas de personas que retornan a sus hogares tras finalizar la jornada laboral (se verá más adelante en el capítulo 13 inciso 4). Empero el publicitar el milagro no impide cumplir el precepto del encendido, y por eso un judío que vive solo en un sitio desierto, debe encender las velas de Januca, para recordar él mismo el milagro acaecido.

Este precepto es tan importante que aún un indigente debe pedir limosna o bien vender una prenda para poder adquirir las velas de Januca. Si bien la obligación de pedir limosna o vender una prenda no aplican a los efectos del cumplimiento de otros preceptos, (ver Ramá Oraj Jaím 656:1) en el caso de las velas de Januca el deber es publicitar el milagro, y por lo tanto la obligación es mayor. Empero el pobre no está obligado a cumplir el precepto con excelencia, y por eso alcanza con que encienda una vela por día (Shulján Aruj 671(1), Mishná Berurá 3, Aruj Hashulján 3 y ver en el Ramá 656:1, Beur Halajá que inicia con la palabra אפילו).

2- El número de velas y la costumbre de cumplir con dos grados de excelencia («mehadrín min hamehadrín»).

El precepto del encendido de velas de Januca, goza de un afecto popular especial. Normalmente existen dos niveles en el cumplimiento de mitzvot, el nivel básico y el cumplimiento con un nivel especial de excelencia («lemehadrín»). Sin embargo, en el encendido de las velas de Januca, existen tres niveles de cumplimiento: 1) el básico, 2) el nivel con un grado de excelencia y 3) con dos grados de excelencia. Aun así, el Pueblo de Israel ha acostumbrado a cumplir el precepto en su nivel más alto.

El deber básico es, que en cada hogar se encienda cada día una vela para todos los miembros de la familia y mediante esta vela se recuerda y se publicita el milagro. Con un grado de excelencia (mehadrín) implica que se enciende en cada hogar cada día una vela por cada miembro adulto de la familia. Si el núcleo familiar cuenta con cuatro miembros adultos se encienden cada día cuatro velas y de esta manera se expresa la participación de todos y cada uno en el cumplimiento del precepto.

El segundo grado de excelencia en el cumplimiento («mehadrín min hamehadrín»), implica que se encienden velas de acuerdo al número de días de la fiesta, suscitándose aquí una discusión famosa entre los discípulos de Hilel y los de Shamai. Los discípulos de Shamai opinaban que el primer día se debían encender ocho velas, y de aquí en adelante se reducía el número hasta que el último día se encendía solamente una vela. De acuerdo a este método, se encienden velas según el número de días de fiesta que restan por celebrar. Los discípulos de Hilel opinaban que el primer día había que encender una vela solamente y de ahí en más se iba agregando una cada día, de acuerdo al número de días festivos que ya pasaron. De esta manera el primer día se encendía una vela y el octavo ocho, expresando el aumento gradual de la intensidad en el milagro, pues cada día en que la menorá era encendida de esa pequeña jarra inicial de aceite el milagro era más notorio. Además, de esta manera se va aumentando en santidad de manera tal que el octavo día, se llega al grado más elevado con el encendido de ocho velas (Tratado de Shabat 21(B)). El pueblo de Israel todo acostumbró a encender con dos niveles de excelencia, «mehadrín min hamehadrín» según la opinión de los discípulos de Hilel (Shulján Aruj Oraj Jaím 671(2)).

En la práctica se enciende un total de treinta y seis velas en ocho días. Además, es costumbre encender todos los días una vela extra, el «shamash» o vela utilitaria, a los efectos de que si se necesita luz, se use esa vela, ya que está prohibido obtener provecho de las velas de Januca. Empero el «shamash» está separado del resto de las velas, ya que la lógica de cumplir el precepto con dos grados de excelencia, es que se note con claridad el número exacto de candelas que corresponde al día específico, pues así se expresa el carácter «in crescendo» del milagro (se verá más detalladamente en los incisos 10 y 11).

3 – La costumbre de los sefaradim.

En la aplicación práctica del precepto con dos grados de excelencia se desarrollaron dos tradiciones diferentes. Según la tradición sefaradí el quid de la excelencia en el cumplimiento del precepto radica en que el número de velas equivalga al número de días y por lo tanto aunque en el hogar haya muchos hijos, solo un miembro de la familia enciende en la «janukiá» el número de velas correspondiente al número de días festivos pasados. El primer día enciende una vela, el segundo dos y así sucesivamente hasta que el octavo enciende ocho. Esto se debe a que el objetivo del encendido es comunicar el número de días que el milagro duró y de esta manera se torna más claro a quien ve la “janukiá” encendida. Según esta idea, si cada miembro de la familia encendiese sus velas contiguas a la puerta de entrada o la ventana, se verían muchas velas juntas y se dificultaría el conteo. Y como según esta tradición cada hogar enciende un solo juego de velas, corresponde que la persona mayor de la casa las encienda en representación de todos.

Si los niños quieren encender velas se les puede dar una “janukiá” propia para que lo hagan, siempre que haya separación entre ellas. En este caso, para la mayoría de los sefaradim no se deberá recitar la bendición por ser ésta innecesaria. Nuestro Maestro y Rabino Mordejai Eliahu de bendita memoria ordenó que los niños hasta la edad de “bar mitzvá” están autorizados a recitar la bendición. Según el Rabino Shalom Mashash de bendita memoria, también los mayores de trece años que quieran encender su propia «janukiá» y recitar las bendiciones correspondientes, al encender su padre las velas del hogar, tienen que poner la intención de no cumplir con el precepto y de esa manera pueden encender luego la suya propia recitando las bendiciones correspondientes (Yalkut Shamash Oraj Jaím 192).

4 – La costumbre de los Ashkenazim: hombres, mujeres y niños.

Según la tradición ashkenazi para cumplir con el precepto del encendido de velas de Januca con dos grados de excelencia (“mehadrín min hamehadrín”), es menester que cada miembro de la familia encienda su propia “janukiá” y recite las bendiciones correspondientes, de tal manera que el primer día cada quien enciende una vela y el octavo día enciende ocho. Según esta tradición no se teme que se confunda el número de días, pues cada “janukiá” debe estar prudentemente separada de las otras.

Niños que alcanzaron la edad de seis años, edad en la que se les debe iniciar en la enseñanza del recitado de bendiciones («jinuj»), encienden velas y recitan las bendiciones correspondientes, ya que pueden comprender la historia del milagro y la razón del encendido.

Las mujeres casadas acostumbraron a no encender velas, cumpliendo el precepto mediante el encendido de sus maridos, ya que se considera que «su mujer es como su propio cuerpo», y por ende se puede considerar a los cónyuges como una misma persona. En muchos hogares se acostumbró también, a que niñas que llegaron a la edad de seis años y las adolescentes no enciendan velas. De todas maneras, si quieren encender, pueden hacerlo con el recitado correspondiente de bendiciones. Consideramos positivo incentivar a las niñas mayores de seis años, a encender velas de Januca por lo menos hasta la mayoría de edad (a los doce años), pues esto ayuda a conectarlas con la Torá y los preceptos. Si después de cumplidoa esta edad quieren seguir encendiendo, serán bendecidas. En el caso de una mujer casada cuyo marido enciende velas, si ella quiere además encender las suyas propias, a pesar de que la costumbre indica que ya cumple con las de su cónyuge, puede encender recitando las bendiciones.

5 – Las bendiciones y el cántico «Hanerot Halalu» («estas velas que encendimos»)

Nuestros sabios dispusieron que recitemos dos bendiciones previas al encendido de las velas de Januca para que nos concentremos en los dos elementos contenidos en el precepto. La primera bendición es por el precepto: «Bendito eres Tú Señor Rey del universo que nos consagraste con Tus preceptos y nos ordenaste el encendido de la vela de Januca» . La segunda bendición es un agradecimiento por los milagros que hizo D´s a nuestros ancestros en los días de Januca, y nuestros sabios dispusieron que se recite en el momento mismo del encendido, ya que las velas tienen por cometido recordar las maravillas acaecidas y su significado. La segunda bendición reza así: «Bendito eres Tú Señor Rey del universo que obró milagros a nuestros ancestros en aquellos días en este tiempo». El primer día de Januca se agrega la bendición de «Shehejeianu», con la que agradecemos a D´s que nos permitió llegar con vida al cumplimiento del precepto del encendido de las velas de Januca.

Inmediatamente después de concluído el recitado de las bendiciones, se procede a encender las velas y no puede haber interrupción entre el recitado y el encendido por lo que está prohibido hablar hasta que se terminó de encender. Tras el encendido de la primer vela se acostumbra a recitar «Hanerot halalu» (texto originado en el Tratado de Sofrim 20:6) y junto con el recitado se termina de prender el resto de ellas. Y si bien aún no se terminaron de encender todas el recitado de «Hanerot Halalu» no se considera una interrupción ya que vimos anteriormente que el precepto en sí se cumple con el encendido de una sola vela y las demás son para cumplir el precepto con mayor excelencia. Por lo tanto, si bien a priori está prohibido conversar hasta el final del encendido de todas las velas, «Hanerot Halalu» es un texto que explica la razón del precepto, por lo que corresponde recitarlo mientras se encienden. Empero a quien se le dificulte recitar y encender al mismo tiempo, puede posponer el recitado hasta el final del encendido (ver Mishná Berurá 676:8, Mishbetzot Zahav 5).

Además de las bendiciones previas y el recitado de «Hanerot Halalu» durante el encendido, hay quienes acostumbran a recitar la fórmula de los sabios de la Cabalá «Leshem Ijud», previo a las bendiciones, para aumentar la intención y la concentración en el cumplimiento del precepto.

Es menester encender correctamente cada vela, hasta que el fuego arda establemente en la mayor parte de la mecha, evitando la práctica de aquellos que pasan a la vela siguiente cuando la primera aún no arde (Beur Halajá 673:2 en el párrafo que inicia con la palabra «hadlaká» הדלקה).

6 – La participación de los miembros de la familia en el cumplimiento del precepto.

Se debe procurar que todos los miembros de la familia se reúnan para el encendido de las velas de Januca a los efectos de que escuchen el recitado de las bendiciones, respondan «Amén» y vean el encendido. Además de que la reunión familiar sirve al propósito de la publicitación del milagro y honrar el precepto, es necesaria para que puedan cumplir con el precepto quienes no recitan la bendición por su propia cuenta, como las mujeres que cumplen mediante el encendido del marido, o los niños mediante el encendido del padre. Esto se debe a que hay quienes opinan que quien cumple el precepto mediante el encendido de otra persona debe escuchar el recitado de la bendición para cumplir con el deber de agradecer a D´s por el milagro. De acuerdo a la opinión de Maimónides y Rashí si no escuchó las bendiciones, al ver las velas encendidas en su propia casa o en otro sitio, deberá recitar la segunda bendición «que hizo milagros a nuestros ancestros». Según la opinión de Rashbá y de Ran dado que ya cumplieron con el precepto mediante el encendido del padre de familia, si bien no escucharon el recitado de las bendiciones no necesitan bendecir “que hizo milagros a nuestros ancestros” al ver las velas encendidas. En la práctica, como esto está bajo discusión no se recita la bendición (Shulján Aruj 676:3), pero en principio, a los efectos de cumplir con el precepto según la opinión de todos los juristas quien no enciende y recita las bendiciones por sí mismo debe de escucharlas y responder “Amén”.

Por lo tanto, toda persona que cumple con el precepto mediante el encendido de otra persona, como es el caso de la esposa que cumple con el encendido de su marido, o hijos que cumplen mediante el encendido del padre, deben estar presentes para oír las bendiciones y responder «Amén». En caso de que no puedan estar presentes en sus hogares a la hora del encendido, deben procurar cumplir con el precepto de modo presencial en otro sitio, tal como un hogar de familia o la sinagoga.

7 – Las velas.

Todos los aceites y todas las mechas son aptos para el encendido de las velas de Januca, incluídos aquellos que se descartan para el encendido de velas de Shabat. Esto se debe a que en el caso de las velas de Shabat, que tienen por objetivo iluminar el hogar, algunos aceites o mechas se prohíben por temor a que den una luz muy tenue que lleve a las personas a mover las velas para mejorar su iluminación y así profanar el Shabat. Pero en el caso de las velas de Januca no tenemos derecho a sacar provecho de las mismas, por lo que cualquier aceite y cualquier mecha que logren mantenerse encendidos por media hora son aptos para el cumplimiento del precepto.

Cuanto más y mejor ilumine la vela, mayor es la excelencia en el cumplimiento del precepto, pues el milagro se publicita más. Es así que muchos acostumbran a encender velas de sebo o parafina que dan una luz fuerte y bonita, mientras que muchos de los sabios de las últimas generaciones sostienen que es aún mejor encender velas con aceite de oliva, ya que su luz es diáfana y además recuerda el milagro del aceite.

Las velas de Januca precisan de material ígneo que asegure que se mantengan encendidas media hora ya que los sabios dispusieron que deban arder desde el final de la puesta del sol hasta que la gente deja de caminar por el mercado, y este lapso se calcula que es de una media hora. También cuando se encienden velas dentro de la casa, éstas deben arder por media hora y quien dispone de poco aceite o velas pequeñas que alcanzan para que ardan menos tiempo habrá de encenderlas sin recitar las bendiciones.

8 – Lámparas eléctricas.

Tras el descubrimiento de la electricidad, surgió el interrogante de si es posible encender velas de Januca con focos eléctricos. De hecho, la opinión de la mayoría de los juristas, es que no se cumple con el precepto con lámparas eléctricas, ya que no se consideran velas y no tienen ni aceite ni mecha. Además, por cuanto que su luz es muy fuerte, pueden ser consideradas antorchas y no velas. El Rav Kuk -de bendita memoria- escribió que dado que la electricidad no se había aún descubierto en los días en que los sabios establecieron el precepto, no se puede considerar a los focos como uno de los aceites o mechas permitidos (Mitzvot Raiá Oraj Jaím 673).

Sin embargo, en lo referente a las velas de Shabat, la mayoría de los juristas opinan que en caso de necesidad, se puede cumplir con el precepto y recitar la bendición correspondiente, con el encendido de lámparas eléctricas, pues el cometido principal de las velas sabáticas es iluminar. Por el contrario, las velas de Januca tienen por cometido recordar el milagro y por lo tanto corresponde que sean similares a las que ardieron en el Templo. La lámpara eléctrica no se parece a una vela y por lo tanto no es apta para el encendido en Januca.

Sin embargo, en caso de que la persona carezca de una vela apta, puede encender un foco eléctrico sin recitar bendiciones y de esa manera recuerda el milagro, y según la opinión de algunos sabios inclusive cumple formalmente con el precepto.

Hay quienes acostumbran a emplazar «janukiot» grandes en sitios públicos y encienden lámparas eléctricas que se divisan desde lejos, y si bien no se cumple de esta manera con el precepto dispuesto por nuestros sabios, tiene la virtud de que publicita el milagro de Januca.

9 – El precepto del encendido.

El precepto es encender y no que las velas estén encendidas y así es que nuestros sabios establecieron la letra de la bendición: «…que nos ordenaste encender la vela de Januca». Por lo tanto si alguien encendió velas que pueden arder por media hora y por error son derribadas y se apagan antes de la media hora, no está obligado a volver a encenderlas pues ya cumplió con el precepto del encendido. Incluso si alguien prendió velas de un material de baja calidad que se sospecha puedan extinguirse antes de tiempo, por cuanto que normalmente arden media hora, cumplió con su deber. Sin embargo, los sabios de las últimas generaciones ordenaron que si las velas se apagan antes de tiempo es bueno volver a encenderlas para que ardan la media hora que dispusieron nuestros sabios (Shulján Aruj 673:2, Mishná Berurá 27).

Si encendió las velas en un sitio en el cual no van a poder mantenerse encendidas por media hora, como es el caso de un lugar ventoso, y efectivamente las encendió y se extinguieron antes de este lapso, se considera que no cumplió con el precepto del encendido, pues a priori, las velas estaban destinadas a arder menos del tiempo reglamentario. Según la mayoría de los juristas, debe volver a encenderlas recitando las bendiciones, aunque en la práctica las ha de volver a encender sin recitarlas pues se trata de un caso de duda y la regla general es que «en caso de duda en el recitado de bendiciones se aplica el criterio más flexible».

Tal como dijimos, el precepto es el encendido de las velas y no el ponerlas en un lugar preestablecido, por lo tanto, en el caso de que una vela esté ardiendo desde antes del horario de encendido en un sitio apto para este, no se cumplió con el deber pues no se encendió para cumplir con el precepto. Incluso si se eleva el candelabro ya encendido, y se lo vuelve a colocar en su sitio con el propósito de cumplir la mitzvá, no ha cumplido con ello, sino más bien deberá apagar y volver a encender con la intención de cumplir y no hay necesidad de alzar el candelabro o moverlo de lugar (Tratado de Shabat 23(A), Shulján Aruj 675:1).

Se deben encender las velas en el sitio correcto, e incluso en el caso de un enfermo que no puede levantarse de la cama no se le permite encender las velas junto a ella para luego trasladarlas a su ubicación final. En un caso así el enfermo podrá recitar las bendiciones y otra persona encenderá las velas en su sitio correcto (Ben Ish Jai, Vaieshev 6). Si dejó el candelabro con las velas cerca de la ventana, pero se olvidó de acercarlas al vidrio previo al encendido, puede acercarlas una vez ardiendo, para que los transeúntes las puedan ver bien.

10 – La prohibición de sacar provecho de las velas.

Está prohibido obtener beneficio de las velas de Januca tanto se trate de provecho en temas prosaicos, como contar monedas a la luz de la «janukiá», como de provecho para temas de santidad, como usar su luz para estudiar. Esto se debe a que las velas están consagradas al precepto de Januca y así como estaba prohibido sacar provecho de las velas de la menorá en el Templo lo mismo aplica para las de esta festividad que se encienden en recuerdo de las del Templo. Además, las velas están destinadas a publicitar el milagro, y si se hace uso de su luz, parecería como que las encendió con otra finalidad (Shulján Aruj 673:1).

Está prohibido utilizar el sobrante del aceite que se empleó para el encendido de velas de Januca, pues estaba destinado al cumplimiento del precepto. La solución ideal es que pueda utilizar el resto en los días subsiguientes de Januca, y en caso de que el mismo sea inutilizable para el encendido o que la fiesta ya se acabó, deberá encender un fuego y quemarlo (Shulján Aruj 677:4, Mishná Berurá 18); o puede verterlo en la pileta de la cocina y las mechas sobrantes tirarlas a la basura. En el caso de velas que sobraron en el paquete o el aceite que sobró en la botella, son aptos para todo uso.

Si comenzó a encender las velas y la de ayuda o «shamash» se apagó, no puede volverlo a encender con la flama de una de las velas, puesto que se trata de una vela profana y no se puede encender a través de una vela de mitzvá. En el caso de que los fósforos se hayan acabado y no pudo encender el «shamash» y no podrá encender las velas restantes, podrá encender el «shamash» de una vela de Januca ya encendida.

Según la ley básica las velas deben permanecer encendidas solamente por media hora y si siguen ardiendo pasado este lapso se puede sacar provecho de su luz. Sin embargo, la costumbre es ser más rigurosos y no sacar provecho de las velas aunque ya haya pasado el plazo estipulado pues en el minuto treinta y uno se continúa publicitando el milagro y quien utiliza el fuego para otra función se ve como quien desprecia el precepto. Además, como las velas fueron colocadas para cumplir con un precepto y quien las colocó no tenía en mente aprovecharlas para otro uso pasada la media hora, hay quien opina que toda la vela quedó consagrada para uso preceptivo y está prohibido darle un uso profano.

11 – La «janukiá» y el «shamash»

Es correcto encender las velas de Januca en un candelabro o «janukiá» bonita, cada quien según sus posibilidades, y hay quienes encienden las velas en candelabros de plata y oro. Quien carezca de «janukiá», puede pegar las velas de sebo o parafina sobre una superficie plana y encenderlas, o tomar pequeñas copitas y verter en su interior aceite y colocar una mecha y encenderlas. No se debe encender las velas de Januca en recipientes desagradables como el caso de un utensilio que esté negro de hollín (Shulján Aruj 673:3, Mishná Berurá 28, Kaf HaJaím 60-62).

Se debe ser meticuloso en mantener un espacio entre vela y vela, para que cada una se vea por separado, y así se publicite el milagro. Además, si las velas están muy cercanas una a la otra se corre el riesgo de que las llamas se unan y en ese caso se trataría de una fogata y no de una vela. En el caso de las velas de sebo se suma un temor más y es que si se encienden muy cercanas una a la otra, se pueden fundir y de esa manera podrían extinguirse antes de pasada la media hora reglamentaria (Shulján Aruj 671:4 y sus comentaristas).

Desde el punto de vista estrictamente reglamentario, aunque las velas no estén colocadas a la misma altura pero si están separadas la una de la otra y quien se para frente a éstas puede contarlas y saber cuántos días de fiesta transcurrieron, se está cumpliendo con el precepto.

Asimismo si el candelabro tiene forma circular, por cuanto que cada vela está separada de la otra, está permitido encenderlas. Sin embargo, a priori, se deben colocar las velas en línea recta y a la misma altura, para que se puedan ver todas con claridad y contarlas, de modo de percatarse del número de días que han transcurrido del milagro (Ramá 671:4, Beur Halajá en el párrafo que ese inicia con la palabra ומותר-).

A los efectos de que una persona no cometa la trasgresión de sacar provecho de las velas de Januca, se acostumbra a encender una vela extra, el «Shamash», que en caso de que se necesite de luz se pueda usar la suya. En una habitación que posee iluminación eléctrica no es reglamentariamente obligatorio que se encienda un «Shamash» empero muchos igual lo encienden para así resaltar la diferencia entre las velas que tienen como cometido único publicitar el milagro y el «Shamash» que puede ser empleado para otros menesteres.

De todas maneras a los efectos de que no nos equivoquemos en el número de velas a encender se acostumbra a colocar el «Shamash» a otra altura o distante del resto, para que quede clara la diferencia. Se acostumbra a colocar un poco más arriba, para que si se necesita usar de su luz, quede claro a quienes lo emplean que no se trata de la luz de las velas (Shulján Aruj y Ramá 673:1, Mishná Berurá 20).

12 – El orden de colocación de las velas y su encendido.

Al preparar una “janukiá” para su encendido, nos enfrentamos a un dilema: dónde colocamos la primera vela y luego dónde agregamos las subsiguientes y de qué vela es preferible empezar a encender. Si bien hagamos lo que hagamos estaríamos cumpliendo con el precepto con dos grados de excelencia, la costumbre más aceptada es colocar la primera vela el primer día del lado derecho de la «janukiá» (lado derecho de quien está parado frente a ella y la enciende), ya que siempre se ha de preferir el lado derecho por sobre el izquierdo. El segundo día agregamos la segunda vela hacia la izquierda de la primera, y tras recitar la bendición, encendemos primero la vela que se agregó que es la vela del día y luego la que está a su derecha. Esto se debe a dos razones: a) Es preferible comenzar encendiendo la vela que se agregó, lo que expresa el aumento en la dimensión del milagro. b) Tras encender la vela que está a la izquierda, resulta que hay que ir hacia la derecha para continuar el encendido, y así se cumple lo que dijeron nuestros sabios en el Tratado de Yomá (15(B)) respecto de que siempre que hay que dirigirse hacia un sentido es preferible hacerlo hacia la derecha. De esta manera, cada día se enciende primero la vela del lado izquierdo y luego se va hacia la derecha para encender las velas restantes. Es bueno que durante el recitado de las bendiciones del encendido, nos paremos del lado izquierdo de la «Janukiá», para que la vela que está más cerca de nosotros, sea la primera en ser encendida, y de esa manera no se considere que nos estemos salteando las otras velas (Shulján Aruj 676:5, Mishná Berurá 11).

13 – De cara al encendido.

Está prohibido comenzar a comer media hora antes de la salida de las estrellas, que es el tiempo del encendido de las velas (como se verá en el capítulo 13 inciso 4). No se permite ni siquiera comenzar a ingerir una comida frugal, no sea cosa que ésta se prolongue y nos olvidemos del encendido de las velas. Asimismo está prohibido ingerir una bebida alcohólica, pero sí está permitido ingerir frutas o verduras sin limitación e incluso pan o alimentos que contienen harina, en una cantidad que no exceda los 56 gramos («kabeitzá»). En esa media hora previa tenemos prohibido iniciar una labor que pueda extenderse más allá de este período y asimismo está prohibido irse a dormir. Sin embargo, si se le pide a un amigo que nos avise para encender las velas, se puede comer, comenzar una labor o ir a dormir. Aunque se hayan iniciado labores, se esté comiendo o durmiendo de manera permitida, al llegar el momento de la salida de las estrellas que es tiempo del encendido de las velas, se debe abandonar toda actividad para así cumplir con el precepto y no perdernos el momento justo del encendido que estipularon nuestros sabios (Mishná Berurá 672:10, Sha´ar HaTziún en el lugar, Pninei Halajá Tefilá capítulo 25 inciso 9).

Quien se encuentra en medio de su trabajo y no puede volver a su hogar para encender las velas al momento de salir las estrellas, puede continuar con su labor hasta finalizarla, pero ha de cuidarse de no comer hasta encenderlas. Si se trata de un trabajo que puede llevar varias horas al punto de que se pueda temer que al final se olvide de encender las velas, podrá continuar con éste a condición de que pida a un compañero que le recuerde el encendido al culminar la labor (ver más adelante capítulo 13 incisos 6 y 9).

Cuando llega el momento de encender las velas se debe proceder de inmediato a cumplir con el precepto y se le debe priorizar al grado de que el mismo estudio de Torá se prohíbe. Empero si se trata de una estudio fijo que de anularse o posponerse es difícil recuperarlo, es preferible primero terminar la clase y al final recordar a todos que hay que encender las velas (ver adelante capítulo 13 inciso 12).

14 – Encendido en la sinagoga.

Se acostumbró a encender velas en la sinagoga y recitar todas las bendiciones correspondientes tal como en el hogar. Si bien, según lo dispuesto por nuestros sabios, la obligación del encendido es en la casa únicamente, se acostumbró encender también en la sinagoga, para difundir el milagro aún más. Se acostumbra a colocar las velas en la pared sur de la sinagoga, recreando la ubicación de la menorá en el Templo. Nadie cumple con el precepto de encender las velas de Januca con el encendido de la sinagoga, ni siquiera quien las encendió para el público recitando todas las bendiciones, por lo que debe ir a su casa y volver a encender velas, recitando nuevamente las bendiciones correspondientes (Shulján Aruj 671:7).

Se acostumbra a encender las velas en la sinagoga entre los servicios de Minjá y Arvit, pues es el momento de mayor concurrencia y el milagro se publicita mejor y además una vez terminado el servicio de Arvit, las personas están apresuradas en retornar a sus hogares para encender las velas.

En una sinagoga donde se rece Arvit mucho tiempo después de la salida de las estrellas, se deben encender las velas antes del servicio.

En la víspera de Shabat, en muchos sitios se acostumbra a rezar Minjá contiguo a la puesta del sol, por lo que no hay posibilidad de encender las velas después del servicio pues ya se tiene que recibir el Shabat y por lo tanto se han de encender las velas antes de Minjá.

En las sinagogas donde se acostumbre a rezar el servicio de Minjá del viernes bastante antes de la puesta del sol, se pueden encender las velas después de este servicio. En ese caso hay que cuidar de culminar el encendido por l menos cinco minutos antes de la puesta del sol, para poder recibir el Shabat antes del atardecer y de esa manera cumplir con el precepto de agregar tiempo profano al Shabat (Mishná Berurá 671:47). El sábado por la noche al concluir el Shabat, se encienden las velas después del servicio de Arvit, pues antes del rezo no salió aun el Shabat.

El motivo por el cual se encienden velas de Januca en la sinagoga, es el de difundir el milagro, por lo que es necesario que estén presentes por lo menos diez feligreses. En caso de que aún no se hayan reunido este número y no se puede posponer el encendido porque se trata por ejemplo de víspera de Shabat, hay quienes opinan que, como de hecho, más tarde habrá quórum en la sinagoga, se puede encender las velas con el recitado correspondiente de bendiciones (Maguén Abraham, Mishná Berurá 671:47 y Beur Halajá en el lugar). Hay quien opina que en ese caso se enciendan las velas sin recitar las bendiciones (Mor uKtziá, Kaf HaJaím 671:72).

15 – Encendido de las velas de Januca en lugares públicos.

Muchos acostumbran a difundir el milagro, encendiendo velas en cada sitio donde se reúnen personas, como por ejemplo en una boda, Bar Mitzvá o reuniones con motivo de Januca o conferencias alusivas. La pregunta que surge es si se puede recitar las bendiciones en este tipo de eventos.

Según muchos de los rabinos de nuestra generación, no se deben recitar las bendiciones en estas circunstancias, pues la costumbre de encender en público y bendecir es en la sinagoga, y en nuestros días no tenemos la autoridad de innovar costumbres en esta materia, y por lo tanto quien recita la bendición pronuncia una bendición en vano. Además, parecería que la tradición de encender en la sinagoga está vinculada al hecho de que el milagro de la menorá fue en el Templo, y hoy la sinagoga actúa en carácter de “Santuario en miniatura”. Empero en otros sitios se deben omitir las bendiciones durante el encendido.

Sin embargo, según la opinión de algunos juristas, está permitido encender velas y recitar las bendiciones en todo sitio donde se reúna público, ya que el motivo por el cual se enciende en la sinagoga es el de publicitar el milagro. Por lo tanto deben encenderse las velas recitando las bendiciones correspondientes en todo sitio donde hayan aglomeraciones. Lo mejor es rezar en el sitio del encendido los servicios de Minjá y Arvit, o incluso sólo este último y entonces éste lar es considerado sinagoga y el encendido se hará con el recitado de las bendiciones conforme a la tradición.

En la práctica quien quiera apoyarse en quienes opinan que se puede encender y recitar las bendiciones puede hacerlo. Además, si en esa reunión hay judíos no observantes que quizás no encendieron velas en sus hogares el encendido público les recuerda el milagro y les enseña el modo correcto de cumplir el precepto. De ser posible es bueno invitar a alguien no observante a que encienda y recite las bendiciones y de esa manera se adhiera a la fe, la Torá y los preceptos que pertenecen a todo el pueblo de Israel, tanto observantes como seculares.

1 – El decreto de los sabios respecto al lugar del encendido.

Nuestros sabios dijeron que: «Las velas de Januca deben ser colocadas del lado exterior de la entrada de la casa. Quien vive en un piso alto que las coloque en la ventana que da al dominio público y en caso de peligro es suficiente que las coloque sobre la mesa» (Tratado de Shabat 21(B)).

En el pasado, la mayoría de las personas vivían en planta baja con una puerta que daba o a la vía pública o a un patio amurallado con un portón que daba a la calle. Los sabios dispusieron que se encendieran las velas en la entrada que daba a la calle, para así publicitar el milagro. Además, dispusieron que se colocasen las velas a la izquierda de la entrada para que quien entre se vea rodeado de preceptos, la «mezuzá» del lado derecho y las velas del lado izquierdo (Tratado de Shabat 22(A)).

A priori, las velas deben colocarse a una altura del suelo que va de los tres a los diez palmos (de 24 a 80 cm.) ya que si se colocan más alto, quienes las ven, pueden pensar que fueron encendidas como faroles para iluminar la entrada a la casa. Por otra parte si las velas se colocan a la altura del suelo, parece como que alguien las dejó allí por unos minutos, para luego llevarlas a que iluminen en otra parte. En cambio, si se colocan a una altura que va de los tres a los diez palmos, queda claro que están allí para cumplir con el precepto de publicitar el milagro. De todas maneras, a posteriori, si se las encendió por debajo de los tres palmos o por encima de los diez igualmente se cumplió con el precepto. Si se encendieron las velas a una gran altura, por encima de los veinte codos (9.6 mts.), no se cumplió con el precepto, pues las personas no acostumbran a mirar tan alto (Tratado de Shabat 21(B), Shulján Aruj Oraj Jaím 671:6).

En el caso de las personas que viven en un piso más alto que la planta baja, si encienden su “janukiá” en la puerta de entrada de abajo que está sobre la calle, no se distinguiría que se trata de sus velas y por eso los sabios les indicaron que enciendan junto a sus ventanas.

En épocas de peligro, en las que se teme que los gentiles puedan agredir a los judíos, los sabios dispusieron que se enciendan las velas dentro de la casa sobre la mesa y así se publicita el milagro para los integrantes del hogar.

2 – Ubicación de las velas para quien habita en una casa privada.

De las disposiciones de los sabios se desprende que no temían que las velas se apaguen por corrientes fuertes de aire ya que en esos días las personas vivían en casas muy aglomeradas y muchas de las ciudades o patios estaban rodeados de muros, por lo que entre las casas no soplaban vientos fuertes. Por esta razón, se podían encender velas en las puertas de las casas y portones de los patios sin temor a que se apaguen. Hoy en día la única manera de encender velas de Januca fuera de la casa, es en cajas de vidrio.

Sin embargo en ninguna parte vemos que los sabios nos ordenaron comprar cajas de vidrio, por lo tanto quien no esté interesado en adquirir una puede encender las velas dentro de su propia casa. En este caso estará cumpliendo el precepto con excelencia en cuanto a la publicitación del milagro, empero no logra alcanzar un ulterior grado de excelencia que es el encender las velas del lado izquierdo de la puerta de entrada para que quien ingresa esté rodeado de preceptos, mezuzá del lado derecho y velas del lado izquierdo. Quienquiera cumplir con todos los grados posibles de excelencia («hidur»), que compre una caja de vidrio y coloque las velas a la izquierda de la entrada a la casa, del lado de afuera. En el caso de una familia ashkenazi o algunas de origen sefaradí, que encienden varias “janukiot” (ver arriba capítulo 12 incisos 3 y 4), deben poner atención en colocarlas de tal manera que cada una se vea separada de las otras para que se pueda percibir el número de velas que se corresponden con los días. Se permite también colocar una “janukiá” en la entrada dentro de una caja de vidrio y que las demás sean colocadas en la ventana.

En el pasado era muy común vivir en casas que daban a patios rodeados de muros que tenían un portón que daba a la vía pública, por lo que el patio era considerado una extensión de la casa y por ende el sitio de encendido era del lado exterior del portón. Hoy día los patios no suelen estar rodeados de murallas, por lo que se colocan las velas en la puerta de entrada a la casa.

Cuando la puerta de entrada a la casa se encuentra en un lugar que no se divisa desde la vía pública, mientras que si colocan las velas en la ventana serán visibles, hay quienes dicen que es preferible encenderlas en la puerta de la casa, pues así lo dispusieron nuestros sabios en un comienzo, para que el que entre a la misma se encuentre rodeado de mitzvot. Otros opinan que es mejor hacerlo en la ventana, pues los sabios dispusieron que el milagro sea publicitado. Nos parece que en la práctica, es mejor encenderlas en la ventana, si bien hacerlo en la puerta tiene una virtud especial.

3 – Ubicación de las velas para quien vive en un departamento.

La mayoría de las personas viven en la actualidad en edificios de apartamentos y por lo tanto la mejor ubicación para el encendido es sobre la ventana o el balcón que da a la calle, de manera que el milagro se publicite lo más posible. Quienes encienden al lado de la ventana deben poner cuidado en que tanto los miembros del hogar como las personas que están afuera puedan ver las velas, por lo que en este caso no se debe usar una “janukiá” que tenga «espalda», o sea un pequeño tabique, que impida que quien está por detrás vea las velas encendidas.

En el caso de una ventana que da a la vía pública, que está a una altura mayor a los ochenta centímetros, igualmente se enciende en ésta, pues es más importante cumplir con la publicitación del milagro que con la especificación de la altura.

Hay quienes opinan que es preferible encender las velas en el pasillo que da a las escaleras o al elevador pues en ese caso quien entra a la casa está rodeado de preceptos, con la mezuzá del lado derecho y la “janukiá” del lado izquierdo. Si bien quien así hace cumple con el precepto es mejor encender las velas sobre la ventana que da a la vía pública para publicitar el milagro.

En el caso de quien habita un piso alto y la ventana está por encima de los veinte codos (9.6 mts.), siempre que los transeúntes puedan ver las velas desde la calle nos parece mejor encenderlas en la ventana para publicitar el milagro. De todas maneras quien así lo quiera, puede encenderlas en la puerta de entrada que da al pasillo de las escaleras y el elevador pues también allí se publicita algo el milagro. También quien enciende dentro de su casa cumple con el precepto.

4 – Horario y duración del encendido de las velas.

Nuestros sabios dispusieron que se enciendan las velas en el momento en que el milagro logre su mayor difusión. En el pasado, las calles no estaban iluminadas por la noche y al anochecer éstas estaban atestadas de personas que retornaban a sus hogares y se recluían en sus casas.

Es así que nuestros sabios dispusieron, que el horario de encendido de las velas sea «desde que se pone el sol hasta que la gente regresa del mercado» (Tratado de Shabat 21(B)). Empero los sabios medievales debatieron respecto de si los sabios del Talmud se referían al momento de la puesta del sol o al final del atardecer, cuando ya se ven las estrellas. Por una parte, al momento de la puesta del sol, había más personas en la calle, mientras que como contraparte, por haber todavía luz natural, las velas no resaltan lo suficiente. Por lo tanto es preferible esperar hasta la salida de las estrellas y en la práctica, la costumbre más extendida es encender al salir las estrellas, que es unos veinte minutos después de la puesta del sol.

Los hombres tienen preceptuado rezar el servicio de Arvit y muchos acostumbran a hacerlo inmediatamente con la salida de las estrellas, por lo que deben anteponer la plegaria al encendido, dado que el rezo nocturno es más frecuente que Januca, y en él se cumple con el precepto de la Torá de recitar el «Shemá Israel» de la noche. Una vez finalizado el servicio de Arvit es menester apresurarse a retornar al hogar para hacer el encendido de velas lo más próximo al momento de la salida de las estrellas. En el caso de quienes acostumbran a rezar Arvit más tarde en la noche, deberán encender las velas al salir las estrellas y más tarde rezar Arvit en el horario que habitúan hacerlo.

Si bien para cumplir con el precepto alcanza con que la vela arda media hora, hay quienes dicen que es bueno cumplir con mayor excelencia, por lo que en nuestros tiempos, es bueno colocar velas que duran unas dos horas o más pues hoy día la gente acostumbra a caminar por la calle hasta altas horas de la noche y al verlas ardiendo, el milagro es publicitado.

5 – Horario de encendido de las velas en víspera de Shabat y el sábado por la noche.

Tal como ya estudiamos, nuestros sabios dispusieron que se enciendan las velas de Januca después de la puesta del sol, ya que antes, la luminosidad exterior hace que no se distingan con claridad. Empero, en víspera de Shabat, es claro que no se puede encender después de la puesta del sol, pues con ésta el Shabat comienza y queda prohibido encender fuego. Tampoco se puede encender fuego sobre el horario de la puesta del sol, por cuanto que hay un precepto que es el agregar tiempo profano al sagrado, y por lo tanto recibimos el Shabat antes de la puesta del sol. En la práctica la mayoría de las comunidades acostumbra recibir el Shabat veinte minutos antes de la puesta del sol y este es el horario oficial de encendido de velas sabáticas que se publica semana a semana. En el Shabat de Januca, es necesario encender las velas festivas antes que las sabáticas.

Si bien se encienden velas de Januca antes de la puesta del sol, la publicitación del milagro se lleva a cabo principalmente en la noche y por eso es importante tener la precaución de colocar suficiente aceite en las velas, como para que éstas se mantengan encendidas media hora después de la salida de las estrellas.

Es bueno rezar Minjá con la comunidad antes del encendido de las velas de Januca, ya que este servicio pertenece al día viernes, mientras que el encendido de éstas corresponde al día sábado. De todas maneras si no es posible rezar Minjá con minian, no se ha de rezar individualmente (Shulján Aruj 679:1, Mishná Berurá 2, Kaf HaJaím 671:79).

El sábado por la noche se ha de rezar primeramente el servicio de Arvit y luego se encienden las velas de Januca. Muchos acostumbran a realizar primero la «havdalá», ya que con ésta finaliza el sábado mientras que las velas de Januca corresponden al día domingo (Tur Zahav 681, Aruj Hashulján 2, Ben Ish Jai parashat Vaieshev 21). Otros acostumbran a encender primeramente las velas de Januca para poder hacerlo lo más cercano posible al horario de la salida de las estrellas y además es bueno demorar la havdalá para prolongar lo más posible la santidad del Shabat. De todas maneras se pueden encender las velas de Januca antes de la havdalá, a condición de que en Arvit se haya recitado «Atá Jonantanu» o la fórmula «Baruj hamavdil bein kodesh lejol» (Shulján Aruj Ramá 681:1). En la práctica ambas costumbres tienen asidero en la Halajá (Beur Hahalajá allí) y cada quien puede escoger cuál costumbre seguir.

6 – En caso de necesidad se puede demorar el horario de encendido./

Tal como vimos, en días del Talmud la gente acostumbraba a volver a sus casas al oscurecer, por lo que el precepto se cumplía «a partir de la puesta del sol y hasta que la gente regresara del mercado». El texto se refiere hasta que los pobres, que se quedaban después del cierre del mercado recogiendo las sobras, volviesen a sus hogares (Tratado de Shabat 21(B)) y esto implicaba como una media hora después del tiempo del encendido (Rif).

En nuestros días existe la luz eléctrica, por lo que la mayoría de las personas continúa trabajando algunas horas después que oscurece y por lo tanto vuelven a sus casas más tarde. De todas maneras el horario ideal de encendido sigue siendo el que fijaron nuestros sabios, desde la salida de las estrellas hasta media hora después.

En el caso de que a alguien se le dificulte volver a su casa a la hora de la salida de las estrellas podrá encender las velas más tarde pero de todas maneras habrá de intentar regresar lo antes posible para hacerlo lo más contiguo al horario estipulado por nuestros sabios. Es importante procurar encenderlas hasta las nueve de la noche (9:00 pm), que es en nuestros días una hora en la cual todavía es aceptado o común regresar de los quehaceres diarios y se cumple la estipulación talmúdica de «hasta que la gente regresa del mercado». Se debe evitar ingerir una «comida fija» de an o artículos panificados (mezonot) que para la Halajá es la cantidad equivalente a un huevo (58 gramos), hasta después del encendido de las velas (Mishná Berurá 672:10, 431:6 y ver arriba capítulo 12 inciso 13).

En un sitio en el cual habitualmente tiene lugar una clase de Torá después del servicio de Arvit, y de irse la gente a su casa a encender velas el estudio se suspendería, es preferible primero estudiar y luego encender las velas, pues a nivel de preceptos, el estudio de Torá tiene preferencia por sobre el encendido de las velas de Januca en su horario indicado.

7 – ¿Es necesario esperar a un miembro de la familia que se demora en regresar?

En muchas familias se presenta el dilema respecto de qué hacer en caso que el jefe de familia no puede regresar a la hora de la salida de las estrellas. ¿Es preferible que su esposa encienda las velas en tiempo o esperar a que el marido regrese?

Según el criterio básico de la Halajá, no es indispensable que ambos cónyuges estén presentes a la hora de encender las velas y cuando uno de ellos las enciende en la casa, el otro también cumple con el deber del encendido. Por lo tanto, parecería preferible que la esposa encienda en hora sin el marido. En la práctica, en la enorme mayoría de los casos es preferible esperar a que los dos cónyuges estén presentes. En términos generales, hay tres elementos a tener en cuenta para demorar el encendido hasta que el cónyuge ausente retorne.

El primero, cuando el marido no va a tener la posibilidad de escuchar el recitado de las bendiciones en la sinagoga o en otro sitio. Esto se debe a que con el encendido a distancia de su mujer cumple con el precepto de encender las velas, pero mientras no escuche el recitado de la bendición «que hizo milagros a nuestros ancestros» no cumple con el deber del agradecimiento a Dios y por lo tanto en ese caso es preferible esperarlo a que regrese a la casa (esta misma regla se aplica cuando es la mujer quien está ausente de la casa al salir las estrellas).

El segundo elemento a tener en cuenta es si el esposo o la esposa pueden ofenderse o acongojarse por el hecho que no les hayan esperado para el encendido.

El tercer elemento a sopesar es, si al no esperarlo la conexión del cónyuge ausente con el precepto de las velas de Januca pueda verse perjudicado. Esto adquiere especial trascendencia si el cónyuge por una cuestión de rutina laboral va a demorarse en regresar todos los días de la fiesta y entonces su vínculo con el precepto se puede ver afectado.

Este tercer y último factor a tener en cuenta, es muy significativo para la mayoría de los juristas sefaradim (ver arriba capítulo 12 inciso 3), según los cuales sólo uno de los miembros de la familia enciende la “janukiá” hogareña. En el caso en que los hijos o hijas se demoran en volver a la casa y si ésta se enciende en su ausencia, su conexión con el precepto se puede debilitar, por lo tanto es preferible esperarlos y encender más tarde.

Vemos pues que sólo en caso de que la demora sea excepcional y el demorado tuvo la posibilidad de escuchar el recitado de las bendiciones en la sinagoga o en otro sitio, de manera tal que no se alteran ni la relación familiar ni la conexión personal con el precepto, se preferirá encender las velas en tiempo, o a la hora de la salida de las estrellas. En todos los demás casos, es preferible esperar al regreso del cónyuge ausente y según los sefaradim, al regreso de todos los miembros de la familia. No obstante, no se debe demorar en encender las velas hasta después de las nueve de la noche y todos los miembros de la familia deben procurar abstenerse de ingerir una «comida fija», desde media hora antes de la salida de las estrellas y hasta después de encendidas las velas (como se explicó en el capítulo 12 inciso 10).

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