Pninei Halajá

17. La «Amidá» (el rezo de pie y en silencio).

01. La «Amidá» es la sección principal del rezo.

La «Amidá» es el punto culminante del rezo, tal que todas las secciones anteriores son, en cierta manera, preparativos previos a ésta. El orante asciende peldaño tras peldaño, de las ofrendas y sacrificios a los cánticos de alabanza, de éstos a las bendiciones del recitado del «Shemá», hasta que accede a ingresar al pórtico superior, al Mundo de la Emanación (Olam Haatzilut), donde se presenta de pie ante D´s. Si bien el recitado del «Shemá» es un precepto de la Torá independiente del deber general de rezar, nuestros sabios decidieron que se recite junto con sus bendiciones antes de la «Amidá» para que actúen a modo de preparativo previo al rezo. La idea es que la aceptación del Yugo Celestial del «Shemá» y sus bendiciones, amén de la bendición por la redención de Israel, permiten arribar a la «Amidá» de la mejor manera.

Dado que la Amidá es el punto más elevado del rezo, sus reglas son las más estrictas. Por ejemplo, se debe recitar con una indumentaria respetable, ya que implica presentarse ante el Rey, no siendo éste, requisito para recitar el «Shemá» y sus bendiciones, en las que aceptamos el Yugo Celestial y alabamos a D´s mas no nos hallamos en el nivel de ´estar ante Él´ (Shulján Aruj Oraj Jaím 74:6, 91:1).

Asimismo, muchas reglas que ya aprendimos respecto del sitio apropiado para rezar fueron establecidas pensando en la Amidá. Por ejemplo, el no rezar en un sitio alto, o en un sitio sin paredes; que el lugar tenga ventanas, rezar con «Minián«, en un sitio fijo dentro de una sinagoga, que nada se interponga entre el orante y la pared; no orar al lado o detrás de su maestro (ver arriba cap. 3). Dado que la Amidá es parte de la generalidad del rezo, guardamos estas reglas a lo largo de todo el servicio. Sin embargo, cuando no podemos recitar los cánticos de alabanza y las bendiciones del recitado del «Shemá» en un sitio que cumpla con la normativa, debemos intentar al menos que la Amidá la recitemos en un sitio adecuado.

02. Tres pasos previos al rezo.

Se acostumbra a dar tres pasos hacia adelante al comenzar el rezo como forma de expresar nuestra voluntad de acercarnos y pararnos ante D´s (Ramá 95:1). Quien ya se encuentra en su lugar de rezo, no precisa dar tres pasos hacia atrás para volver a darlos hacia adelante al iniciar la Amidá. Esto se debe a que con el mero hecho de haber llegado a la sinagoga, la persona se acercó al rezo, y fue hacia éste más de tres pasos (Eliahu Rabá). Hay quienes opinan que en el caso de quien fue a la sinagoga, igualmente es correcto que al iniciar la Amidá de tres pasos hacia atrás para luego darlos hacia adelante, hacia el sitio en el que habrá de orar (Ben Ish Jai Beshalaj 3, Kaf HaJaím 95:7). Lo mejor es detenerse brevemente entre los pasos hacia atrás y los pasos hacia adelante para no parecer como una persona que va y viene. Por lo tanto, al llegar al pasaje «Tehilot leE-l Elión» se han de retroceder tres pasos y sobre el final de  la bendición «Gaal Israel» se dan hacia adelante. Lo mismo se hace en los servicios de Minjá y Arvit, al iniciarse el Kadish previo a la Amidá se dan los tres pasos hacia atrás para que así, al iniciar el rezo, se avancen tres pasos (Minhag Maharil, Mishná Berurá 95:3).

A los efectos de que no haya interrupción entre la redención («Gaal Israel«) y el rezo (la Amidá), es bueno poner atención de dar los tres pasos hacia atrás antes de la conclusión de la bendición de «Gaal Israel«, para que inmediatamente después de finalizada, la persona esté ya parada en su sitio y comience a decir: «Ad-onai Sefatai Tiftaj«, que es el versículo inicial de la Amidá.

Antes de la Amidá, el orante debe alejar de su conciencia todo aquello que pueda afectar su concentración. Quien sufre de catarro habrá de limpiarse la nariz antes de la Amidá para no tener que hacerlo en medio del rezo. Quien tiene flemas en su garganta que pueden llegar a molestarle, las habrá de expectorar antes del rezo por la misma razón (Shulján Aruj 92:3, ver cap. 6). Quien precisa limpiarse la nariz durante el rezo debe hacerlo de la manera más educada posible. Quien precisa bostezar durante el rezo debe cubrir su boca. Esto se debe a que quien se para a rezar debe ser muy cuidadoso de honrar a D´s con su conducta y todo lo que se considera de mala educación entre seres humanos está prohibido a la hora del rezo (ver Shulján Aruj 97:1-2).

03. Dirección a Jerusalém.

En todas las secciones del servicio, el orante puede dirigir su rostro hacia donde desee. Empero al llegar al momento más importante del rezo, cuando la persona se para ante el  Rey del universo en la Amidá, deberá dirigir su rostro hacia Jerusalém, en dirección del sitio escogido por D´s para que Su Divina Presencia repose allí.

Quien se encuentra en el extranjero, debe dirigir su rostro hacia la tierra de Israel y su corazón a Jerusalém y al sitio del Templo y su Santo Sanctórum. Si la persona se encuentra en Israel, que dirija su rostro hacia Jerusalém y su corazón hacia el Templo y su Santo Sanctórum. Si la persona se encuentra en Jerusalém, debe dirigir su rostro hacia el Templo y su corazón al Santo Sanctórum (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 30(A), Shulján Aruj 94:1).

Por lo tanto, quienes se paran en la explanada del Muro Occidental (Kotel Hamaaraví), al comenzar la Amidá,  deben dirigir sus rostros al sitio del Templo. Esto significa que quienes se encuentran en la explanada abierta deben moverse hacia la izquierda mientras que quienes se encuentran en la sección masculina techada deberán hacerlo en la misma dirección pero muy levemente.

Se acostumbra a colocar el Arca Sagrada de la sinagoga en la dirección de Jerusalém, para que quienes se paren a rezar se dirijan también en dirección a ésta. De todas maneras lo principal es rezar en dirección a Jerusalém, por lo tanto, si por causa de algún error o cuestión de fuerza mayor el Arca Sagrada no está correctamente direccionada, los orantes igualmente habrán de dirigirse hacia esta ciudad (Mishná Berurá 94:9). Si el público todo se equivoca y dirige sus rostros hacia al Arca Sagrada, es mejor no apartarse de la comunidad y pararse en la dirección que los demás lo hacen, mas hay que volver el rostro hacia Jerusalém (Mishná Berurá 94:10).

Quien no sabe cuál pared está orientada hacia Jerusalém, podrá rezar hacia donde quiera y habrá de orientar su corazón hacia su Padre Celestial (Shulján Aruj 94:3). Aunque se dé cuenta que se equivocó, no precisa volver a rezar hacia la orientación geográfica correcta.

04. Pararse con los pies juntos.

En los cánticos de alabanza y las bendiciones del recitado del «Shemá«, la persona puede permanecer sentada  o ponerse de pie, mas cuando llega a la Amidá debe pararse manteniendo ambos pies juntos. Estar de pie expresa la completa disposición de la persona a rezar, de pies a cabeza. Además, esta posición implica tanto el miedo como el temor reverencial de quien se presenta ante el Rey del Mundo. Por lo tanto, a la hora de rezar la Amidá, es importante no recostarse o apoyarse sobre nada, pues quien lo hace manifiesta que su temor no es completo. En caso de gran necesidad, por ejemplo, si la persona está agotada y necesita apoyarse sobre algo, que lo haga mínimamente de modo tal que si el soporte en cuestión fuese abruptamente retirado la persona no se caería. De esta manera, aunque la persona no está parada con una actitud de temor, igualmente se la considera que está de pie (Shulján Aruj 94:8, Mishná Berurá 22).

Se deben unir ambos pies hasta que parezcan uno solo, ya que las piernas separadas ponen al descubierto la materialidad del hombre y su vertiginosa carrera tras las cuestiones mundanas. Cuando los cohanim (sacerdotes del Templo) subían hacia el altar de sacrificios lo hacían con pasos muy medidos («talón contra dedo pulgar»). De la misma manera, nosotros no nos paramos a rezar con los pies separados. Además, unir los pies expresa la unión de todas nuestras fuerzas físicas y su anulación ante Él, mostrando así que solo tenemos una voluntad y es presentarnos ante El Eterno y rezarle. Nuestros sabios aprendieron esto de los ángeles, tal cual está escrito (Iejezkel – Ezequiel 1:7): «Y sus pies eran pies derechos», esto es, que los pies estaban juntos al punto que parecían ser uno solo (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 10(B), Talmud Jerosolimitano Tratado de Berajot 1:1, Maharal Netiv Haavodá 6).

Se deben unir los pies en toda su longitud para que se vean lo más posible como un solo pie y no como hacen algunas personas que unen solamente los talones (Shulján Aruj 95:1, Talmidei Rabenu Ioná). A posteriori, si alguien rezó con los pies separados igualmente cumplió con su deber (Mishná Berurá 1, Kaf HaJaím 2).

Una persona enferma que no puede ponerse de pie habrá de rezar sentada, si tampoco puede permanecer sentada lo hará acostada. Sin embargo, según la opinión de algunos juristas, si antes de concluir el rezo se siente mejor, deberá volver a pararse para rezar pues estar de pie es el aspecto principal del precepto de rezar (Shulján Aruj 94:9). De todas maneras, los sabios de las últimas generaciones coinciden en cuanto a que quien reza sentado o acostado cumple a posteriori con su deber y aunque luego se sienta mejor no debe volver a rezar de pie (Mishná Berurá 94:27, Kaf HaJaím 34).

Quien se ve en la necesidad de rezar sentado o acostado, deberá intentar unir sus pies y contraerse un poco en los pasajes que requieren cierta inclinación. En el caso de quien está sobre una silla de ruedas, al finalizar el rezo que retroceda con esta la distancia equivalente a los tres pasos finales con los que la persona se despide de la plegaria (ver adelante halajá16).

05. La postura del cuerpo y las manos.

Quien reza debe inclinar un poco su cabeza de modo tal que sus ojos apunten hacia abajo en señal de humildad, y así pueda imaginar que se encuentra en el sagrado Templo de Jerusalém y dirigir su corazón al cielo (Talmud Babilonio Tratado de Ievamot 105(B), Shulján Aruj 95:2).

Los cabalistas elogiaron a quien reza con los ojos cerrados, pero de todas maneras quien reza mirando el Sidur, a priori actúa correctamente. Muchos de los sabios de las últimas generaciones recomendaron rezar mirando el Sidur, ya que de esa manera es más fácil concentrarse (Mishná Berurá 95:5, Kaf HaJaím 9:10, ver Beur Halajá en el párrafo que inicia con las palabras המאמ»ר).

Respecto de la postura de las manos, el Rambám indicó (Hiljot Tefilá 5:4) colocar las manos cruzadas sobre el corazón, derecha sobre izquierda, con temor y reverencia, cual siervo delante de su amo. El Shulján Aruj (95:3) y Kavanot Haarí (Kaf HaJaím 95:12) indicaron lo mismo. Muchos son de la idea de que la postura de las manos depende de la costumbre del lugar, siendo que donde vivía el Rambám esta era la postura habitual para presentarse ante reyes o visires, empero en otros lares la costumbre era diferente. Por ejemplo, en los países europeos acostumbraban a pararse de brazos cruzados y en los países árabes con las manos tras la espalda, en señal de que no disponen de sus manos, a menos de no mediar el permiso de la persona que se encuentra en frente (Maharí Abuhav, traído por el Beit Iosef, Mishná Berurá 95:6). Según esto, en nuestros días, además de la postura indicada por Rambám, el orante  se puede parar con los brazos pegados a ambos lados del cuerpo o apoyados sobre el «Stender«, cercanas al Sidur ya que todas estas posturas se consideran respetuosas. Empero no se habrá de rezar con las manos en los bolsillos o sobre las caderas, pues esta no es la forma apropiada de pararse ante personas importantes.

Muchos acostumbran a balancearse durante el rezo. Rabí Moshe Iserles (Ramá) escribió (Oraj Jaím 48, Mishná Berurá 95:7) que así se debe actuar a priori a los efectos de manifestar la emoción y el temblor que deben apoderarse del orante y para que de esta forma todo el cuerpo participe del rezo, tal como dice el versículo (Salmos 35:10): «Todos mis huesos dirán: Oh Eterno, quién es como Tú». Por su parte, Rabí Ieshaiahu Horowitz (Shlá) escribió que el orante no se debe balancear durante el rezo, sino que por el contrario debe recitar la Amidá sin moverse pues esto facilita la concentración. Además, considera que no es respetuoso pararse y balancearse. Si alguien se presenta ante un rey de carne y hueso y comienza a balancearse será inmediatamente retirado de la corte, por lo que esta práctica tampoco se debe aplicar al rezo. Según el Rav Horowitz, balancearse es correcto durante el estudio de la Torá o mientras se recitan alabanzas, mas durante la Amidá, en la que nos paramos delante del Rey y se trata de una plegaria profunda eíntima, no corresponde balancearse en lo más mínimo. Solo los labios deben moverse (Shlá- Masejet Tamid Ner Mitzvá). Dado que cada tradición o usanza tiene en qué apoyarse, que cada quien rece de la manera que mejor facilite su concentración. Especialmente en el caso de quien se acostumbró a balancearse, como se trata de una práctica común, le resultará muy difícil concentrarse en la inmovilidad (Maguén Abraham, Mishná Berurá 48:5, Kaf HaJaím 48:7-9).

06. Las inclinaciones durante el rezo.

Los sabios establecieron que debemos inclinarnos en cinco lugares del rezo, primeramente en el inicio y finalización de la bendición de los patriarcas («Maguén Abraham«), al inicio y final de la bendición del agradecimiento («Modim«) y al finalizar el rezo cuando se retroceden los tres pasos. Nuestros sabios instituyeron inclinarse en estas dos bendiciones pues son las más importantes y aquellas en las que resulta más necesario concentrarse (ver Shulján Aruj 101:1, Mishná Berurá 3). Quien se inclina al principio o final de otras bendiciones se le enseña a no hacerlo para no quitarle sentido al decreto de los sabios y no parecer como quien se jacta de ser más pío que los demás orantes. Sin embargo, en el medio de cada una de las bendiciones, está permitido inclinarse (Shulján Aruj 113(A), Mishná Berurá 2).

El orante se debe inclinar al recitar el inicio de la bendición, «Baruj Atá«, y se debe enderezar al pronunciar el Nombre de D´s. En la bendición de «Modim» se debe inclinar al recitar «Modim Anajnu Laj» y enderezar al pronunciar el Nombre de D´s (Shulján Aruj 113:7, Mishná Berurá 12. Respecto de la inclinación al final del rezo ver adelante halajá 13).

La inclinación debe ser tal que todas las vértebras de la columna vertebral sobresalgan en la espalda del orante. Se debe inclinar también la cabeza y la espalda hasta que lleguen a la altura que está entre su corazón y sus caderas, más no inclinará su cabeza hasta la de su cinturón pues se vería jactancioso. Un anciano o un enfermo a quienes les resulta difícil inclinarse, habrán de inclinar sus cabezas en la medida de lo posible (Shulján Aruj 113:5). La inclinación debe ser rápida para mostrar así disposición y diligencia ante D´s mientras que al incorporarse el enderezamiento debe ser lento, mostrando así voluntad de permanecer inclinado (Shulján Aruj 113:6).

Hay dos costumbres respecto de la manera de inclinarse, según la usanza ashkenazí, al decir «Baruj» se flexionan las rodillas y al decir «Atá» la persona se inclina hasta que sobresalen todas las vértebras de la espalda. En «Modim«, que no se dice primeramente «Baruj«, hay que inclinar la espalda sin flexionar primeramente las rodillas (Mishná Berurá 113:12, ver Kitzur Shulján Aruj 18:1).

La usanza sefaradí se basa en las enseñanzas del Arí z´´l, según la cual la inclinación debe proceder en dos etapas: en la primera inclinando el cuerpo (sin flexionar las rodillas) y luego la cabeza, e igualmente  al enderezarse, primero el cuerpo y luego la cabeza (Kaf HaJaím 113:21).

07. El rezo en silencio.

Del modo en cómo rezó Janá en Shiló, procurando ser respondida por HaShem y concebir un hijo, aprendemos varias halajot generales. Su rezo fue aceptado y pudo dar a luz a Shmuel, que sería el mayor de los profetas después de Moshé Rabenu de bendita memoria. Respecto de su plegaria leemos (Shmuel-Samuel I 1:13): «Jana hablaba con su corazón. Sus labios apenas se movían mas su voz no podía oírse». Nuestros sabios dedujeron de ello (Talmud babilonio Tratado de Berajot31(A)) que «hablaba con su corazón» implica que quien reza debe concentrarse, «sus labios apenas se movían» implica que al rezar se deben mover los labios, «su voz no podía oírse» implica que no se puede levantar la voz durante la plegaria.

La Amidá tiene por cometido expresar ante D´s las aspiraciones más profundas del alma, por lo que no corresponde recitarla en voz alta y hacerla pública. Por otra parte, no se cumple con el deber de rezar pensando la plegaria únicamente, pues toda buena intención necesita tener una expresión concreta en este mundo para poder manifestarse y corregir el universo. Por lo tanto, incluso el precepto de rezar, que es el más interior y sutil de todos, precisa tener algún tipo de manifestación mediante la pronunciación de las palabras moviendo los labios.

Existen diferentes usanzas respecto de cómo rezar en silencio. Según la opinión de la mayoría de los juristas y algunos de los cabalistas, la plegaria debe ser audible únicamente al oído del orante (Shulján Aruj 101:2, Mishná Berurá 5-6). En opinión de la mayoría de los cabalistas, el rezo es tan profundo e interior que no debe ser audible siquiera al oído del orante, sino que simplemente los labios deben pronunciar las palabras (Kaf HaJaím 101:8). Es correcto que cada persona se conduzca conforme a la tradición de sus padres o de la manera que le permita una mejor concentración.

A posteriori, si la persona hizo oír su voz durante el rezo cumplió con su deber. Por lo tanto, si a alguien le cuesta concentrarse en absoluto silencio, de estar rezando solo, puede hacerlo en voz alta. Empero si está en un servicio público no habrá de hacerlo para no molestar a los demás (Shulján Aruj 101:2). Es mejor rezar con «Minián» en voz baja aunque el orante se concentre menos, pues la plegaria pública es mejor aceptada (Mishná Berurá 101:8).

En las demás secciones del servicio tales como las bendiciones del recitado del «Shemá» o los cánticos de alabanza, que no son tan interiores como la «Amidá«, todos los juristas coinciden que la plegaria pronunciada por el orante debe ser audible a sus oídos. El primer versículo del recitado del «Shemá» se acostumbra a pronunciarlo en voz alta para reforzar la concentración (Shulján Aruj 61:4). Asimismo se debe responder «Amén» y «Baruj Hú UBaruj Shemó» en voz alta. Principalmente, es importante responder en voz alta al Kadish (Shulján Aruj 56:1).

08. En cualquier idioma.

Según la halajá se puede rezar con la traducción hecha a lenguas extranjeras (Talmud Babilonio Tratado de Sotá 32(A)), empero el precepto se cumple con excelencia al rezar en hebreo que es la lengua sagrada, lengua en la que  los sabios de la Gran Asamblea redactaron las plegarias y aquella con la que D´s creó el mundo (ver arriba 15:9, esa es la halajá para el recitado del Shemá).

Según el Rif (Rabí Itzjak Alfasi) solamente quien reza con «Minián» puede hacerlo en una lengua extranjera, ya que la congregación hace que la Divina Presencia esté presente y por lo tanto, la plegaria es aceptada aunque sea recitada en ese idioma. Empero en el caso de quien reza solo, su rezo en otro idioma no es aceptado. De todas maneras, la opinión mayoritaria de los juristas es como la del Rosh (Rabenu Asher Ben Iejiel) quien considera que se puede rezar sin «Minián» en toda lengua extranjera salvo el arameo y así se sentenció finalmente la halajá (Shulján Aruj 101:4, según la regla de que la halajá es de acuerdo a la última opinión, Mishná Berurá 18).

Otra ventaja de rezar en hebreo radica en que aunque el orante no entienda lo que dice, mientras comprenda el primer versículo del «Shemá» y la primera bendición de la «Amidá«, cumple con su deber. Al rezar en otro idioma, sólo quien comprende todo el rezo cumple con su deber (Mishná Berurá 101:14, 124:2, ver arriba 1:10).

En la práctica, quien no entiende hebreo puede escoger en qué idioma rezar, por una parte es ventajoso hacerlo en el idioma que se entiende y en el cual se puede uno concentrar mejor. Por otra parte, si se reza en hebreo se tiene el mérito de elevar la plegaria en la lengua sagrada (ver Beur Halajá 101:4, Kaf HaJaím 16).

El permiso para rezar en lenguas extranjeras fue una medida temporal para atender las necesidades de quienes no entienden hebreo. Empero está prohibido organizar un servicio público que rece siempre en lenguas foráneas. Este fue uno de los errores de los reformistas, que tradujeron el rezo al alemán e hicieron que sus hijos olviden el idioma sagrado, abriendo así una puerta demasiado amplia para el abandono del judaísmo y la asimilación (Jatam Sofer Oraj Jaím 84:86, Mishná Berurá 101:13, Sridei Esh 1:9 prohíbe inclusive entonar un himno o cántico en lengua extranjera).

09. La concentración- intención.

Quien reza debe estar concentrado, esto es, estar consciente de lo que dice y procurar no distraerse con otras cuestiones durante la plegaria. Si a la persona lo abordan pensamientos extraños habrá de quitarlos de sobre sí y volver a rezar. Aunque no logre estar concentrado en cada palabra, por lo menos deberá esmerarse en hacerlo en el final de cada bendición. Quien no puede mantenerse concentrado en todas las bendiciones, que se esmere en hacerlo en la bendición de los patriarcas (Maguén Abraham) y en la de «Modim» que son aquellas en las que nos tenemos que inclinar a su inicio y a su final. El mínimo que se exige es, que la persona se concentre en la bendición de los patriarcas que es la primera de la Amidá.

Quien rezó y no estuvo concentrado en la primera bendición, la base de la ley indica que debe volver a rezar, pues la ausencia de concentración en esta es un impedimento para el cumplimiento del precepto de orar. Sin embargo, en virtud del deterioro de las generaciones y la pérdida de capacidad de concentración, los sabios de las últimas generaciones sentenciaron que en caso de no haberse logrado la concentración no se vuelva a rezar, pues se teme que tampoco en la segunda vez ésta sea obtenida y la repetición sea inútil (Ramá 101:1, Kaf HaJaím 4).

Quien está por finalizar la bendición de los patriarcas y se da cuenta que no estaba concentrado, mientras no haya recitado el Nombre de D´s en el cierre, que vuelva a «Eloh-ei Abraham» y se concentre (Mishná Berurá 101:4 citando al Jaiei Adam). Si pronunció el Nombre de D´s, que finalice la bendición concentrado y bien hará si vuelve a pensar en dicha bendición con una mayor concentración, ya que según Rambám el pensamiento se considera como  las palabras pronunciadas. Si ya pasó a la segunda bendición y recitó «Atá Guibor«, que continúe con su rezo y procure concentrarse más en las bendiciones siguientes y especialmente en la de «Modim«.

10. El orden de las bendiciones en la Amidá («Shmoné Esré»)

La Amidá o «Shmoné Esré» se divide en tres partes: alabanzas, pedidos y agradecimiento. En las tres primeras bendiciones nos asemejamos a un siervo que elogia a su amo, en las del medio a un siervo que eleva pedidos a su amo y en las tres últimas a un siervo que recibió un premio de parte de su amo y se retira (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 34(A)).

Esto lo aprendemos de la plegaria de Moshé, que comenzó con alabanzas y luego pasó a suplicar y pedir (ídem 32(A), ver arriba 14:1, en las halajot de los cánticos de alabanza). De no estar precedido por un prólogo de elogios y alabanzas, se teme que nuestro rezo se asemeje al ritual pagano que lo único que procura es manipular mágicamente las fuerzas superiores del universo para su provecho. Empero nosotros, mediante nuestra plegaria procuramos servir  a D´s y apegarnos a Él, por lo que Le pedimos que nos brinde bendición y fuerzas para cumplir con la Torá y sus preceptos en completitud y revelar así Su Gran Nombre en el mundo. Por lo tanto, primeramente debemos saber ante Quién nos paramos a rezar, ante el Dios grande, poderoso y temible, que otorga la vida y revive a los muertos, El D´s Santo. Siendo conscientes de esto, podremos pedir para nosotros y para la generalidad del pueblo de Israel con pureza de corazón e intención.

En la sección del medio, la de los pedidos, se manifiestan todas las aspiraciones del pueblo de Israel. Estas no son pedidos que procuran satisfacer las necesidades particulares y específicas del orante, sino que tienen como meta que se manifieste la gloria de Hashem en el mundo. De esta manera se entiende que los pedidos personales sobre la salud y el sustento económico tienen como propósito que podamos también nosotros participar de la corrección del mundo. Esto son los trece temas sobre los cuales pedimos: sabiduría, retorno o arrepentimiento, perdón divino, redención, salud, sustento económico, reunión de las diásporas, reinstauración de la justicia judía, erradicación de nuestros enemigos, bendición para los justos, reconstrucción de Jerusalém, la reinstauración de la dinastía davídica y finalmente que D´s escuche nuestras plegarias.

Tras los trece pedidos, concluimos con tres bendiciones generales en cuyo centro está la bendición de agradecimiento por nuestra vida y todas las bondades que D´s nos prodiga. Junto a esta tenemos otras dos bendiciones, una anterior en la que oramos por la reinstauración del servicio en el Templo de Jerusalém y otra posterior en la que rezamos por la paz, ya que ésta es el recipiente que sostiene a todas las demás bendiciones.

Es pertinente aclarar aquí que en el rezo de la «Amidá» o «Shmoné Esré» (en hebreo «dieciocho») hay diecinueve bendiciones. En un inicio, cuando los sabios de la Gran Asamblea lo instauraron, este rezo poseía dieciocho bendiciones. Más adelante, ante la profusión de delatores a causa del ascenso del cristianismo que predicaba el odio a los judíos, los sabios instituyeron una bendición suplementaria que pide por la salvación de nuestro pueblo de manos de estos perseguidores- «minín umalshiním».

11. Pedidos personales en el rezo.

Los sabios de la Gran Asamblea, en su inmensa sabiduría y espíritu de santidad, incluyeron en la versión original del rezo todas las aspiraciones ideales del pueblo de Israel. Cada palabra fue escogida con sumo cuidado y gran exactitud hasta elaborar una versión perfecta, por medio de la cual toda alma judía puede expresarse ante su Creador del modo más excelso.

Sin embargo, si una persona quiere agregar pedidos propios en las trece bendiciones intermedias puede hacerlo. Empero, en las tres primeras bendiciones que buscan alabar a D´s y las tres últimas que están destinadas a agradecerle no se pueden incluir pedidos personales, para que no se desvirtúe su carácter general y colectivo (Shulján Aruj 112:1, 119:1).

Los pedidos personales que se adicionan a las bendiciones del medio deben ser relativos al tema general de las mismas. Por ejemplo, si hay un enfermo en la casa, se puede pedir por su recuperación en la bendición de «Refaenu«. Si se necesita más sustento, se pide en la bendición siguiente «Mevarej Hashanim«. Quien quiere que un pariente venga a vivir a Israel, que pida en la bendición por la reunión de las diásporas. La bendición número dieciséis y última de los pedidos, «Shomea Tefilá«, es singular en cuanto a que en esta se pueden elevar todo tipo de pedidos ya que como cierra la sección de los pedidos los incluye a todos. Quien tenga un pedido particular diferente que comience esta bendición según su formato original y antes de finalizarla, que formule su petición.

No solamente está permitido agregar peticiones particulares y personales al rezo sino que en opinión de muchos juristas esto es deseable, pues los pedidos individuales que son expresados en el lenguaje propio de la persona provienen desde lo más hondo de su corazón y despiertan vivamente la concentración y la intención. Empero no conviene extenderse demasiado en los pedidos personales dentro del rezo y tampoco en la bendición número dieciséis en cuestión («Shomea Tefilá»), pues la Amidá fue redactada principalmente con las miras puestas en las necesidades colectivas y al abundar en pedidos particulares este carácter se pierde. Quien tiene un gran deseo de elevar numerosas peticiones personales puede hacerlo al finalizar las bendiciones de la Amidá, en la sección de los pedidos adicionales que inician con las palabras «Ihiú Leratzón Imrei Fí» etc. que no son parte orgánica del rezo pero sí están conectados a éste, pues el orante aún no retrocedió tres pasos y por lo tanto todavía se encuentra parado ante D´s (Shulján Aruj Oraj Jaím 119:2, Mishná Berurá 119:12).

Una persona debe especificar o detallar sus pedidos en el rezo. Por lo tanto si se pide por un enfermo, corresponde recordarlo por su nombre. A priori es bueno recordar al enfermo por su nombre y el de su padre o madre, pero si el mismo se encuentra a su lado, esto no es necesario, pues queda claro que está pidiendo por él (Mishná Berurá 119:2).

12. El final del rezo.

Finalizamos la parte más importante del rezo al recitar el versículo «Ihiú Leratzón Imrei Fí Veheguión Libí…» que se encuentra inmediatamente después de la bendición por la paz. Si el orante escuchó Kadish o Kedushá entre la última bendición y este versículo no habrá de responder, pues éste es aún parte integral del rezo (Shulján Aruj y Ramá 122:1).

Desde el inicio del párrafo que abre con las palabras «Eloh-ai Netzor» hasta el «Ihiú Leratzón» del final del mismo, se puede responder «Amén» al Kadish, la Kedushá, Barjú y Modim, ya que la parte principal del rezo ya terminó. Empero, por cuanto que éste aún no terminó por completo, el status del orante se asemeja al de quien se encuentra en medio de las bendiciones del recitado del Shemá, que no puede responder Amén por bendiciones y demás (Shulján Aruj ahí, ver arriba 16:5).

Tal como aprendimos, este es el momento apropiado para extenderse en súplicas y pedidos personales. La tradición indica que cuando Rabí Akiva rezaba solo, se extendía mucho en las súplicas posteriores al rezo (ver Talmud Babilonio Tratado de Berajot 31(A)).

Una vez finalizadas las súplicas se recita nuevamente «Ihiú Leratzón» y se retroceden tres pasos. Quien no pueda retroceder pues hay alguien atrás suyo que todavía está rezando, como ya concluyó con las súplicas posteriores al rezo, puede responder en voz alta a cualquier cuestión relacionada con la santidad, incluso «Baruj Hú UBaruj Shemó«. Asimismo, esta persona puede continuar con las secciones posteriores del servicio como ser «Ashrei» y «Aleinu Leshabeaj«, recitar salmos o estudiar (ver adelante fin de halajá 20).

13. Los tres pasos hacia atrás.

Tras finalizar el rezo hay que inclinarse hasta que todas las vértebras de la columna vertebral sobresalgan y en esa postura retroceder tres pasos. Luego, mientras se está inclinado se gira levemente a la izquierda y se dice «Osé Shalom Bimromav«, luego se gira levemente a la derecha y se dice «Hú Iaasé Shalom Aleinu«, luego aún inclinado se orienta hacia adelante y se dice «Veal Kol Israel Veimrú Amén» y luego se endereza. Muchos acostumbran a decir después «Iehí Ratzón» para la pronta reconstrucción del Templo, pues el rezo sustituye la ofrenda diaria permanente que allí se sacrificaba y entonces pedimos poder nuevamente realizarlo como antaño (Shulján Aruj Ramá 123:1).

Nuestros sabios dijeron que quien no concluye su rezo correctamente, esto es, retrocediendo tres pasos y recitando «Osé Shalom«, merecería no haber  rezado (Talmud Babilonio Iomá 53(B)). Esto se debe a que si no se retira de modo correcto significa que no entendió cabalmente que estuvo parado ante el Rey de Reyes, El Santo Bendito Sea y por lo tanto faltó el respeto a la plegaria.

Al retroceder se debe levantar primeramente el pie izquierdo que es el débil y de esa manera demuestra que le es difícil separarse del rezo. Cada paso debe ser de la longitud del pie, tal que quede el dedo gordo de un pie junto al talón del otro. Este es el orden de los pasos a dar: primero se da un paso corto hacia atrás con el pie izquierdo, tal que quede detrás del pie derecho. Luego, con el pie derecho se da un paso más largo hacia atrás tal que el pie derecho quede detrás del izquierdo. Para finalizar, se da un paso corto hacia atrás con el pie izquierdo tal que ambos pies queden en la misma línea. Con los pies juntos y a la misma altura comenzará a recitar «Osé Shalom«.

Es importante no dar pasos menores que «dedo gordo con talón» pues hay opiniones que sostienen que menos que eso no se consideran pasos (Maguén Abraham). Si el orante no tiene espacio para dar tres pasos hacia atrás, podrá hacerlo hacia los costados, tal que cada paso pueda ser de la longitud de dedo gordo (de un pie) con el talón (del otro) (Aruj Hashulján 123:5). En caso de necesidad o premura, si no hay espacio para retroceder o ir hacia los costados, se puede confiar en la opinión de aquellos que sostienen que los pasos pueden ser más pequeños. Empero, estos no serán menos de tres, pues por su intermedio el orante se separa o se despide de su presencia ante el Rey (Bait Jadash, ver Mishná Berurá 123:14). Asimismo es conveniente que los pasos no sean demasiado largos para que no parezca que desea alejarse del Rey (Ramá 123:3, ver Mishná Berurá 16).

14. Hasta cuándo mantenerse de pie en el sitio al cual se retrocedió.

Una vez que el orante retrocedió tres pasos se mantendrá de pie en esa posición y no volverá de inmediato a su lugar de rezo. Si volvió de inmediato se asemeja al perro que vuelve al sitio de su vómito (Talmud Babilonio Tratado de Iomá 53(A)). Esto se debe a que si al terminar de rezar vuelve y permanece  inactivo en el sitio donde rezaba, significa que no entendió que hasta hace unos instantes estaba parado ante el Rey y que con los pasos hacia atrás se separó o despidió de Él. Hay quienes, en el error, además de volver de inmediato al sitio donde rezaban, se elevan un poco como durante la Kedushá, careciendo esta conducta de todo sentido.

A priori, hay que quedarse en el sitio al que se retrocedió hasta que el oficiante, en la repetición, llegue a la Kedushá o por lo menos hasta que este comience la repetición de la Amidá (Shulján Aruj 123:2). Según la opinión mayoritaria de los juristas no es necesario mantenerse con los pies juntos una vez que se termina de recitar «Osé Shalom» (Mishná Berurá 123:6, Beur Halajá y Shaar Hatziún allí). Hay otros juristas que consideran que es bueno quedarse con los pies juntos hasta que se vuelva a avanzar al sitio original de rezo (Kitzur Shulján Aruj 18:13, en Kaf HaJaím 123:11 se mencionan las dos opiniones).

También para el caso de quien reza solo, es bueno que no retorne de inmediato al sitio de rezo, sino que espere en el lugar al cual retrocedió el tiempo que le llevaría al oficiante llegar a la Kedushá en la repetición, unos  treinta segundos aproximadamente. En caso de premura, que el orante espere el tiempo que demora andar cuatro codos y luego que retorne a su sitio inicial (Mishná Berurá 123:11, Kaf HaJaím 20). En el caso del  oficiante que tiene que comenzar la repetición de la Amidá, puede a priori esperar en el sitio al cual retrocedió únicamente el tiempo que lleva andar cuatro codos y acto seguido retornar a su sitio original para poder comenzar (Ramá 123:2). Asimismo, quien precisa rezar dos veces para completar un rezo anterior perdido, es decir, que olvidó de rezar o tuvo un impedimento en hacerlo («Tashlumim«) habrá de esperar el tiempo que demora andar cuatro codos y podrá volver a rezar (Mishná Berurá 123:11).

Al finalizar la repetición del oficiante, este no precisa retroceder tres pasos pues la conclusión de su rezo es con el Kadish Titkabal que recita acto seguido, en el cual pide a D´s que las plegarias hayan sido aceptadas. Al concluir este Kadish, debe recitar el versículo «Osé Shalom» mientras retrocede tres pasos (Shulján Aruj 123:5). Si bien en el servicio de Shajarit antes del Kadish Titkabal se recitan el Tajanún, Ashrei y Ubá Letzión, los lunes y los jueves se lee la Torá, la despedida o conclusión de la repetición del oficiante tiene lugar con el Kadish Titkabal posterior a Ubá Letzión. Por lo  tanto el oficiante debe tener cuidado en no hablar entre el final de la repetición de la Amidá y este Kadish (Mishná Berurá 123:18).

 

15. ¿Cuándo está permitido interrumpir durante la Amidá?

Cuando una persona está parada orando ante el Creador, tiene prohibido hablar de otra cosa simultáneamente (ver adelante 18:1). Inclusive, está prohibido interrumpir caminando o mediante insinuación o gestos. Esto es algo obvio por cuanto que esta misma persona delante de un rey de carne y hueso, se mantendría firme y temblorosa y cuidándose de no distraerse, entonces con mucha más razón habrá de hacerlo al presentarse ante el Rey de reyes.

Aunque el rey de Israel salude a una persona durante la Amidá, ésta no le ha de responder. Sin embargo, si se trata de un monarca gentil que puede llegar a poner en riesgo la vida del orante le habla durante el rezo, habrá de detenerse, por cuanto que salvar la vida antecede al precepto de rezar (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 30(B)). Si una serpiente no venenosa se enrolla en el talón de la persona mientras esta reza, no habrá de interrumpir la oración; empero, si se trata de un escorpión o una serpiente que muy probablemente sean venenosos, habrá de pedir ayuda pues la duda por peligro inminente de vida antecede al deber de rezar (ídem 33(A), Shulján Aruj Oraj Jaím 104:1-4).

El caminar no se considera una interrupción significativa, por lo que si se le dificulta la concentración en el sitio donde comenzó a rezar, se puede trasladar a otra parte. Por ejemplo, si una serpiente no venenosa se le acerca y esto le afecta la concentración, aunque no se presente peligro a la vida de la persona, esta podrá ir a otra parte para seguir rezando sin distracción (Mishná Berurá 104:10). Asimismo, si alrededor de quien reza se encuentran personas o niños que hablan en demasía y esto impide su concentración, si puede hacerles una seña para que se callen y esto da resultado, es lo mejor, pues la seña es considerada una interrupción muy leve. Empero si no le hacen caso, lo mejor es ir a otra parte y continuar allí el rezo. De la misma forma, en el caso de un rabino al cual se lo espera a que concluya su rezo  y esto le afecta la concentración puede señalar al oficiante que comience la repetición de la Amidá (Mishná Berurá 104:1).

Así también, si su propio hijo comenzó a molestar en medio del rezo al punto que las demás personas no logran concentrarse en su oración, le debe hacer señas para que salga y si no entiende lo debe retirar de la sinagoga sin hablar para volver y continuar con el rezo.

Si durante el rezo a una persona le sucede un percance que de no resolverlo de inmediato puede sufrir una pérdida económica, no habrá de interrumpir (Mishná Berurá 104:2, Kaf HaJaím 6). Empero si este percance lo perturba al grado de no permitirle la concentración, podrá interrumpir para repararlo.

Si un libro de rezos (Sidur) se cae al suelo y la persona en cuestión no logra concentrarse mientras nadie lo levanta, que finalice la bendición en la que se encuentra y que vaya a recogerlo. En caso de que una persona comience a rezar de memoria y se confunda no pudiendo continuar, podrá ir a tomar un Sidur y seguir con su plegaria (Mishná Berurá 96:7). Si en medio del rezo a la persona le entra una duda sobre una regla que puede justificar una suspensión del mismo, como por ejemplo si se olvidó de recitar algo y no sabe qué hacer, puede ir a consultar un libro que lo saque de duda. Si no sabe buscar solo en el libro, hay quienes opinan que podrá interrumpir para preguntar verbalmente qué hacer (Mishná Berurá 104:2). En caso de que el teléfono suene en medio del rezo habrá de continuar con su oración y en caso de que no logre concentrarse podrá ir a desconectar la línea y retomar su oración.

En caso de que el talit se caiga en medio del rezo, si todavía parte de éste está sobre él, puede acomodarlo. Empero si se le cayó por completo no puede volver a envolverse con él pues esta acción es considerada como una interrupción (Shulján Aruj 97:4). En caso de que la falta de su talit le moleste al grado de que le impida concentrarse, entonces podrá volver a revestirse con él al finalizar la bendición en la que se encuentra (Mishná Berurá 97:16). Una persona que vio que el talit se le cayó a alguien que está rezando puede colocárselo nuevamente (Kaf HaJaím 27).

Quien se encuentra rezando y escucha Kadish o Kedushá no puede responder. Sin embargo puede mantenerse callado y concentrarse en lo que el oficiante recita  y se le considera como si él mismo lo hubiese dicho. Si la interrupción de su propio rezo le impide concentrarse, es mejor que siga rezando normalmente.

16. ¿Qué debe hacer el viajero cuando llega el momento de rezar?

Quien viaja en un automóvil y llega la hora de rezar, si se trata del conductor, no puede orar mientras conduce porque no puede concentrarse debidamente e inclusive hay temor a que su vida corra peligro. Por lo tanto, debe detener el vehículo a un costado del camino y pararse a rezar.

En cambio, si el que conduce es otro y ambos tienen prisa por llegar, podrá rezar sentado mientras viaja. Esto se debe a que si se detienen para rezar de pie estará apurado por terminar y no podrá concentrarse debidamente. Por lo tanto, es preferible rezar la Amidá sentado pues ya vimos (halajá 4) que a posteriori, quien reza sentado cumple con su deber.

Aunque una persona rece sentada debe juntar sus pies (Mishná Berurá 95:2) y debe intentar orientar su rostro hacia Jerusalém (Mishná Berurá 94:15). Además, en los sitios en los que nuestros sabios indicaron que hay que reverenciar, que intente incorporarse un poco e inclinarse según sus  posibilidades (Shulján Aruj 95:4, Aruj Hashulján 18).

Quien viaja en autobús o en tren y por ende dispone de más espacio, de ser posible es bueno que se pare si esto le permite concentrarse adecuadamente. En caso de que ponerse de pie le dificulte la concentración, que se siente con los pies juntos, que se pare para inclinarse y que se vuelva a sentar. Al finalizar su rezo que se ponga de pie y de los tres pasos hacia atrás (ver Shulján Aruj 94:5).

En caso de que viaje en ómnibus un largo recorrido nocturno y sabe que al llegar a destino le quedará tiempo para rezar Arvit, que lo haga al arribar (Mishná Berurá 89:42). Empero, si sabe que luego de completar el trayecto no podrá concentrarse como corresponde porque estará demasiado cansado y querrá terminar su plegaria rápidamente, puede rezar mientras viaja (según Shulján Aruj Harav 94:5).

El permiso para rezar sentado y solo es para ocasiones especiales, en el marco de un viaje no rutinario o en caso de fuerza mayor. Empero quien viaja a diario a su trabajo, aunque se le dificulte encontrar cuándo rezar de pie, mientras no se encuentre en circunstancia de fuerza mayor, no podrá rezar regularmente sentado. En autobuses que fueron especialmente acondicionados para permitir el rezo de pie y con «Minián«, se puede rezar regularmente. Empero a priori se debe rezar en una sinagoga normal. Si se trata de personas que tienen prisa por llegar a su lugar de trabajo y saben que si rezan en una sinagoga común lo harán apurados y en el autobús podrán rezar con calma, mejor que recen en este último.

17. No sentarse junto («cuatro codos») a quien reza.

En virtud de la importancia y santidad del rezo de Amidá, nuestros sabios prohibieron sentarse en la proximidad de quien reza (es decir en las cuatro «amot» que son unos dos metros cuadrados), ya que quien se halla en la Amidá, es como quien se encuentra ante la Presencia de D´s y todo aquel que lo hace por ocio deja entrever como que se niega a aceptar sobre sí el Yugo Celestial, de modo que falta el respeto a la sinagoga o recinto de oraciones.

En cambio, quien se encuentra recitando cualquier sección del servicio puede tomar asiento junto a quien se encuentra en medio de la Amidá ya que al estar rezando no se ve como quien se niega a aceptar el Yugo Celestial. Hay quienes opinan que también puede sentarse quien está estudiando Torá. En caso de necesidad, si por ejemplo la persona en cuestión no puede mantenerse de pie mientras estudia, podrá sentarse junto a quien reza la Amidá (Shulján Aruj 102:1, Mishná Berurá 6).

Quien se sentó antes de que la otra persona comience a rezar la Amidá junto a él, aunque no rece o estudie podrá permanecer allí sentado ya que no se trata de una falta de respeto a la plegaria. En este caso, el error es de quien comenzó a rezar la Amidá a menos de cuatro codos de quien estaba sentado. De todas maneras, sería piadoso por parte de quien está sentado, honrar el rezo y ponerse de pie, o por lo menos estudiar o recitar salmos (Shulján Aruj Ramá 102:3).

Una persona débil, aunque no esté rezando puede sentarse a menos de  cuatro codos de quien reza, ya que todos saben que lo hace en virtud de su debilidad, por lo que no representa una afrenta (Shulján Aruj 102:2). En Iom Kipur casi todos son considerados débiles por causa del ayuno y pueden permanecer sentados junto  a quien está rezando (Beit Baruj 26:9).

Hay quienes son más estrictos y consideran que exactamente frente a quien reza no se puede estar sentado aunque sea a una distancia superior a los cuatro codos pues parece que quien reza se estaría reverenciando ante éste. Por lo tanto aunque estuviese recitando el «Shemá» y se sentó antes de que la otra persona comenzar a rezar la Amidá debe ponerse de pie. A priori, es bueno conducirse según esta opinión (Shulján Aruj 102:1, Mishná Berurá 9, Kaf HaJaím 10).

Cuatro codos equivalen aproximadamente a dos metros. Para ser más exactos: el codo equivale a la longitud del antebrazo promedio, esto es unos cuarenta y cinco centímetros y por lo tanto, cuatro codos son aproximadamente un metro ochenta (para revisar la medida actualizada, ver Peninei Halajá Shabat 30:1). De todas maneras no es necesario medir la exacta distancia de quien reza en centímetros, sino que cada quien debe calcular según su percepción intuitiva.

18. Está prohibido pasar delante de quien reza.

Está prohibido pasar delante de quien reza a una distancia de cuatro codos o menor pues se lo puede distraer. Hay quienes sostienen que la razón de la prohibición radica en el hecho de que quien reza está de pie ante la Divina Presencia, por lo que quien pasa delante suyo zahiere el honor de la misma.

Los juristas debatieron respecto de por dónde exactamente está prohibido pasar. Según el libro Eliahu Rabá está prohibido pasar únicamente frente a quien reza pues solo quien pasa por allí molesta al orante. El ancho promedio de una persona es algo así como medio metro, por lo tanto no se debe pasar por el medio metro que se encuentra exactamente frente al rostro de quien reza y hasta una distancia de cuatro codos (dos metros) del mismo. Según la opinión del Maguén Abraham, no se puede pasar por todo el espectro de quien se halla rezando, ya que al divisarlo  dentro de una distancia de cuatro codos, puede distraer su atención.

Está prohibido pasar delante de quien reza 1
Está prohibido pasar delante de quien reza 1

Ambos sabios debatieron otros puntos. Según Eliahu Rabá una persona puede pararse delante de quien reza a una distancia menor a los cuatro codos (esto es dentro de las cuatro «amot») y permanecer allí. Esto se debe a que solamente molesta quien cruza caminando dentro de los cuatro codos que se encuentran frente al rostro de quien reza. Empero si alguien llega por el costado y permanece de pie junto al orante no resulta tan molesto. En opinión del Maguén Abraham está prohibido ingresar a toda el área de cuatro codos delante de quien reza.

Está prohibido pasar delante de quien reza 2
Está prohibido pasar delante de quien reza 2

19. En la práctica.

A priori es correcto ser estricto conforme la opinión del Maguén Abraham, en cuanto a no pasar por todos los cuatro codos que se encuentran frente a quien reza. En caso de necesidad se puede ser más flexible y actuar según la opinión de Eliahu Rabá y pasar junto a quien reza o pararse frente a su rostro o frente a él.

En caso de gran necesidad o premura, si no hay alternativa, se puede inclusive pasar exactamente frente a quien reza, por ejemplo si es para completar «Minián«. Asimismo, quien va a dar una clase de Torá puede pasar delante de quien reza, al igual que el cohen que va camino a la tarima para la bendición sacerdotal. De la misma manera, quien teme perder su transporte si se demora, podrá pasar delante de quien reza.

Sin embargo, quien llegó levemente tarde al servicio y quiere rezar en su lugar fijo en la sinagoga, no podrá pasar delante de quien reza. En caso de que se trate de una sola persona que necesita pasar, podrá hacerlo por el costado basándose en la opinión de Eliahu Rabá. Empero, si a esos efectos necesita pasar por el costado de varias personas que rezan, no lo hará, pues casi con certeza habrá de distraer a algunas de éstas.

Quien reza en un pasillo no es obligación tomarlo en consideración por cuanto que a priori actuó incorrectamente y se paró a orar en un sitio equivocado. Por lo tanto, en caso de necesidad se puede pasar delante de él.

20. Quien termina de rezar.

Quien al concluir la Amidá se percata de que tiene una persona parada detrás suyo, si hay entre ambos cuatro codos y tres pasos más de distancia, de modo tal que al caminar hacia atrás no entra en el área contigua del otro, podrá hacerlo. Si está más cerca, no dará los pasos hacia atrás hasta que el otro concluya su rezo. Incluso si quien está parado atrás comenzó a rezar tarde y extiende mucho su plegaria, no se puede ingresar en su área de contigüidad. Tal como lo vimos anteriormente, los sabios de las últimas generaciones debatieron respecto de esta prohibición.

Según el Maguén Abraham, aunque quien reza por detrás de la persona, no esté parado exactamente atrás del que concluyó su rezo, siempre que los pasos ingresen en un radio de cuatro codos alrededor de quien reza atrás, se deberá esperar a que este último finalice sus plegarias. Según la opinión de Eliahu Rabá solo en caso de que una persona esté parada exactamente delante de la otra no se podrán dar los pasos para atrás, empero si el otro no está exactamente atrás sino oblicuo se podrá retroceder. A priori es bueno actuar como el Maguén Abraham y en caso de necesidad se puede ser más flexible de acuerdo con la opinión de Eliahu Rabá (Mishná Berurá 102:18-19). Si alguien está rezando exactamente detrás de otra persona que acaba de concluir y necesita dar los pasos hacia atrás, en caso de necesidad, éstos se pueden dar en diagonal pues hay quienes explican que de acuerdo con Eliahu Rabá siempre que al dar pasos hacia atrás, uno no se acerca a quien está detrás suyo, se puede retroceder (en nombre del Jazón Ish, citado en el libro Dalet Amot Shel Tefilá, pág. 50 y 363, ver en Ishei Israel 29:7, allí 32 comentario al pie de página 73).

Quien termina de rezar
Quien termina de rezar

Si entre la persona que debe retroceder y el que está atrás se encuentra una tercera que ya terminó de rezar, el de adelante puede dar los tres pasos hacia atrás ya que el segundo se interpone entre el primero y el tercero y aunque no haya aún retrocedido, el primero podrá retroceder en su dirección pues ya no está rezando.

Si hay necesidad, se puede flexibilizar también en caso de que entre quien precisa retroceder y el de atrás haya un tabique de por lo menos diez palmos (ochenta centímetros) de altura y cuatro palmos de ancho (treinta y dos centímetros). Quienes procuran una solución más flexible aún, pueden considerar a los bancos fijos de la sinagoga como tabique, por cuanto que tienen diez palmos de altura.

En el caso de quien no puede retroceder por causa de alguien que está rezando atrás de él, aunque todavía no concluyó formalmente el rezo puede responder «Amén», «Baruj Hú Baruj Shemó» y recitar todas las plegarias. Si llegó al «Tajanún» puede tomar asiento y recitarlo. Lo correcto es no sentarse exactamente delante del rostro de quien reza detrás. Luego se habrá de parar nuevamente en su sitio y cuando quien reza detrás concluye con su plegaria, el de adelante puede retroceder los tres pasos correspondientes y dirá «Osé Shalom…» (Mishná Berurá 122:4, ver 104:9. Ver arriba halajá 13).

21. Otras reglas en detalle.

Tal como vimos anteriormente, a priori es bueno actuar según la opinión más estricta del Maguén Abraham y no retroceder los tres pasos si esto implica entrar en los cuatro codos a la redonda del de atrás, aunque éste último no se encuentre exactamente detrás.

Empero, a veces la plegaria del que está atrás se ve perturbada porque al extenderse puede obstaculizar al de adelante contra su voluntad. Cuando el que espera para retroceder percibe la molestia en el de atrás, es mejor que proceda según la opinión de Eliahu Rabá y si no está exactamente frente al otro habrá de retroceder.

De esta manera, quien acostumbra a extenderse en sus oraciones puede pedirle al de adelante que no le espere para retroceder. En ese caso el de adelante tendrá permitido retroceder los tres pasos ni bien concluye su rezo. Quien reza exactamente delante, dará los pasos en diagonal.

Un oficiante que tiene tras de si alguien rezando y llega el momento de la repetición de la Amidá, habrá de actuar conforme a la opinión de Eliahu Rabá que sostiene que si no está exactamente frente a su rostro puede retroceder. Si el oficiante está exactamente delante del rostro de quien aún reza, que retroceda en diagonal y luego retorne a su sitio para recitar la repetición de la Amidá.

En términos generales, es bueno que la persona que reza extensamente se habitúe a no hacerlo atrás de su compañero para no molestarlo. Asimismo habrá de tener cuidado de no rezar atrás del oficiante o del rabino para no hacerlos esperar y por ende molestarlos (ver arriba 3 y 7, la prohibición de rezar detrás del rabino).

Así como está prohibido pasar delante de alguien que reza, tampoco se lo debe hacer delante del oficiante durante la repetición de la Amidá o antes de que éste recite Kadish (Kaf HaJaím 55:9).

Los sabios de las últimas generaciones debatieron respecto de si se aplica la misma normativa en el caso que se trate de un menor o un mayor de edad que reza, en cuanto a la prohibición de retroceder frente a éste o sentarse en un radio de cuatro codos mientras éste reza (ver libro Dalet Amot Shel Tefilá pág. 254-257). Dado que esta norma tiene origen en los sabios, la halajá final es conforme a la opinión más flexible y los que buscan cumplir con excelencia actúan según la opinión más estricta.

 

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