Pninei Halajá

12) Detalles para tener en cuenta a la hora de lavar o abluir las manos

El proceso de eliminación de la impureza de las manos y su purificación es de carácter complejo y mientras este tiene lugar es necesario tomar precaución de no malograrlo. Por este motivo, quien terminó de abluir su mano derecha debe tener el recaudo de que esta no toque la otra mano, ya que, si la mano que aún no fue abluida toca la que ya lo fue, la primera habrá de impurificar los restos de agua que se encuentran sobre la segunda y por ende impurificará la mano ya abluida.

Dado que la impureza llega a cada una de las manos proveniente de la otra, no es posible continuar purificándolas mediante otra ablución, pues esta ablución suplementaria puede purificar únicamente el agua primera que fue impurificada al purificar la mano, pero el agua impurificada por contacto con la otra mano no puede ser purificada por efecto de otra ablución, sino que es necesario secar las manos y comenzar el proceso nuevamente. Tras la finalización del proceso de ablución de ambas manos, esto es, tras abluir cada mano dos veces, estas pueden tocarse y muchos acostumbran a restregarlas una con la otra. Empero si otro judío cuyas manos no fueron abluidas toca una de las manos ya lavadas, estas volverán a impurificarse y para purificarlas será necesario secarlas y volver a iniciar el proceso (Shulján Aruj 162:4, Mishná Berurá 45 y 48).

Tras secar las manos concluye el proceso de purificación y estas ya no vuelven a adquirir impureza, y aunque toque a otro judío que no abluyó sus manos, las manos abluidas y secas ya no se impurifican. Aunque las manos del judío que no las abluyó estén húmedas, las manos del que concluyó el proceso de purificación ya no se impurifican y puede continuar comiendo.

Hay quienes tienen el cuidado de secar por completo las asas del recipiente de ablución («natlá»), pues según su opinión quien emplee el recipiente posteriormente, al asirlo, el agua que permanece en el recipiente se verá impurificada y tras abluir su mano derecha tomará el recipiente con esa mano para abluir la mano izquierda, la mano derecha volverá a impurificarse del agua impura que se encuentra sobre el asa. A los efectos de evitar la impureza del agua que se encuentra sobre el recipiente se secan las asas de toda humedad (Pitjei Shearim y Shulján Shelomó).

Empero en la práctica, la opinión mayoritaria de los juristas indica que no es necesario secar el recipiente previo a la ablución y que toda la precaución de no tocar una mano que no fue aún abluida se refiere solamente al agua que se encuentra sobre las manos al momento mismo de la ablución. Empero el agua que se encuentra sobre las manos, previo al inicio de la ablución no se impurifica. Por ejemplo, quien tenía sucias las manos y las lavó previo a la ablución, el resto de agua que se encuentra sobre sus manos no está impura por lo que puede llenar el recipiente y abluir sus manos sin necesidad de haberlas secado previamente (Beur Halajá 162:2, ‘הנוטל’). Otro tanto ocurre con la cuestión de tocar el asa del recipiente («natlá») antes de la ablución; el agua que se encuentra sobre el asa no se impurifica por contacto con la mano aún no abluida y por lo tanto tampoco se impurificará después cuando, durante el proceso de purificación la mano toque la humedad que se encuentra en el asa. Sin embargo, es importante guardar recaudo de que cada mano sea abluida dos veces ininterrumpidamente, pues de ese modo el agua que queda sobre la mano se purifica por completo. Empero cuando se abluye la mano una sola vez con menos de un reviít, el agua impura que se encuentra sobre la mano pasa al asa y cuando la otra mano lo sostiene se impurifica por lo que será necesario secar las manos y comenzar nuevamente el proceso (Mishná Berurá 162:49, Sha´ar Hatziún 41).

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