Festividad de Sucot

05- La conclusión de la lectura de la Torá

Cada Shabat, todos los hijos de Israel acostumbran a leer una porción de la Torá y a concluir el ciclo de su lectura en Sheminí Atzeret, y por ello ese día es también denominado ‘Simjat Torá’ (lit. ‘la alegría de la Torá’). A los efectos de completar la lectura en un año, en unos cuatro Shabatot se leen dos porciones, y en los años embolismales, en los cuales se agrega un mes, cada Shabat se lee una sola porción.

A pesar de que en el resto de los días festivos suben a la lectura de la Torá cinco personas, en este día se reparte la porción a leer entre siete lectores. Esto y más, en honor a la compleción del ciclo de lectura se acostumbra a hacer subir a la Torá a todos los varones presentes en la sinagoga. Para ello, se lee una y otra vez las cinco primeras secciones hasta que todos los presentes alcancen a bendecir, salvo cuatro personas que están destinadas a subir posteriormente: dos para las dos últimas ‘aliot’, uno para la lectura de Bereshit, el Génesis, y otro para leer el Maftir y la Haftará.

A priori, cada vez que se vuelve a leer la porción se lo hace de acuerdo con el orden aceptado, primero un cohen, luego un leví y los siguientes tres israelitas. En caso de resultar necesario llamar a más cohanim o leviím se los sube también en la cuarta o quinta aliá. De ser posible, es preferible hacerlos subir de acuerdo con el orden fijo, esto es, que en cuarto lugar suba un cohen y en el quinto un leví (Mishná Berurá 135:37). En caso de haber numerosos cohanim y escasos leviím, cada vez que se vuelve a leer se puede subir primero a un cohen y segundo a un israelita (Meshiv Davar 2:48). Si todos los cohanim y leviím ya subieron, se suben israelitas a las cinco secciones.

Cuando hay muchas personas en la sinagoga se acostumbra a dividirlas en varios minianim para la lectura de la Torá, y así abreviar el tiempo que lleva subir a todos, para posteriormente volver a juntar a todos para las últimas aliot en las cuales se finaliza la lectura anual.

En este día se acostumbra a subir a la Torá también a los niños que aún no alcanzaron la edad de cumplir preceptos. La práctica más extendida es la de subir por separado a cada niño que sabe recitar las bendiciones correspondientes y que lea en voz baja junto al Ba’al Koré. En el caso de los niños que aún no lo pueden hacer, se los sube a todos juntos en compañía de una de las personas prominentes de la congregación en lo que se ha dado en llamar ‘aliat kol hane’arim’ o la aliá de todos los jovencitos. Entonces, la persona adulta recita las bendiciones despacio y en voz alta, y los niños pequeños las repiten palabra por palabra. Esta es la penúltima aliá.

Con el hecho de que todos suben a la Torá demostramos que cada individuo en el pueblo de Israel tiene su porción en ella, sea anciano o joven, sabio o simple.

06- Los Jatanei Torá o ‘Novios de la Torá’

En esta celebración tenemos cuatro aliot especialmente importantes, y la más importante de todas es aquella en la cual se termina la lectura de la Torá, y quien sube es denominado ‘Jatán Torá’, el ‘Novio de la Torá’.

También la aliá previa resulta importante, porque quien asciende bendice junto a todos los niños y ésta recibe el nombre de ‘aliat kol hane’arim’ o ‘la aliá de todos los jovencitos’.

Inmediatamente después de concluir la lectura de la Torá se trae otro rollo y se hace subir a otra persona más para que lea la porción de Bereshit o Génesis. Es un gran privilegio ser honrado con esta aliá, y quien sube es denominado ‘Jatán Bereshit’ o ‘Novio de Bereshit’. Esta aliá expresa nuestro apego a la Torá, pues, aunque ya terminamos de leerla no nos separamos de ella ni un momento, sino que de inmediato volvemos a iniciar su lectura (Mishná Berurá 668:10).

Una vez que subió el Jatán Bereshit, se trae un tercer rollo y con él se hace subir al Maftir, que es quien habrá de leer la Haftará, y se leen los sacrificios que se ofrendan en el Templo que aparecen en la porción de Pinjás (Shulján Aruj 668:2).

A modo de Haftará se suele leer el inicio del libro de Yehoshúa o Josué, ya que todo el propósito de la Torá es su observancia en la tierra de Israel y por ello, tras la conclusión de su lectura, es apropiado comenzar la lectura del libro que le sigue, ya que ello “destaca el valor de la tierra de Israel” (ver Tratado de Nedarim 22(B)). Otro motivo para leer este pasaje es que en él aparecen versículos que realzan el valor de la Torá: “Empero sé muy fuerte y valiente, para cuidar y cumplir toda la Torá que te ha prescripto Moshé, Mi servidor; no te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda; para que prosperes por doquier hayas de ir. Que no se aparte este rollo de la Torá de tu boca; habrás de meditar en él día y noche” (Yehoshúa-Josué 1:7-8). Además, es correcto que ni bien se termine de estudiar Torá se comience con el estudio de la sección de los Profetas.

En muchos sitios se acostumbra a vender estas cuatro aliot de importancia a quienes más donen para la sinagoga y para los estudiosos de la Torá. En otros, se acostumbra a honrar con estas aliot a los estudiosos de la Torá o a los líderes comunitarios.  En caso de que ello pudiera provocar pleitos, ya que resulta difícil establecer quién es digno de ser honrado y quién no, es preferible ‘vender’ las aliot a quien esté dispuesto a donar por ellas la suma mayor. Es bueno que quien las adquiera sea también un estudioso de la Torá o una de las personas prominentes de la comunidad (Kneset HaGuedolá, Bejorí Ya’akov 669:3). Y hay sitios en los cuales las personas pudientes compran las aliot y honran con ellas a los estudiosos, para que sean éstos los que suban, y ello les reporta un gran mérito ya que hacen un aporte de importancia y ensalzan a la Torá.

Hay quienes acostumbran que de entre las personas que suben a la Torá en Simjat Torá, quienes puedan aportar, acepten hacerlo a los efectos de apoyar materialmente el estudio de la Torá y al mantenimiento de la sinagoga (Mishná Berurá 669:7).

Quien ya subió a la Torá junto a la totalidad del público y luego es honrado con una aliá especial, sea esta la de Jatán Torá, Kol HaNea’arim, Jatán Bereshit o Maftir (para leer la Haftará) puede volver a subir y no se teme que incurra en una bendición en vano (berajá lebatalá). Pero quien subió para Jatán Torá, que acto seguido no lo haga para Jatán Bereshit, ya que proceder así implica un cierto desprecio por el primer rollo, puesto que parece como si hubiese tenido que subir de nuevo al segundo rollo porque el primero no era apto para la lectura (Eliahu Rabá, Prí Megadim, Bejorí Ya’akov 669:4).

Los ashkenazíes acostumbran a hacer subir a la Torá a tres personas para leer la porción de Zot HaBerajá en la noche de Simjat Torá tras las hakafot, y bendicen por su lectura (Mishná Berurá 669:15).

07- Costumbres en lo referente a las hakafot

En la noche de Simjat Torá se acostumbra a efectuar siete vueltas o hakafot, y otro tanto se realiza por la mañana. En toda ocasión en la que se realizan hakafot se alude a la luz envolvente, al ‘or makif’, esto es, a una luminosidad superior que nos cubre, nos encumbra e inspira, pero que, por efecto de su carácter sublime, no somos capaces de captarla de un modo ordenado en nuestro intelecto (arriba 1:7, 5:9). Todo lo que estudiamos y logramos comprender a lo largo de los años entra en la categoría de luz interior, ‘or pnimí’, que fue aprehendido de un modo ordenado por nuestro intelecto, y en virtud de ello, al concluir la lectura anual de la Torá logramos captar algo de la luz envolvente que de esta surge. Reforzarse en la alegría de la Torá es de suma utilidad para poder lograrlo.

Previo a las hakafot se acostumbra a retirar todos los rollos de la Torá, incluidos aquellos que no son aptos para su lectura.

Según la usanza ashkenazí se acostumbra a cargar todos los rollos durante todas las hakafot y bailar con ellos, y en caso de que haya más rollos que personas bailando, se retiran del Arca solo aquellos que pueden ser cargados durante las danzas.

Según la usanza sefaradí, durante la mayor parte del tiempo que duran las hakafot, se colocan los rollos de la Torá sobre la bimá o mesa de lectura, una persona sostiene uno de los rollos y el resto del público los rodea y danza alrededor de estos.

Y según el Arí se acostumbraba a rodear una sola vez la bimá con un rollo de la Torá en cada una de las siete hakafot (ver Ben Ish Jai VeZot HaBerajá 17).

Todas las costumbres son buenas.

Desde el punto de vista de la tradición de las hakafot, alcanza con dar solamente siete vueltas, pero desde la perspectiva de la alegría de la Torá y su honor, que es lo principal y central del día, corresponde bailar abundantemente. Y no es necesario que el resto de las danzas sean bajo el formato de una vuelta o hakafá.

Se acostumbra que durante las hakafot se entonen cánticos religiosos (piyutim), cada congregación conforme su costumbre, pero su no recitado no es un impedimento para el cumplimiento del precepto.

Las hakafot de la noche se acostumbran a efectuar tras la finalización del rezo de Arvit. Respecto de las de la mañana, hay quienes acostumbran a efectuarlas tras la finalización del rezo de Musaf, y hay quienes suelen efectuarlas tras la finalización de la lectura de la Torá (Jidá Le David Emet al final del inciso 26). En la mayoría de las comunidades se acostumbra a efectuarlas tras la finalización del rezo de Shajarit y previo a la lectura de la Torá.

En numerosos lugares se acostumbra a llevar a cabo un Kidush durante las hakafot, en el cual se bebe vino copiosamente hasta embriagarse, pero teniendo el recaudo de no emborracharse. Asimismo, debe prestarse atención que el efecto del vino pase hasta el momento de comenzar con los rezos de Musaf y de Minjá, de modo tal que hasta entonces las personas estén sobrias, pues una persona ebria no puede rezar la Amidá (Shulján Aruj 99:1, Pninei Halajá 5:11). De igual manera, está también prohibido que un cohen suba a bendecir a la congregación en estado de ebriedad (Shulján Aruj 128:38).

A priori, todas las personas que se encuentran en la sinagoga deben permanecer de pie todo el tiempo que se dan las vueltas y se baila con los rollos de la Torá. En caso de que a alguien esto le resulte dificultoso, podrá permanecer sentado e incorporarse únicamente cuando se inicie cada una de las hakafot.

Hay quienes siguen las costumbres de los kabalistas de la época del Arí de efectuar hakafot con la conclusión de Sheminí Atzeret, las cuales reciben el nombre de ‘hakafot shniot’. Éstas también son en honor a la Torá, por lo que son preceptivas. Nuestro maestro el Rav Kuk, de bendita memoria, ordenó que durante estas hakafot se toque música para que resulte evidente que ya salió Yom Tov y no parezca que se está añadiendo un segundo día festivo del exilio en la tierra de Israel (Oraj Mishpat 142).

08- La magnitud de la alegría

Acostumbramos a regocijarnos de sobremanera en el día de Simjat Torá, ya que no hay alegría mayor que esta. Vemos que cuando el rey Shelomó fue meritorio de la sabiduría (que había pedido a HaShem en su sueño en Guiv’ón, N. de E.) ofrendó sacrificios a modo de agradecimiento y realizó un gran banquete para todos sus súbditos. De aquí que se efectúa una comida festiva en honor a la conclusión del ciclo de la lectura de la Torá” (Shir HaShirim Rabá 1:9).

En efecto, Abaié, uno de los grandes sabios amoraítas, se preciaba de que cada vez que uno de los alumnos terminaba de estudiar un tratado de la Torá Oral, ofrecía una comida festiva a los sabios y todos se conducían como en un día festivo (Tratado de Shabat 118(B)).

Asimismo, en Simjat Torá se acostumbra a llevar a cabo una comida, y en muchas partes se estila que tanto el Jatán Torá como el Jatán Bereshit conviden a todo el público con un Kidush o agreguen vino a la comida festiva que se lleve a cabo.

Es tan importante esta alegría que a pesar de que nuestros sabios decretaron que no se dance ni se batan palmas en Shabat y en Yom Tov por temor a que ello devenga en la reparación de un instrumento musical (Tratado de Beitzá 36(B), Shulján Aruj 339:3), los gaonitas instruyeron que para Simjat Torá está permitido hacerlo. En las últimas generaciones, luego de que grandes figuras del mundo jasídico hicieron énfasis en la importancia del precepto de la alegría y su carácter indispensable, muchos acostumbraron a adoptar una actitud más flexible en esta cuestión tanto en Shabat como en Yom Tov (ver Pninei Halajá Shabat 22:18).

Los hijos de Israel acostumbraron a que tanto mujeres como niños pequeños acudan a la sinagoga en honor a la alegría de la Torá. Y dijeron que en la alegría de la Torá hay un elemento similar al del precepto de ‘Hakhel’, que se llevaba a cabo en la festividad de Sucot al concluir el año sabático. Y tal como el pueblo de Israel solía reunirse a escuchar al rey leer la Torá, de igual modo todos los judíos se reúnen hoy en honor a la alegría de la Torá.

Muchos de los grandes maestros de Israel acostumbraron a bailar en Simjat Tora hasta alcanzar el éxtasis. Se cuenta sobre el Gaón de Vilna (Ma’asé Rav 233) que “en la festividad de Sucot estaba muy alegre, y más aún en Sheminí Atzeret, ya que de acuerdo con el esoterismo de la Torá es el día festivo más jubiloso… y caminaba tras el rollo de la Torá pleno de vigor y deleite, ya que la sabiduría es la que ilumina el semblante del hombre cual antorcha ardiente, por lo que aplaudía, danzaba y brincaba enérgicamente ante el rollo de la Torá. Y luego de que los que entonaban los cánticos terminaban una rima, él la repetía…”

Hay quienes durante los bailes acostumbran a dejar de lado su investidura o su estatus, tal como lo hiciera el rey David cuando trajo el Arca del Pacto a Jerusalém, que vestía su mejor prenda con aplicaciones de oro, y bailaba y brincaba enérgicamente ante el Arca, y saltaba elevando sus pies al punto de que sus muslos se descubrían levemente, y las aplicaciones de oro de su vestimenta se movían y sonaban (Bamidbar Rabá 4:20). Cuando lo vio su mujer Mijal, que era la hija del rey Shaúl, lo despreció para sus adentros, y cuando David regresó a su casa lo recibió con un rezongo porque en su opinión había denigrado la honra de la institución real comportándose ante sus siervos y sus siervas como una persona trivial. David le respondió: “Dijo David a Mijal: Ante HaShem, el que me ha elegido a mí más que a tu padre y más que a toda su familia para establecerme como gobernante sobre el pueblo de D’s, ¡sobre Israel!, he celebrado ante HaShem. Y me rebajaré aún más que esto y me humillaré ante mis propios ojos y con las criadas que dijiste, con ellas seré honrado” (Shmuel-Samuel II 6:21-22).

Dijeron que todo aquel que baila y se alegra con todo su ser en honor a la Torá se le asegura que ésta no se verá interrumpida entre en su descendencia (Rabí Ytzjak Algazi Shalmei Jaguigá 294:2).

Y hay quien dijo que todas las plegarias y las súplicas que no alcanzaron a elevarse a lo largo de todo el año y en los Días Solemnes a raíz de sus aspectos defectuosos e incompletos, ascienden y son bien recibidas por medio de los bailes de Simjat Torá (Maharshash de Belz).

Dijeron sobre el sagrado Arí, que alcanzó los niveles más encumbrados y al mayor grado de revelación de los secretos de la Torá por el mérito de regocijarse con todo su ser en una alegría preceptiva (Mishná Berurá 669:11).

01 – El precepto de Hakhel

Es un precepto positivo de la Torá el reunir a todo el pueblo de Israel, hombres, mujeres y niños en la festividad de Sucot al finalizar cada año sabático, durante la peregrinación a Jerusalém, para leer ante las multitudes algunas porciones de la Torá que sirven para instar a la nación al reforzamiento de la fe, al temor a D’s, al estudio de la Torá y al cumplimiento de sus preceptos. Tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 31:10-13): “Y ordenó Moshé a ellos diciendo: al cabo de siete años, en el plazo del año de shemitá, en la festividad de las cabañas. Al venir todo Israel, para comparecer, ante la Presencia de HaShem tu D’s, en el lugar que habrá de elegir, habrás de leer esta Torá ante todo Israel, a sus oídos. Congrega (“Hakhel”) al pueblo, a los hombres, a las mujeres a los infantes y a tu forastero – el que está en tus ciudades – para que escuchen, aprendan y veneren a HaShem vuestro D’s, y cuiden para cumplir todas las palabras de esta Torá. Y sus hijos que no han tenido conocimiento, escucharán y aprenderán a venerar a HaShem vuestro D’s todos los días que vosotros estéis vivos sobre la tierra, a la que vosotros vais a cruzar el Yardén, para poseerla”.

El objetivo de la realización de la reunión de ‘Hakhel’ que tenía lugar una vez cada siete años era el de encumbrar el honor de la Torá y sus preceptos, ya que no había una instancia nacional más destacada ni más impactante que esta, de la cual participaba todo el pueblo de Israel, tanto mayores como niños, hombres y mujeres, y el más destacado de todos los presentes, el rey, que era quien leía la Torá.

En virtud de ello había quienes preguntaban: ¿A qué se debe esta gran reunión? Y la respuesta que surgía naturalmente era: “Es para escuchar las palabras de la Torá, que es todo nuestro fundamento, nuestra gloria y nuestro esplendor. Y entonces, las personas relatarán su alabanza y la magnificencia de su valor, lo cual generará en sus corazones un deseo y fervor especial hacia ella, y en consecuencia, acudirán a estudiarla, y de ella aprenderán a conocer a HaShem, obtendrán así el bien, y el Creador se regocijará en sus acciones” (Sefer HaJinuj 612).

Este evento era sumamente beneficioso para cada uno de los participantes. Quienes eran capaces de estudiar y profundizar en los contenidos de la Torá se veían motivados a incrementar la intensidad de su estudio. Quienes eran capaces de oír y comprender, se veían motivados a prestar atención, a escuchar palabras de Torá y posteriormente a cumplirlas. Los niños pequeños que habían alcanzado la edad en la cual deben ser instruidos en el cumplimiento de los preceptos (guil jinuj), prestaban atención y escuchaban la Torá, y por efecto de la gran santidad del evento se sentían estimulados a reforzar su estudio y a observar sus preceptos. Incluso los infantes que se acercaban a la edad de aprendizaje de los preceptos absorbían en sus almas la gran trascendencia de la Torá. El hecho de que no hubiese nada que se le asemeje en importancia, era el motivo por el cual todos se reunían a escucharla. Y también sus padres se veían incentivados a reconocer la gran misión que sobre ellos recae: educar a sus hijos en el camino de la Torá y los preceptos (Rambán a Devarim-Deuteronomio 31:12-13, Maharal Gur Arié a ídem).

Asimismo, tanto los grandes sabios que sabían toda la Torá como los extranjeros que aún no entendían la lengua hebrea estaban igualmente preceptuados de participar de este evento, ya que el Hakhel es una suerte de reflejo de la entrega de la Torá en el Monte Sinai, y todos los hijos de Israel debían concentrarse e imaginar como si en ese preciso momento estuviesen recibiéndola de la boca del Creador (ver Rambám Jaguigá 3:6).

Nuestros sabios establecieron que sea el rey quien lea la Torá para dignificar aún más el evento de Hakhel. Sin embargo, en caso de que no hubiese monarca, que su voz fuese débil o que se tratase aún de un niño, el precepto no queda sin efecto, sino que habrá de leer la Torá una personalidad prominente de la nación, tal como el presidente del Sanhedrín (Nasí), el sumo sacerdote (cohen gadol) o el mayor erudito de la generación (ver en Tiferet Israel Sotá 7:8, Minjat Jinuj 612, Ha’amek Davar a Devarim-Deuteronomio 31:11, Rabí Eliahu David Rabinowitz ‘Zejer LaMikdash’ cap. 1).

02- La lectura

En el evento del Hakhel la lectura debe llevarse a cabo en hebreo, la lengua sagrada, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 31:11): “Habrás de leer esta Torá”, esto es, tal como está escrita. Y también aquellos que no comprenden hebreo deben escucharla tal como fue entregada en Sinai (Tratado de Sotá 32(A), Rambám Jaguigá 3:5-6).

Se lee desde el inicio del libro de Devarim, Deuteronomio, hasta el final de la porción de Shemá Israel (Devarim-Deuteronomio 1:1-6 y 9). En esta lectura se aprende extensamente sobre los preparativos de cara al ingreso a la tierra de Israel, sobre el pecado de los espías y su castigo, la conquista de la margen oriental del Jordán y las súplicas de Moshé por ingresar a la tierra prometida. Luego, se estudia en detalle la entrega de la Torá en el Monte Sinai y la prohibición de la práctica de la idolatría, la advertencia para todas las generaciones en cuanto a que el pueblo de Israel cumpla la Torá y los preceptos y eduquen en ello a sus hijos, para que de esa manera se prolonguen sus días sobre la buena tierra. Para finalizar, se leía la porción de “Shemá Israel” en la cual figura el fundamento de los preceptos de la fe y de amar a HaShem.

Acto seguido se leía la porción de “Vehaiá Im Shamo’a” (ídem 11:13-21) que se ocupa de la observancia de los preceptos, de la recompensa por su cumplimiento y el castigo por su omisión.

Luego, se leían dos porciones relativas a la cuestión de los diezmos: “Diezmar diezmarás” (ídem 14:22-27) y “Cuando termines de diezmar” (ídem 26:12-15). Se vuelve a leer la porción que refiere a los deberes del rey y sus preceptos (ídem 17:14-20) y se concluye con la lectura de las bendiciones y las maldiciones o amonestaciones (ídem cap. 28), donde se menciona la recompensa que puede recibir el pueblo de Israel si observa la Torá y sus preceptos y el castigo al que se exponen en caso de no hacerlo (Tratado de Sotá 41(A)).

En opinión del Rambám, se lee de manera continua desde la porción de los diezmos hasta el final de la de las bendiciones y las maldiciones (Devarim-Deuteronomio 14:22-28:69). Esta prolongada lectura incluye numerosos preceptos, ciento treinta y ocho de los cuales aparecen aquí por primera vez en toda la Torá (preceptos 473-611 en Sefer HaJinuj), y muchos otros que ya fueron mencionados en los libros anteriores del Pentateuco.

Los preceptos incluidos en estas porciones se ocupan de las leyes de las ofrendas y los diezmos (trumot uma’asrot), de la ayuda a los necesitados (tzedaká) y otra multitud de mandamientos entre el hombre y su prójimo como es el caso del de regresar a su dueño un objeto perdido, la prohibición del cobro de interés, el nombramiento de jueces y las normas judiciales.

Además, el pasaje contiene numerosas leyes sobre el reino y la guerra, sobre la profecía y el sacerdocio (kehuná), sobre cuestiones matrimoniales y su normativa, amén de otras numerosas reglas relativas a la prohibición de la práctica de la idolatría y de la brujería.

03- ¿Cuándo se cumple el precepto y quiénes deben observarlo?

El precepto de Hakhel debe cumplirse en la festividad de Sucot al concluir el año sabático, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 31:10-11): “al cabo de siete años, en el plazo del año de shemitá, en la festividad de las cabañas. Al venir todo Israel, para comparecer, ante la Presencia de HaShem tu D’s”. Dado que fue dicho “Al venir todo Israel” resulta que la intención es al comienzo de la festividad de Sucot que es cuando todos los judíos acuden (Tratado de Sotá 41(A)).

Sin embargo, el primer día de Sucot no se quiso llevar a cabo el evento por tratarse de un Yom Tov, y en él no está permitido erigir una tarima sobre la cual se pare el rey. No se quiso erigirla previo a la festividad para no generar aglomeraciones en el patio del Templo (azará), cuando todos los hijos de Israel acuden a ofrendar sus sacrificios. Por lo tanto, el evento fue pospuesto hasta la conclusión del primer día de Yom Tov (Rashí). Esto también puede aprenderse de la expresión del versículo “en el plazo”, esto es, dentro de la festividad y no exactamente en su inicio (Tosafot).

Hay autoridades halájicas que entienden que el evento del Hakhel se llevaba a cabo en la noche en la que concluía el primer Yom Tov (Tiferet Israel), y otras que sostienen que se efectuaba al día siguiente, durante el primer día de Jol HaMo’ed (día semifestivo intermedio) (Rabí Eliahu David Rabinowitz Teomim).

El evento de Hakhel sellaba con un lacrado de santidad el pasado ciclo del año sabático, ya que por el hecho de que todos los hijos de Israel se reunían para escuchar la Torá tras culminar el año de la Shemitá, quedaba en evidencia que todo aquello que está conectado a la Torá posee un valor eterno, y aquello que no lo está es olvidado y se pierde. En virtud de ello, el pueblo de Israel era iluminado y recibía un refuerzo en aras de continuar avanzando por la senda de la Torá a lo largo del ciclo sabático que se iniciaba para bien.

Dado que el precepto de Hakhel se cumplía durante la peregrinación festiva, nuestros sabios dedujeron por similitud que todos los hombres que estaban exentos del precepto de ver y hacerse ver (Reiá), esto es, de ascender a Jerusalém en las tres festividades de peregrinación para ofrendar “Olat Reiá” y “Shalmei Jaguigá” (Pninei Halajá Mo’adím 1:15) están igualmente exentos del precepto de Hakhel. Por lo tanto, un sordo, un mudo, un ciego, un rengo, una persona impura ritualmente, un anciano y una persona enferma que no pueden peregrinar al Monte del Templo, así como también los siervos – están exentos de participar del precepto de Hakhel. Sin embargo, en el caso de las mujeres, si bien están exentas de los preceptos positivos marcados por el tiempo, están preceptuadas de observar el Hakhel.

En el caso de los niños pequeños, si adolecen de un defecto físico por efecto del cual una vez que sean adultos estarán exentos de peregrinar, de todas maneras, mientras son menores es preceptivo para sus padres llevarlos al evento de Hakhel tal como están obligados a hacer con sus demás hijos (Minjat Jinuj 612:4 – Un incircunciso está obligado a participar del evento de Hakhel, Rambám Jaguigá 3:2).

Quien no podía oír la lectura del rey por causa de su débil audición, o porque debía pararse lejos del monarca en virtud del aglomeramiento imperante, debía igualmente prestar atención a la lectura “ya que la intención del texto es reforzar la Ley verdadera, por lo tanto, la persona debe verse a sí misma como si recibiese en el momento el mandamiento y lo escuchase directamente de boca del Creador, ya que el rey es el enviado para hacer oír las palabras de D’s” (Rambám Jaguigá 3:6, según el Lejem Mishné allí).

04- El orden del evento

Previo a la asamblea, los cohanim daban vueltas por toda la ciudad de Jerusalém y tocaban trompetas para reunir al pueblo en el Monte del Templo. Se traía una gran tarima de madera y se la erigía en medio del patio del Santuario que estaba destinado al estamento de Israel (Ezrat Nashim), el rey subía y tomaba asiento sobre ella, para que se escuchara su voz y para que los presentes lo vieran al leer (Rambám Jaguigá 3:4). En caso de que el monarca quisiera honrar a la Torá leyéndola de pie – ello era digno de alabanza (ver Tosafot a Sotá 41(A) ‘מצוה’).

En honor a la Torá y al rey, se procedía con excelencia pasando el rollo de la Torá de persona en persona hasta que llegaba al monarca. Así es como esto se realizaba: el encargado de la sinagoga (Jazán HaKneset) del Monte del Templo tomaba el rollo de la Torá y se lo entregaba al presidente de la sinagoga (Rosh HaKneset), este se lo entregaba al vice sumo sacerdote, este a su vez lo entregaba al sumo sacerdote, este a su vez lo entregaba al rey, quien lo recibía estando de pie (Tratado de Sotá 41(A), Rambám Jaguigá 3:4).

Tanto previo a la lectura como con posterioridad a ella el rey recitaba las bendiciones habituales que corresponde decir a todo aquel que sube a la Torá. Acto seguido agregaba otras siete bendiciones, a saber: 1) “Acepta con benevolencia HaShem, nuestro D’s, a Tu pueblo Israel” etc. (“Retzé HaShem Elokeinu”). 2) “Te agradecemos a Ti” etc. (“Modim Anajnu Laj”). 3) “Tú nos has escogido de entre todas las naciones etc.” (“Atá Bejartanu Mikol Ha’amim”) hasta “que santifica a Israel y a las festividades” (“Mekadesh Israel VeHaZmanim”) tal como se recita en el rezo. Tenemos entonces que tres de las bendiciones son de idéntica redacción a las que los sabios establecieran para los demás rezos.  4) El rey oraba para que el Templo se mantuviera en pie y sellaba la bendición diciendo: “Bendito eres Tú HaShem, Quien reside en Sion”. 5) El rey oraba por el pueblo de Israel, para que su reinado perdurara y sellaba la bendición diciendo: “Que escoges a Israel”. 6) El rey oraba por la descendencia de Aharón, para que HaShem aceptara su servicio, y sellaba diciendo: “Bendito eres Tú HaShem que santifica a los cohanim”. 7) El rey suplicaba y oraba tanto como podía, y sellaba diciendo: “Salva a Tu pueblo Israel, pues están necesitados de salvación. Bendito eres Tú HaShem que escucha la plegaria (Tratado de Sotá 41(A), Rambám Jaguigá 3:4).

05- Recordatorio del Hakhel

En las últimas generaciones, los grandes rabinos, instaron y alentaron al público judío que se nucleó en la tierra de Israel instaron a efectuar un recordatorio de este caro precepto para honrar a la Torá y rememorar el Templo de Jerusalém. Ya vimos que nuestros sabios instituyeron una serie de normas en recuerdo de lo que se solía hacer en el Templo, y lo aprendieron de lo que fue dicho (Irmiahu-Jeremías 30:17): “Te traeré sanación y tus heridas curaré, así ha dicho HaShem, porque te han llamado abandonada, diciendo: es Sion y no hay quien se preocupe por ella”. De lo que dice el profeta respecto de “no hay quien se preocupe por ella” se deduce que, en efecto, es necesario preocuparse y recordarla, y en virtud de ello sanará de su herida (Tratado de Rosh HaShaná 30(A)).

Hay consenso en cuanto a que en la actualidad no estamos preceptuados de llevar a cabo el evento de Hakhel por ser un precepto vinculado al de la peregrinación al Templo, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 31:10-11): “en la festividad de las cabañas. Al venir todo Israel, para comparecer, ante la Presencia de HaShem tu D’s, en el lugar que habrá de elegir”, mientras el Templo esté destruido no recae sobre nosotros el deber de ofrendar los sacrificios de “Olat Reiá” y “Shalmei Jaguigá” ni tampoco el de peregrinar a Jerusalém (Pninei Halajá Mo’adím 1:16). Esto lo dedujeron los sabios del hecho de que en ambos preceptos la Torá emplea el vocablo “Reiá” (lit. vista, visión) (Guemará Jaguigá 3:1), y tal como escribiera Rambám (Jaguigá 3:2): “Todo aquel que está exento (del precepto) de Reiá está a su vez exento del de Hakhel, salvo las mujeres y los niños pequeños…”

Si bien todas las autoridades halájicas coinciden en que actualmente estamos exentos del precepto de Hakhel, de todas maneras, los grandes maestros de Israel vieron la importancia de efectuar un recordatorio a este precepto que se cumple por medio de la generalidad del pueblo de Israel, especialmente en estas generaciones en las que la nación judía se reúne en su tierra patria.

El primer rabino en llamar la atención a esta cuestión fue el Rabino Eliahu David Rabinowitz Teomim (Aderet), quien redactara un folleto titulado “Zejer LaMikdash” (“En recuerdo del Templo”) y sobre el final de sus días llegara a Jerusalém para ejercer el rabinato de la ciudad. Esta fue también la postura de su yerno, nuestro maestro el Rav Kuk, a pesar de que en la práctica no logró promover la cuestión. Otros rabinos procuraron impulsar esta costumbre, entre ellos el Rabino Ticochinsky (Ir HaKodesh VeHaMikdash IV cap. 15), y los Grandes Rabinos del Estado de Israel Herzog y Uziel. Asimismo, también los rabinos Jarlap y Tzví Yehudá Kuk apoyaron esta iniciativa.

Cabe destacar especialmente el accionar del Rabino Shlomó David Kahana, jefe del Tribunal Rabínico de Varsovia durante décadas, que al final de sus días ejerció el Rabinato de la ciudad vieja de Jerusalém, y el de su hijo, el Rabino Shmuel Zanwil, que mientras ejerció la dirección general del ministerio de asuntos religiosos, organizó en la práctica el evento “en recuerdo del Hakhel”.

En el año 5706, después del Holocausto y antes del establecimiento del Estado de Israel, la iniciativa de estos rabinos se concretó y se realizó por primera vez un evento “en recuerdo del Hakhel” con la participación de los Grandes Rabinos de la comunidad judía de la tierra de Israel y otras grandes eminencias del área religiosa. La labor organizativa corrió a cargo del “Centro de Cultura de HaPoel HaMizraji”.

Desde entonces, cada vez que concluye un año sabático tiene lugar un evento “en recuerdo del Hakhel”, salvo en el año 5734 (1973), ya que entonces se libraba la guerra de Yom Kipur en su mayor intensidad y los hombres estaban reclutados para combatir y arriesgar su vida en la defensa de la nación y el país. En el año 5748 tuvo lugar un evento recordatorio del Hakhel especialmente honorable y elevado ya que fue presidido por los rabinos Mordejai Eliahu y Abraham Shapira, que en aquellos días fungían como los Grandes Rabinos del Estado de Israel. Decenas de miles de personas se reunieron entonces en la explanada del Kotel (Muro Occidental) y esta se colmó por completo, al igual que todos los techos y balcones de la ciudad vieja que dan hacia ella. El evento fue transmitido en directo por la televisión, contó con la participación del presidente Jaim Herzog, quien tomara parte de la lectura junto a los Grandes Rabinos. Varias de las principales figuras del estado participaron de este acto, entre ellos el primer ministro, numerosos secretarios de carteras gubernamentales y el presidente de la Suprema Corte de Justicia. Desde entonces y hasta la fecha, cada vez que finaliza el año sabático, en el primer día de Jol HaMo’ed Sucot tiene lugar en el Muro Occidental un acto “en recuerdo del Hakhel” con una multitudinaria asistencia de público, que tiene por cometido honrar a HaShem y a Su Torá.

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