Pninei Halajá

Festividad de Sucot

08- Las personas enfermas o que sufren (mitzta’arim) están exentas de la sucá

Una persona enferma y sus asistentes están exentos de la sucá, y no se trata únicamente de enfermos en peligro de vida, sino también de aquellos cuya vida no está en riesgo, por ejemplo, si a alguien le duele la cabeza y ello le dificulta habitar la sucá – estará exento de hacerlo. En caso de que la persona enferma requiera del acompañamiento de un asistente – también éste estará exento (Tratado de Sucá 26(A), Shulján Aruj 640:3).

Asimismo, una persona que sufre está exenta de la sucá ya que el precepto consiste en habitar en la sucá tal como se hace normalmente en la casa a lo largo de todo el año. Así como nadie vive en un sitio en el cual padece, lo mismo ocurre durante Sucot, cuando la persona siente malestar por habitar la sucá ya no está obligada a hacerlo. Sin embargo, la sucá es una residencia temporaria, y naturalmente no es confortable en la misma medida en que lo es una casa permanente, empero esta incomodidad no exime del deber de habitarla pues estamos preceptuados de hacerlo. Pero cuando se suma un factor suplementario que contribuye al hecho de que residir en la sucá implique sufrimiento, se estará exento de hacerlo. El caso más común de sufrimiento es cuando llueve.

El sufrimiento que exime de la sucá debe ser de importancia, tal que haga que una persona abandone su residencia habitual y se mude a otra vivienda contigua de su posesión que es significativamente menos cómoda que la habitual. Por ejemplo, si cayeron sobre una persona contadas gotas de agua, aun preferiría quedarse en su residencia habitual, y por ello sigue estando en el deber de habitar la sucá. En cambio, si el goteo se prolonga en el tiempo, al grado de que puede alterar el sabor de su comida o impedir que pueda conciliar el sueño, la persona preferirá mudarse a otra residencia, aunque esta resulte ser más pequeña, menos cómoda y a pesar de la molestia implícita en la mudanza. Por lo tanto, en un estado de cosas semejante, la persona entra en la definición de quien sufre y por ende está exenta de la sucá. Mientras el sjaj gotee lo suficiente como para arruinar el alimento de la persona, ésta sigue estando exenta de la sucá (Shulján Aruj 639:5, Eshel Abraham Butschatch 640).

Si se sufre a los efectos de dormir, pero no a los de comer, entonces se estará exento de dormir, pero preceptuado de comer (Mishná Berurá 640:16).

Si una persona salió de la sucá por causa de la lluvia, y una vez que se sentó a comer en su casa la lluvia cesó, no se la molesta obligándola a regresar a la sucá y podrá terminar de comer en su casa. Otro tanto ocurre si alguien se fue a su casa a dormir por causa de la lluvia y en el interín ésta cesó, no se lo molesta obligándolo a regresar a la sucá durante toda esa noche, pudiendo dormir en su casa hasta la mañana (Shulján Aruj 639:6-7).

09- Continuación de las reglas del mitzta’er

En caso de que aparezcan muchas moscas o muchos mosquitos en la sucá de una persona y esta no tenga la posibilidad de echar a los insectos y le hacen sufrir, o si se expande por la sucá un mal olor intenso, o si al mediodía se pone muy caluroso o por la noche se pone muy frio y soplan fuertes vientos tal que, aunque se envuelva en ropas abrigadas sufre. En todos estos casos, si el sufrimiento es tal que en caso de que ello ocurriese en su casa permanente preferiría mudarse a otra contigua de su propiedad a pesar de que es significativamente menos cómoda, la persona estará exenta de habitar la sucá. Y esto es así con la condición de que al salir de la sucá quede a salvo de aquello que provoca su sufrir. Sin embargo, si en la casa también habrá de padecer de los mosquitos o del mal olor – deberá permanecer en la sucá (Shulján Aruj y Ramá 640:4).

En una situación en la cual personas sensibles sufren, pero el común de la gente no, por ejemplo, si sopla el viento y ello provoca que algo de hojas caiga del sjaj sobre la mesa de la sucá, la mayoría de las personas estarán obligadas a permanecer en la sucá y las sensibles estarán exentas. Pero un individuo no podrá argüir que sufre por causa de algo que incluso personas sensibles no suelen quejarse por ello, de modo que su parecer queda anulado frente a la mayoría, y en un caso así, deberá comer y dormir en la sucá (Ramá 640:4, Mishná Berurá 29-29).

Quien desde un principio procedió negligentemente y erigió una sucá más endeble de lo comúnmente aceptado, si bien ésta no lo protege adecuadamente del frio o del calor, durante la festividad no podrá argüir de que sufre al habitarla, ya que al construirla de un modo precario se comprometió ipso facto a residir en ella durante toda la festividad sin quejarse.

Y si de todas maneras se quejase y sostuviese que ahora está sufriendo, resultará que pecó y dejó sin efecto el precepto al erigir una sucá inadecuada, por lo que deberá esforzarse inmediatamente en reforzarla para no sufrir al habitarla (ver arriba 2:14, y más adelante al final de la halajá 13).

Cuando a una persona se le apagó la luz en la sucá en la noche de Shabat y tiene luz en la casa, dado que sufre por comer a oscuras – que coma en su casa. Si tiene un vecino en cuya sucá pueda comer sin que ello implique un gran esfuerzo – que vaya donde él. Sin embargo, si ello habrá de conllevar un gran esfuerzo o una gran incomodidad, entra en la categoría de quien sufre y por ende estará exenta de la sucá (Ramá 640:4, Mishná Berurá 22-23).

Quien esté exento de habitar la sucá por causa de que hacerlo le provoque sufrimiento, por ejemplo, cuando llueve, y de todas maneras insiste en comer en ella mientras el agua cae sobre él, no cumple un precepto, sino que procede inadecuadamente (‘ma’asé hediotot, algo con poco sentido). Es más, cabe aquí un aspecto de prohibición (‘tzad isur’), ya que una persona debe honrar los días festivos, y no debe sufrir en ellos. No obstante, si está exento de la sucá porque habitarla le implica realizar grandes esfuerzos, por ejemplo, si comenzó a llover en la sucá por lo que pasó a comer al interior de su casa, pero de mientras la lluvia cesó, desde el punto de vista de la Halajá no está obligado a esforzarse en volver a la sucá, pero si de todas maneras lo hizo, recibirá por ello su recompensa, por cuanto que de hecho la estancia en la sucá no le implicó sufrimiento (Beur Halajá 639:7, ‘הדיוטות’).

10- ¿Cuándo se considera que una persona sufre por dormir en la sucá?

Si bien es obligatorio dormir en la sucá, tanto se trate de un sueño fijo o uno pasajero, muchos acostumbran a adoptar una actitud flexible y suelen no hacerlo, ante lo cual surge la pregunta de si tienen fundamento halájico en el cual respaldarse.

Entre los eruditos de la Halajá se mencionan dos causas principales que eximen a la persona de dormir en la sucá, una es el sufrimiento y la segunda se refiere a las personas casadas.

En los fríos países europeos, dormir en la sucá implica sufrir en virtud de las bajas temperaturas que se registran allí por las noches, e incluso hubo personas que se enfermaron tras haber dormido en la sucá. Por ello, los juristas indicaron que quien sufra al dormir en la sucá por causa del frio y carece del medio adecuado para calentar su cuerpo como corresponde, por ejemplo, si le faltan frazadas apropiadas, o porque aun usándolas sufre de frio, está exento de dormir en la sucá. En la tierra de Israel el frio no es tan intenso, pero, por otra parte, en la actualidad hay más personas delicadas que se resfrían en las noches gélidas, aunque duerman con una frazada térmica, por lo tanto, estas también están exentas de dormir en la sucá. Sin embargo, en aquellas noches en las que se tiene la certeza de que no se corre el riesgo de resfriarse, o en el caso de la siesta en la que no se teme por un resfrío, tienen la obligación de dormir en la sucá.

Hay personas que no logran dormirse en la sucá, y si bien en realidad no hay nada en ésta que necesariamente perturbe su sueño, de todas maneras, el entorno diferente las inquieta, y como de hecho no logran conciliar el sueño, sufren y están exentas de hacerlo. Sobre estas personas no recae el deber de construir para sí una sucá con paredes de ladrillos para sentirse cómodos y poder conciliar el sueño por las noches, ya que la Torá no nos ordenó erigir paredes fijas para cumplir el precepto de la sucá. No obstante, si así procedieran, serían bendecidas ya que podrán cumplir el precepto. Asimismo, quien esté exento de dormir en la sucá, si durante el día logra conciliar el sueño en ella, en caso de querer dormir de día, tiene el deber de hacerlo en la sucá.

Quien desee dormir la siesta y en su sucá hay niños pequeños que producen ruido y le impiden conciliar el sueño, y aunque les pida quietud estos no lograrán mantenerse callados, ello entra en la categoría de persona que sufre y en caso de estar fatigado podrá dormir en su casa.

11- Personas casadas

A priori, una persona casada debe erigir una sucá en la que pueda dormir junto a su esposa. Y si bien la mujer está exenta del precepto de la sucá, si duerme en ella cumplirá un precepto. Además, si la pareja no habrá de dormir junta en la sucá su alegría festiva se verá disminuida, por ello es correcto construir una sucá en la cual la mujer pueda dormir junto a su marido (ver arriba 2:14).

Cuando no cabe la posibilidad de acondicionar un lugar en la sucá donde pueda dormir la mujer, por ejemplo, si su espacio es muy reducido y alcanza para una sola persona, o si hay más personas que precisan dormir en ella y no les resulta posible construir una sucá suplementaria para dormir en ella y los cónyuges sufren por no poder dormir juntos, hay quienes sostienen que el marido tiene permitido dormir con su mujer en su dormitorio en la casa, ya que la mitzvá de la sucá es, que la persona duerma en su sucá tal como duerme junto a su mujer en su casa, y si no puede dormir con su mujer en la sucá estará exento del precepto (Ramá 639:2). Otros juristas entienden que solo cuando realmente sufren por no poder dormir en su dormitorio el hombre queda exento de la sucá porque entra en la categoría de quien sufre – ‘mitzta’er’ – (Maguén Abraham 8). Y otros juristas consideran que un individuo casado está preceptuado de dormir en la sucá al igual que un soltero, y aunque sufra por dormir separado de su mujer seguirá estando preceptuado de hacerlo. Y solamente en noches especiales (en los que debe cumplir el precepto de Oná) estará exento de dormir en la sucá (Gaón de Vilna, Mishná Berurá 639:18).

En la práctica, quien sufra mucho por no poder dormir junto a su mujer deberá invertir esfuerzo y dinero considerables y preparar para sí una sucá en la cual pueda dormir junto a su esposa. En caso de que ello resulte muy dificultoso, si así lo quiere, podrá respaldarse en la opinión de los juristas que adoptaron una actitud más flexible y dormir en la casa junto a su mujer.

12- Los casos del niño, del novio y del doliente

Un niño pequeño que llegó a la edad en la que debe ser educado en el cumplimiento de los preceptos (guil jinuj), está preceptuado de habitar la sucá y lo adultos están preceptuados de no permitirle ingerir una comida fija ni dormir fuera de la sucá. La edad de ‘jinuj’ es aquella en la cual el niño entiende las reglas generales del precepto, esto es, el deber de comer y dormir en la sucá. La mayoría de los niños pequeños llegan a este grado de consciencia a la edad de cinco o seis (Shulján Aruj 640:2). Sin embargo, a veces, los niños sufren al dormir en la sucá ya que son más sensibles al frio, o porque temen, y entonces ingresan en la categoría de quien sufre (mitzta’er) por lo que están exentos de dormir en la sucá. Otro tanto ocurre cuando adultos están sentados y estudian o conversan en la sucá, y al niño pequeño se le dificulta conciliar el sueño allí. En un caso así, se permitirá hacerlo dormir en la casa para luego pasarlo a la sucá.

Está prohibido contraer matrimonio en las festividades, para no mezclar entre las diferentes alegrías (Tratado de Mo’ed Katán 8(A)). Sin embargo, quienes se casan antes de Sucot continúan con los siete días de celebración por el enlace durante la festividad. Dijeron nuestros sabios que un novio está exento de la sucá, ya que esta no es cerrada como la casa y los novios se avergüenzan de alegrarse en ella libremente.

Dijeron nuestros sabios que también los acompañantes del novio y todos aquellos que vienen a alegrarlo y a comer con él están exentos de la sucá, ya que por lo general ésta resulta poco espaciosa y no alcanza para dar cobertura a todos los que acuden a celebrar, y por este motivo se llevaban a cabo los banquetes nupciales (sheva berajot) fuera de la sucá (Tratado de Sucá 25(B), Shulján Aruj 640:6). No obstante, todas las demás comidas preceptivas deben ser efectuadas en la sucá, incluida aquella que celebra la realización de un Brit Milá (circuncisión), el rescate de un primogénito, un Bar Mitzvá y la finalización del estudio de un Tratado del Talmud. Esto es así ya que estas comidas preceptivas no son lo suficientemente importantes como para sobreponerse al precepto de habitar la sucá (Gaón de Vilna, Beur Halajá 640:6). En la actualidad se acostumbra a realizar la comida de sheva berajot en la sucá a pesar de que por ello se deba invitar a menos personas.

Una persona que está de duelo está preceptuada de habitar la sucá, y si bien puede preferir ‘permanecer en soledad sobrellevando su congoja’, debe sobreponerse y cumplir los preceptos festivos (Tratado de Sucá 25(A), Shulján Aruj 640:5). Y en realidad, no hay duelo durante la festividad, ya que todo aquel que lo inicia antes de su comienzo, debe levantar la shiv’á ni bien ésta sobreviene. En el caso de quien sufre la pérdida de un familiar en primer grado durante Sucot, no se sienta en shivá durante la festividad e inmediatamente después del funeral continúa habitando la sucá. En un caso así, comenzará la shiv’á solamente después de concluida la festividad.

En el caso del onén, esto es, alguien a quien le falleció un familiar de primer grado que aún no ha sido enterrado, está exento del precepto de la sucá por cuanto que está ocupado con el precepto de darle sepultura a su ser querido, y por ende está dispensado o liberado de la necesidad de ocuparse de otros preceptos (Mishná Berurá 640:31, Sha’ar Hatziún 48).

13- Personas ocupadas con el cumplimiento de un precepto y viajeros

Quien sale de su casa con el objeto de cumplir un precepto, por ejemplo, quien acompaña a una persona enferma que está internada en el hospital, estará exento de la sucá tanto de día como de noche. Esta es la regla general: “Quien está ocupado cumpliendo un precepto está exento de observar otro”. Esto es así ya que el esfuerzo requerido para procurar una sucá o ir hacia una puede afectar negativamente el cumplimiento del precepto que la persona está observando (Tratado de Sucá 25(A)). Incluso si hay una sucá en las cercanías, si es de temer que allí la persona no logre dormir bien, deberá hacerlo en el sitio que le resulte más conveniente. No obstante, si el cumplimiento del precepto de la sucá no representa un esfuerzo para la persona y no molesta en la observancia del deber que la ocupa, por ejemplo, si hay en las inmediaciones una sucá grande y cómoda, en aquellas horas en las que no precisa estar junto al paciente – habrá de comer y dormir en la sucá (Shulján Aruj 640:7, Mishná Berurá 37-38).

Soldados que están montando guardia y no disponen de tiempo libre, se los considera como quienes están ocupados con el cumplimiento de un precepto y no deben esforzarse en construir para sí una sucá. Sin embargo, sus comandantes, que deben velar por su bienestar y su comodidad, tienen que preocuparse por erigir una sucá cómoda para que los soldados puedan comer en ella; y cuando se estime que no hay peligro de seguridad, hasta para que puedan dormir.

En términos generales, está prohibido trabajar en los días semifestivos (Jol HaMo’ed) no obstante, en determinadas situaciones está permitido hacerlo, por ejemplo, en el caso de un empleado de una panadería o de un tambo (Pninei Halajá Mo’adim 11:3). Entonces, si durante las horas de trabajo ir a la sucá resulta una carga para el trabajador, estará exento de ella. Ya que esta es la regla general: “Habitareis, como si vivieseis”, el precepto de habitar la sucá se asemeja a cómo se procede a lo largo de todo el año. Y así como normalmente los trabajadores no se esfuerzan por comer en un comedor ordenado, de igual manera no precisan esforzarse por comer en la sucá. Y tal como ocurre durante todo el año, en caso de haber un buen comedor en las inmediaciones los trabajadores preferirán comer en él, de igual manera si hay en las cercanías una sucá en la cual es posible comer sin que ello implique la mediación de un gran esfuerzo – deberán hacerlo.

Asimismo, quien se vea en la necesidad de viajar por negocios y el no hacerlo en Jol HaMo’ed podría ocasionarle una gran pérdida económica, en caso de que durante el viaje el hecho de procurar una sucá implique un esfuerzo, el viajero en cuestión tendrá permitido comer fuera de ésta. Si viaja durante el día, deberá estar en una sucá por la noche. Sin embargo, si la labor de erigir una sucá o el trasladarse hasta una puede insumir un par de horas, y ello podría afectar el objetivo último de su viaje, estará exento de sucá también por la noche (Shulján Aruj Ramá 640:8, Levush, Beur Halajá ‘הולכי’).

Quien se vea en la necesidad de pasar un tratamiento médico durante Sucot tras el cual entrará en la categoría de persona que sufre (mitzta’er), todo el tiempo que dure su padecimiento o malestar estará exento de la sucá. Sin embargo, si resulta posible realizar el procedimiento médico antes o después de Sucot y la persona de todas maneras decide efectuarlo durante la festividad, aunque en la práctica sufra, deberá habitar la sucá, ya que ingresó en un estatus de sufriente sin que haya mediado imperativo alguno, por lo que no queda exenta de la sucá (Or Zarú’a, Hagaot Ashrei, Ramá 640:3).

14- Paseos

Quienes deseen salir de paseo con la familia, deben planificarlo de modo tal que puedan realizar sus comidas en la sucá. En caso de que hubieran decidido viajar a un sitio en el cual no haya sucá, deben tener el recaudo de no ingerir una comida fija durante todo el paseo y contentarse con frutas, verduras y algunos pocos artículos elaborados a partir de cereales (mezonot) (arriba halajá 5). No obstante, hay quienes opinan que quien sale de paseo tienen permitido ingerir una comida fija fuera de la sucá, ya que, así como durante todo el año quien sale de paseo no se preocupa por comer dentro de una casa techada, de igual manera en Sucot quien decide salir de paseo no precisa tener el recaudo de comer en una sucá. Sin embargo, nos parece que en la práctica no corresponde adoptar una actitud flexible en esta cuestión, ya que solamente quien se ve forzado o en la necesidad de emprender un viaje durante la festividad está exento de la sucá. Empero quien decide salir de paseo con el objeto de disfrutar, decide eximirse del precepto de la sucá sin que para ello medie motivo de fuerza mayor alguno, y, por lo tanto, solamente si se cuida de ingerir las comidas fijas en una sucá tendrá permitido hacerlo.

En general, es correcto cuidar de no perder los días sagrados de Jol HaMo’ed en paseos, pues fueron destinados al estudio de la Torá y a la celebración de las comidas festivas. Y ya aprendimos que una mitad del día debe estar dedicado a D’s por medio del estudio de la Torá y del rezo (Pninei Halajá Mo’adím 10:6). El motivo por el cual está prohibido realizar labores en Jol HaMo’ed es para que las personas se dediquen a la Torá (Talmud Jerosolimitano Mo’ed Katán 2:3).

Cuando una persona consagra las festividades a su placer personal, el Santo Bendito Él dice sobre ella: ‘Estas no son Mis festividades sino las vuestras’, y sobre estas fue dicho: “Vuestros novilunios y festividades Mi alma odia. Son para Mí una carga y un peso agobiante” (Yshaiahu-Isaías 1:14). Sin embargo, aquellas personas que dedican las festividades al estudio de la Torá, al rezo y a las comidas preceptivas, son amadas y queridas ante Él, Bendito Sea (Shelá al Tratado de Sucá, Ner Mitzvá 31).

No obstante, hay viajes que son preceptivos, por ejemplo, quien viaja a saludar a su rabino al cual no acostumbra a ver todos los meses. Asimismo, quien viaja a Jerusalém para visitar y pernoctar en sus patios, acercarse al Monte del Templo y rezar junto al Muro Occidental, el Kotel HaMa’araví, en cierta forma realiza una suerte de peregrinación (Pninei Halajá Mo’adím 1:16-17, 10:6). Quienes emprenden viajes de este tipo, los cuales implican aspectos preceptivos, en caso de que les resulte dificultoso encontrar una sucá en la cual comer, tendrán permitido ingerir comidas fijas fuera de la sucá.

01- El precepto de las cuatro especies

Es preceptivo tomar las cuatro especies en Sucot: etrog, lulav (palma), hadas (mirto) y aravá (sauce), tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:40): “y tomaréis vosotros en el primer día: fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos y sauces del río y os regocijaréis ante HaShem vuestro D’s, siete días”. El fruto del árbol hermoso es el etrog, las ramas de palmera es el lulav, las ramas de árboles frondosos es el hadas y los sauces de río es la aravá (Tratado de Sucá 35(A), ver en Meiri y Ritba allí, Rambám en su introducción a la Mishná).

Dado que el lulav es la más alta de las cuatro especies, la generalidad del precepto recibe su nombre, y por ello recitamos la bendición que reza: “que nos ha santificado con Sus preceptos y nos ordenó en lo concerniente a tomar el lulav”.

De acuerdo con nuestra Torá es preceptivo tomar el lulav únicamente en el primer día de la festividad, tal como fue dicho (ídem): “y tomaréis vosotros en el primer día”. Solamente en el área del Templo de Jerusalém se nos ordenó tomarlo durante los siete días, tal como continúa el versículo “y os regocijaréis ante HaShem vuestro D’s, siete días”. En la práctica, dado que era preceptivo ascender a Jerusalém en las tres festividades de peregrinación, resulta que en los días del Templo muchos en el pueblo de Israel cumplían el precepto durante siete días.

Tras la destrucción de nuestro Santuario, Rabán Yojanán Ben Zakai estableció que se tome el lulav durante siete días en todas partes como recordatorio del Templo, ya que nuestros sabios dijeron que por medio del recuerdo y de la observancia de los preceptos que se solían cumplir en su recinto, habremos de curar la herida de la destrucción y acercamos la redención (Tratado de Sucá 41(A)).

Se toman un etrog, un lulav, tres ramas de hadas (mirto) y dos de aravá (sauce). En caso de necesidad alcanza con un hadas y una aravá mas no se recita la bendición (Shulján Aruj 651:1).

En caso de que las especies fuesen muy pequeñas – no son aptas para el precepto. Estas son sus medidas: el etrog debe tener por lo menos el volumen de un huevo, la longitud del lulav (su tallo) debe ser como mínimo de cuatro palmos. Los hadasim y las aravot deben tener una longitud mínima de tres palmos. A partir de allí no hay límite, esto es, no hay medidas máximas de las cuatro especies y mientras puedan ser llevadas o transportadas son aptas. A continuación, nos extenderemos en estas reglas (halajot 7,8,9 y 12).

02- Las cuatro especies expresan la unidad del pueblo de Israel

Las cuatro especies son indispensables para poder cumplir el precepto, esto es, si falta una sola de ellas no se puede observar el mandato de la Torá (Tratado de Menajot 27(A)). A priori, es bueno tomarlas juntas uniendo el lulav a los hadasim y las aravot en un solo manojo, y a posteriori, si se toman separadamente se cumple igualmente con el precepto (Shulján Aruj 651:12, ver adelante 5:2).

Esta halajá encierra una idea sumamente profunda. Dijeron nuestros sabios: Así como en las cuatro especies tenemos dos que dan fruto – el etrog y el lulav – y dos que no – el hadas y la aravá – de igual forma en el pueblo de Israel tenemos estudiosos de la Torá y personas de acción o de mérito (‘anshei ma’asé’). Y así como en ausencia de una sola de las especies resulta imposible cumplir el precepto, de igual manera en el pueblo de Israel no hay estudiosos de la Torá que no se mantengan gracias al apoyo de personas dedicadas a las actividades prácticas, ni hay de estas últimas que logren sostenerse sin el apoyo de los primeros, ya que éstos otorgan valor espiritual a sus vidas y los conectan a la realidad del Mundo Venidero (según el Tratado de Menajot 27(A), Tratado de Julín 92(A), Tanjuma Emor, Rabí Ytzjak Ibn Guiat Hiljot Lulav).

Los sabios explicaron con mayor detalle (Vaikrá Rabá 30:12) que las cuatro especies aluden a cuatro tipos de personas: el etrog posee sabor y aroma, y representa a los judíos que están completos tanto en su estudio de Torá como en la realización de buenas acciones. El lulav (la palma datilera) posee sabor mas carece de aroma, y representa a los estudiosos que poseen Torá en su haber, pero no tienen el mérito de abundar en buenas acciones. El hadas, que posee un buen aroma mas carece de sabor representa o alude a aquellas personas que detentan buenas acciones en su haber, pero no tuvieron el mérito de ser estudiosos de la Torá. La aravá, que carece tanto de sabor como de aroma, alude a los judíos simples, aquellos que no tuvieron el mérito de estudiar Torá ni de abundar en la realización de buenas acciones. Aparentemente, por cuanto que no detentan en su haber ni Torá ni buenas acciones su vida carece de valor y no podrán acceder a la vida del Mundo Venidero. “¿Qué hizo con ellos el Santo Bendito Él? Hacerlos desaparecer – ¡Ciertamente es imposible!, mas bien les dijo: Que se unan todos en un mismo conjunto y se expíen unos a otros”. Y dijo también el Santo Bendito Él: “Si habéis de proceder de esta manera, en ese momento Yo me habré de elevar” y los recintos superiores se construirán, tal como fue dicho (Amos 9:6): “Aquel que construye en los cielos Sus cámaras superiores y establece allí Su muro[1] (lit. su manojo) sobre la tierra”.

También estudiaron nuestros sabios que las cuatro especies aluden a los elementos centrales de la nación: los tres patriarcas junto a Yosef, las cuatro matriarcas, el Sanhedrín y los estudiosos de la Torá que lo conforman (Vaikrá Rabá 30:9-11).


[1]. Agudá אגודה, lit. agrupar, unir, juntar. Nuestra traducción sigue la primera explicación del Da’at Mikrá (que este muro es el de las montañas que rodean la llanura); según la segunda, agudá designa la bóveda celeste. Sin embargo, en el sentido literal, la idea de la derashá es que, a través de la reunión de las especies en un ‘manojo’ aquí abajo, los grados celestiales se fundamentan; el cielo descansa sobre la tierra.

03- Alusiones suplementarias de las cuatro especies

La cuestión de la excelencia en el cumplimiento del precepto (‘hidur mitzvá’ o ‘embellecimiento de la mitzvá’) se refiere principalmente al etrog, que posee sabor y aroma, y representa las personas completas que poseen tanto Torá como buenas acciones y es una alusión a la completitud que se alcanzará en el futuro. Aprenderemos en las sucesivas halajot que se es más exigente con la excelencia y la belleza del etrog que con las restantes especies.

El lulav representa a los estudiosos, los cuales, si bien no tienen el mérito de abundar en la realización de buenas acciones, de todas maneras, representan a la sagrada Torá. Tal como el lulav es la más alta de las cuatro especies, de igual manera la Torá se eleva por sobre todo lo demás, y por ello se estableció que se recite la bendición por esta especie, para insinuar así que la virtud de la Torá es la más trascendente de todas.

La condición básica para el estudio de la Torá es que se lleve a cabo por medio de una fuerte conexión entre todo el pueblo de Israel, en unidad, y si bien en la Torá expresa diferentes opiniones y puntos de vista divergentes, todos emanan de la misma fuente y están destinados a unirse.

En efecto, la forma especial del lulav expresa la virtud de la unidad. Sobre su tallo crecen las hojas en direcciones opuestas, pero se adhieren ‘a esa columna’, en unidad. Si bien posee muchas hojas, éstas no se separan la una de la otra sino que cada cual cubre a su compañera y le agrega un poco más de sí, tal que todas juntas cubren el tallo central. Asimismo, cada una de las hojas está compuesta de dos caras que se unen entre sí por medio del ápice o ‘tiomet’ (sería el dorso por el cual se unen las hojas, tal como se explica en la halajá 6). La forma recta del lulav expresa unidad, ya que está orientado completamente en una misma dirección, y en caso de ser curvo, deja de ser apto para el precepto ya que apunta a dos direcciones. En efecto, afirmaron nuestros sabios (Tratado de Sucá 45(B)): “Así como la palma tienen un solo corazón (el palmito, N. de T.), de igual manera los hijos de Israel no tienen sino un solo corazón dirigido a su Padre Celestial”. Otro tanto dijeron en el Midrash Vaikrá Rabá (30:11): “Las hojas de palma se asemejan a los estudiosos de la Torá que se obligan (en hebreo también se inclinan) a estudiar los unos de los otros”. Resulta que el lulav alude a la Torá, que contiene en su interior distintas ideas y discusiones, pero un mismo origen las une a todas y su objetivo final es también uno. En virtud de esta alegoría, los estudiosos de la Torá deben tomar la iniciativa a los efectos de incrementar la paz y la unidad en el mundo (ver Tratado de Berajot 64(A), Ein Aiá allí).

El hadas alude a los preceptos y a las buenas acciones, ya que estos influyen en su entorno tal como lo hace el aroma agradable que exuda el mirto y se percibe en sus alrededores. Dijeron nuestros sabios que las personas justas son llamadas ‘hadasim’, mirtos, y por su mérito el mundo existe (Tratado de Sanhedrín 93(A)), ya que a través de los preceptos prácticos se revela la santidad de la vida material y el valor intrínseco del mundo, y así éste cobra existencia. Uno de los preceptos a los que alude el hadas es el de procrear y educar a los hijos, ya que la hoja triple es una señal de multiplicidad, y tal como dijeran nuestros sabios, insinúa a nuestro patriarca Ya’akov y a nuestra matriarca Lea: “Así como el hadas está en medio de una profusión de hojas, nuestro patriarca habitaba en medio de una profusión de hijos”, “y así también habitaba Lea, en medio de una profusión de hijos” (Vaikrá Rabá 30:10). Las mujeres que se esmeran en tener hijos, criarlos y educarlos alcanzan esta virtud.

Aparentemente, la aravá carece de estatus alguno, ya que carece tanto de sabor como de aroma, ni Torá ni buenas acciones. Sin embargo, posee un potencial de crecimiento enorme y expresa la vitalidad y la belleza de este mundo, la ética universal (‘derej eretz’) que precedió a la aparición de la Torá. De aquí su gran valor, pues en virtud de la vitalidad de los judíos simples, tanto los estudiosos de la Torá como quienes realizan buenas acciones se ven reforzados en su quehacer. Y gracias a esta vitalidad surgen las grandes eminencias espirituales del pueblo de Israel, y tal como vemos en muchas ocasiones, justamente en el seno de familias sencillas surgieron importantes eruditos y prohombres de noble accionar.

Más aun, la aravá expresa la situación de los hijos de Israel en este mundo, ya que por una parte la naturaleza de este mundo posee una capacidad de crecimiento formidable por cuyo intermedio se puede efectuar una consagración del Nombre de D’s, sin igual en el resto de las dimensiones de la existencia. Pero, por otra parte, la santidad aún no se manifiesta en este ámbito de un modo permanente. Por ello, la aravá carece de sabor o de aroma, y cuando no recibe agua que alude a la Torá y a la fe, se marchita rápidamente, y así fue destruido nuestro Santuario y fuimos exiliados de nuestra tierra.

Vemos que nuestros sabios dijeron (Vaikrá Rabá 30:10) que la aravá hace alusión tanto a Rajel como a Yosef, ya que por una parte gracias a ellos el pueblo de Israel existe en este mundo, pues todos los hijos de Ya’akov nacieron gracias a su deseo de casarse con nuestra matriarca Rajel, y el sustento de la nación dependió de Yosef el justo, quien preparara en Egipto un lugar de residencia que posibilitó su crecimiento. Por otra parte, dado que estos dos personajes están vinculados a la existencia terrenal, en un mundo que puede alejarnos de su origen espiritual, ambos fallecieron jóvenes, a una edad menor que la de sus hermanos. Sin embargo, la principal revelación de la redención en este mundo depende de ellos, y a ello aluden tanto Yosef como Rajel por medio de su singular belleza. Sobre esto, dijeron nuestros sabios que cuando llegue la redención todos los árboles de la tierra de Israel que naturalmente no dan frutos comenzarán a hacerlo (Tratado de Ketuvot 112(B)).

Vemos entonces, que todas las especies resultan igual de necesarias y solamente por medio de la unificación de todas las fuerzas el pueblo de Israel puede cumplir su cometido, que es el de reparar el mundo y prodigar el bien a todas las creaturas, tal como lo indicara HaShem.

04- Reglas de inaptitud en las especies

Existen cinco tipos de inaptitudes en las especies. El primero, las cuatro especies deben ser aquellas ordenadas por la Torá, en caso de tratarse de otras – no resultarán aptas. El fruto del árbol hermoso es un etrog y no un limón, y además, un etrog producto de un injerto tampoco será apto (adelante halajá 10). “Ramas de árboles frondosos”, hadas, es únicamente el mirto cuyas hojas crecen en triadas y no otra variedad. Asimismo, deben tomarse hojas de sauce y no de álamo.

El segundo tipo de inaptitud es si se alteró la forma natural de la especie. Por ejemplo, un lulav cuyas hojas crecen solamente de un lado, o tanto un hadas como una aravá que perdieron ya la mayor parte de sus hojas.

El tercer tipo de inaptitud es cuando el tamaño resulta insuficiente. Un fruto o un vegetal excesivamente pequeño no puede ser llamado “hermoso” (‘prí etz hadar’), ni “rama de palmera” (‘kapot tmarim’), ni “rama de árbol frondoso” (‘anaf etz avot’), ni sauce de río (tal como se verá posteriormente en las halajot 7,8,9 y 12). Estos tres tipos de inaptitudes rigen durante la totalidad de los siete días festivos.

El cuarto tipo de inaptitud es si la especie no es hermosa, motivo por el cual no entra en la definición de ‘hadar’ (excelencia), o sea, si bien no se ha visto alterada en demasía de todas maneras perdió su bella forma original, por ejemplo, si se secó por completo. Según la mayoría de las autoridades halájicas una inaptitud de este tipo aplica únicamente en el primer día (Rambám y Rambán). Y hay eruditos que sostienen que esta inaptitud está vigente durante la totalidad de los siete días (Rosh).

El quinto tipo de inaptitud es la carencia. En el caso de un etrog, si acusa una carencia de su pulpa (adelante en halajá 11), en el caso del lulav se refiere a que su ‘tiomet’ (dorso por el cual se unen las hojas) se haya partido, abierto o separado (adelante en halajá 6). La insuficiencia genera inaptitud únicamente en el primer día de la festividad que es cuando las cuatro especies deben estar completas, pero no durante el resto de los días (ver en el Tratado de Sucá 34(B), Tosafot ‘שתהא’, Rashí 36(B)’ומשנינן’ ).

De esto resulta que para que una de las especies no resulte apta, debe acusar una transformación significativa. Por lo tanto, no hay lugar para la tensión que suele acompañar a algunos de los que escogen sus cuatro especies previo a la festividad. Si bien en las próximas halajot nos explayaremos sobre diferentes defectos que pueden causar la inaptitud de las cuatro especies, en definitiva, estos son casos sumamente excepcionales. Y si bien la gran mayoría de las especies que circulan en el mercado son aptas, los hijos de Israel acostumbran a cumplir el precepto con excelencia escogiendo aquellas que son las más hermosas, tal como fue dicho (Shemot-Éxodo 15:2): “Este es mi D’s y lo voy a embellecer”, lo cual fue explicado por los sabios (Tratado de Shabat 133(B)): “Embellécete ante Él por medio de los preceptos, erige ante Él una sucá bonita, y toma un lulav bonito” (adelante en halajá 14). Sin embargo, no hay necesidad de estar tensos y agobiados por ello.

En caso de gran necesidad o premura, cuando no cabe posibilidad alguna de encontrar una especie apta, se puede cumplir el precepto por medio de una que haya resultado no apta por no ser hermosa o por adolecer alguna carencia (el cuarto y quinto tipo de inaptitudes), por ejemplo, si el lulav está seco o si su ‘tiomet’ se separó o se abrió. Según la opinión mayoritaria de las autoridades halájicas se debe recitar la bendición al tomarlas, pero algunas sostienen que ésta no debe ser recitada.

Además de los cinco tipos de inaptitudes que aplican a las cuatro especies en sí, no se cumple con el precepto mediante una especie que haya sido robada, y el primer día de la festividad tampoco se cumple por medio de una que haya sido prestada (como se verá en la halajá 13). Asimismo, una especie que haya sido consagrada o dedicada a la idolatría – resulta inválida para cumplir el precepto (Shulján Aruj 649:3).

05- El lulav

Las ramas del lulav crecen a ambos lados del tallo y lo recubren. En caso de que el lulav sea defectuoso al grado de que crezcan hojas de un solo lado del raquis dejando al otro descubierto – no resultará apto para su uso (Shulján Aruj 645:3).

Naturalmente, las hojas del lulav van creciendo una sobre la otra cubriendo así todo su raquis. En caso de que las hojas sean cortas al grado de que no lleguen al inicio de la que se encuentra por encima – la hoja de palma no será apta (Shulján Aruj 645:4).

En un inicio, las hojas de palma brotan o crecen con forma de lulav, esto es, con todas las hojas adheridas al raquis. Una vez que ésta crece, sus hojas se van abriendo hasta adquirir la conocida forma de abanico, y entonces adquieren el nombre de ‘ramas de palmera’ (jariot).

A priori, es bueno que las hojas del lulav estén pegadas a su raquis de modo tal que si se coloca el lulav sobre una mesa éstas se mantengan juntas sin que medie ayuda alguna. Si las hojas del lulav comenzaron a abrirse, mientras puedan ser reunidas y adheridas al raquis éste será apto y se lo denomina “lulav cuyas hojas se han separado” (‘shenifredu alav’). Si las hojas que comenzaron a abrirse se endurecen al grado de que no resulta posible reunirlas y adherirlas lisamente al raquis tal como lo estaban anteriormente, el lulav resulta inapto y es denominado “lulav cuyas hojas se han despegado” (‘shenifretzú alav’) (Tratado de Sucá 29(B), Shulján Aruj 645:1-2).

Si el lulav se curvó en gran medida hasta alcanzar la forma de una hoz (‘magal’) o semicírculo, será inválido. Si se curvó en menor medida, resulta apto mas no excelente (‘mehudar’), ya que una de las excelencias del lulav es que sea recto. Incluso si se curvó cual hoz, si la curvatura apunta hacia su raquis, dado que se trata de una curvatura normal y habitual en este vegetal, el lulav será apto (Shulján Aruj 645:8).

Si el raquis se curvó de un modo profundo formando un ángulo – el lulav será inválido (Shulján Aruj 645:9). Hay quienes dicen que también si las hojas adoptaron una curvatura profunda, el lulav será inválido (Turei Zahav, Mishná Berurá 40-41). Sin embargo, si se curvaron únicamente los extremos de las hojas superiores formando una letra hebrea ‘vav’ (ו) será apto, ya que así crecen parte de los lulavim.

Hay juristas que sostienen que si el extremo de la hoja se curva profundamente al grado de asemejarse a un capullo o un botón – el lulav no será apto (Ran y Ritbá). Por otra parte, están aquellos que entienden que un lulav así es más excelente porque de esa manera el ápice de la hoja superior no se abrirá (Rosh). En la práctica, un lulav así es apto, ya que así crecen naturalmente muchos de estos, no obstante, dado que somos estrictos en esta cuestión, no lo consideraremos excelente (Shulján Aruj 645:9, Mishná Berurá 42).

06- Cuando el ‘tiomet’ se separa o divide

Cada una de las hojas del lulav está compuesta de dos frondas que se unen entre sí en su parte dorsal. Esta unión es llamada ‘tiomet’ y por su intermedio, ambas frondas se tornan unidas cual gemelos. Cuando los lulavim continúan creciendo y se transforman en ‘jariot’, las partes superiores de las hojas se van abriendo y la primera en hacerlo es la hoja central superior. Dado que las hojas del lulav están naturalmente cerradas por medio del ‘tiomet’, si éste último se abre, generará una deficiencia en el lulav y por ello, aunque conserve aun aspecto de tal, resultará inválido para ser utilizado en el primer día festivo, pues entonces las especies deben estar completas o íntegras. Sin embargo, el resto de los días de la festividad este lulav resultará apto.

Las eminencias halájicas debatieron respecto de qué significa que el ápice o ‘tiomet’ se haya separado (‘nejleká hatiomet’). Hay quienes consideran que solamente cuando se separó la mayor parte del ‘tiomet’ de la mayor parte de las hojas – el lulav resultará inválido (Rif y Rambám). Otros, entienden que la norma de la separación del ‘tiomet’ se refiere a la hoja central superior, por cuanto que es aquella que más destaca o sobresale, y, por ende, si se separó la mayor parte de su ‘tiomet’ – el lulav será inválido (Gueonim y Ran). Y así procedemos en la práctica, el primer día de Sucot no tomamos un lulav en el que la mayor parte del ‘tiomet’ de su hoja central se haya abierto. Hay quienes proceden con excelencia y a priori toman un lulav cuyo ‘tiomet’ de la hoja central superior no se haya abierto o separado en absoluto. En la práctica, en el caso de la mayoría de los lulavim, la mayor parte de la hoja superior está cerrada de modo tal que casi todos los lulavim son también aptos para el primer día festivo. No obstante, son pocos los lulavim en los cuales algo de la hoja central no se haya abierto, y cuanto más desarrollado y bonito sea el lulav, aumentan las probabilidades de que parte de la hoja superior se abra. Consideramos que es preferible tomar un lulav grande y hermoso cuya hoja superior este algo abierta a tomar uno pequeño y marchito cuya hoja superior esté cerrada. En caso de quien tema que su hoja central continúe abriéndose al grado de que al llegar el primer día festivo esté abierto en su mayoría, podrá unirlo y así salvarlo de su invalidación.

Si en la parte superior del lulav hay dos hojas centrales, cada una de ellas debe tener la mayor parte del ‘tiomet’ entero. Pero si estas dos hojas se separaron una de otra, por cuanto que son dos hojas separadas el lulav resulta apto (Mishná Berurá 645, Prí Megadim Mishbetzot Zahav 4).

Hay juristas que prefieren tomar un lulav que posee una ‘kora’, que es una especie de recubrimiento marrón que une o pega a las hojas entre sí, y en su opinión, mientras ésta se encuentre sobre las hojas éstas se considerarán cerradas. Otros eruditos consideran que a priori, es mejor tomar un lulav sin ‘kora’ por dos motivos: en primer lugar, consideran que la ‘kora’ no sirve para poder considerar a la hoja central como ‘cerrada’ y si bien no cabe temer que bajo esta la mayor parte de la hoja esté abierta, ya que se trata de un caso muy poco frecuente, de todas maneras, es razonable que la hoja esté parcialmente abierta por lo que no se acostumbra a considerar un lulav recubierto de ‘kora’ como excelente. En segundo lugar, según la costumbre de Ashkenaz se acostumbra a sacudir las hojas del lulav durante los ‘na’anuím’ o las sacudidas, y cuando el lulav posee ‘kora’ resulta imposible realizar este efecto.

07- Las reglas del lulav, su tamaño y el ‘lulav canario’ (originario de las Islas Canarias)

Un lulav en el cual la mayor parte de sus hojas superiores están cortadas, o su hoja central superior lo está – resulta inválido para el primer día (Shulján Aruj Ramá 645:6). Si el ápice de la hoja superior se prolonga en una especie de punta, no se la considera parte de la hoja y aunque se chamusque o se corte, el lulav continúa siendo excelentemente apto (kasher lamehadrín).

Un lulav cuya hoja superior termina en forma de zigzag, tal como ocurre a veces, es a priori apto.

Un lulav al que se le secaron la mayor parte de sus hojas al grado de tornarse blancas y sin una pizca de verdor – se considera inválido (Shulján Aruj 645:5).

La longitud del tallo o raquis del lulav debe ser de por lo menos cuatro palmos, que son unos 32 cm., y en caso de apremio 25.3 cm. Todo esto es a los efectos de cumplir con el requisito mínimo, pero la excelencia del lulav radica en que sea más alto de lo establecido (Maguén Abraham 672:3).

En las últimas generaciones surgió la interrogante respecto de la aptitud del lulav canario, que crece a partir de una variedad de palmera procedente de las Islas Canarias. La palma canaria se diferencia de los demás tipos de palmera en una serie de detalles; sus hojas son más cortas, más blandas y tupidas, su tallo o raquis es más blando y tiende a curvarse hacia el lado al que se lo incline, su color es de un verde más intenso y sus frutos carecen de sabor.

Quienes lo encuentran apto entienden que por cuanto que se trata de una palmera que produce dátiles, a pesar de todas sus diferencias es kasher (Tzitz Eliezer 8:22, Rabí Shlomó Zalman Auerbach). Otros, consideran que por cuanto que sus frutos no son tan aptos para ser ingeridos y se diferencia de la palma común en numerosos detalles, no se trata de “ramas de palmera” (Igrot Moshé Oraj Jaím 4:123). En la práctica, si bien la línea de razonamiento de quienes adoptan la actitud flexible es aceptable, puesto que hay variedades de palmera que se asemejan a la canaria, de todas maneras, dado que se trata de un tema de debate, corresponde evitar tomar el lulav canario. En caso de necesidad o premura cabe respaldarse en la opinión flexible, tomarlo, y recitar con él la bendición correspondiente.

08- Hadas

La “rama de árbol frondoso” es la del mirto, sobre la cual crecen triadas de hojas y se ve cual entramado, cubriendo al tallo hasta hacerlo verse como una rama gruesa o frondosa. Es preciso que las tres hojas surjan en una misma línea, a una misma altura, pero si dos de las hojas salen a un nivel y la tercera más arriba o más abajo de estas – no estamos ante una “rama de árbol frondoso” sino ante un mirto corriente (‘shoté’) que no es apto para el cumplimiento del precepto (Tratado de Sucá 32(B), Shulján Aruj 646:3). De modo natural, cuando los hadasim crecen vigorosamente generan tres hojas en cada una de sus líneas. No es preciso extremar en revisaciones al respecto, sino que, si a ojos de la persona las hojas crecen en triadas a una misma altura del tallo, entonces estamos ante un mirto triple, aunque en la práctica alguna hoja crezca un poco más arriba que otra.

Junto con el lulav, deben tomarse tres ramas de hadas y cada una de ellas debe tener una longitud de al menos tres palmos, que son unos 24 cm., y en caso de gran necesidad alcanza con 19 cm. No existe límite máximo respecto de la longitud de la rama, y aunque sea mucho mayor que las medidas mencionadas, será apta, empero es necesario tener el recaudo de que al amarrar los mirtos con el lulav, este último sobrepase a los primeros por lo menos en un palmo (Shulján Aruj 650:1-2, ver adelante 5:2).

A priori, es preciso que las hojas triples cubran los tres palmos de la rama de mirto, pues hay juristas que entienden que de no ser así el hadas no es apto (Gueonim). No obstante, en la práctica, si las hojas triples cubren la mayor parte de los tres palmos – el hadas resultará apto, pues así lo entiende la mayoría de los eruditos (Raavad, Rosh, Shulján Aruj 646:5).

También cuando la rama posee una longitud de cuatro o más palmos, si sus hojas son triples en la mayor parte de tres de estos – el mirto será apto. Y si las hojas son triples en tres palmos, aunque allende esta longitud se encuentren hojas que no lo son, el hadas será apto con excelencia, kasher lamehadrín (Bait Jadash, ver Beur Halajá 646:9, allí donde está escrito ‘ולעיכובא’).

Naturalmente, el hadas produce unos frutos que se asemejan a pequeñas uvas, que en un inicio son de color verde y luego se tornan morados y posteriormente negros. Si los frutos del hadas son verdes, el hadas es apto. De ser morados o negros, y a lo largo de tres palmos el número de frutos excediese al de hojas – el hadas será inválido ya que su color es atigrado o alternado. En caso de que los frutos sean cortados – el hadas recuperará su aptitud, mas esta actividad no ha de realizarse en Yom Tov ya que se percibe como una labor de elaboración o preparación (‘metakén’) (Tratado de Sucá 33(B), Shulján Aruj 646:2 y 11).

A veces, entre las hojas del hadas surgen nuevas ramas y es apropiado cortarlas (Sha’ar Hatziún 646:36).

En caso de que se haya cortado el extremo de la rama del hadas, es preferible tomar otra, ya que hay quienes entienden que un hadas así no es apto (Raavad y Rabí Zerajiá HaLevi). En caso de no disponerse de otra rama, debe cortarse la que se posee de modo tal que las hojas cubran el sitio que se había seccionado inicialmente, y de ese modo se podrá utilizar para el recitado de la bendición correspondiente (Shulján Aruj 646:10, Sha’ar Hatziún 32).

En caso de que las hojas se hayan marchitado, el mirto es apto. Sin embargo, en caso de que se hayan secado por completo, al grado de que se quiebren al ser tocadas por una uña, habiendo perdido su tonalidad verde y habiéndose tornado blancuzcas – el hadas será inapto. Si se puso el hadas en remojo durante un día y éste perdió las características antes mencionadas, resulta que no se secó del todo y es apto (Shulján Aruj 646:6-7, Mishná Berurá 20).

09- La aravá

Tres son las características de la aravá: 1) Su hoja es oblonga ‘cual arroyo’ y no de forma simétrica. 2) El borde de la hoja es liso. 3) Su rama es rojiza, y si bien cuando el árbol es joven su tonalidad es verde, con el tiempo se enrojece. Existe una especie similar a la aravá o sauce y es la del álamo, la denominada ‘tzaftzafá’, sin embargo, esta última carece de las tres características mencionadas ya que su hoja se prolonga simétricamente, el borde de la hoja es dentado y su rama es verde. Si bien existe un tipo de aravá cuyo borde de hoja no es liso, de todas maneras, su dentado es sutil y moderado en comparación con el de la hoja del álamo (Tratado de Sucá 33(B), Shulján Aruj 647:1).

Dado que la mayoría de las aravot crecen junto a cursos de agua, a la especie se la denomina en hebreo ‘arvei najal’ o ‘sauce de arroyo’, sin embargo, el lugar de crecimiento no resulta ser una limitante, y mientras se trate de una rama de sauce, crezca donde crezca resultará excelentemente apta, ‘kasher lamehadrín’.

Junto al lulav deben tomarse dos ramas de aravá, y cada una de ellas debe tener una longitud mínima de tres palmos, unos 24 cm., y en caso de gran necesidad o apremio alcanzará con 19 cm. No hay un límite superior a la longitud de la rama, y aunque sea sumamente extensa será apta, no obstante, cabe tener el recaudo de que, al momento de amarrar las especies juntas, el lulav sobresalga por sobre la aravá al menos en un palmo (Shulján Aruj 650:1-2, adelante 5:2).

La característica central de la aravá es su vitalidad y fuerza de crecimiento, por ello naturalmente suele crecer junto al agua. Cuando no se encuentra junto a un curso de aguas, se seca rápidamente, y si la mayor parte de sus hojas se resecan al grado de perder su verdor tornándose blancuzcas – la aravá será inválida. En caso de que sus hojas se hayan marchitado, por cuanto que aún no se secaron por completo, a posteriori resultará apta (Shulján Aruj 647:2). Dado que la aravá se seca rápidamente, las personas que cumplen con excelencia acostumbran a cambiar las aravot varias veces durante la festividad. A veces, al guardarlas en el estuche de plástico cerrado y sacarlas solamente para cumplir el precepto, se preservan en buen estado durante los siete días de Sucot.

Una aravá a la que se le hayan caído la mayoría de sus hojas – no es apta, y debemos estar atentos a esto, porque a veces, cuando ‘atamos’ las ramas de sauce al lulav, las hojas se caen (Mishná Berurá 647:2).

Una rama de sauce cuya parte superior se ha cortado resulta inválida, porque carece de hermosura o esplendor, de ‘hadar’, pero si la hoja superior se ha cortado y el tallo permanece intacto – será apta (Mishná Berurá 647:10).

10 – El etrog producto de un injerto (‘murkav’) y su pequeña saliente (‘pitam’)

El “fruto del árbol hermoso” que se nos ordenó tomar en la festividad de Sucot es el etrog, y la identidad del fruto se ha transmitido en el pueblo de Israel de generación en generación. Y tal como en cualquier otro tipo de fruta encontramos numerosas variedades, de igual manera lo hacemos en el caso del etrog, siendo algunos de mayor tamaño y otros de menor, algunos son de color amarillo y otros exhiben tonalidades de verde, pero todos estos son aptos.

En los últimos siglos surgió un problema, y es que la gran mayoría de los etroguim eran cultivados por gentiles y dado que se trata de un árbol delicado y sensible tiende a padecer enfermedades, por lo que a efectos de fortalecerlo y prolongar su período de vida los gentiles solían realizar injertos de etrog en árboles de limón o de naranja Sevilla o amarga (Citrus Aurantium). Si bien algunas autoridades halájicas se mostraron flexibles hacia este tipo de fruta, se sentenció para la halajá que un etrog que creció por medio de un injerto (‘murkav’) no es apto. Esto es así ya que la Torá nos ordenó tomar un etrog, y aquel que es el resultado de un injerto entra en la categoría de ‘nueva creación’, o híbrido de dos frutas diferentes, el etrog y la especie del árbol en el cual fue injertado (Ramá, Maguén Abraham y Shevut Ya’akov).

Otros juristas entienden que el etrog en cuestión no es apto por ser el resultado de una transgresión, ya que está prohibido realizar injertos de una especie en árboles con otra (Levush). En la actualidad, los productores de etroguim tienen el recaudo de plantar árboles que no son el resultado de un injerto y por ello es posible confiar en los comerciantes cuando sostienen que los etroguim que tienen a la venta no son ‘murkavim’.

Todos los etroguim poseen en un inicio una pequeña saliente en su extremidad llamada ‘pitam’ la cual se seca y cae cuando los frutos son aún muy pequeños.

Estos etroguim carentes de pitam son aptos a priori, y no adolecen de carencia alguna, ya que esa es su forma natural. Hay variedades de etrog que tienden en mayor medida a desarrollar un pitam, a veces en esta saliente permanece pulpa de fruta en estado lozano y por lo tanto llamamos a estos ‘etroguim carnosos’ y otras veces, el área se seca y por ello denominamos a la saliente ‘pitam arbóreo’ (‘haetzí’). Existe un tipo de producto que se aplica en aerosol y detiene el secamiento del pitam y su posterior caída, y es empleado por aquellos agricultores que desean cultivar ‘etroguim carnosos’.

El pitam carnoso es de un aspecto similar al del etrog, y posee en su interior pulpa frutal similar a la suya, y en su extremidad encontramos una ‘shoshanta’ que es una suerte de flor que se secó y adoptó aspecto similar a la madera. La norma que aplica al pitam carnoso es idéntica a la del resto del etrog, y toda mancha o carencia que inhabilita a la parte superior del etrog (‘jotem’) inhabilita también a la parte carnosa del pitam. Respecto de la ‘shoshanta’, si fue retirada por completo el etrog no será apto, y si quedó de esta una parte que cubra la pulpa del pitam – el etrog será apto.

Sin embargo, la norma referente al ‘pitam arbóreo’ es más sencilla, si es retirado en su totalidad al grado de que nada sobresale, el etrog no será apto. Y si queda de este una pequeña parte que sobresalga por sobre la altura del etrog – este será apto (Shulján Aruj 648:7, Mishná Berurá 30).

Si es arrancado todo el cabo (‘oketz’), esto es, la parte del fruto que lo conecta con la rama, al grado de que la pulpa del etrog queda al descubierto, este no será apto para el primer día festivo por cuanto que presenta una carencia. Si quedó algo del cabo para cubrir la pulpa del etrog – este será apto (Shulján Aruj 648:8, Mishná Berurá 33).

11- Carencias y manchas

Un etrog que tiene una perforación o le falta una parte, no es apto para su uso en el primer día festivo, ya que entonces el fruto debe estar completo, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:40): “y tomaréis vosotros en el primer día”, entendiendo el vocablo “tomareis” como asir algo íntegro, completo. Sin embargo, el resto de los días, aunque le falte una parte, el etrog será apto. Incluso en el primer día, si el etrog se vio dañado por una espina y se duda si por ello le falta o no una parte – será apto. E incluso cuando resulta evidente que falta una parte de la fruta, si esta continúa creciendo y el orificio cierra y crece sobre él una especie de cáscara, el etrog será también apto para el primer día festivo (Shulján Aruj 648:2).

Si surgiera sobre la cáscara del etrog una ‘jazazit’ (una especie de liquen), esto es, una especie de corte del cual fluye un líquido, y no hay posibilidad de pelarlo sin retirar a su vez una parte de la pulpa frutal, si esta formación se presenta sobre la mayoría de la superficie del etrog, éste será inválido. Asimismo, si la ‘jazazit’ se presenta en dos o tres lugares diferentes y desde ellos se expande, aunque no ocupen la mayoría de la superficie del fruto este no será apto ya que tendrá aspecto atigrado. De igual manera, si la ‘jazazit’ se presenta en el ‘jotem’, en la parte superior del etrog, dado que se trata del sitio más notorio o visible de la fruta, aunque sea de tamaño reducido, si resulta visible a todas las personas que la observen superficialmente, el etrog no será apto. La norma de la ‘jazazit’ se aplica también para manchas muy raras, de colores negro o blanco (Shulján Aruj 648:9-13 y 16). Todos estos tipos de ‘jazazit’ y manchas son sumamente raras o poco frecuentes ya que solamente fenómenos fuera de lo normal inhabilitan la aptitud de las cuatro especies.

No obstante, manchas comunes de color amarillo, gris o marrón que se encentran en los etroguim (‘blotlej’ en idish) no los invalidan pues así son estos frutos naturalmente. Por lo general, este tipo de manchas son causadas por el contacto con las hojas y las ramas que rayan la cáscara de la fruta, por efecto de lo cual se segrega un líquido que se endurece sobre la cáscara del etrog.  Si bien hay juristas estrictos que entienden que, si estas manchas son llamativas y no resulta posible pelarlas sin retirar parte de la pulpa de la fruta, el etrog en cuestión se podrá utilizar únicamente en caso de necesidad o apremio (Mishná Berurá 648:50 y 53), en la práctica, aunque las manchas resalten y resulte imposible pelarlas no invalidan al etrog ya que es natural que se encuentren en la fruta. No obstante, cuanto mayor sea el número de manchas menos hermoso y excelente resultará el etrog.

Cabe destacar que aun después de que el etrog es cosechado, en caso de recibir un leve golpe, se teme que sufra algún tipo de corte que genere una secreción de líquido transparente que cause posteriormente la aparición de una mancha marrón en ese sitio. Si bien esa mancha no inhabilita al etrog, afecta su excelencia o belleza, y por ello se tiene el recaudo de envolver al fruto en lino o en un material esponjoso. En caso de que el etrog reciba un golpe, es bueno enjuagarlo, para retirar de su cáscara la secreción transparente y evitar así su posterior manchado.

12- Reglas referentes al etrog

Un etrog de color negro no es apto porque ese no es el color de la fruta (Shulján Aruj 648:17). Un etrog de color negro verdoso (‘carti’) no es apto porque el fruto no está aún acabado. Pero en caso de saberse de que si se lo deja entre manzanas habrá de adquirir una tonalidad más amarillenta, si bien su color sigue siendo negro verdoso – será apto (Shulján Aruj 648:21). El etrog que adquirió una tonalidad amarilla al grado de tornarse de color naranja – es apto (Mor Uktzi’á 648).

El etrog debe ser comestible, por ello un etrog de orlá (de los primeros tres años que el árbol da fruto N. de T.) no es apto. Asimismo, etroguim de los cuales no se separaron diezmos y ofrendas – no son aptos (Rambám Lulav 8:2).

Un etrog de un volumen inferior al de un huevo, esto es, unos 50 centímetros cúbicos, no es apto porque aún no terminó de conformarse como fruta. Pero si su volumen equivale al de un huevo, aunque aún no esté maduro – será apto. No existe límite máximo de tamaño, aunque se precise usar las dos manos para cargarlo, el etrog será apto (Shulján Aruj 648:22). Hay juristas que adoptan una actitud más estricta y exigen que el etrog tenga un tamaño mínimo de 100 centímetros cúbicos. Si bien según la Halajá un etrog de 50 centímetros cúbicos ya es apto (Pninei Halajá Berajot 10), a priori es bueno proceder con excelencia ya que parte de la hermosura o esplendor del etrog es que posea un tamaño normal y no sea pequeño.

Un etrog seco es inválido porque carece de hermosura o esplendor (Tratado de Sucá 31(A), 34(B)). La señal de su sequedad es que, si se le clava una aguja del lado del hilo, este último saldrá seco tal como entró (Shulján Aruj 648:1). Todo etrog que tiene un año de arrancado es sabido que está seco (Ramá ídem), pero en caso de que haya sido guardado de un modo especial, bajo refrigeración o en algún tipo de bolsa hermética, es razonable que un año después de cosechado mantenga su frescura y sea apto para su uso (Bejorí Ya’akov 4, Sha’ar Hatziún 8).

Un etrog cuya forma sea totalmente diferente a la habitual, por ejemplo, si es esférico como una pelota, o si fue cultivado dentro de un molde cúbico – no será apto. Pero si posee dos cabezas asemejándose a gemelos – será apto, ya que no difiere del todo de la forma convencional (Shulján Aruj 648:18-20).

13- Prestado y robado

El precepto de tomar el lulav en el primer día de Sucot consiste en que la persona lo haga con uno que le pertenezca, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:40): “y tomaréis vosotros en el primer día”, ‘tomareis vosotros’, de lo que os pertenece, lo cual indica que el lulav debe de ser de quien cumple por su intermedio con el precepto. Por lo tanto, quien reciba prestado de su compañero un lulav no podrá por su intermedio cumplir con su deber el primer día. El resto de la festividad no es necesario que el lulav pertenezca a quien observa el precepto, y es posible hacerlo con uno prestado.

Si el dueño del lulav ha de otorgárselo a su compañero a modo de regalo, el receptor del obsequio podrá por su intermedio cumplir con el precepto también el primer día. A los efectos de que no se produzcan irregularidades, por ejemplo, que tras recibir el lulav a modo de presente el receptor no quiera devolverlo, este debe ser otorgado a modo de “regalo a devolver” (‘mataná al menat lehajzir‘). Esto es, que el presente esté condicionado al hecho de que luego sea devuelto también a modo de regalo, y en caso de que el receptor no lo devuelva en un plazo razonable, dado que no cumplió la condición preestablecida, el acto de la concesión quedará sin efecto (Tratado de Sucá 41(B), Shulján Aruj 658:3-4).

Según la Halajá un niño que no llegó aun a la edad de cumplir los preceptos puede recibir el lulav en calidad de regalo, pero no otorgarlo, de modo tal que si se le obsequia con un lulav no podrá devolverlo bajo el mismo régimen. Por lo tanto, en el primer día de la festividad se debe tener cuidado de no darle un lulav de regalo a un niño antes de que todos los adultos hayan cumplido el precepto, pues en caso de obsequiárselo, este no podrá devolverlo para que los adultos puedan observar el mandamiento (Shulján Aruj 658:6 ver adelante 5:6).

En caso de que una de las especies haya sido obtenida por medio del hurto o la rapiña, aunque sea hermosa y excelente, quedará invalidada por todos los siete días de Sucot ya que se trata de “un precepto que se cumple por medio de una transgresión”. En caso de que el dueño del lulav haya perdido las esperanzas de recuperarlo y además el ladrón haya alcanzado a venderlo a una tercera persona, dado que el lulav ya no se encuentra en poder del malhechor resultará posible cumplir por su intermedio con el precepto, pero no se podrá recitar la bendición correspondiente. Y aunque el lulav sea transferido a otra persona, y ésta a otra incluso mil veces, mientras se sepa que originalmente fue robado estará prohibido recitar con él la bendición y quien así lo haga incurrirá en desprecio e injuria al Creador (Tratado de Baba Kama 94(A), Shulján Aruj 649:1, Mishná Berurá 6).

Quien carece de lulav y al llegar a la sinagoga ve uno, debe pedir permiso a su dueño para tomarlo y cumplir así con el precepto. En caso de que el dueño del lulav no se encuentre en las inmediaciones y no haya manera de solicitar su anuencia, se permite tomar el lulav sin solicitarla ya que entra en la categoría de ‘lulav prestado por medio del cual se puede cumplir con el precepto a partir del segundo día festivo’. Si bien quien toma un objeto de su compañero sin su permiso es considerado un ladrón, en este caso, como se trata del cumplimiento de un precepto, nuestros sabios supusieron que para una persona resulta agradable que otras observen mandamiento a través de enseres de su propiedad. Esto es así a condición de que el lulav no sea llevado a otra parte y que quien lo tome prestado sea sumamente cuidadoso a la hora de usarlo (Ramá 649:5). En caso de que el propietario del lulav sea conocido como alguien que cela mucho los objetos de su propiedad, no se podrá usarlos sin su expreso permiso ni siquiera a los efectos de cumplir con un precepto (Mishná Berurá 34).

14- Cumpliendo con excelencia

Es preceptivo cumplir los preceptos con excelencia, tal como fue dicho “Este es mi D’s y lo voy a embellecer”, lo cual fue explicado por los sabios (Tratado de Shabat 133(B)): “Embellécete ante Él por medio de los preceptos, erige ante Él una sucá bonita, y toma un lulav bonito, un shofar bonito, un tzitzit bonito, un rollo de la Torá bonito y escríbelo en aras del Cielo con una tinta bonita, por medio de una pluma bonita, de mano de un maestro escriba y envuélvelo en una seda bonita”.

Asimismo, vemos que HaShem aceptó la ofrenda de Hevel (Abel) quien trajera de las primicias de su rebaño y de sus gorduras, al tiempo que la de Cain, que había escatimado en esfuerzos y consistía en frutos simples de la tierra no fue bien recibida (Bereshit-Génesis 4:3-5, Rambám Hiljot Isurei Mizbeaj 7:10-11).

Dijeron nuestros sabios que el mandato de cumplir con excelencia (‘hidur’) implica gastar hasta un tercio más del precio inicial del precepto (Tratado de Baba Kama 9(A)). Por ejemplo, si alguien va al mercado y encuentra allí lulavim a diferentes precios, es preceptivo agregar un tercio al valor del más barato para adquirir uno más bonito. En caso de querer cumplir el precepto con especial excelencia y agregar más de un tercio para adquirir un lulav hermoso, el Santo Bendito Él le retribuirá, a condición de que el gasto efectuado no sea a cuentas del cumplimiento de otros preceptos que anteceden al del lulav en su importancia ni a cuentas del pago de deudas o la cobertura de las necesidades de su hogar.

Si a una persona se le presentan u ofrecen tres opciones: un set de las cuatro especies a sesenta NIS[2], otro más bonito a ochenta y un tercero aún más bonito a cien; el precepto de cumplir con excelencia obliga a la persona a agregar un tercio por sobre el precio más bajo y adquirir el set que cuesta ochenta. En caso de que desee cumplir con una excelencia aun mayor adquiriendo el set de cien NIS – el Santo Bendito Él le retribuirá.

Lo antedicho aplica a una persona común, pero en el caso de quien se encuentra en una situación económica apretada, para él no es preceptivo agregar un tercio (Rabí Shelomó Luria, Maguen Abraham, Mishná Berurá 656:6). Por otra parte, quien tiene el privilegio de estar en una posición acomodada, corresponde que cumpla con excelencia y agregue más de un tercio, especialmente en el caso de quien suele comprar muebles y prendas de alta gama, para los cuales se muestra dispuesto a pagar varias veces el precio de sus sustitutos estándar. En un caso así, debe agregar y cumplir el precepto por lo menos con el mismo grado de excelencia con el que procede en sus menesteres mundanos.


[2]. New Israeli Shekel.

01- El tiempo del precepto

El lulav se toma de día y no de noche. Se acostumbra a tomarlo en el rezo de Shajarit, y quien no lo hizo entonces puede hacerlo después, y en caso de que el sol ya se haya puesto habrá de tomarlo sin recitar la bendición correspondiente, y en caso de que ya hayan salido las estrellas – se habrá perdido la oportunidad de cumplir el precepto (Shulján Aruj 652:1, Mishná Berurá 2).

Es preceptivo asir el lulav durante el recitado del Halel y sacudirlo mientras se dicen los versículos que rezan “Agradeced a HaShem porque es bueno, Su benevolencia es eterna” (“Hodú LaHaShem Ki Tov Ki Leolam Jasdó”) y “HaShem por favor, sálvanos” (“Ana HaShem Hoshía Na”). Dado que nuestros sabios instituyeron el recitado de una bendición por tomar el lulav, [esta se dice antes de comenzar el Halel, y hay quienes se adelantan a hacerlo en la sucá antes del inicio del rezo (adelante 3).

A priori no se debe tomar el lulav antes de que salga el sol, que es cuando la gran luminaria comienza a ser divisada en el Este. No obstante, quien precise levantarse temprano para salir de viaje y no pueda tomar el lulav después de la salida del sol, habrá de tomarlo recitando la bendición correspondiente a partir del despunte del alba, esto es, a partir del momento en el cual se percibe la primera luz en el Este (Shulján Aruj 652:1, Pninei Halajá Tefilá 11:2).

Tal como ya aprendimos (4:1), según la Torá es preceptivo tomar el lulav únicamente en el primer día de la festividad, y solamente en el Templo de Jerusalém era deber hacerlo durante los siete días. Así se procedía en los días en los que el Templo estaba en pie: en todas partes se tomaba el lulav únicamente en el primer día festivo, al tiempo que el resto de los días únicamente quienes peregrinaban al Santuario lo tomaban. Cuando el primer día festivo de Sucot caía en Shabat, los habitantes de la tierra de Israel tomaban el lulav, y para evitar transportarlo por el dominio público se estableció tomarlo en el hogar (Tratado de Sucá 42(B)).  Por su parte, quienes residían en el extranjero no tomaban el lulav porque no sabían a ciencia cierta cuándo había sido consagrado el mes en el Beit Din, y por ello, ante la duda, debían celebrar dos días festivos del exilio. Dado que no se tenía la certeza de que el Shabat fuera efectivamente el primer día festivo, nuestros sabios decretaron que no se tome el lulav ese día no sea que a pesar de que se había dispuesto tomarlo en el hogar, podría haber personas que por equivocación lo transportasen por el dominio público profanando así el Shabat (Tratado de Sucá 43(A)).

Una vez destruido el Templo de Jerusalém, nuestros sabios establecieron que en todas partes se tome el lulav siete días como recordatorio del Santuario, y por otra parte, decretaron que en la tierra de Israel, en caso de que el primer día festivo caiga en Shabat, tampoco se tome el lulav para que todos los hijos de Israel en todas partes procedan de la misma manera (Tratado de Sucá 44(A)). También después de que se comenzaron a consagrar los meses según el calendario fijo y ya no cabían dudas respecto de cuándo habría de caer el primer día festivo, la prohibición quedó en pie, y por ello no se toma el lulav en el primer día de Sucot cuando este cae en Shabat (Rambám Hiljot Lulav 7:16-18).

Respecto del motivo de esta normativa, quizás pueda decirse que tras la destrucción del Templo se debilitó la influencia del precepto de tomar el lulav y por ello resultaba necesario reforzarlo, estableciendo que se cumpla en todas partes durante los siete días festivos. Por otra parte, el temor de que el Shabat fuera profanando creció notablemente, ya que [este permaneció como el fundamento de la vida y de la bendición para la existencia del pueblo de Israel. Debe decirse que la santidad del Shabat resulta más beneficiosa en nuestros días que el precepto de tomar el lulav, y para que las personas no terminen profanando el Shabat, D’s no lo permita, se decretó que cuando el primer día de Sucot caiga en Shabat no se cumpla con la mitzvá del lulav. En la práctica, resulta que en los años en que el primer día festivo cae en Shabat, no se cumple el precepto de tomar el lulav tal como es prescrito por la Torá, ya que el resto de los días de Sucot se toma solamente por prescripción rabínica.

02- El amarre de las especies

Cada una de las cuatro especies es indispensable, ya que, si falta solo una de éstas no es posible cumplir con el precepto con las tres restantes (Tratado de Menajot 27(A)). Es preceptivo tomar la totalidad de las cuatro especies juntas, y a posteriori, si se las tiene a las cuatro, es posible cumplir el precepto tomándolas una tras la otra (Shulján Aruj 651:12).

No solamente resulta preceptivo tomar las cuatro especies juntas, sino que además es una mitzvá amarrar el lulav, los hadasim y las aravot juntos, ya que ello embellece el precepto, y es nuestro deber enaltecernos ante Él en el cumplimiento de Sus mandatos, tal como fue dicho (Éxodo 15:2): “Este es mi D’s y lo voy a embellecer”. No obstante, el etrog no es amarrado con las otras tres especies ya que así es como especificaron nuestros sabios al analizar el versículo: “fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, y ramas de árboles frondosos y sauces del río” (Vaikrá-Levítico 23:40), resulta que la “y” (‘vav hajibur’ – conjunción copulativa) reúne a las tres especies juntas al tiempo que el etrog queda solo y no es amarrado con estas.

Hay autoridades halájicas que consideran que es preceptivo amarrar a las tres especies mediante un nudo completo, que queda prohibido hacerlo en Shabat, tal como es el caso del nudo doble. También aquellas personas que acostumbran a emplear un “kvishkelaj”, suerte de manga hecha de hojas de palma trenzadas que reúne juntas a las tres especies, corresponde que lo amarren por medio de un nudo doble (Shulján Aruj 651:1). Otras autoridades consideran que no es necesario tener ese recaudo y que lo principal es que las tres especies estén unidas (Ritbá, ver Mishná Berurá 651:8).

A pesar de que en los hechos muchas personas acostumbran a unir el lulav con las otras dos especies por medio de hojas de lulav, es posible unir las especies con todo tipo de hilo o cinta (Shulján Aruj 651:1).

Cuando se une o amarra el lulav junto a los hadasim (ramas de mirto) y a las aravot (ramas de sauce) es preciso tener cuidado que el tallo del lulav sea al menos un palmo más alto que los hadasim y las aravot (Shulján Aruj 650:2). Si los hadasim y las aravot son largos y el lulav corto, y su longitud no excede a la de los primeros en al menos un palmo, debe hacerse una de estas dos cosas: o acortar los hadasim y las aravot y de ese modo dejarlas en su medida correcta, que es de un mínimo de tres palmos para que el lulav los sobrepase en un palmo, o amarrar las dos especies de modo tal que su comienzo sea más bajo que el del lulav para que en la práctica el lulav esté un palmo por encima suyo.

No se ha de tomar más de un lulav o más de un etrog, los hadasim deben ser tres y las aravot dos, pero en caso de querer agregar más de éstos – se puede, y muchos tienen el cuidado de no sumar más hadasim o más aravot al número prescrito (Shulján Aruj 651:15).

Está prohibido sumar otra especie a las cuatro que la Torá prescribió tomar, y aquel que lo hace transgrede la prohibición de “no agregarás” (Shulján Aruj 651:14).

Hay quienes acostumbran a amarrar los hadasim del lado derecho del lulav y las aravot del izquierdo (Shelá, Mishná Berurá 651:12). Y hay quienes acostumbran a amarrar un hadas del lado derecho, otro del lado izquierdo y otro en el centro, una aravá del lado derecho y otra del lado izquierdo (Maguén Abraham 4, en nombre del Arí). De las dos maneras se cumple el precepto con total excelencia (lamehadrín).

Hay quienes acostumbran a proceder con excelencia y hacen que los hadasim sean un poco más altos que las aravot, ya que los primeros aluden a las personas justas y las segundas al pueblo simple que es lego en cuestiones religiosas (‘amei haaretz’) (Ramá 651:1).

Además del precepto de amarrar las tres especies juntas hay quienes proceden con la excelencia de amarrar el lulav por medio de tres nudos, y los ashkenazíes tienen el recaudo de dejar su parte superior sin amarrar, para poder sacudir u ondear el lulav durante los na’anu’ím (Ramá 651:1, Mishná Berurá 14). Hay también quienes acostumbran a hacer dieciocho nudos en el lulav (ver Kaf HaJaím 16).

03- Orden de la toma del lulav y del recitado de la bendición

Se toma el lulav, los hadasim y las aravot con la mano derecha y el etrog con la izquierda. Esto se debe a que las tres especies son más importantes que el etrog, y por ello corresponde tomarlas con la diestra que es la mano importante y fuerte. En caso de haberse equivocado y haber cambiado de manos, igualmente cumplió con su deber.

Hay quienes dicen que una persona zurda debe también tomar el lulav con la mano derecha como la mayoría de las personas porque en su caso esta mano es importante por cuanto que ésta alude a la cualidad de la benevolencia (jesed) (Shulján Aruj 651:3), y así se procede de acuerdo con la Kabalá. Otras autoridades halájicas consideran que, dado que para el zurdo la izquierda es su mano fuerte e importante, debe tomar con esta las tres especies y con la derecha el etrog (Ramá).

Es preciso tener el recaudo de tomar las cuatro especies en el sentido o la dirección de su crecimiento, con su raíz hacia abajo y su extensión hacia arriba. En el caso del etrog, su cabo hacia abajo y su parte más fina (el ‘jotem’) hacia arriba, pues así es como crece esta fruta en el árbol. En caso de que se haya dado vuelta alguna de las especies, dado que se la tomó de un modo diferente al del sentido de su crecimiento, no se habrá cumplido el precepto (Tratado de Sucá 37(B), 45(B), Shulján Aruj 651:2).

Se toma el lulav de modo tal que su tallo esté de frente al rostro de la persona, y se acerca o adosa al etrog al amarrado del conjunto de las tres especies (Shulján Aruj 651:11). De ese modo, se sacude en las cuatro direcciones, hacia arriba y hacia abajo, tal como se explicará en la siguiente halajá.

Nuestros sabios establecieron que previo al cumplimiento del precepto se recite la siguiente bendición: “Baruj Atá HaShem Elokeinu Melej HaOlám Asher Kideshanu BeMitzvotav VeTzivnau Al Netilat Lulav” (“Bendito eres Tú HaShem… que nos consagró con Sus preceptos y nos ordenó tomar el lulav”). A los efectos que el recitado de la bendición sea todo lo contiguo posible al cumplimiento del precepto, previo a este se toman las cuatro especies, pero el etrog es sostenido en posición inversa, con el cabo hacia arriba y su ‘jotem’ hacia abajo, de manera tal que no se esté cumpliendo con él el precepto, e inmediatamente después de la bendición se le da vuelta y se lo sacude junto al lulav (ver Shulján Aruj 651:5). El primer día, previo al cumplimiento del precepto se adiciona la bendición de ‘Shehejeianu’ (Shulján Aruj 651:6).

Se acostumbra a estar de pie durante el recitado de la bendición y el cumplimiento del precepto. La bendición recitada se mantiene vigente para todos los lulavim que la persona tome y sacuda a lo largo del día (Shulján Aruj 651:5).

Se acostumbra a recitar la bendición por el lulav previo al inicio del Halel (Shulján Aruj 644:1). Y hay quienes proceden con excelencia y lo hacen en la sucá antes de ir a la sinagoga para conectar así a ambos preceptos (Arí, Shela). Quienes rezan en el minián de ‘vatikín’[1] (lúzcase maestro) no pueden recitar la bendición del lulav en la sucá previo al inicio del rezo, ya que a priori, el horario de tomar el lulav es con posterioridad a la salida del sol (tal como se explicó en la halajá 1).

Se toman el lulav y el etrog en las manos y quien coloca las especies en un recipiente y luego se toma ese recipiente, no cumplió con su deber. No debe haber nada que se interponga entre las manos y las especies, sin embargo, la manga hecha de hojas de palma trenzadas no se considera que se interponga ya que está destinada a servir a las especies. Hay quienes adoptan una actitud más estricta y se quitan los anillos de los dedos, pero según la halajá estos no implican interposición ya que cubren únicamente una parte pequeña de la mano (Shulján Aruj 651:7).

Quien tenga una mano vendada pero sus dedos se encuentren por fuera de la venda, de modo tal que pueda sostener las especies, a posteriori, podrá cumplir con el precepto (Ikarei HaD.T. (Daniel Tireni) 33:25). En caso de no poder sostener las especies con sus dedos habrá de cumplir el precepto únicamente con su otra mano, de modo tal que habrá de bendecir por el lulav sosteniéndolo, para luego dejarlo y sostener el etrog, pues ya aprendimos en la halajá anterior que, a posteriori, se pueden tomar las especies una tras la otra.


[1]. Lúzcase maestro

04- Cómo sacudir las especies

Al tomar las cuatro especies y alzarlas se cumple con el precepto, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:40): y tomaréis vosotros”. Y nuestros sabios establecieron que se sacuda el lulav, tal como la Torá ordenara alzar (“lehanif”) las ofrendas (Tratado de Sucá 42(A), Tratado de Menajot 61(A)).

Así es como se alza: “Se lleva hacia adelante y se trae de regreso, hacia arriba y hacia abajo”. Esto es, se aleja el lulav de sí y se lo vuelve a acercar, se lo eleva y luego se lo hace descender. Estos movimientos implican una expresión de la fe: “’Se lleva hacia adelante y se trae de regreso’ – ante Quien es dueño de los cuatro puntos cardinales, se lleva ‘hacia arriba y hacia abajo’ ante Quien es el dueño de los cielos y la tierra” (Tratado de Sucá 37(B)). Por ello, se acostumbra a elevar hacia los cuatro puntos cardinales, hacia arriba y hacia abajo.

Dijeron también nuestros sabios (ídem): “Se lleva hacia adelante y se trae de regreso – para detener los vientos nocivos, hacia arriba y hacia abajo – para detener los rocíos nocivos”.

Otro motivo es que, tras los Días del Juicio, en los cuales estuvimos orando ante HaShem, comenzamos el año con alegría y alzamos las cuatro especies en señal de victoria por el éxito del retorno en arrepentimiento, la renovación y el acercamiento a HaShem, Bendito Sea (Vaikrá Rabá 30:2, arriba 1:3).

Así es el orden de las sacudidas (na’anu’ím): Se une el etrog que está en la mano izquierda al manojo del lulav, los hadasim y las aravot de la derecha y se los mantiene junto al cuerpo, y hay quienes proceden con excelencia y los sostienen pegados al pecho y desde allí se los lleva haca adelante, con la cabeza del lulav hacia arriba inclinado en la dirección del na’anú’a, y luego se los trae nuevamente en dirección del cuerpo. Esta acción se lleva a cabo tres veces en cada una de las seis direcciones hacia las cuales se sacuden las especies, que son los cuatro puntos cardinales, arriba y abajo. En el caso del na’anúa hacia abajo, no se invierte la posición del lulav, sino que manteniendo la postura anterior, se lo dirige desde el corazón en dirección descendente.

Hay quienes comienzan sus sacudidas en dirección al Este, de allí giran hacia la derecha y sacuden hacia el Sur, hacia el Oeste y hacia el Norte y luego lo hacen hacia arriba y hacia abajo (Shulján Aruj 651:10). Y otros, si bien hacen los na’anu’ím de la misma manera, comienzan en la dirección hacia la cual las personas rezan en la sinagoga. Según la tradición del Arí, se sacude primeramente hacia el Sur, luego el segundo na’anú’a es hacia el Norte, el tercero hacia el Este, el cuarto hacia arriba, el quinto hacia abajo y el sexto hacia el Oeste.

Hay quienes se paran en la dirección hacia la cual se realiza el na’anúa, y al hacerlo hacia arriba y hacia abajo lo hacen en dirección al Este. Otros, acostumbran a pararse en dirección al Este durante todas las sacudidas e inclinan el lulav en la dirección hacia la cual se dirige el na’anú’a. Todas estas costumbres son buenas, y corresponde que cada persona continúe la tradición de sus padres, y en caso de que no le resulte claro cuál es la de su familia, que proceda como guste.

Según la tradición ashkenazí se debe intentar ondear el lulav durante el na’anúa, esto es, generar una leve agitación en las hojas que se encuentran en la parte superior del lulav por medio de la sacudida (Mishná Berurá 651:47). Los sefaradíes no acostumbran a ondear el lulav.

05- ¿En qué plegarias se realizan los ‘na’anuím’ (sacudir el lulav)?

Además de los na’anu’ím posteriores a la bendición por el lulav, nuestros sabios establecieron que se sostenga el lulav durante el recitado del Halel y se lo sacuda al recitar los versículos: “Agradeced a HaShem porque es bueno, Su benevolencia es eterna” y “HaShem, por favor, sálvanos” (Tratado de Sucá 37(B)). Ellos inspiraron sus palabras en el versículo que reza (Divrei HaYamim I – I Crónicas 16:33-35): “Entonces cantarán los árboles en el bosque… Agradeced a HaShem porque es bueno, Su benevolencia es eterna. Y dirán: ‘Sálvanos, D’s de nuestra salvación, reúnenos y líbranos de las naciones para agradecer a Tu sagrado Nombre y nos glorifiquemos en Tu alabanza’”. Los árboles cantan al moverse o sacudirse, y ¿cuándo lo hacen? Cuando recitan “Hodú” (“Alabad”) y cuando dicen “Hoshi’enu” (“Sálvanos”). Así, aprendemos una alusión suplementaria a la cuestión de la sacudida del lulav, y es que incluye una plegaria por la reunión de los exiliados desde los cuatro confines de la tierra.

Dado que en la festividad de Sucot somos juzgados por las lluvias, el hecho de sacudir las cuatro especies que crecieron con las lluvias del año pasado encierra una expresión de agradecimiento por la bendición de la temporada anterior, así como una plegaria por el año entrante, para que desde el cielo, la tierra y los cuatro confines de la tierra vengan a nosotros lluvias y rocíos benévolos, y así no sepamos de lluvias, rocíos ni vientos perjudiciales.

Tal como ya aprendimos, se sacude el lulav mientras se recitan los versículos “Agradeced a HaShem porque es bueno, Su benevolencia es eterna” (‘Hodú LaHaShem Ki Tov Ki Le’Olam Jasdó’) y “HaShem, por favor, sálvanos” (‘Ana HaShem Hoshi’a Na’). Se acostumbra a repartir los na’anu’ím conforme a las palabras de los versículos, y al pronunciar el Nombre de D’s nos detenemos y nos concentramos en la santidad de Su Nombre. Entonces, resulta que en el versículo que inicia con la palabra “Hodú”, “Agradeced”, que contiene seis vocablos además del Nombre Divino, en cada uno de éstos se sacude el lulav en otra dirección. En el versículo que inicia con la palabra “HaShem”, se sacude el lulav dos veces en cada uno de sus vocablos (Mishná Berurá 651:37).

Según los cabalistas, se sacude el lulav cinco veces: una tras el recitado de la bendición por el lulav, una segunda cuando aparece por primera vez el versículo “¡Agradeced!”, la tercera durante el recitado del versículo “HaShem por favor, sálvanos”, una cuarta al repetir este versículo y la quinta cuando aparece por segunda vez “Agradeced” en el final del Halel. No hay diferencia entre el modo de proceder del oficiante y el del público, siendo ésta la usanza de los sefaradíes y de parte de los jasídicos. La costumbre de los oriundos del Yemen es de sacudir el lulav cuatro veces ya que no repiten el versículo “HaShem por favor sálvanos”.

Según la costumbre ashkenazí, el público sacude el lulav nueve veces y el oficiante siete, ya que acostumbran a realizar na’anu’ím cada vez que en el Halel se recita “Agradeced a HaShem”, y entonces, ello le suma al público cuatro sacudidas, pero al oficiante solamente dos. La diferencia entre el oficiante y el público se deriva de la costumbre de recitarlos siguiente cuatro versículos: 1) “Agradeced a HaShem porque es bueno, Su benevolencia es eterna”. 2) “Que diga Israel, Su benevolencia es eterna”. 3) “Que diga la casa de Aharón, Su benevolencia es eterna”. 4) “Que digan aquellos que temen a HaShem, Su benevolencia es eterna”. Según la tradición ashkenazí, tras cada uno de estos cuatro versículos el público responde “Agradeced a HaShem porque es bueno, Su benevolencia es eterna”. Entonces, resulta que el público realiza na’anu’ím con su lulav en los cuatro versículos, pero el oficiante o jazán lo hace únicamente en los dos primeros. En el primero porque allí dice “Agradeced a HaShem porque es bueno, Su benevolencia es eterna”, y en el segundo porque éste convoca a toda la nación de Israel a agradecer a HaShem, y de ese modo es partícipe de lo que recita el público cuando dice “Agradeced”. No obstante, en los dos últimos versículos, dado que allí se dice que la casa de Aharón y los temerosos de HaShem habrán de alabar a HaShem, el oficiante no se incluye entre ellos y por ende no realiza na’anu’ím (Shulján Aruj y Ramá 651:8). Según la tradición ashkenazí, al final del Halel se agrega otra sacudida más, y como se dice dos veces “Agradeced”, se realizan dos veces los na’anu’im. Y ya vimos que según la Kabalá, allí se realiza un solo na’anu’a.

06- Mujeres y niños en el precepto del lulav

Las mujeres están exentas del precepto de tomar el lulav ya que este precepto depende de un tiempo fijo y detentamos una regla general según la cual las mujeres están exentas de los preceptos positivos marcados por el tiempo (Tratado de Kidushín 29(A)). Mas una mujer que desee cumplir un precepto marcado por el tiempo, es recompensada por su observancia.

Según la costumbre mayoritaria de los sefaradíes las mujeres no recitan bendición por un precepto positivo marcado por el tiempo, ya que cómo puede decir “que nos ha santificado con Sus preceptos y nos ordenó” si no fue preceptuada.  Según la tradición ashkenazí, dado que las mujeres cumplen un precepto al tomar el lulav, recitan la bendición. Y no se debe temer por la redacción de la misma, ya que en ésta se dice “nos ordenó” y no “me ordenó”, esto es, se refiere a la generalidad del pueblo de Israel y por supuesto que ésta incluye también a las mujeres. Si bien según la usanza sefaradí las mujeres no recitan bendiciones por preceptos marcados por el tiempo, respecto de la toma del lulav muchas sí acostumbran a hacerlo y hay quienes lo han fundamentado por medio de una explicación cabalística.

Un niño que sabe realizar los na’anu’ím como corresponde, o sea, que sabe llevar el manojo de las especies hacia adelante y traerlo de regreso, llevarlo hacia arriba y hacia abajo, su padre debe educarlo en la observancia del precepto. Si el niño llegó a una edad en la cual puede asistir a la sinagoga y rezar, es correcto que su padre le compre las cuatro especies para que pueda sacudirlas en los sitios establecidos por nuestros sabios. En caso de que el padre no tuviera la posibilidad de comprar las cuatro especies para su hijo, que al menos le dé a diario su propio lulav para que por su intermedio el niño cumpla el precepto (Tratado de Sucá 42(A), Shulján Aruj 657:1, Mishná Berurá 4).

Es bueno incentivar a las niñas pequeñas para que realicen na’anu’ím a diario, y si bien las mujeres están exentas del mandato, de todas maneras, hacen una acción preceptiva, y por lo tanto, el incentivarlas es una práctica educativa que procura generarles afecto por los preceptos.

07- El cuidado de las cuatro especies

Es preciso esmerarse en mantener la frescura de los hadasim y las aravot, y para ello se los solía dejar en agua. La Mishná explica (Tratado de Sucá 42(A)) que en Yom Tov, en el primer día festivo, se permite devolver el lulav junto a los hadasim y a las aravot al recipiente con agua en el que se encontraban previamente, e incluso se permite agregar más del líquido elemento. Sin embargo, nuestros sabios prohibieron cambiar el agua del recipiente o tomar uno nuevo y llenarlo con agua en Yom Tov para ese propósito, porque se trata de un esfuerzo que se percibe como una labor de reparación de un utensilio por cuyo intermedio las especies se preservan (Shulján Aruj 654:1).

En Jol HaMo’ed se acostumbra a cambiar el agua del recipiente en el cual se dejó el lulav junto a los hadasim y a las aravot, ya que así las especies se preservan con mayor frescura. Y hay quienes para este propósito desanudan el amarre que reúne a las tres especies, colocan los hadasim en un jarrón con agua, envuelven a las aravot en un trapo o toalla húmeda o las colocan en remojo. Existe otra manera de preservar la frescura de las especies y es colocándolas en un estuche hermético, a condición de que no hayan pasado mucho tiempo fuera de este, pero si esto ocurrió y los hadasim y las aravot ya comenzaron a resecarse, es preferible colocarlos primeramente en agua para que recuperen su lozanía.

Hay quienes proceden con excelencia y cambian de aravot todos los días de la festividad, ya que su principal virtud es que estén frescas (Ramá 654:1). Y muchos se conforman con cuidarlas para que no se resequen.

Dado que existe el precepto de amarrar conjuntamente el lulav con los hadasim y las aravot, cuando se traen aravot nuevas, o cuando se devuelve al manojo los hadasim que estuvieron en remojo en el recipiente con agua, no es suficiente empujarlos al interior del nudo ya existente, sino que resulta necesario amarrarlos nuevamente o al menos agregarles un nudo para que de esa manera se pueda cumplir con el precepto de unir las especies (‘Igud’) (Mishná Berurá 654:5).

08- La ley de Muktzé en las cuatro especies

Desde el momento en el que se toman las cuatro especies en el primer día festivo, éstas se tornan “apartadas” o “muktzím” para el cumplimiento del precepto por lo que está prohibido darles su uso habitual. Por lo tanto, queda prohibido comer del etrog u oler el aroma del hadas, y esto último tampoco se permite para la realización de la Havdalá al concluir el Shabat. Y aunque el etrog o el hadas hayan dejado de ser aptos para el precepto, la prohibición de Muktzé se mantiene en pie hasta la conclusión de la festividad (Shulján Aruj 653:1, 665:1).

No obstante, se permite oler el etrog porque su principal finalidad suele consistir en ser ingerido, y solamente de esta función fue “apartado”, mas no de la del aroma que lo acompaña (Tratado de Sucá 37(B)). Sin embargo, surge la duda respecto de quien toma el etrog para por su intermedio poder cumplir con el precepto y además para también disfrutar de su aroma. Hay autoridades halájicas que entienden que, por cuanto que la persona disfruta de su aroma, debe recitar la bendición “Que da aroma agradable a las frutas”, y otras autoridades, consideran que como se toma principalmente para el cumplimiento del precepto festivo, no se debe recitar la bendición correspondiente al disfrute de su aroma. A los efectos de salir de duda, es correcto que al tomar el etrog en la festividad, se tenga la intención de que se lo sostiene para cumplir con el precepto de tomar el lulav y no para disfrutar de su aroma (Shulján Aruj 216:14, 653:1). Pero cuando no se está cumpliendo el precepto, quien desee olerlo deberá recitar la bendición “Que da aroma agradable a las frutas”.

Una vez finalizados los siete días de Sucot queda sin efecto la veda de Muktzé sobre las cuatro especies, y se les puede dar cualquier uso. De todas maneras, no se los debe despreciar, por ejemplo, arrojándolos a una basura maloliente o pisándolos (Shulján Aruj 664:8).

Aquella persona que antes de tomar las cuatro especies haya establecido la condición de que las suyas no se tornarían Muktzé sino que podrán ser utilizadas como se desee, esta prohibición no recaerá sobre las especies y podrá emplearlas como guste.

09- La costumbre de dar vueltas alrededor del altar del Templo (hakafot)

Durante todos los días de la festividad los cohanim solían dar una vuelta alrededor del altar del Templo y el séptimo día lo hacían siete veces. Durante las vueltas o hakafot solían decir: “HaShem, por favor, sálvanos. HaShem, por favor, haznos prosperar” y según la opinión de Rabí Yehudá decían: “Yo y Él, sálvanos por favor” (Tratado de Sucá 45(A)). Hay quienes consideran que se tomaban los lulavim durante las vueltas y otros sostienen que las que se portaban eran las aravot (ídem 43(B)).

Dijeron nuestros sabios que la costumbre de las hakafot fue establecida en recuerdo de las vueltas que HaShem ordenó dar al pueblo de Israel alrededor de la ciudad de Yerijó (Jericó) en los días de Yehoshúa Bin Nun, a los efectos de que pudieran conquistar tanto esa localidad como la totalidad del país (Talmud Jerosolimitano Tratado de Sucá 4:3).

Así es como rodearon a Yerijó: los cohanim cargaban el Arca del Pacto y siete de estos caminaban delante de ella tocando shofarot. Delante de ellos marchaba la fuerza de vanguardia, y tras el Arca lo hacía el resto de la tropa. Rodearon Yerijó durante seis días, dando cada día una vuelta, al séptimo día dieron siete, y al finalizar la séptima vuelta los cohanim ejecutaron un largo toque de shofarot, entonces todo el pueblo gritó con algarabía y tuvo lugar el milagro: las murallas de Yerijó se desplomaron y los hijos de Israel conquistaron la ciudad (Yehoshúa-Josué 6).

Según los sabios del esoterismo, Yerijó, que es la ciudad más baja del mundo, era el centro cultural del país, y en ella se concentraba el espíritu de impureza de los cananeos, quienes utilizaban la santidad de la tierra de Israel para sus bajas pasiones materiales. La gran muralla que rodeaba la ciudad servía a ellos como obstáculo para el ingreso de la luz Divina, de manera tal que pudieran fortalecerse en su impureza sin ser molestados por pensamientos de retorno en arrepentimiento ni por cargos de conciencia, los cuales se originan en la luminosidad Divina envolvente. Por ello, Yerijó era el candado que impedía el ingreso del pueblo de Israel al país y la revelación de la Palabra de HaShem en éste (ver en Bamidbar Rabá 15:15). D’s le ordenó al pueblo de Israel rodear a la ciudad de Yerijó para de esa manera revelar la luz Divina que envuelve a la realidad, en virtud de ello fue que las murallas se derrumbaron, el pueblo de Israel conquistó la ciudad y pudo entonces comenzar a revelar la santidad contenida en la naturaleza.

Al igual que el precepto de habitar la tierra de Israel, que ilumina de modo general a toda la realidad y por cuyo intermedio se revela la santidad contenida en la naturaleza, de igual manera el precepto de la sucá, que cubre a la persona por completo, revela la santidad de la naturaleza, ya que por su intermedio aspectos de la vida natural tales como la ingestión de alimentos y el sueño reparador se transforman en actividades preceptivas.

Por ello, nuestros sabios establecieron que en la festividad de Sucot se den vueltas alrededor del altar del Templo, para derribar los muros de la impureza que bloquean el ingreso de la luz Divina e impiden que ésta nos alumbre, y así, poder incrementar la intensidad de la luz envolvente que rodea a la realidad junto con todos sus componentes, para crecer en fe y revelar la santidad que anida en la naturaleza.

10- La costumbre de las hakafot en la actualidad

Tras la destrucción del Templo de Jerusalém, los hijos de Israel acostumbraron a llevar a cabo hakafot en la sinagoga como recordatorio del Santuario. Dado que no hubo un decreto ordenado a ese respecto, en el tiempo de los gueonim (gaonitas) encontramos diversas costumbres en lo referente a las hakafot, y ya en tiempos de los sabios medievales o rishonim, encontramos una tradición unificada para toda la nación.

Se coloca un rollo de la Torá sobre la bimá o tarima, todo el público sostiene en sus manos las cuatro especies, y cada día de Sucot se da una vuelta alrededor de esta. El séptimo día se dan siete vueltas. Se camina alrededor del rollo de la Torá porque una vez destruido el Templo, el estudio de la Torá suplanta al altar, ya que quien estudia la porción de los sacrificios se considera como si los hubiese elevado sobre el mizbeaj (altar). A lo largo de las generaciones, se fueron compilando plegarias a recitar durante las hakafot, en las cuales se intercala la súplica “HaShem, por favor, sálvanos” con la de “Yo y Él, sálvanos, por favor”. Estas plegarias se recitan antes, durante y después de las hakafot, cada congregación conforme con su tradición.

La costumbre extendida es que una persona sostiene el rollo de la Torá durante todas las vueltas (Jidá, Pri Megadim) y en algunas comunidades sefaradíes no se tiene el recaudo de que así sea (Kaf HaJaím 660:6).

Quien carece de lulav no da la vuelta (Ramá 660:2, Birjei Yosef, Kaf HaJaím 13). Por ello, hay quienes acostumbran a apostar a una persona que carece de lulav junto a la bimá sosteniendo el rollo de la Torá.

Las vueltas se dan por la derecha, esto es, cuando estamos de pie con el rostro frente a la bimá – se dobla hacia la derecha (Shulján Aruj 660:1, Mishná Berurá 3).

Hay autoridades halájicas que consideran que al igual que en el precepto de la toma del lulav, también durante las hakafot se debe sostener el lulav del lado derecho y el etrog del lado izquierdo, tocándose uno con el otro (Rokeaj, Maharil, Ben Ish Jai). Otras, sostienen que quien precise sostener el sidur o libro de oraciones con una mano, puede sostener la totalidad de las cuatro especies con la otra (Yafé Lalev, Guinat Vradim). Ambas prácticas son buenas.

Se acostumbra a dejar el Arca Sagrada abierta durante las hakafot (Kitzur Shulján Aruj 137:11).

Cuando no hay un rollo de la Torá, hay opiniones que indican no llevar a cabo la hakafá (Bejorí Ya’akov 660:2) y otras sostienen que se den vueltas alrededor de la bimá aunque no se posea rollo (Ben Ish Jai Haazinu 15).

Los sefaradíes y los jasídicos acostumbran a realizar la hakafá después del recitado del Halel y antes del Kadish Titkabal (Kaf HaJaím 660:4), al tiempo que los ashkenazíes acostumbran a realizarla después del rezo de Musaf (Olat Raaiá II 370).

En Shabat no se realizan hakafot, hay quienes acostumbran a recitar Hoshanot y hay quienes no (Shulján Aruj 660:3, Kaf HaJaím 23).

Hay juristas que consideran que una persona doliente en el año de duelo por su padre o madre no participa del rodeo porque las hakafot fueron establecidas para incrementar la alegría (Ramá 660:2, Mishná Berurá 9). Y muchos otros consideran que una persona doliente participa de las hakafot (Beit Yosef, el Arí, Jaié Adam 148:19). Y así es como proceden todos los sefaradíes y muchos de los ashkenazíes (Guesher HaJaím 20:3:6).

01- Hoshaná Rabá

El séptimo día de Sucot se denomina ‘Hoshaná Rabá’ ya que en esta festividad somos juzgados en lo referente al agua, y el veredicto es dictado el último día. Dado que tanto la vida vegetal como animal y humana dependen del agua, se recitan abundantes súplicas a HaShem, las cuales comienzan con las palabras ‘Hoshá Na’ (lit. Salva, por favor). En este día se toman aravot, ya que [estas precisan del agua más que las demás especies y en ellas la sequedad resulta sumamente evidente. Nuestros sabios tuvieron el recaudo de que Hoshaná Rabá no caiga en Shabat, para que los hijos de Israel puedan suplicar y clamar por agua (Rokeaj 221).

Tal como el líquido elemento mantiene la vida en este mundo, de igual manera el agua espiritual que es la Torá sostiene al mundo del espíritu, y sobre esto dijeron nuestros sabios (Tratado de Baba Kama 17(A)): “No hay agua sino la Torá”. De esto resulta que el dictamen final por el agua incluye también la sentencia por toda la vida humana, tanto física como espiritual. Nuestros sabios dijeron que hay tres fechas para el juicio, la primera es en Rosh HaShaná, la segunda en Yom Kipur y la tercera en Hoshaná Rabá (Zohar II 142a). Así le dijo el Santo Bendito Él a nuestro patriarca Abraham: Si tus hijos no habrán de ser expiados en Rosh HaShaná, lo serán en Yom Kipur, y si no – en Hoshaná Rabá (Maté Moshé 957:2, Kaf HaJaím 664:2).

En otras palabras, dijeron que, si bien el veredicto es sellado en Yom Kipur, su orden de ejecución no se expide hasta Hoshaná Rabá. Esto se asemeja a un tribunal que ya emitió su veredicto, pero hasta que el dictamen se escriba bajo la forma de documento judicial y sea pasado a los enviados para que lo entreguen a los responsables de ejecutarlo, puede todavía ser modificado para bien. Esta es la cuestión de Hoshaná Rabá, que es el día en el cual se escriben las notas con los dictámenes y [estas son entregadas a los enviados que salen del Tribunal Celestial para traerlas a los ángeles encargados de ejecutarlas. Dado que las notas no han sido escritas aun, y que los enviados no han salido, todavía resulta posible mejorar el contenido de la sentencia. Por ello, es apropiado retornar en arrepentimiento (teshuvá) en Hoshaná Rabá (Zohar III 31b). Es preciso saber que aun después de escrita la esquela (pitká) en Hoshaná Rabá, no se permite ejecutar la sentencia hasta que haya finalizado Sheminí Atzeret, y por lo tanto hasta entonces resulta útil el retorno en arrepentimiento a los efectos de dejar el dictamen sin efecto y mejorarlo (Zohar I 220a, II 142a, Sha’ar HaKavanot Drushei Jag HaSucot pág. 314-316).

Hubo quienes acostumbraban en Hoshaná Rabá llevar a cabo celebraciones al igual que en las demás noches festivas (Zera Emet 2:157). Sin embargo, la práctica más extendida es estudiar Torá en la noche de Hoshaná Rabá, y de esa manera combinar el estudio con la alegría festiva, pero no se celebra con bailes ni con orquestas. Existe una costumbre piadosa y es la de estudiar Torá durante toda la noche de Hoshaná Rabá para reparar así las falencias del alma y refinarse de caras a la sentencia final. Hay quienes acostumbraban a leer en esta noche toda la Torá (Shibolei HaLeket 371), y según el Arí se dispuso un ‘tikún’ u orden de estudio que consiste básicamente en la lectura de los libros de Devarim (Deuteronomio) y Tehilim (Salmos) (Kaf HaJaím 664:3-4).

Tal como ya aprendimos (5:10) cada día se realiza una hakafá o rodeo sosteniendo las cuatro especies, y tanto antes como durante y después de ésta se recitan algunas súplicas. En Hoshaná Rabá se realizan siete hakafot o vueltas en el mismo orden y tras su finalización se recitan numerosas súplicas.

En virtud de la santidad y del precepto especial que se cumple en ese día, se acostumbra a realizar una comida importante (Aruj HaShulján 664:13).

02- La costumbre de la aravá en los días del Templo y en nuestros días

Además del precepto de la Torá de tomar las aravot como parte de las cuatro especies (arriba 4:1) existe otro mandamiento originado en una halajá que le fue transmitida a Moshé en Sinai y es el de traer al Templo ramas largas de sauce y pararlas a los lados del altar con sus extremos superiores inclinados sobre éste. Cuando se traían las aravot, los cohanim tocaban los sonidos de teki’á, teru’á y teki’á. Así se solía proceder durante todos los días de la festividad de Sucot, salvo en Shabat. Sin embargo, si Hoshaná Rabá caía en Shabat se cumplía igualmente el precepto de la aravá, ya que ese es el principal día para su observancia. Pero a los efectos de no profanar el Shabat, se cortaban las aravot en las vísperas del día sagrado y se las colocaba en remojo en palanganas de oro llenas con agua para que no se resequen, y al día siguiente se las paraba a los lados del altar (Tratado de Sucá 45(A)).

A modo de continuación de esta práctica, los profetas establecieron que las aravot se tomen no solamente en el Templo sino en todas partes, y que además se golpee con ellas (lajvot). Tras la destrucción del Templo, los judíos continuaron con la costumbre de los profetas de tomar aravot el séptimo día como recordatorio del Santuario. Y si bien en los días del Templo se las solía tomar durante los siete días de Sucot, tras su destrucción se acostumbró a hacerlo solamente en uno. Y para ello, escogieron el séptimo día ya que es el más importante para el precepto y en él se realizaban siete vueltas o hakafot alrededor del altar del Santuario. Los sabios esotéricos explicaron que existe un nexo interior entre el séptimo día y el precepto de la aravá.

El precepto de la aravá es muy importante, al grado de que hubo sabios amoraítas que consideraron que incluso tras la destrucción del Templo, cuando aún se consagraba el mes en el Tribunal Rabínico (observando el novilunio), había que evitar que Rosh HaShaná pudiese caer un domingo, para que el séptimo día de Sucot no fuera Shabat y entonces no quedara sin efecto la costumbre de las aravot de Hoshaná Rabá (Tratado de Sucá 43(B)). Asimismo, se fijó en el calendario hebreo instaurado por el último Beit Din de la tierra de Israel, que Hoshana Rabá jamás cayera en Shabat para no dejar sin efecto la costumbre de las aravot (Rabenu Nisim, Levush. Ver en Pninei Halajá Zmanim 1:3).

Aparentemente, la aravá alude al tipo más simple de judío, el cual carece de sabor y aroma, sin Torá ni buenas acciones, por lo que la Torá ordenó amarrarla o unirla en un manojo junto a las otras tres especies para que no se perdiese de este mundo (Vaikrá Rabá 30:12, arriba 4:2-3). Entonces, cabe preguntar, ¿cuál es el motivo por el cual la tomamos sola? En efecto, la aravá posee otra arista, y es que justamente por carecer de sabor y de aroma representa a la persona que retorna en arrepentimiento, que reconoce su poca valía y sus carencias, y sabe que puede salvarse únicamente por medio del Santo Bendito Él. En ese aspecto, el ba’al teshuvá, la persona que retorna en arrepentimiento está más conectada a HaShem que los justos íntegros, ya que estos últimos se sostienen por mérito de sus buenas acciones y no requieren de una ayuda especial del Cielo, al tiempo que el ba’al teshuvá sabe que depende completamente de HaShem, Bendito Sea, que a pesar de sus pecados le extiende una mano para aceptar su retorno y de ese modo resulta estar más conectado con D’s. Respecto de ello nuestros sabios dijeron (Tratado de Berajot 34(B)) que “el sitial en el que se encuentran las personas que retornaron en arrepentimiento no es alcanzado por los justos íntegros”.

En el día de Hoshaná Rabá, tras haber intentado con todas nuestras fuerzas llevar a cabo todo el orden establecido para alcanzar la teshuvá y el rezo de Rosh HaShaná y Yom Kipur, venimos a pedir humildemente nuestra salvación empuñando las aravot, cual ba’alei teshuvá que saben que toda su redención depende únicamente de HaShem. Por ello, las aravot son llamadas ‘hoshanot’, (‘hoshaná’ lit. ‘Salva, por favor’), pues somos salvados por el mérito de la humildad insinuada en éstas. La costumbre de golpear las aravot contra el suelo (‘javatá) expresa nuestra disposición de anularnos y eliminar nuestra inclinación al mal para servir a D’s con un corazón íntegro.

03- Las reglas del golpe (‘Jibut’) de la aravá

Es costumbre del pueblo de Israel golpear la aravá en el séptimo día de Sucot como recordatorio del Templo. La aravá se golpea contra el suelo o sobre un utensilio, tal como establecieron los profetas en los días en que el Templo existía (Rambám Hiljot Lulav 7:22). Los amoraítas debatieron respecto de si los profetas establecieron esta práctica bajo el formato de decreto, por lo cual requeriría de ir acompañada del recitado previo de una bendición, o a modo de costumbre, que no lo requiere (Tratado de Sucá 44(A) y (B) y Rashí). En la práctica, se dictaminó que se trata de una costumbre por lo que no se bendice (Shulján Aruj 664:2).

La longitud de la aravá a golpear debe ser de tres palmos, al igual que la que acompaña al lulav. Según la base de la Halajá, cabe contentarse con una sola aravá para el golpeo (‘Jabatá’, ‘Jibut’), y en la actualidad se procede conforme a la usanza del Arí quien tomaba cinco (Shulján Aruj 664:4, Mishná Berurá 16). Hubo quienes prefirieron amarrarlas juntas, y así se procede en la actualidad (Mishná Berurá 664:17, Kaf HaJaím 35).

A pesar de que, en el precepto de las cuatro especies, en caso de que se hayan caído la mayor parte de las hojas de una rama de sauce esta deja de ser apta, en lo que respecta a la costumbre del golpeo de las aravot, alcanza con que quede en ésta una única hoja. Sin embargo, no es correcto flexibilizarse tanto en lo que respecta a este precepto y resulta apropiado proceder con excelencia y hacerlo con aravot hermosas y aptas para su uso con el lulav (Shulján Aruj Ramá 664:4, Kaf HaJaím 664:34).

A priori, para el golpeo de las aravot se suelen tomar ramas nuevas que aún no han sido utilizadas para golpear, empero a los efectos de la Halajá, se permite que varias personas golpeen con las mismas ramas de sauce. Esto es así ya que el golpeo no afecta su aptitud, y mientras que el largo de la rama continúe siendo como mínimo de tres palmos y les quede, aunque tan solo sea una hoja, otras personas podrán cumplir con ella la costumbre preceptiva.

Se golpean las aravot dos o tres veces sobre el suelo o sobre un recipiente (Rambám, Shulján Aruj 664:4). Y según el Arí, se acostumbra a golpearlas cinco veces sobre el suelo. Algunos de los sabios de las últimas generaciones (ajaronim) escribieron que es bueno golpearlas primeramente sobre el piso según la usanza del Arí y luego sobre utensilios tales como bancos, ya que hay quienes entienden que es bueno que por medio de los golpes sean arrancadas hojas de las aravot, y al hacerlo sobre utensilios es más probable que esto ocurra (Bejorí Ya’akov 664:16, Mishná Berurá 19).  Quienes siguen cuidadosamente las usanzas del Arí, tiene el recaudo de golpear las aravot cinco veces sobre un suelo no embaldosado, y, además, se cuidan de que las aravot se mantengan aptas para su uso con el lulav hasta el último golpe (Kaf HaJaím 664:37).

Se acostumbra a no tomar juntas a las cuatro especies con las aravot, por lo que se dan las siete vueltas solamente con el lulav y las otras tres, y luego se continúa recitando con éstas los poemas religiosos y las plegarias, para posteriormente dejarlas y tomar las aravot, con las cuales se recitan algunos otros himnos y rezos para luego golpearlas (Ramá 664:7, Mishná Berurá 26, según el Arí, Kaf HaJaím 32).

Según la costumbre yemenita las hakafot o vueltas de Hoshaná Rabá se hacen sosteniendo juntas a las cuatro especies con las aravot (y así aparece en Shulján Aruj 664:3).

No se cumple con el deber de golpear las aravot haciéndolo con las del lulav, ya que mientras que se encuentren amarradas a éste no es posible observar el precepto de golpearlas. Pero si tras tomar el lulav y cumplir con el precepto de las cuatro especies las aravot son desprendidas del manojo, se las podrá emplear para el precepto de golpearlas (Shulján Aruj 664:5, Mishná Berurá 21).

04- Las cuatro especies y las hoshanot posteriores a la festividad

Tal como ya aprendimos (arriba 5:8), las cuatro especies están ‘apartadas’ para el cumplimiento de un precepto, y durante los siete días festivos está prohibido darles su uso habitual. Por lo tanto, incluso después que una persona haya cumplido en Hoshaná Rabá con el deber de tomar el lulav, tendrá prohibido comer del etrog u oler el aroma de su hadas (y si previamente estableció como condición que lo haría – podrá hacerlo). Una vez concluido el séptimo día queda sin efecto la prohibición, por lo que quedará permitido comerlas, aprovecharlas o disfrutar de ellas (Tosafot al Tratado de Sucá 10(B) ‘עד’, Beur Halajá 665:1 ‘אתרוג’).

En caso de no precisar de las especies, tras haber cumplido el precepto en el séptimo día, se pueden dejar en el patio o en el sitio en el cual se depositan los residuos de la poda de los árboles y las hierbas cortadas, ya que al ser “objetos para el cumplimiento de un precepto” (tashmishei mitzvá) y no “objetos de santidad” (tashmishei kedushá) no precisan ser llevados a la guenizá. Pero no deben ser arrojadas a un recipiente de basura maloliente o en un sitio donde vayan a ser pisadas, ya que está prohibido denigrarlas por cuanto que se cumplió por su intermedio con un precepto (Shulján Aruj 664:8).

Respecto de las Hoshanot con las cuales se golpea, hay quienes acostumbraban a ocultarlas sobre el Arca Sagrada. Quizás originalmente lo hacían para no arrojar las aravot fuera de la sinagoga lo cual podría acarrear que fueran pisadas y por ende denigradas. Pero en la práctica, es preferible preservar el honor del Arca Sagrada y colocar las aravot a los costados del patio o donde se acostumbra a apilar ramas podadas. Hay también quienes acostumbran a cuidarlas hasta Pesaj para quemar con ellas el jametz u hornear las matzot (Ramá 664:9), y hay quienes acostumbraban a colocarlas en la casa o en el patio como objeto propicio para la protección.

05- La salida de la sucá

No se debe desarmar la sucá hasta que concluya la festividad de Sucot. Incluso quien terminó de ingerir la comida de Hoshaná Rabá y no tiene la intención de dormir durante el día, no debe desarmar su sucá porque el precepto de habitarla se prolonga hasta el final de la jornada, y en caso de querer estudiar o conversar con alguien es preceptivo que lo haga en la sucá. Sin embargo, unas dos horas y media antes de la puesta del sol, está permitido retirar los muebles de la sucá de cara a Sheminí Atzeret (Shulján Aruj 666:1).

Es correcto permanecer en la sucá al concluir Hoshaná Rabá para, en la medida de los posible, permanecer a la sombra del precepto del cual estamos a punto de separarnos por un año entero. Hay quienes acostumbran a besar la sucá cuando se despiden de ella al concluir Hoshaná Rabá (Shelá, Mishná Berurá 477:5). Y hay quienes acostumbran a recitar una plegaria de despedida, tal como aparece en los sidurim (Shulján Aruj 667:1, arriba 2:16).

El sejaj de la sucá, las paredes y los adornos están destinados específicamente al cumplimiento de un precepto, y hasta finalizada la celebración queda prohibido utilizarlos para otro fin. Y a pesar de que en el octavo día no debemos habitar la sucá, por cuanto que la prohibición se extiende hasta el final del crepúsculo (‘bein hashmashot’) del séptimo día – cuando ya ha de comenzar el octavo, la prohibición se prolonga hasta el final del octavo (Shulján Aruj 667:1, ver arriba 3:16).

Y dado que el sejaj, las paredes y los adornos son en sí mismos ‘objetos de uso de santidad’ (tashmishei kedushá) no requieren ser dejados en la guenizá, pero está prohibido denigrarlos, esto es, usar los papeles de los adornos para la higiene en el baño o pisar las ramas de la sucá de un modo irrespetuoso (Mishná Berurá 638:24).

Está prohibido comer en la sucá en el octavo día, y todo aquel que lo hace en aras de cumplir un precepto en cualquier día que no sea uno de los siete de la festividad transgrede una prohibición de la Torá, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 13:1): “Toda la palabra que Yo os ordeno a vosotros, eso habréis de cuidar para hacer. No habrás de añadir sobre ello ni habrás de menguar de ello”. Y aunque no se tenga la intención de cumplir con el precepto de habitar la sucá, está prohibido por prescripción rabínica comer en la sucá el octavo día, porque se ve como quien tiene la intención de añadir al precepto. Quien no tenga otro sitio donde comer, a los efectos de que no parezca que desea añadir al precepto, antes del octavo día debe retirar del sejaj una superficie de cuatro palmos por cuatro palmos (unos 32 cm.) por cuatro palmos para que quede claro que no está interesado en el techo de la sucá. El temor de que parezca que la persona desea añadir al precepto aplica únicamente para el octavo día, pero quien desee comer en la sucá después del octavo día, no precisa abrir hueco alguno en el sjaj ya que no se teme que quienes lo vean allí piensen que tiene la intención de agregar a la observancia del precepto (Ramá 666:1).

Fuera de la tierra de Israel, también se come en la sucá en el octavo día porque allí se está bajo la duda de si en realidad se trata o no del séptimo, pero no se recita la bendición por habitarla, ya que en ese día nos conducimos de acuerdo con las normas festivas de Yom Tov de Sheminí Atzeret, y en caso de recitar la bendición por la sucá, su proceder resultaría problemático al ser contradictorio (Tratado de Sucá 47(A), Shulján Aruj 668:1).

No obstante, en el noveno día, que en el extranjero recibe el nombre de ‘Simjat Torá’, está prohibido comer en la sucá porque quien lo hace parece querer añadir al precepto. Quien carezca de sitio donde comer no podrá retirar parte del sjaj previo al noveno día ya que en Yom Tov está prohibido desarmar lo construido. A los efectos de que no parezca que transgrede la prohibición de “no agregarás”, que ingrese a la sucá ollas y platos sucios, que es algo que está prohibido hacer en ella, y de esa manera resultará claro que no tiene la intención de sentarse allí a los efectos de cumplir con el precepto de habitar en la sucá (Shuján Aruj 666:1).

01- Sheminí Atzeret es una festividad en sí misma

Por una parte, el día festivo de Sheminí Atzeret es considerado como la continuación de Sucot, y por la otra, como una festividad en sí misma. Por el hecho de que es llamado ‘Sheminí’, octavo, resulta que se lo considera la continuación de los siete días festivos de Sucot. Lo mismo ocurre con la cuestión de la peregrinación a Jerusalém, con la ofrenda del sacrificio por visitar el Templo (Olat Reiá) y con las ofrendas de agradecimiento festivas (Shalmei Jaguigá). En todas estas cuestiones el día es considerado como una continuación de la festividad de Sucot, ya que todo aquel que trajo las ofrendas antemencionadas en Sucot no precisa volver a hacerlo en Sheminí Atzeret. En caso de que no haya alcanzado a ofrendar en Sucot puede hacerlo durante Sheminí Atzeret (Tratado de Rosh HaShaná 4(B)).

Por otra parte, en varias cuestiones el día es considerado una “festividad separada”.

En primer lugar, los preceptos especiales de la festividad de Sucot no rigen en este día, pues en Sheminí Atzeret no es preceptivo habitar la sucá, tomar el lulav y libar o verter agua sobre el altar durante la ofrenda permanente. Por lo tanto, su nombre también es diferente, ya que no se denomina ‘Sucot’ sino ‘Sheminí Atzeret’, tal como lo decimos durante el rezo, al recitar el Kidush y la bendición posterior a la ingestión de alimentos (Birkat HaMazón).

En segundo lugar, existe una diferencia entre ambas festividades en lo referente a las ofrendas públicas en el Templo, ya que en Sucot cada día se sacrifican catorce corderos y dos cameros, mientras que en Sheminí Atzeret se sacrifican siete corderos y un camero. Otro tanto ocurre con la ofrenda de novillos, durante los siete días festivos de Sucot se sacrifican numerosos novillos, el primer día trece, el segundo doce y así sucesivamente hasta que en el séptimo día se sacrifican siete. Si Sheminí Atzeret fuese la continuación de Sucot en este día se deberían sacrificar seis novillos, y por el hecho de que se nos ordenó ofrendar uno solo resulta que es una festividad en sí misma (Bamidbar-Números 29:32-39).

Dado que bajo distintos aspectos se la considera una festividad separada, en el Kidush nocturno de Sheminí Atzeret se recita la bendición de ‘Shehejeianu’. O sea, la bendición de Shehejeianu que es recitada en el Kidush de la primera noche de Sucot no incluye a Sheminí Atzeret (Tratado de Sucá 47(B), Shulján Aruj 668:1).

02- La esencia de Sheminí Atzeret

Dijeron nuestros sabios: Los setenta novillos que se ofrendan en Sucot se corresponden con las setenta naciones, y uno solo es ofrendado en Sheminí Atzeret para una nación singular – el pueblo de Israel. “Esto se asemeja a un rey de carne y hueso que les dijo a sus siervos: Preparadme un gran banquete. El último día le dijo a su amado: Prepárame una pequeña comida para que pueda disfrutar de ti” (Tratado de Sucá 55(B)).

Algo similar se explica en el Midrash (Bamidbar Rabá 21:24): “Esto se asemeja a un rey que llevó a cabo un banquete durante siete días e invitó a todos sus súbditos a participar del mismo. Una vez transcurridos los siete días le dijo a su amado: Ya cumplimos con todos los súbditos del reino, comamos (lit. enrollemos en un pan) ahora yo y tú lo que encontremos, una libra (medida romana equivalente a 358 gramos) de carne, de pescado o una verdura. Así le dijo el Santo Bendito Él al pueblo de Israel: ‘En el día octavo: asamblea habrá para vosotros, preparad aquello que encontréis, un novillo y un camero’”.

Y en el Zohar (III Emor 104b) dijeron que ese día es exclusivamente del Rey, aquel en el cual Él se alegra con Israel. Esto se asemeja a un monarca que invitó a comensales, y todos los residentes del palacio (los hijos de Israel) se esmeraron en atenderlos. Luego, el rey dijo: Hasta ahora ustedes y yo nos esmeramos en atender a los invitados, cada día sacrificasteis novillos por las setenta naciones. A partir de ahora Yo y ustedes nos alegraremos por un día, tal como está escrito (Bamidbar-Números 29:35): “En el día octavo: asamblea habrá para vosotros”, pues las ofrendas son para vosotros.

“Cuando los hijos de Israel escucharon esto comenzaron a alabar al Santo Bendito Él y dijeron: Este es el día que hizo HaShem, alegrémonos y regocijémonos en él (Tehilim-Salmos 118:24). Dijo Rabí Abín: No sabemos por qué alegrarnos, ¿por el día o por el Santo Bendito Él? Vino Shelomó y explicó (Shir HaShirim-Cantar de los Cantares 1:4): “Alegrémonos y regocijémonos en Ti”, en Tu Torá, en Tu salvación” (Yalkut Shim’oní Pinjás 782).

Esta es la esencia particular de Sheminí Atzeret, es un día que carece de todo precepto específico salvo el de regocijarnos en HaShem, en Su Torá y en Su salvación.

03- El significado de Atzeret

El vocablo Atzeret proviene de la palabra ‘Atzará’ (lit. congregación, reunión o asamblea), día en el cual nos reunimos en una asamblea final para resumir y despedirnos del ciclo festivo anual. Este ciclo se inicia con la festividad de Pesaj en la cual salimos de Egipto, continúa con Shavu’ot que es el día de la entrega de la Torá, sigue con Rosh HaShaná y Yom Kipur, los días del recuerdo, del retorno en arrepentimiento y de la expiación, y culmina con la festividad de Sucot, la fiesta de la recolección, en la cual recogemos todos los frutos materiales y espirituales del año, nos regocijamos con ellos, y por su mérito la alegría y la bendición se expanden al mundo entero. En el octavo día tenemos una asamblea, ‘Atzeret’, esto es, previo a la finalización del ciclo volvemos a reunirnos en un cónclave de despedida. “Esto se asemeja a un rey que invitó a sus hijos a un banquete por un determinado número de días, y al llegar el momento de despedirse dijo: Hijos míos, os pido por favor, quedaos un día más ya que vuestra partida me resulta dolorosa” (Rashí a Vaikrá-Levítico 23:36).

Desde ese punto de vista, en Sheminí Atzeret corresponde alegrarnos más que en el resto de las festividades, porque es el día en el cual queda sellado el ciclo de la elevación festiva y alcanzamos la máxima cercanía y el máximo apego a HaShem. La alegría de este día no depende del cumplimiento de un precepto específico como es el caso de la sucá o de las cuatro especies, sino del simple hecho de que somos el pueblo de HaShem y nos considera Sus hijos. Tal como dijera el Gaón de Vilna, el precepto es únicamente el de alegrarse por el día, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 16:15): “Sé pues, alegre”. Asimismo, se cuenta sobre el Gaón de Vilna que en Sucot estaba sumamente jubiloso, y más aún en Sheminí Atzeret, porque de acuerdo con el esoterismo judío es el más dichoso de todos los días festivos (Ma’asé Rav 233).

En esta asamblea festiva de despedida, en la cual nos aunamos con HaShem nuestro D’s de un modo singular, Él nos concedió la posibilidad de atesorar y guardar eternamente en nuestras almas toda la luz que logramos captar a lo largo del año que pasó, y en virtud de ello continuar elevándonos en el siguiente. A diferencia del séptimo día festivo de Pesaj, respecto del cual fue dicho (Devarim-Deuteronomio 16:8): “…empero en el día séptimo, día de asamblea ante HaShem tu D’s”, esto es, que toda la luz que recogemos y captamos en Pesaj se la entregamos al Creador para que Él la cuide para nosotros, pues aún no somos dignos de atesorarla en nuestro seno. En Sheminí Atzeret, con la conclusión de ciclo festivo alcanzamos el nivel en el cual podemos tener el mérito de atesorar para siempre en nuestro seno toda la luz y todo el bien que captamos a lo largo del año, tal como fue dicho (Bamidbar-Números 29:35): “En el día octavo: asamblea habrá para vosotros (ver en Pninei Halajá Mo’adim 13:6 que es también el motivo por el cual Shavu’ot se denomina ‘Atzeret’).

El octavo día es el indicado para ello, pues el mundo de la naturaleza está vinculado al número siete, ya que toda la naturaleza fue creada en siete días y en el universo todo tiene un límite y un final. A los efectos de acumular todo el bien y toda la luz Divina que en él se revela, es preciso santificarse y elevarse a un nivel que está por encima de la naturaleza y del tiempo, dicho nivel está vinculado al número ocho. En virtud de este estadio supra natural podemos reparar el mundo. Así, por ejemplo, se nos ordenó realizar la circuncisión que repara la naturaleza en el octavo día, ya que el pacto es eterno, y trasciende la naturaleza y el tiempo. De igual manera, la Torá fue entregada en el octavo día, esto es, tras contar siete semanas. Por ello, el día de Sheminí Atzeret es el indicado para celebrar la alegría de la Torá, Simjat Torá (Maharal de Praga Tiferet Israel 2).

04- La plegaria por la lluvia

Por medio de la lluvia que es la que trae el agua al mundo, todos los vegetales, animales y seres humanos se mantiene con vida, y por ello, corresponde agradecer a HaShem por su descenso, y rezar ante Él para que nos otorgue precipitaciones para bendición. Por ello, nuestros sabios establecieron en la redacción del rezo de la Amidá que, durante el invierno, en la segunda bendición, recordemos lo magnánimo que es el Creador que “Hace soplar el viento y descender la lluvia”, y en la novena, le pidamos que nos brinde rocío y precipitaciones para bendición.

Si bien desde el punto de vista de las estaciones del año cabría pedir por lluvia desde el inicio de la festividad de Sucot, ya que es entonces que se inicia la temporada de las precipitaciones, sin embargo, durante estos días festivos la lluvia es percibida como una señal de maldición porque su descenso impide el cumplimiento del precepto de habitar la sucá, y, por lo tanto, se pospuso su mención hasta después de la festividad.

Los sabios estipularon que se comience a recordar las lluvias en el rezo de Musaf de Sheminí Atzeret, porque entonces todo el público se encuentra en la sinagoga, y es posible anunciar a todos que comiencen a mencionar la lluvia. Empero, no todos asistían al rezo de Arvit, y antes del de Shajarit no se puede anunciar porque no se debe interrumpir entre el relato de la redención en Egipto y la Amidá (Beit Yosef y Shulján Aruj 114:1-2).

Junto al inicio de la mención de las precipitaciones, se recita la plegaria por la lluvia, en la cual pedimos que las precipitaciones del año entrante desciendan para bendición. Para su recitado, se acostumbra a abrir el Arca Sagrada y este es acompañado de una gran intención meditativa y de súplicas. Según la usanza ashkenazí, esta plegaria se asemeja a la de los Días Solemnes, por lo que el oficiante viste un ‘kitel’ o túnica blanca y entona el rezo con una melodía similar a la que se canta en éstos.

Según la usanza de los sefaradíes y la de algunos de los ashkenazíes esta plegaria se recita previo al rezo de Musaf. Según la costumbre mayoritaria entre los ashkenazíes, la plegaria se recita durante la repetición del oficiante de la Amidá de Musaf junto a la mención de las lluvias en la segunda bendición. Según esta tradición, el gabai o encargado de la sinagoga anuncia en voz alta previo a la Amidá silenciosa “¡Hace soplar el viento y descender la lluvia!” (“Mashiv Haruaj Umorid HaGueshem”) y entonces, aunque aún no se haya recitado la plegaria por la lluvia, se la menciona en la segunda bendición de Musaf.

Aparentemente, en el rezo de Arvit de la conclusión de la festividad se debería comenzar a pedir por lluvia, sin embargo, nuestros sabios se preocuparon por los peregrinos que llegaron a Jerusalém desde lejos, y por ello la pospusieron en quince días hasta la noche del séptimo día del mes de Marjeshván, para que el último de los peregrinos proveniente del Rio Éufrates alcance a regresar a su hogar sin que le llueva en el camino (Shulján Aruj 117:1). Incluso en la actualidad mantenemos esta querida costumbre que nos recuerda los días del Templo de Jerusalém.

Quien se olvida de mencionar las lluvias en Musaf y también en el rezo posterior, por cuanto que dijo “Hace descender el rocío” – no precisa volver a rezar. Si tras llegar a la noche del siete de Marjeshván se olvida de pedir lluvias – debe completar la petición en la bendición por la respuesta a la oración (‘Shome’a Tefilá’). En caso de olvidarse, debe regresar a la novena bendición, por la prosperidad (‘Birkat HaShanim’), y si ya terminó de rezar debe volver a hacerlo desde el principio (ver en Pninei Halajá Tefilá 18:4-5).

La Torá fue comparada con el agua, “Así como el agua da vida al mundo, de igual manera las palabras de la Torá dan vida al mundo” (Sifrei Ekev 48), ya que el agua da vida al cuerpo y la Torá da vida al alma. Por ello, corresponde que en la plegaria por la lluvia se tenga la intención de incluir también al agua espiritual, para que el año que se inicia para bien sea bendito con Torá.

También en el extranjero, donde se celebran los dos días de Yom Tov de las Diásporas, se comienza a mencionar las lluvias en Sheminí Atzeret, y en el segundo día, que recibe el nombre de ‘Simjat Torá’, se completa la lectura de los cinco libros del Pentateuco.

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