Pninei Halajá

01) La impureza de las manos

El lavado o ablución de manos es uno de los siete preceptos establecidos por nuestros sabios. A los efectos de comprender el origen de este decreto es necesario aclarar primeramente que según la Torá todo el cuerpo humano es considerado como una sola unidad a los efectos de las leyes de pureza e impureza, todo este puede estar puro o impuro en su totalidad. Esto es, si un solo órgano corporal tuvo contacto con algo impuro, entonces todo el cuerpo pasa a ser impuro. Por ejemplo, quien toca un muerto con su pie no sólo éste se torna impuro sino su cuerpo todo. Asimismo, el proceso de purificación deberá abarcar a todo el cuerpo, por esa razón, cuando una persona realiza una inmersión en la Mikve a los efectos de purificarse debe sumergirse por completo.

A modo de apéndice a esta regla, nuestros sabios estipularon que las manos poseen un status particular y diferenciado, en virtud de que estas se ocupan de todas las cuestiones relativas a la acción y al plano material, por lo que suelen ensuciarse más que el resto del cuerpo y por ende por descuido pueden tocar objetos impuros. En virtud de ello, nuestros sabios establecieron que las manos en su estado común o regular -«stam yadáim»- son consideradas impuras y el modo de purificarlas es por medio de su lavado o ablución con agua (ver Rashí a Shabat 14(A)).

Esta directiva pasó por diferentes etapas. En días del primer Templo el Rey Shelomó decretó la impureza de las manos a los efectos de la ofrenda de sacrificios, esto es, ordenó que cada persona que se disponga a tocar una ofrenda con sus manos deberá primeramente purificarlas y en caso de tocar la ofrenda sin haberlas abluido, ha impurificado la carne del sacrificio y lo transforma en ritualmente no apto para su ingestión. En días del segundo Templo, los sabios de la escuela de Shamai y los de la escuela de Hilel decretaron que las manos, en su estado normal están impuras también a los efectos de tocar las ofrendas o presentes que se otorgan al cohen, de modo tal que todo aquel que los tocaba sin abluir sus manos los transformaba en no aptos para su ingestión, y a los efectos de evitar comerlos por error era necesario incinerarlos (Tratado de Shabat 14).

Posteriormente, los sabios extendieron la vigencia de esta norma y establecieron que no se puede ingerir pan sin previamente lavarse las manos (Talmud Babilonio Tratado de Julín 106(A)).

El lavado de manos previo a la ingesta de pan fue fundamentado por dos razones. La primera, a causa del «seraj terumá». Es decir, a fin de que los cohanim se acostumbren a la ablución de sus manos previo al contacto con las ofrendas o presentes destinados a ellos, decretaron los sabios que todas las personas lavasen sus manos antes de comer pan, y de esta manera se impuso en el seno del pueblo esta práctica. Así se fomentó en los cohanim la costumbre de abluir las manos antes de comer de sus ofrendas o presentes. Y a pesar de que hoy el Templo está destruido y que carecemos de la posibilidad de purificarnos de la impureza de la muerte, y ya van muchas generaciones en las que los cohanim no comen sus ofrendas o presentes, el decreto de la ablución de manos no ha sido derogado pues pronto nuestro Santuario será reconstruido y por lo tanto debemos estar listos y habituados en el cumplimiento de las leyes de la pureza. La segunda razón esgrimida es que en virtud del carácter activo de las manos que las lleva a tocar sitios sucios no corresponde comer estando estas en ese estado. De esto resulta que, a los efectos de preservar la pureza y la santidad de la ingesta de alimentos, nuestros sabios decretaron la ablución previa de las manos basándola en el siguiente versículo (Vaikrá-Levítico 11:44): «Y os santificareis y seréis santos porque Yo Soy Santo». «Y os santificareis’ se refiere a las aguas primeras (lavado de manos antes de comer n. de t.)» (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 53(B)). Incluso aquel cuyas manos están limpias por haber terminado de lavarlas con agua y jabón debe abluirlas antes de comer pan a los efectos de purificarlas y santificarlas de cara a la comida (ver Shulján Aruj Oraj Jaím 158:1, Mishná Berurá 1).

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