Pninei Halajá

05) ¿Es necesario agregar sal al pan?

En el pasado se acostumbraba hornear el pan sin sal y al momento de sentarse a comer esta se agregaba o, en su defecto, se lo untaba con ensalada o cualquier otro tipo de alimento. Por ello nuestros sabios, de bendita memoria, indicaron que tras el recitado de «Hamotzí» corresponde ingerir el pan del modo más excelso posible, para así enfatizar la alabanza implícita en la bendición. Por ello se acostumbró aderezar el pan ingerido con sal u otro alimento que realce su sabor. En esos días, quien deseaba comer el pan tal como estaba, sin agregados, no debía adicionar sal.

En la actualidad el pan que solemos comer viene ya con sal y otros condimentos incluidos por lo que se lo considera importante o de alta gama y, según la norma, se puede recitar sobre este la bendición de «Hamotzí» sin necesidad de agregar aderezo alguno (Shulján Aruj 167:5). Sin embargo, muchos acostumbran cumplir el precepto con especial excelencia y aderezan el pan con sal o alguna ensalada a los efectos de que la ingestión posterior al recitado de la bendición se lleve a cabo del modo más excelso posible.

Existe otro esmero especial en este precepto y es el de colocar la sal sobre la mesa durante la comida, tal como se ordenaba hacer en el Templo de Jerusalém donde se les agregaba sal a los sacrificios ofrendados, como está escrito (Vaikrá-Levítico 2:13): «pondrás sal sobre todos tus sacrificios». Esta práctica sugiere que la mesa donde se come es similar al altar del Santuario y el alimento ingerido se asemeja a un sacrificio ofrendado por cuanto que confiere al hombre del vigor necesario para poder servir a D´s (Ramá allí).

Hay quienes acostumbran agregar sal al pan guiándose por enseñanzas místicas (Maguén Abraham 167:15, Mishná Berurá 33). Esto se debe a que el pan alude a la cualidad del «jesed» o generosidad, pues por su intermedio el ser humano se nutre y por lo tanto vive, mientras que la sal alude o insinúa el «din» o el duro rigor, cualidad a la que cuando se le entrega el dominio del mundo este se ve destruido. Al aderezar el pan con sal sublimamos o corregimos el poder destructor de ella al transformarla en secundaria respecto del pan sumándose así al «jesed» que nutre al mundo y entonces en lugar de ser perjudicial resulta útil. Se acostumbra poner énfasis en esta práctica en Shabat y en días festivos.

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