Pninei Halajá

01 – Introducción

01 – Las festividades

La Torá nos preceptuó seis Tiempos Festivos, y ellos son: 1) El primer día de Pesaj. 2) El séptimo día de Pesaj. 3) Shavuot. 4) Rosh HaShaná. 5) El primer día de Sucot. 6) Sheminí Atzeret. El precepto consiste en que los hagamos días sagrados cesando en ellos la realización de toda labor, estudiando Torá, regocijándonos en la alegría festiva y agradeciéndole a HaShem por todo lo bueno que nos ha prodigado y a partir de esto último recordar que HaShem nuestro Dios nos ha escogido de entre todos los pueblos y nos entregó Su Torá, nos consagró con Sus preceptos, nos acercó a Su servicio y Su grande y sagrado Nombre invocó sobre nosotros. Por medio de ello habremos de trascender por sobre las cuestiones mundanas y ocupaciones cotidianas, nos elevaremos mediante la corrección de nuestras cualidades y la pureza de nuestro corazón, y así, podremos fortalecer el estudio de la Torá y el cumplimiento de los preceptos, recordando la gran misión que nos fue encargada, reparar el mundo instaurando en él el reino de HaShem.

Amén del aspecto que es común a todas las festividades, cada uno de estos días expresa una idea singular que tenemos el mérito de captar cada año nuevamente: el primer día de Pesaj es el día en el cual el Eterno nos sacó de Egipto de la casa de la esclavitud y nos liberó para siempre, y a los efectos de reforzar en nuestro interior el recuerdo del éxodo se nos ordenó comer en esa noche pan ácimo (matzá), hierbas amargas (maror), carne del sacrifico pascual (korbán Pesaj) y relatar la salida de Egipto. El séptimo día de Pesaj es aquél en el cual HaShem partió para nosotros las aguas del Mar Rojo (o Mar de Juncos) y nos hizo atravesarlo por tierra seca ahogando en él a los egipcios que nos perseguían.

En la festividad de Shavuot HaShem nos entregó la Torá por medio de la cual reparamos el mundo, y en virtud de ello se nos ordenó traer al Templo dos panes hechos de jametz (masa leudada) para enseñarnos que por medio de la Torá también la inclinación al mal, que está insinuada en el jametz, puede ser reparada y se suma al ámbito de la santidad (adelante 13:7).

El primero de Tishrei es el día de la Creación del universo, o más precisamente es el sexto día de la Creación en el cual fue creado Adam y se nos ordenó hacer de este un Día de Recordación (Yom Hazikarón), tocar el Shofar y despertarnos para el retorno a D´s (teshuvá). Hay otro día sagrado y solemne que es Yom Kipur. Sin embargo, debido que sus prohibiciones son más estrictas y rigurosas, no se lo considera como uno de los días festivos.

A diferencia de los anteriores, el primer día de Sucot no fue establecido en virtud de algún hecho específico sino porque en él evocamos en general la Providencia Divina sobre nosotros cuando HaShem nos sacó de Egipto, nos condujo por el desierto y extendió sobre nosotros las nubes de Su Gloria Celestial. Esta festividad se celebra en el tiempo en que se termina de recolectar la cosecha, tiempo en el cual compendiamos el ciclo anual de festividades y le agradecemos a HaShem por los frutos del año. De la festividad de Sucot llegamos a la de Sheminí Atzeret, que es la celebración última que resume el año y en la cual accedemos a un alto grado de apego a HaShem nuestro D´s y por lo tanto corresponde culminar en esta el ciclo de lectura de la Torá y regocijarnos en ella.

02 – Las temporadas agrícolas y los días de juicio

Los nombres de las fiestas de peregrinación expresan la temporada agrícola en la cual se celebran, tal como está escrito (Shemot–Éxodo 23:14-17): «Tres veces en el año festejarás ante Mí.  La festividad de los Panes Ácimos habrás de observar… en el tiempo del mes de Aviv (primavera), ya que en él saliste de Egipto…Y la festividad de la Siega (Shavu’ot): las primicias de tus labores, lo que sembrares en el campo y la festividad de la Recolección (Sucot), al concluir el año, cuando tú recojas el fruto de tus labores del campo. Tres veces en el año serán vistos todos tus varones ante la presencia del Señor HaShem». Asimismo, está escrito (Shemot-Éxodo 34:18-23): «La festividad de los Panes Ácimos habrás de observar…en el tiempo del mes de Aviv (primavera), ya que en el mes de Aviv saliste de Egipto…La festividad de las Semanas habrás de hacer: las primicias de la siega del trigo; y la festividad de la Recolección al concluir el año».

La festividad de Pesaj se corresponde con el mes de Aviv (primavera) en el cual todo comienza a florecer. La festividad de Shavuot es llamada la «Fiesta de la Siega» en la cual se completa la cosecha del trigo que representa el alimento principal del ser humano. La festividad de Sucot es llamada la «Fiesta de la Recolección», en la cual se termina de almacenar en la casa las cosechas y los frutos de todo el año. Estas son temporadas del año en las que naturalmente el ser humano se alegra, en la primavera por la germinación y florecimiento que irrumpen vigorosamente tras el invierno, en la siega por efecto de la abundante bendición de la cosecha y durante la recolección por los numerosos buenos frutos que logramos almacenar en nuestras despensas. Se nos ordenó elevar y santificar estos sentimientos naturales por medio de los preceptos festivos.

El proceso natural en este mundo físico refleja el proceso espiritual que tienen lugar en los mundos superiores. Pesaj es un tiempo de inicio y renovación, por ello en él salimos de Egipto y nos transformamos en una nación. Shavuot es un tiempo de maduración del proceso de germinación y florecimiento hasta alcanzar su cima, y por ello en él recibimos la Torá (adelante 13:1-4). La festividad de Sucot es un tiempo de alegría, síntesis y evaluación de la bendición material y es el tiempo en el cual expresamos nuestro gran regocijo por la Divina Presencia que reposa sobre nosotros y por todas las cosas buenas que se derivan o surgen del hecho de vivir bajo Su Providencia.

Cada festividad expresa la conclusión de una etapa tanto en el aspecto de la naturaleza, así como espiritual: Pesaj finaliza la etapa de la irrupción de la primavera tras el adormecimiento invernal y la salida de Egipto de la casa de la esclavitud. En Shavuot concluye la primera etapa del florecimiento, por lo que es tiempo de siega de la cosecha y entrega de la Torá. En Sucot culminan todas las etapas, se recolectan todos los frutos tanto materiales como espirituales los cuales expresan el vínculo completo de Israel con HaShem. A los efectos de unir el proceso agrícola natural y el proceso espiritual correspondiente con su origen sagrado se nos ordenó ascender al Templo de Jerusalém en las tres fiestas de peregrinación para ofrendar los sacrificios de Olá, Shelamim y alegrarnos ante D´s.

Los días festivos son también días de juicio. Afirmaron nuestros sabios en la Mishná (Rosh Hashaná 16(A)) que el mundo es juzgado en cuatro oportunidades o etapas: en Pesaj por la cosecha que está por crecer y madurar hasta Shavuot, en Shavuot somos juzgados por las frutas de los árboles que habrán de producirse durante el verano y en Sucot somos juzgados por el agua, o sea, por las lluvias invernales. Rosh Hashaná es el día general de juicio para todas las personas que habitan la tierra. Por medio de la observancia de las festividades conforme a sus normas, somos juzgados favorablemente y este es el buen consejo que nos dio HaShem por medio de los preceptos festivos, conectarnos a él en cada temporada con agradecimiento y alegría y de esa manera atraer la bendición para la temporada siguiente.

03 – Israel y los tiempos

La santidad del Shabat es fija y existe desde que HaShem creó el mundo en seis días y cesó de hacerlo el séptimo. En cambio, la santidad de las fiestas depende del pueblo de Israel. Esta cuestión encierra dos aspectos. El primero, que la idea especial de cada festividad se reveló por medio del pueblo de Israel:  en Pesaj HaShem sacó a Israel de Egipto, en Shavuot le entregó la Torá, en Sucot recordamos Su especial Providencia sobre nosotros. En Rosh Hashaná, el pueblo de Israel se presenta ante HaShem como los enviados en representación de todas las naciones del mundo para coronar a D´s sobre el universo. El segundo aspecto intrínseco es que todas las fiestas dependen del calendario hebreo, el cual es consagrado por el pueblo de Israel. Esto es, si bien el mes hebreo depende del ciclo de la luna, la visibilidad de esta en su renovación no determina por sí sola la consagración del novilunio, sino que únicamente el Tribunal del pueblo de Israel puede hacerlo, tal como está escrito (Shemot-Éxodo 12:2): «Este mes será para vosotros» – «Este testimonio os será dado a vosotros» (Talmud Babilonio Tratado de Rosh Hashaná 22(A)). Unos trecientos años después de la destrucción del Segundo Templo, cuando los sabios de la tierra de Israel y primero entre estos el Nasí Hilel II vieron que en virtud de la sumisión y las desgracias recurrentes los sabios judíos tendrían enormes dificultades en continuar consagrando los meses, calcularon los meses y los años, consagrándolos hasta el final de las generaciones por medio de cálculos astronómicos. De todas maneras, la consagración de los meses depende aún de los judíos que habitan la tierra de Israel ya que deben ser estos últimos quienes los determinan empleando el método fijo de cálculo calendario; y en caso de que – D´s no lo permita – llegase a no haber judíos en la tierra de Israel, la fijación de los meses establecida por el último gran tribunal quedaría sin efecto y se verían anulados tanto los meses como las festividades. Sin embargo, HaShem nos prometió que algo así no ocurrirá jamás (Rambám Kidush Hajodesh 5:1-3, Sefer Hamitzvot 153, Pninei Halajá Zmanim 1:3).

Vemos que la santidad de las Festividades depende del pueblo de Israel y a este aspecto se refieren nuestros sabios cuando establecieron que recitemos en el rezo y en el Kidush festivo las palabras: «Bendito eres Tú HaShem que santifica a Israel y a los tiempos». Aparentemente, esto resulta difícil de comprender ya que es sabido que no se finaliza una bendición mencionando dos cuestiones diferentes. Lo que ocurre es que el pueblo de Israel y los tiempos no son dos temas separados, dado que Israel es quien los consagra (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 49(A)). Por su parte, la santidad del Shabat es fija y fue establecida por HaShem por lo que la bendición sabática reza: «Bendito eres Tú HaShem que santifica el Shabat» (ídem Pesajim 117(B)). Por ello, a pesar de que el Shabat es un día sagrado y superior en santidad a las festividades, el precepto de la alegría es mayor en estas últimas, ya que es cuando se revela más claramente el valor de nuestras acciones en este mundo.

Dado que la santidad de las festividades depende del pueblo de Israel, resulta que en estas se pone de manifiesto el hecho que dicha santidad es proyectada hacia cada uno de los miembros de la nación revelando la unión del pueblo. Es así como vemos que, en el caso de Shavuot, al pararnos unidos frente al Monte Sinaí recibimos la Torá (adelante 13:6). En el caso del Korbán Pesaj, este también insinúa la cuestión de la unidad del pueblo de Israel y su singularidad (Maharal de Praga Guevurot HaShem 36-37). De igual forma, las cuatro especies que tomamos en Sucot aluden a la unidad entre los diferentes sectores del pueblo.

Como continuación de esto, a los efectos de no generar una disparidad entre quienes peregrinan al Templo, los sabios dictaron medidas contemporizadoras respecto de la actitud a tener para con los amei haaretz (lit. pueblo de la tierra), esto es, con aquellos judíos legos en cuestiones religiosas. Los sabios decretaron que durante todo el año el contacto con un am haaretz impurificaba ya que entre estos abundaban los que no eran cuidadosos en el cumplimiento de las reglas de pureza e impureza. En las festividades, los sabios indicaron que se acepta la declaración del am haaretz respecto de su estatus de pureza de modo tal que todo aquél que se declara puro se le cree y no impurifica por contacto la carne de los sacrificios y demás alimentos. Los sabios basaron su decisión en el versículo (Shoftim-Jueces 20:11) que dice «Y se reunió todo el pueblo de Israel en la ciudad, en confraternidad, como un solo hombre» – cuando todos se reúnen, todos entran en la categoría de javerim cuya declaración de pureza es fidedigna (Talmud Babilonio Tratado de Jaguigá 26(A)). Asimismo, fue dicho (Tehilim-Salmos 122:3): «Jerusalém, que fuiste construida como una ciudad unida» – que hace unir a todos los judíos (Talmud Jerosolimitano Tratado de Jaguigá 3:6).

04 – El Shabat y las fiestas – los preceptos y los castigos

Para cada uno de los seis días festivos fue establecido un precepto positivo de cesar en la realización de labores y otro restrictivo de no realizar labor alguna. Es así como tenemos doce preceptos que se ocupan de la cesación de la realización de labores en Yom Tov.

Por otra parte, para la cesación de labores en Shabat se nos ordenaron únicamente dos preceptos, uno es positivo – cesar en la realización de labores y el segundo es restrictivo – no realizar labores (Pninei Halajá Shabat 9:1). Esto se debe a que el Shabat es uno y una es su temática al tiempo que cada fiesta posee su propio significado y por ello fuimos preceptuados separadamente por cada una de las festividades.

El aspecto en común tanto del Shabat como de las festividades es que, en cada Shabat o festividad existe un precepto positivo que ordena cesar la realización de labores y otro restrictivo que prohíbe efectuarlas. Resulta entonces que quien cesa en Shabat o Yom Tov cumple con un precepto positivo y si realiza labores prohibidas deja sin efecto un precepto positivo y transgrede uno restrictivo. Dado que en las festividades se nos ordenó también cesar en la realización de labores, estas reciben un nombre similar al de Shabat – Shabatón, y a veces son llamadas simplemente Shabat a secas (Talmud Babilonio Tratado de Menajot 65(B)). Sin embargo, existe una diferencia entre Shabat y Yom Tov respecto de la gravedad del precepto de cesar las labores, ya que en Shabat está prohibido realizar toda labor (Pninei Halajá Shabat 9:1-2) mientras que en Yom Tov están permitidas aquellas vinculadas a la preparación de alimentos en el hogar y solo fueron prohibidas las relativas al trabajo. Esta es la regla general, cuanto mayor es la santidad del día, más debemos anularnos ante la Providencia Divina y alejarnos en mayor medida de las labores (ver adelante 3:1, 10:7).

Otro tanto ocurre con las sanciones. Las penas por transgredir el Shabat son más graves que por transgredir Yom Tov. Quien realiza voluntariamente una labor en Shabat, si fue visto por dos testigos y recibió la advertencia correspondiente y a pesar de ellos volvió a transgredir – es pasible de la pena de lapidación, y si transgredió voluntariamente en ausencia de testigos es pasible de la pena de caret. Empero, quien transgredió realizando involuntariamente una labor en Shabat – debe traer un sacrificio de expiación por el pecado (Korbán Jatát) (Rambám Shabat 1:1). En cambio, en el caso de Yom Tov, quien realiza voluntariamente una labor delante de testigos es pasible de recibir cuarenta azotes, y si lo hace involuntariamente – no precisa traer un sacrificio expiatorio por el pecado. Existe otra diferencia y radica en que quien realiza simultáneamente diferentes labores en Shabat debe traer un sacrificio expiatorio separado por cada una de ellas mientras que quien realiza simultáneamente diferentes labores voluntarias y ante testigos en Yom Tov es azotado por todas ellas una sola vez (Talmud Babilonio Tratado de Macot 21(B), Rambám Yom Tov 1:3).

Respecto de los sacrificios que se nos ordenó ofrendar en el Templo de Jerusalém, Shabat posee un orden propio de ofrendas, tal como se explica en la porción de lectura de Pinjás (Bamidbar-Números 28). Asimismo, existen preceptos que son específicos de las festividades y no aplican en Shabat. En Pesaj es preceptivo ingerir matzá y está prohibido comer jametz, amén de un sinnúmero de preceptos que rigen en la noche del Seder. En Rosh Hashaná es preceptivo tocar el Shofar. En Sucot es preceptivo habitar la sucá y tomar el Lulav. En Shavuot y en Sheminí Atzeret no hay precepto especial salvo el de la alegría ya que ambas fechas implican una reunión (Atzeret) popular festiva que funge como conclusión de un proceso. En Shavuot concluye el proceso que inicia con la salida de Egipto hasta la entrega de la Torá (adelante 13:6) y en Sheminí Atzeret concluye el ciclo de las tres festividades de peregrinación y el proceso de retorno y expiación con la subsiguiente alegría.

05 – El precepto de estudiar Torá en la festividad

Es preceptivo acrecentar el estudio de la Torá en Shabat y festividades, tal como afirmaron nuestros sabios (Talmud Jerosolimitano Tratado de Shabat 15:3): «Los sábados y los días festivos no fueron dados sino para ocuparse en ellos del estudio de la Torá». Esto implica tres fundamentos: el primero – el precepto del estudio de la Torá, del cual dijeron nuestros sabios que está equiparado en su importancia a todos los preceptos (ídem Tratado de Peá 1:1, Rambám Hiljot Talmud Torá 3:3-9). Todo miembro del pueblo de Israel está preceptuado de hacerlo, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 5:1): «Y los estudiaréis y cuidaréis de practicarlos». Además, es preceptivo estudiar Torá también durante la noche, tal como está escrito (Yehoshúa-Josué 1:8) «No se apartará este libro de la Torá de tu boca y lo estudiarás día y noche». Por lo tanto, la persona debe estudiar Torá todos los días de su vida e incluso en el día de su muerte no se habrá de privar de la casa de estudio ni del estudio de Torá (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 83(B)); ya que si se aparta de ella olvida lo aprendido. Por ello la Torá advierte (Devarim-Deuteronomio 4:9): «Tan sólo cuídate y cuida tu alma, no sea que olvides… no sea que se aparten de tu corazón todos los días de tu vida» (Rambám Hiljot Talmud Torá 1:3, 1:10). Mientras que una persona puede dedicarse al estudio y no lo hace entra en la categoría de «aquel que desprecia la palabra de D´s» (Talmud Babilonio Tratado de Sanhedrín 99(A)). Empero, en los días de la semana, estando ocupados ganando el sustento, no es posible abundar en el estudio y sin embargo es preceptivo fijar tiempos para ello tanto de día como de noche (Rambám allí 1:8, 3:13). Empero, en sábados y festividades cuando la persona está libre de sus labores, el precepto de estudiar Torá recobra su vigencia total. A esos efectos, se le otorgó al pueblo de Israel sábados y días festivos, para que en esos días estén libres de toda labor y puedan dedicarse al estudio de la Torá (ver Tana Debei Eliahu Rabá 1).

El segundo fundamento consiste en que los sábados y días festivos son días sagrados que fueron entregados al pueblo de Israel para que en ellos se eleven en los peldaños del estudio de la Torá y por su intermedio iluminen al resto de los días comunes. El Shabat está destinado a iluminar y elevar en cada semana a los seis días hábiles y cada una de las festividades tienen por cometido iluminar con su luz especial a todo el año. Es por ello que Moshé Rabenu estableció que el pueblo de Israel leyese durante las festividades la porción de la Torá correspondiente a la celebración, así como establecer el dictamen que «se pregunte e investigue sobre la cuestión del día, las halajot de Pesaj en Pesaj, las halajot de Atzeret (Shavu’ot) en Atzeret y las halajot de Jag (Sucot) en Jag (Talmud Babilonio Tratado de Meguilá 32(A), Shaar Hatziún 429:5). Esto es lo que le dijo el Eterno a Moshé Rabenu: «Reúne grandes congregaciones y enséñales públicamente sobre los temas inherentes al día (festivo), para que las generaciones siguientes aprendan de ti a reunir multitudes en cada Shabat y cada festividad en las casas de estudio, a fin de enseñar al pueblo de Israel las palabras de la Torá relativas a lo permitido y lo prohibido, para que de esa manera Mi Nombre sea exaltado entre Mis hijos» (Yalkut Shimoní Vaiakhel 408). Así acostumbraron hacer los sabios de Israel durante todas las generaciones, enseñando públicamente tanto Halajá como Agadá. La conferencia o derashá central se llamaba pirka y se ponía gran énfasis en que todos asistan a escucharla (Pninei Halajá Shabat 5:4, ídem en las extensiones). Asimismo, en las noches sabáticas y festivas se fijaba una conferencia o derashá y por lo que parece en esta se ocupaban ampliamente de la Agadá (Mordejai Pesajim 611) y las mujeres también asistían a oírla (Talmud Jerosolimitano Tratado de Sotá 1:4).

El tercer fundamento consiste en que el estudio es una de las expresiones del precepto de alegrarnos en la festividad, ya que éste alegra, tal como está escrito (Tehilim-Salmos 19:9): «Las ordenanzas de D´s son rectas, alegran el corazón». Por este motivo está prohibido estudiar Torá el día 9 de Av o en días de duelo (Talmud Babilonio Tratado de Ta’anit 30(A), Shaagat Arié 69).

Además del precepto de abundar en el estudio de la Torá durante la festividad, quien está sentado a la mesa festiva debe pronunciar en ésta palabras de Torá para de esa forma conectar el alimento con su raíz espiritual. En caso de no hacerlo así, su alimento se asemeja a una ofrenda a deidades paganas (muertos), por cuanto que se trata de una comida desconectada del alma (Mishná Avot 3:3, Pninei Halajá Berajot 13:8). Es especialmente importante ser cuidadoso en este mandamiento durante las comidas festivas, ya que cuanto más importante y alegre es la comida más abre los corazones y potencia los sentidos, y si estos sentimientos no son elevados por medio de palabras de Torá, cánticos y alabanzas, se teme que puedan degenerar en liviandad y conductas poco respetuosas. Asimismo, aprendimos que los sabios condenaron a quienes, en el marco de la alegría festiva, entonan cánticos soeces u ordinarios, y en caso de hacerlo por medio de versículos del Cantar de los Cantares, la ofensa es mayor aún. «Enseñaron nuestros sabios: Quien lee un versículo del Cantar de los Cantares y hace de este una especie de canción y quien lee un versículo en una sala de fiestas fuera de su momento y contexto indicados – provoca malestar en el mundo. Esto se debe a que en una circunstancia así la Torá viste de luto, se presenta ante el Santo Bendito Es y le dice: ‘Amo del universo, Tus hijos han hecho de mí como un violín que lo ejecutan escarnecedores. Le respondió el Creador: Hija Mía, ¿de qué se habrán de ocupar a la hora de comer y beber? Entonces dijo la Torá: Soberano del Universo, si saben de Biblia que estudien Torá, Profetas y Hagiógrafos; si saben de Mishná que estudien la Torá Oral, halajot y agadot; y si saben de Talmud que estudien las halajot de Pesaj en Pesaj, las halajot de Atzeret en Atzeret y las halajot de Jag en Jag'» (Talmud Babilonio Tratado de Sanhedrín 101(A)).

06 – El tiempo del estudio y el de las comidas

Respecto de la tendencia general que engloba a la festividad nos encontramos ante dos versículos contradictorios, en uno dice que el día es para D´s«Atzeret (reunión) para D´s tu Señor» (Devarim-Deuteronomio 16:8), y en el otro dice que el día es para ustedes «Atzeret será para ustedes» (Bamidbar-Números 29:35). Según la opinión de Rabí Yehoshúa la intención de la Torá es que dividamos el día «mitad para D´s y mitad para nosotros», esto es, «una mitad destinada a la comida y la bebida y la otra destinada para la Casa de Estudio». Según la opinión de Rabí Eliezer una persona o puede escoger si dedicarlo por completo a D´s en la casa de estudio o todo para «ustedes» en la comida (Talmud Babilonio Tratado de Pesajim 68(B), Beitzá 15(B)). Asimismo, quien escoge dedicar todo el día a la Torá, según Rabí Eliezer debe probar algo de alimentos para así no afligirse. Por otra parte, quien decide dedicar todo el día a comer, debe rezar y llevar a cabo algún tipo de estudio tanto en la noche como durante el día amén de pronunciar palabras de Torá durante las comidas (Rabenu Peretz, Rabí Aharón Haleví, Shnei Lujot Habrit). Además, cabe agregar que, si se decide ocupar todo el día en la comida festiva, la elección debe realizarse en aras de los cielos, esto es, para alegrarse con la santidad del tiempo festivo y con ello complacer a personas pobres y solas (Prí Tzadik Jag Hashavuot 5, adelante 11).

En la práctica, la halajá fue sentenciada conforme a la opinión de Rabí Yehoshúa en cuanto a que se debe dividir el día, una mitad debe pasarse en la casa de estudio y la otra comiendo y bebiendo (Shulján Aruj 529:1). Hay quienes dicen que se debe ser exacto y tener cuidado que no menos de la mitad del tiempo este dedicada a HaShem, y Rabí Jaím ben Atar escribió que quien reduce la mitad dedicada a D´s es como si le robase Su parte (Rishón Letzión a Tratado de Beitzá 15(B)). Y hay quienes sostienen que no se hace necesario calcular las horas con exactitud, sino que se debe estudiar aproximadamente medio día (Prí Megadim). Creemos que dado que en la práctica no se cuentan las horas se descuida mucho la parte que debe ser dedicada a la Torá y a los efectos de devolver al precepto su sitial correspondiente es necesario calcular las horas del día y acostumbrarse a dedicar la mitad del tiempo a HaShem. Creemos que las siete horas que la persona suele dormir diariamente no ingresan a la cuenta, por lo que restan dieciocho horas de las veinticinco que dura la festividad, y de estas se le deben dedicar a D´s nueve. Si bien la parte principal de este tiempo debe estar dedicada a la Torá, tal como dijeron los sabios «la mitad del tiempo en la casa de estudio» (Talmud Babilonio Tratado de Pesajim 68(B)), de todas maneras, el rezo ingresa en las horas dedicadas a D´s a condición que este no se estire con cánticos y oficios largos, y en caso de hacerlo no debe ingresar en la cuenta de las horas dedicadas a HaShem (Rabí Shelomó Luria, Maguén Abraham). Resulta entonces que de las nueve horas se pueden adjudicar unas tres al rezo por lo que se le deben dedicar otras seis horas al estudio de la Torá.

Las mujeres también están preceptuadas de estudiar Torá en la festividad, y es así que acostumbraron a participar de clases y conferencias en Shabat y días de fiesta. Empero, las mujeres no tienen el deber de dedicar a mitad del tiempo a HaShem, mas aquella que tenga el mérito de hacerlo será bendecida.

07 – Las comidas festivas – convocaciones sagradas

Es preceptivo realizar dos comidas importantes en la festividad, una en la noche y la otra en el día, siendo estas una de las expresiones centrales de la santidad de la festividad, puesto que respecto de todas estas está escrito que son «convocaciones sagradas» (Mikraei Kodesh), y sobre esto dijeron nuestros sabios (Sifra Emor 12:4): «¿Por medio de qué la has de consagrar? Con alimento, bebida y ropa limpia». En esto las festividades son similares al Shabat, pues tanto las festividades como el Shabat son denominados «convocaciones sagradas». Escribió Rambám (Yom Tov 6:16): «Así como es preceptivo honrar el Shabat y deleitarlo, lo mismo debe hacerse con los Días Festivos (Yamim Tovim), tal cual está escrito sobre el primero: ‘el día santificado de HaShem honrado’. Sobre los segundos está escrito que son ‘convocaciones sagradas'» (Shulján Aruj 529:1).

Ahora bien, los sabios establecieron que en Shabat se ingieran tres comidas ya que así lo que aprendieron de lo insinuado en los versículos (Talmud Babilonio Tratado de Shabat 117(B)), y esto apunta a los niveles elevados del Shabat. Empero en Yom Tov es preceptivo realizar dos comidas, una por la noche y la otra en el día (Rosh y Tur), ya que todos los días una persona precisa ingerir dos comidas, y el precepto festivo es transformarlas en importantes (Shulján Aruj 529:1, Birjei Iosef 3, Mishná Berurá 13, Kaf HaJaím 24).

Es preceptivo comer pan en cada una de las dos comidas festivas (ver adelante 2:5), y también lo es bendecir sobre dos panes ya que al igual que en el caso del Shabat, en Yom Tov no descendía maná y en la víspera de la festividad descendía doble ración del alimento celestial (Shulján Aruj 529:1, Pninei Halajá Shabat 7:3).

Si bien la santidad del Shabat es superior a la de las festividades, es preceptivo abundar en alimentos festivos y vestir prendas valiosas en mayor medida que en Shabat en virtud del precepto «Y te alegrarás en tu fiesta», tal como se explicará en la próxima halajá.

08 – El precepto de alegrarse

Es precepto positivo alegrarse en las festividades, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 16:14): «Y te alegrarás en tu fiesta». Ya aprendimos que los sábados y las festividades son denominados «convocaciones sagradas», por lo que se los debe honrar con buena comida y vestimentas elegantes (Sifra Emor 12:4). Y el precepto de la alegrarse en la festividad viene a agregar a este precepto otro nivel, esto es, que en Yom Tov se coma más carne y se beba más vino que en Shabat (tal como se explicará en la siguiente halajá). Asimismo, es preceptivo vestir ropas más elegantes en Yom Tov que en Shabat, ya que en Shabat se debe vestir prendas honorables mientras que en Yom Tov se debe lucir las mejores. En caso de precisar adquirir vestimenta festiva es correcto hacerlo en víspera de un Yom Tov (Shulján Aruj 529:1, Maguén Abraham 4, Mishná Berurá 12).

El precepto de la alegría festiva consta de cuatro partes: 1) Lo principal del precepto es hacer algo especial que implique una gran alegría, que irradie un sentimiento de felicidad durante toda la festividad. Dado que existen diferencias entre hombres y mujeres, a fin de alegrar a los hombres las comidas festivas deben incluir carne y vino (tal como se explicará en la siguiente halajá). Para alegrar a las mujeres, previo a la fiesta se debe comprar una prenda nueva o una alhaja, cumpliéndose el precepto por medio de la adquisición de una prenda (adelante 10). Para alegrar a los niños se deben adquirir golosinas pues estas son las que más los complacen. 2) Tanto las festividades como el Shabat son denominados «convocaciones sagradas» y es preceptivo consagrarlos por medio de comida buena y ropa elegante. Dado que en las festividades se suma el precepto de alegrarse, de esto resulta que tanto hombres como mujeres deben poner énfasis en hacerlo en estas más que en Shabat por medio de comida y ropa mejores que las sabáticas. Asimismo, es preceptivo también estudiar Torá, ya que esta es una actividad que reconforta y deleita (arriba 5). 3) Toda actividad que suele contentar a las personas tales como cantar, bailar o pasear, para aquel que se alegra por su intermedio es preceptivo realizarla (adelante 13). 4) Durante los días festivos es preceptivo estar de buen humor, alegres, de buen talante y evitar todo aquello que resulte penoso y angustiante, por lo que está prohibido enlutarse, recitar discursos luctuosos o ayunar (adelante 14).

La alegría debe centrarse en la festividad y no en otra cosa que pueda hacer olvidarla. Por ello, está prohibido desposar una mujer en las festividades, tal como enseñaron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Moed Katán 8:2): «Y te alegrarás en tu fiesta y no en tu mujer», ya que quien desposa una mujer se alegra por el enlace y no presta atención a la alegría festiva. Empero, está permitido desposar una mujer en víspera de la fiesta y llevar a cabo la comida nupcial con las siete bendiciones en la fiesta pues de esta forma la alegría festiva está en el centro y la alegría de las siete bendiciones nupciales no la afecta, sino que se suma a la primera (Shulján Aruj 546:1-3, adelante 10:4).

Si bien el precepto de «y te alegrarás en tu fiesta» (Devarim-Deuteronomio 16:14) fue dicho en la Torá respecto de las tres fiestas de peregrinación, Rosh Hashaná se encuentra incluida en este mandato ya que todas las festividades fueron equiparadas entre sí. Empero, la alegría de las fiestas de peregrinación es mayor, pues en estas es preceptivo ascender a Jerusalém y allí ofrendar sacrificios de agradecimiento (Mishná Berurá 597:1).

09 – El vino y la carne en la alegría festiva

En tiempos del Templo de Jerusalém la alegría festiva tenía lugar principalmente en la ciudad sagrada por medio del sacrificio festivo (Korbán Jaguigá), tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 16:11): «Y te alegrarás ante HaShem tu D´s… en el sitio en el cual HaShem tu D´s escoja asentar Su Nombre», y está escrito (ídem 27:7): «Y ofrendarás sacrificios de agradecimiento y comerás allí y te alegrarás ante HaShem tu D´s» (tal como se explicará en la halajá 15).

Una vez destruido el Templo el precepto de la alegría adicional entre los hombres se cumple por medio de la ingestión de vino con la comida (Talmud Babilonio Tratado de Pesajim 109(A), Shulján Aruj 529:1). Es posible cumplir el precepto por medio de una bebida que contenga alcohol ya que alegra, empero es preferible ingerir vino que es la más importante de las bebidas. Quien bebe jugo de uva no cumple con el precepto porque esta bebida no contiene alcohol y por ende no alegra. La cantidad de vino que alegra es aquella que dificulta un poco la concentración, al punto que se prohíbe a los rabinos realizar un dictamen de halajá en ese estado (Maguén Abraham 99:1). Hubo entre los grandes sabios quienes bebían ingentes cantidades de vino en la comida festiva y se abstenían de dictar halajá desde entonces y hasta el día siguiente (Talmud Babilonio Tratado de Beitzá 4(A), Kritot 13(B), Shaj Ioré Deá 242:19). Los sabios calcularon que como mínimo, en aras de alegrarse, se debe beber un poco más de un reviít de vino (75 ml.) aunque para llegar a sentirse alegres, la mayoría de las personas precisan beber mucho más que esta cantidad.

No se debe abusar del vino para no emborracharse, pues en la ebriedad no hay alegría sino descontrol, necedad y desconexión de la vida real, y a nosotros se nos ordenó regocijarnos por medio de una alegría conectada a la vida y que le aporte a esta el sentido y el valor del precepto y de la santidad.

Si bien lo principal del precepto de alegrarnos en la festividad pasa por la ingestión de vino, también es preceptivo comer carne animal (Shulján Aruj 529:1, Shulján Aruj HaRav 7, Mishná Berurá 11). A aquel al que le apetece más la carne de ave, así como también quien no tiene la posibilidad de conseguir carne animal, es preceptivo que coma ave pues su ingestión también alegra y le confiere a la comida carácter festivo (Javot Iair final del inciso 178).

Lo principal del precepto de alegrarse se lleva a cabo durante la comida diurna, y tal como vemos todos los preceptos de las fiestas se cumplen principalmente durante el día. Si bien durante la comida nocturna es también preceptivo comer alimentos buenos en abundancia que alegren más que los servidos en las mesas sabáticas, de todas maneras, no es preceptivo beber vino en abundancia como durante la comida diurna.

Las mujeres también deben ingerir comidas importantes y que alegren empero no están preceptuadas de beber vino. Una mujer que se alegra de beber vino – es preceptivo que lo ingiera. Un hombre al que no le gusta beber vino o comer carne – no debe obligarse a ingerirlos, y a los efectos de regocijarse en la festividad habrá de adquirir los alimentos que más le plazcan (Shaagat Arié 65).

10 – El precepto de alegrarse para las mujeres

Es precepto positivo para las mujeres alegrarse en la festividad. A pesar de tratarse de un precepto marcado por el tiempo, empero en este caso es común a ambos sexos, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 16:14): «Y te alegrarás en tu fiesta tú y tu hijo y tu hija». Asimismo, aprendimos que una persona debe alegrarse al ingerir el sacrificio de agradecimiento que adquirió del dinero del segundo diezmo (Maaser Shení) junto con su mujer, tal como está escrito (ídem 14:26): «Y comerás allí ante HaShem tu D´s y te alegrarás tú y tu casa», «Tu casa» es tu mujer (Talmud Babilonio Tratado de Ievamot 62(B)). Si bien las mujeres no tienen el deber de peregrinar y ofrendar sacrificios, en cuanto al precepto de alegrarse están preceptuadas igual que los hombres y por ello aquellas que hayan peregrinado cumplieron con el precepto de la alegría festiva al ingerir la carne de la ofrenda de agradecimiento (Shelamim) (Rambám Jaguigá 1:1). En el caso de mujeres que no habían peregrinado, debían regocijarse por medio de las otras cuestiones que generan regocijo (Shaagat Arié 65).

Una vez destruido el Templo el precepto de alegría especial se cumple entre las mujeres por medio de la adquisición de una prenda o una joya nueva de cara a la fiesta, ya que esto las alegra más que la comida festiva. Y aunque no vistan la prenda nueva durante la festividad, su adquisición previa deja una huella de alegría durante toda esta y por ello las mujeres cumplen con la prenda la primera parte del precepto de alegrarse en Yom Tov (tal como se explicara en la halajá 8).

Además de la primera parte del precepto de alegrarse, la Torá ordena que la mujer se regocije en la festividad con sus prendas y joyas nuevas. Asimismo, habrá de alegrarse por medio de la ingestión de carne y vino en las comidas festivas, siendo esta la segunda parte del precepto de alegrarse. Sin embargo, aquella mujer que no disfrute de comer carne o beber vino no debe forzarse a hacerlo, sino que habrá de ingerir aquellos alimentos que más la alegren.

En el pasado se acostumbraba que el marido era quien adquiría la prenda o la joya nueva para su mujer previo a la festividad, ya que lo común era que el hombre era el encargado del dinero y las compras. Además, como la oferta de prendas o joyas era limitada, cualquier artículo que el marido adquiriese surtía el efecto de alegrar a su mujer, y el hecho de que se trataba de un presente del marido incrementaba aún más la sensación de regocijo en ella. Empero hoy en día la variedad de ropa y joyas ha crecido notoriamente y la elección resulta compleja por lo que en muchas familias se acostumbra que la mujer es la que escoge la prenda o la joya de acuerdo a un presupuesto fijado por ambos miembros de la pareja en concordancia con sus ingresos (tal como se explicara adelante en la halajá 12). A los efectos de ser partícipe del precepto corresponde que el marido incentive a su mujer a escogerse una prenda o una joya previo a la festividad, y de esa manera se considerará la adquisición como un presente de su parte y la alegría festiva se verá incrementada. Hay hombres equivocados que gastan cientos de shekalim en la adquisición de un etrog especialmente bueno y actúan mezquinamente en lo referente a la adquisición de una prenda festiva para sus mujeres, no recordando que comprar ropa o una alhaja a su pareja previo a Yom Tov es un precepto absoluto de la Torá mientras que la adquisición de un etrog que cuesta diez veces más que uno común es una excelencia en el cumplimiento del precepto de las cuatro especies que no estamos obligados a realizar.

Una mujer no casada, sea esta soltera o viuda, debe cumplir por si misma todas las partes del precepto de alegría festiva, adquirir para sí una prenda o una joya, realizar comidas festivas alegres, participar de eventos que contenten y apartarse de aquello que provoque pena o dolor (Shaagat Arié 66).

11 – Alegrarse uno y alegrar a otros

El cumplimiento del precepto de la alegría festiva requiere que la persona haga participar de esta a todos los miembros de su hogar amén de incluir a personas pobres y sumidas en la angustia. Hacer esto no es un acto de piedad o excelencia en el cumplimiento, sino que así es el mandato de la alegría festiva en la Torá, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 16:14): “Y te alegrarás en tu fiesta tú, y tu hijo, y tu hija, tu siervo, tu sierva, el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda que habitan en tus pórticos” (también allí 16:11). En efecto, el Rambám escribió en Hiljot Yom Tov (6:18): “Cuando la persona come debe dar de comer también al extranjero, al huérfano y a la viuda junto a los demás pobres y desdichados. En cambio, quien cierra las puertas de su casa y comen él, su mujer y sus hijos sin participar a los pobres y personas sumidas en la aflicción no se trata de una alegría festiva sino de la alegría de su abdomen, y sobre esto está escrito (Oshea-Oseas 9:4): ‘Sus sacrificios serán cual pan de lamentos, y todos aquellos que coman de este se impurificarán pues su pan será para ellos mismos’. Esta alegría es para ellos una infamia, tal como está escrito (Malaquías 2:3): ‘Y os echaré al rostro el estiércol, el estiércol de vuestros animales sacrificados'» (lo mismo escribe allí el Maguid Mishné y el Sefer Hamitzvot en preceptos positivos 54).

Si observamos detenidamente vemos que el precepto consta de dos partes: la   primera implica regocijarse con los miembros de la familia y del hogar, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 16:14): “Y te alegrarás en tu fiesta tú, y tu hijo, y tu hija, tu siervo y tu sierva”. “Tú” incluye a ambos miembros de la pareja pues marido y mujer son considerados una misma unidad. En efecto, cuando la Torá se expresa de manera especialmente breve, menciona únicamente a la mujer, tal como está escrito (ídem 14:26): “Y te alegrarás tú y tu hogar”, “tu hogar” significa “tu mujer”, lo cual nos enseña que en primer lugar el deber del marido es alegrar a su mujer. De igual manera, el precepto para la mujer es en primer lugar alegrar a su marido. Vemos que, en la práctica, la principal alegría para los hombres sobreviene a través de la comida festiva que suelen preparar las mujeres al tiempo que la principal alegría de la mujer sobreviene por medio de la prenda o joya que su marido le suele obsequiar. El hombre y la mujer conjuntamente tienen el deber de hacer partícipes de la alegría a todos los miembros del hogar, ya que no hay alegría festiva si no participa toda la familia. Es así que los hijos de Israel acostumbran celebrar las festividades en el seno de la familia. Cada miembro de esta tiene el deber de mantener una atmósfera agradable durante la festividad, especialmente durante las comidas, evitando comentarios hirientes, esforzándose en alegrar a los presentes con palabras amistosas para que de esa manera todos accedan a una alegría verdadera (ver adelante halajá 17, respecto de si está o no permitido abandonar la casa en las festividades para ir donde el Rabí).

Hay judíos influenciados por la cultura secular ajena a la santidad festiva y los valores de la familia, cuyos encuentros familiares con motivos de las festividades se tornan momentos apremiantes y cargados de tensión, ofensas y peleas. En la medida que se refuercen en la comprensión del carácter sagrado de la festividad y de los valores familiares podrán abstenerse en mayor medida de dañar a sus parientes procurando motivarlos y alegrarlos, y de esa manera accederá a recibir la bendición festiva con alegría y en paz.

La segunda parte del precepto consiste en alegrar a los vecinos y parientes pobres o que están solos, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 16:14): “Y te alegrarás en tu fiesta… el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda que habitan en tus pórticos”. El huérfano y la viuda por lo general solían ser pobres por cuanto que se quedaron sin su fuente de sustento, al tiempo que el extranjero que abandono su país y su familia está expuesto a sufrir de soledad. El precepto de alegrar a los pobres se cumple principalmente por medio de la tzedaká o la caridad y el de contener a las personas solas o que pasan por un mal momento anímico se cumple invitándolos a participar de las comidas festivas.

Es menester prestar atención al hecho que la Torá ordena también participar a los cohanim y los levitas de la alegría festiva. Su labor era la de educar al pueblo de Israel, tanto a pequeños como a grandes, y por ello en la actualidad es preceptivo alegrar en las festividades a los eruditos de la Torá y a los maestros (Binián Shelomó 1:33).

12 – Gastos previos a la festividad

Si bien los sabios sostienen que las personas deben ser medidas en sus gastos a los efectos de poder ahorrar para tiempos complejos y para la vejez, así como para poder ayudar a sus hijos a adquirir una profesión u oficio y formar una familia – no se debe ahorrar en los gastos para las festividades, sino que se debe proceder de acuerdo a la situación económica en la que se está (Talmud Babilonio Tratado de Julín 84(A), Beit Iosef 529:1). Hay aquellas personas que suelen gastar en cuestiones superfluas y solamente cuando llegan las expensas festivas recuerdan tornarse ahorrativas. Empero, en realidad, corresponde ser ahorrativo en los gastos superfluos y generoso en los relativos al cumplimiento de preceptos. Y no habrá de preocuparse de que surjan repentinamente gastos imprevistos, o que por no limitarse en los gastos de Shabat, de las festividades o los correspondientes a otros preceptos no podrá sustentarse adecuadamente en tiempos ordinarios. Esto obedece a que según nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Beitzá 16(A)) el sustento de una persona está racionado o establecido desde Rosh Hashaná hasta Rosh Hashaná, salvo los gastos para Shabat, festividades y los estudios judaicos de sus hijos, de modo tal que, si gasta menos, el ahorro se le deduce del sustento anual asignado y si gasta más, la diferencia es agregada a su asignación. Por lo tanto, si una persona eroga para las festividades conforme a su nivel económico y ahorra en los días hábiles no sufrirá daño alguno y podrá vivir y ahorrar como corresponde. Si esta se encuentra momentáneamente sobregirada, corresponde que tome un préstamo para alegrarse en la festividad sin preocuparse pensando que quizás le ocurra un contratiempo que le impida devolver el empréstito, ya que el Santo Bendito Es dijo: “Tomad prestado a mi cuenta y consagrad la santidad del día y creed en Mí, y Yo habré de saldar la cuenta” (ídem 15(B)). Esto es así a condición de que la persona no se confíe en que habrá de acaecer un milagro, sino que posee un negocio establecido o un salario fijo o un dinero ahorrado en el cual pueda respaldarse. En este caso es que nuestros sabios dijeron que la persona no debe preocuparse de no poder devolver el préstamo, ya que si habrá de trabajar esmeradamente sin gastar su dinero en cosas superfluas, HaShem habrá de bendecir su trabajo y le permitirá cancelar la deuda. Empero, en el caso de quien no sabe cómo habrá de devolver lo adeudado, que no lo tome para alegrar la fiesta no sea que se torne un inicuo que no honra sus compromisos. Tampoco habrá de extender su mano para pedir tzedaká o caridad, sino que habrá de ingerir alimentos sencillos en la festividad, tal como dijera Rabí Akiva: “Haz de tus Shabatot días comunes y no vivas de las dádivas” (ídem Pesajim 112(A)). Por el mérito de no haber recurrido a la caridad ajena habrá de enriquecerse (Tratado de Peá 8:9). Empero, en el caso de una persona pobre que ya ha recurrido a la caridad para otros menesteres – habrá de recibir tzedaká para alegrarse en la festividad (Mishná Berurá 242:1).

Hay personas que creen erróneamente que para alegrarse en la festividad es necesario adquirir los alimentos y las prendas más caras, a la usanza de las personas ricas, erogando sumas que están más allá de sus posibilidades. Empero, el precepto se cumple al gastar para los menesteres festivos conforme al nivel de ingreso de cada uno. Según esto, quien percibe un ingreso medio que adquiera los alimentos y el vino que personas de en su situación suelen adquirir para comidas importantes. Esto obedece a que la alegría festiva depende de la ingestión de vino y el agregado de platillos que excedan lo acostumbrado en los días de semana sin mediar relación con lo consumido por las personas ricas (ver Pninei Halajá Shabat 2:3).

Otro tanto ocurre con la adquisición de una prenda o una alhaja en honor a la festividad. Una persona de ingresos medios no está preceptuada de comprar una prenda que corresponde a un nivel de ingreso alto, ya que lo principal de la alegría festiva radica en la excedencia de este día respecto de los días comunes y no en el hecho de que la mujer en cuestión pueda competir con las de ingresos elevados. Aquella que crea que estará alegre únicamente si su vestimenta sea más cara y elegante que las de las demás mujeres nunca alcanzará la alegría pues la envidia hacia las otras y la pasión por los ropajes más exclusivos siempre habrán de afectar su estado de ánimo.

Lo principal es que la persona esté feliz con la porción que le tocó en parte, ahorre en sus gastos cotidianos y aumente los expendios destinados a los menesteres asociados al cumplimiento del precepto, de acuerdo con su nivel de ingreso y de esa manera habrá de ser meritorio de bendición. Respecto de esto, nuestros sabios dijeron (Mishná Tratado de Avot 4:1): «¿Quién es rico? Aquel que está contento con su parte, tal como está escrito (Tehilim-Salmos 128:2): Cuando disfrutes el trabajo de tus manos prosperarás y te irá bien: “prosperarás» – en este mundo; y “te irá bien» en el Mundo Venidero».

13 – Cantos, danza y paseos

Todo aquello que regocija el corazón de la persona es parte del precepto de alegrarse en la festividad, incluyendo actividades tales como cantar, bailar y pasear. Cuanto más se abunde en cánticos y alabanzas a HaShem mejor, y los sabios de Israel escribieron poesías y compusieron cánticos para agradecer y alabar a HaShem en las festividades. Respecto de Navot el izre’elita, nuestros sabios dijeron que su voz era agradable y bella y que cuando peregrinaba al Templo de Jerusalém todos se reunían a escucharlo cantar. Una vez no ascendió a la ciudad sagrada porque quiso cuidar su viñedo, y por causa de esta transgresión fue aprendido y personas malvadas denunciaron que se había rebelado contra el rey y así fue como dejó el mundo (Pesikta Rabatí 25).

Muchos acostumbran danzar en la festividad, y el origen de esto lo encontramos en el versículo que reza (Devarim-Deuteronomio 16:15): «Siete días celebrarás[1] en honor a HaShem tu D´s en el sitio que HaShem escogiere», «celebrarás» en hebreo alude también a danzar, por ello nuestros sabios establecieron bailar en Simjat Beit Hashoevá («la alegría de la extracción del agua») en los días semifestivos de Sucot (Haamek Davar allí, Prí Tzadik Sucot 17).

Otro tanto se aplica con quien se alegra al pasear – es preceptivo que haga un paseo corto. Dado que esto implica alegría, nuestros sabios autorizaron que a estos fines se pueda cargar un bebé que no camina y debe ser llevado en brazos (Talmud Babilonio Tratado de Beitzá 12(A), Tosafot ה»ג citado en nombre de Rabenu Tam, Ramá 415:1).

Sin embargo, a diferencia de las comidas, las vestimentas y el estudio de la Torá por cuyo intermedio resulta preceptivo alegrar la festividad – todas las demás actividades que alegran son opcionales, de modo tal que a quien lo alegren que las realice y a quien no, está exento de realizarlas. Toda persona es libre de decidir cómo alegrarse en la festividad, si prefiere cánticos y alabanzas a HaShem junto a familiares o amigos o en su defecto con los bailes de Simjat Beit Hashoevá o paseos o por medio de las demás actividades que deleitan y poseen un valor intrínseco. De todas maneras, es necesario cuidar que todas estas actividades no afecten el estudio de la Torá ya que es preceptivo dedicar la mitad del día al estudio y la plegaria. Aquella persona a la que el estudio de la Torá le cause más alegría que cualquier otra cosa, tras haber cumplido con el precepto de la alegría festiva por medio de deliciosas comidas es preceptivo que estudie Torá más de medio día.


[1]. En hebreo «tajog» significa también dar vueltas o danzar en círculo. N. de T.

De aquí se desprende la palabra ‘majog’ – agujas del reloj – que hacen un movimiento circular, como una danza. N. de Ed.

14 – Estado de ánimo festivo y la prohibición del luto y el pesar

Es preceptivo estar de buen ánimo durante los días festivos. Aparentemente este es un mandamiento sencillo pues toda persona desea estar contenta, empero en la práctica esto resulta difícil pues la tensión y las preocupaciones que acompañan el devenir humano atentan contra su estado de ánimo. De todas maneras, se trata de un precepto que debemos cumplir en la festividad. Es nuestro deber elevarnos por encima de las preocupaciones y las contrariedades, superar los enojos y regocijarnos en HaShem. A estos efectos, debemos recordar que D´s nos escogió entre todos los pueblos y nos entregó Su Torá, nos consagró con Sus preceptos y nos trajo a la buena tierra de Israel para que tengamos el mérito de disfrutar de una vida buena y completa, una vida valiosa y de santidad, que eleve al mundo entero y le agregue bendición y guía hasta su completa redención. A partir de esto habremos de reflexionar sobre la gran misión que recae sobre cada uno de nosotros, recordar las cosas buenas de nuestras vidas, reforzar nuestra fe y nuestra conciencia en cuanto a que todos los sufrimientos y los exilios tienen un buen propósito y es el de mejorarnos y elevarnos en camino a nuestro objetivo final. En virtud de esta meditación podremos pasar la festividad en un estado de ánimo alegre, y no existe alegría festiva que no incluya el plano corporal mediante la ingestión de comida y bebida, así como el vestir prendas bonitas junto con la alegría espiritual bajo la forma de estudio de Torá y rezos festivos.

Durante la festividad, la persona debe alejarse de todo aquello que provoca angustia o preocupación y no habrá de enojarse. Hay quienes no saben alegrarse junto a sus familias y en todas las reuniones familiares encuentran un motivo para causar una pelea, recordar ofensas pasadas y angustiar a sus parientes. Todo esto ocurre porque no entienden la dimensión de la santidad festiva y cumplen con estas fechas de manera rutinaria en ausencia de todo contenido espiritual. Tal como ya habíamos aprendido (halajá 11), estas personas deben profundizar en el valor sagrado de la festividad y en virtud de ello podrán elevarse y alcanzar la alegría, evitarán criticar a sus familiares y se apartarán de cualquier conversación que pueda afligirlos, y, por el contrario, procurarán alabar a sus parientes y a toda persona con la cual se encuentren. De esta manera, podrán alegrarse, alegrar a otros extraer de la festividad bendición para los días de la semana.

Dado que según la Torá es preceptivo estar alegres en los días de Yom Tov y Jol HaMo’ed, en ellos está prohibido ocuparse de tareas que puedan provocar sufrimiento o tristeza, incluso sufrimiento por el cumplimiento de un mandamiento. Por lo tanto, en estos días está prohibido ayunar a los efectos de retornar en arrepentimiento, y asimismo está prohibido pronunciar discursos fúnebres o lamentar en voz alta la pérdida de una persona fallecida (Talmud Babilonio Tratado de Mo’ed Katán 27(A), Shulján Aruj 547: 1-2). Si el fallecido es un erudito de la Torá se pronuncia un discurso fúnebre en presencia del féretro previo al entierro pues el respeto a la Torá se antepone a la limitante festiva (ídem Mo’ed Katán 27(B), Shulján Aruj Ioré Deá 401:1, adelante 11:5).

Asimismo, está prohibido guardar luto en las festividades, de modo tal que, si a una persona le fallece un familiar antes de Yom Tov, al llegar este debe suspender su luto, e incluso aunque sólo haya alcanzado a guardar luto por un momento, al comenzar la festividad su duelo queda sin efecto (ídem Moed Katán 14(B), Shulján Aruj 548:7). En caso de que le haya fallecido un familiar durante la festividad los siete días de luto se posponen para después de concluida esta y durante la misma se debe procurar no llorar ni lamentarse sino ocuparse de los preceptos festivos (Shulján Aruj 548:1). Durante Sucot, aunque la persona se lamente o sufra no está exenta de habitar la Sucá debiendo superar su dolor y habitarla (Talmud Babilonio Tratado de Sucot 25(A), Shulján Aruj 640:5). De todas maneras, aunque no esté guardando la «shivá» – sentado en el duelo de la primera semana – los amigos pueden venir a consolarlo (ídem 548:6).

15 – El precepto de peregrinar a Jerusalém en los días del Templo

Cuando el Templo de Jerusalém estaba en pie era preceptivo ascender a este en las tres fiestas de peregrinación, tal como está escrito (Shemot-Éxodo 34:23): «Tres veces en el año habrán de aparecer todos tus varones ante la presencia de HaShem, D´s de Israel». En virtud de este precepto las festividades de peregrinación reciben el nombre de «regalim» (piernas), pues en estas se ascendía a pie a Jerusalém, tal como está escrito (ídem 23:14): «Tres veces (regalim) celebrarás para Mi en el año». Quien no podía ascender a pie a Jerusalém debido a su avanzada edad, enfermedad o discapacidad – estaba exento del cumplimiento del precepto. También lo estaban el ciego, el sordo y el mudo porque su percepción no es completa. Asimismo, un judío que estaba en situación de impureza o era incircunciso estaba exento del cumplimiento del precepto (Mishná Jaguigá 4:1-2, Rambám allí 2:1).

Los hombres fueron preceptuados con este deber y no las mujeres, por tratarse de un precepto que depende de un tiempo fijo para su cumplimiento (mitzvá shehazmán gueramá). Es así como en caso de ser necesario, las mujeres podían quedarse en la casa al cuidado de los niños pequeños, los enfermos y los ancianos. Sin embargo, una mujer que podía ascender a Jerusalém y lo hacía – cumplía un precepto y es así como en la práctica muchas mujeres acostumbraban a peregrinar en las festividades. Un niño que puede ascender a pie a Jerusalém – es preceptivo que su padre lo lleve.

Dado que los hombres tenían el deber de peregrinar se temía que el enemigo viniese a saquear en días festivos y por ello la Torá prometió que justamente en mérito de la conexión del pueblo de Israel con el sitio del Templo tendrán el privilegio de heredar la tierra de Israel sin tener que temer a los enemigos, tal como está escrito (ídem 34:24): «Pues desterraré naciones de ante ti y ensancharé tu territorio, y no deseará hombre alguno tu tierra, cuando asciendas para hacerte ver ante la presencia de HaShem tu D´s, tres veces en el año».

Al peregrinar, les fueron ordenados a los judíos tres preceptos: hacerse o dejarse ver (reiá), celebrar (jaguigá) y alegrarse (simjá) (Jaguigá 6:2). 1) El precepto de reiá implica que mostrar el rostro, o sea, acudir al patio del Templo trayendo consigo una ofrenda denominada olat reiá, que es un sacrificio cuya carne se quemaba por completo sobre el altar. Aquel que llegaba al patio del Templo sin traer consigo esta ofrenda no solo no cumplía con el precepto, sino que transgredía un precepto restrictivo, tal cual está escrito (Shemot-Éxodo 34:20): «Y no se presentará ante Mi con las manos vacías». 2) El precepto de jaguigá implica traer ofrendas festivas de agradecimiento llamadas shalmei jaguigá, que es un sacrificio de la categoría de shelamim cuyo sebo se quemaba sobre el altar, parte de su carne se traía a los cohanim y la mayoría de esta era ingerida con santidad por quien la había traído junto a su familia y sus invitados. 3) El precepto de alegrarse implica además que se sacrifiquen shalmei simjá u «ofrendas de alegría» de acuerdo a la cantidad de comensales y la necesidad de alimentarlos, y en la medida que la familia y sus invitados sean más numerosos resulta preceptivo sacrificar más de estas ofrendas. Quien de todas maneras debía ofrendar diezmo de las bestias o un sacrificio correspondiente a una promesa efectuada cumple el precepto de alegrarse por medio de su sacrificio y la ingestión de la carne (Rambám Hiljot Jaguigá 1:1, 2:8-10).

Escribió el Rambám (ídem 2:14): «Cuando la persona sacrifique shalmei jaguigá y shalmei simjá no habrá de comer únicamente ella, sus hijos y su mujer pensando que cumplen de manera absoluta con el precepto, sino que debe alegrar a los pobres y a los menesterosos, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 16:14): ‘y el levita y el extranjero y el huérfano y la viuda’ alimentando y dándole de beber a todos ellos junto a sí, y sobre esto fue dicho (Oshea-Oseas 9:4): ‘Sus sacrificios serán cual pan de lamentos, y todos aquellos que coman de este se impurificarán, pues su pan será para ellos mismos’. En el caso del levita es más preceptivo aún porque carece de parcela y heredad y no percibe presentes en carne».

A pesar de que no se ofrendan sacrificios individuales en Yom Tov, el Olat Reiá, Shalmei Jaguigá y Shalmei Simjá son ofrendados ya que preceptivamente deben ser sacrificados el primer día. Empero, en Shabat no se los sacrifica. En caso de no haberlos traído el primer día, es preceptivo traerlos hasta el final de la festividad; en el caso de Pesaj hasta el séptimo día, en el de Sucot hasta Sheminí Atzeret y en el de Shavu’ot hasta la finalización de los seis días posteriores a la festividad. En caso de no haber ofrendado los sacrificios en esos días – se perdió la oportunidad de cumplir con el precepto (Rambám ídem 4-8).

16 – Peregrinar a Jerusalém en nuestros días

Desde que el Templo de Jerusalém fue destruido quedó sin efecto el precepto de peregrinar ya que este depende de la ofrenda de sacrificios. De todas maneras, muchos hijos de Israel han acostumbrado ascender a Jerusalém en la festividad. El Talmud nos relata de hombres y mujeres que ascendían a pie a la ciudad sagrada después de la destrucción del Templo (Talmud Babilonio Tratado de Nedarim 23(A), Shir Hashirim Rabá 4:2, Kohelet Rabá 11:1). Asimismo, en tiempos de los gaonitas había judíos que ascendían a pie a Jerusalém en las festividades tal como se relata sobre Rav Hai Gaón que peregrinaba desde Babilonia en Sucot. De igual manera, en tiempos de los eruditos medievales (rishonim) y de los de las últimas generaciones (ajaronim) hubo quienes ascendían a Jerusalém en las festividades desde países cercanos a la tierra de Israel (Kaftor Vaferaj 86, Maharit 1:134).

Hay juristas que escribieron que si bien actualmente no es obligatorio quien peregrina a Jerusalém visitando las zonas contiguas al Templo – cumple un precepto, ya que la santidad no se ha apartado del Monte del Templo (Jatam Sofer, Shai Cohen II pág. 523).

Un precepto adicional se daba en días que el Templo existía otro precepto y es el de purificarse previo a la peregrinación por medio de una inmersión ritual (Talmud Babilonio Tratado de Rosh Hashaná 16(B)) puesto que solo las personas puras podían acceder al patio del Santuario y comer de la carne de las ofrendas. Empero, en la actualidad que el Templo está destruido y no podemos ascender para ofrendar los sacrificios que nos fueron preceptuados y no poseemos ceniza de vaca roja para purificarnos por su intermedio de la impureza de la muerte quedó sin efecto la obligación de realizar una inmersión ritual purificadora previo a la peregrinación. Si bien hay juristas que consideran que también en la actualidad es preceptivo realizar una inmersión ritual previo a la festividad de peregrinación (Beit Shemuel Even Haezer 55:10, Shoel Umeshiv Talita 1:123), de todas maneras, la mayoría de las autoridades halájicas considera que en la actualidad no es obligatorio realizar la inmersión previo a la festividad y la costumbre de sí hacerlo es una práctica piadosa. En el caso de aquella persona a la que se le dificulte realizar la inmersión puede cumplir con la práctica piadosa bañándose con nueve kavin de agua, esto es, pararse bajo la ducha hasta que haya corrido a través suyo un volumen de nueve kavín de agua lo cual equivale a unos once litros, cuidando que ésta lave todo su cuerpo.

17 – Visitar al rabino en la festividad

Una persona debe visitar a su rabino en la fiesta de peregrinación (Talmud Babilonio Tratado de Rosh Hashaná 16(B), ídem Sucá 27(B)). Este precepto tiene por cometido rendir honor al maestro y aprender de él Torá. De esta manera se tiene la posibilidad de conectarse al rabino y recibir de éste orientación, así como la plenitud espiritual. Este precepto guarda cierta similitud con el de peregrinar, tal como dijeran nuestros sabios: «Todo aquel que visita a su rabino es como si se encontrase con la Divina Presencia» (Talmud Jerosolimitano Tratado de Eruvín 5:1). Los días sagrados en los que se cesa de la realización de labores son los indicados para realizar esta visita y esta fue la costumbre ancestral de los hijos de Israel, tal como lo aprendemos de las palabras del marido de la mujer shunamita que al ver a su esposa salir de la casa rumbo al profeta Elishá en un día de semana, preguntó: «¿Por qué vas donde él hoy? Hoy no es novilunio ni Shabat» (Melajim-Reyes II 4:23). De aquí se infiere que en los días sagrados era común ir a visitar al profeta o al rabino (ver Pninei Halajá Shabat 5:15).

El aspecto principal del precepto de visitar al rabino es el de escuchar de su boca una lección de Torá, siendo esta una tradición que se remonta a los días de Moshé Rabenu, tal como afirmaron nuestros sabios (Talmud Babilonio Tratado de Meguilá 32(A)) en cuanto a que Moshé instituyó en el pueblo de Israel que se «se pregunte e investigue sobre la cuestión del día, las halajot de Pesaj en Pesaj, las halajot de Atzeret (Shavu’ot) en Atzeret y las halajot de Jag (Sucot) en Jag. Esto es lo que le dijo el Eterno a Moshé Rabenu: «Reúne grandes congregaciones y enséñales públicamente sobre los temas del día para que las generaciones siguientes aprendan de ti a reunir multitudes en cada Shabat y cada festividad en las casas de estudio para enseñar a pueblo de Israel las palabras de la Torá relativas a lo permitido y lo prohibido para que de esa manera Mi Nombre sea exaltado entre Mis hijos» (Yalkut Shimoní Vaiakhel 408). Hubo quienes eran sumamente cuidadosos de participar de estas clases y de esta manera cumplían con excelencia el precepto de visitar al rabino en la festividad. Empero también quien simplemente saluda al rabino en la festividad deseándole «Jag Sameaj», a posteriori, cumple también con el precepto. Hay quienes se esmeran en visitar a los rabinos en sus hogares para escuchar de ellos palabras de Torá, de ética y relatos de vida de los grandes maestros de Israel. En caso de haber muchos alumnos deseosos de hacerlo que asistan en grupos para no importunar al rabino y no interrumpir su estudio y la alegría festiva suya y la de su familia.

Los sabios medievales explicaron que el precepto de visitar al rabino depende de la distancia. Una persona que vive en la cercanía de su rabino debe visitarlo cada Shabat. Quien vive más lejos debe visitarlo en cada novilunio o Rosh Jodesh. Quien vive aún más lejos debe visitarlo en cada festividad de peregrinación (según Rabenu Jananel y el Ritba, ver Beur Halajá 301:4 ‘להקביל’). Todo esto es a condición de que el alumno vuelva a su casa a dormir, pues el precepto de alegría festiva debe cumplirse junto a la mujer. Empero, si a los efectos de visitar al rabino el alumno precisa dormir fuera de su casa está exento de cumplir con el precepto (Talmud Babilonio Tratado de Sucá 27(B)). Sin embargo, hay quienes adoptan una actitud flexible en este respecto y hay quienes ven en ello una conducta virtuosa. De todas maneras, cuando esta práctica hace sufrir a la mujer, hasta quienes adoptan una actitud flexible admiten que está prohibido viajar y ausentarse así del hogar. La opinión mayoritaria de los juristas es que, aunque la mujer esté de acuerdo con la ausencia del marido, esta práctica no tiene lugar o razón de ser.

Libros de Pninei Halajá a precios especiales

Contents

Conjunto de libros Peninei Halajá en español /11 volúmenes
Ordenar ahora