Pninei Halajá

11 – Alegrarse uno y alegrar a otros

El cumplimiento del precepto de la alegría festiva requiere que la persona haga participar de esta a todos los miembros de su hogar amén de incluir a personas pobres y sumidas en la angustia. Hacer esto no es un acto de piedad o excelencia en el cumplimiento, sino que así es el mandato de la alegría festiva en la Torá, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 16:14): “Y te alegrarás en tu fiesta tú, y tu hijo, y tu hija, tu siervo, tu sierva, el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda que habitan en tus pórticos” (también allí 16:11). En efecto, el Rambám escribió en Hiljot Yom Tov (6:18): “Cuando la persona come debe dar de comer también al extranjero, al huérfano y a la viuda junto a los demás pobres y desdichados. En cambio, quien cierra las puertas de su casa y comen él, su mujer y sus hijos sin participar a los pobres y personas sumidas en la aflicción no se trata de una alegría festiva sino de la alegría de su abdomen, y sobre esto está escrito (Oshea-Oseas 9:4): ‘Sus sacrificios serán cual pan de lamentos, y todos aquellos que coman de este se impurificarán pues su pan será para ellos mismos’. Esta alegría es para ellos una infamia, tal como está escrito (Malaquías 2:3): ‘Y os echaré al rostro el estiércol, el estiércol de vuestros animales sacrificados'» (lo mismo escribe allí el Maguid Mishné y el Sefer Hamitzvot en preceptos positivos 54).

Si observamos detenidamente vemos que el precepto consta de dos partes: la   primera implica regocijarse con los miembros de la familia y del hogar, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 16:14): “Y te alegrarás en tu fiesta tú, y tu hijo, y tu hija, tu siervo y tu sierva”. “Tú” incluye a ambos miembros de la pareja pues marido y mujer son considerados una misma unidad. En efecto, cuando la Torá se expresa de manera especialmente breve, menciona únicamente a la mujer, tal como está escrito (ídem 14:26): “Y te alegrarás tú y tu hogar”, “tu hogar” significa “tu mujer”, lo cual nos enseña que en primer lugar el deber del marido es alegrar a su mujer. De igual manera, el precepto para la mujer es en primer lugar alegrar a su marido. Vemos que, en la práctica, la principal alegría para los hombres sobreviene a través de la comida festiva que suelen preparar las mujeres al tiempo que la principal alegría de la mujer sobreviene por medio de la prenda o joya que su marido le suele obsequiar. El hombre y la mujer conjuntamente tienen el deber de hacer partícipes de la alegría a todos los miembros del hogar, ya que no hay alegría festiva si no participa toda la familia. Es así que los hijos de Israel acostumbran celebrar las festividades en el seno de la familia. Cada miembro de esta tiene el deber de mantener una atmósfera agradable durante la festividad, especialmente durante las comidas, evitando comentarios hirientes, esforzándose en alegrar a los presentes con palabras amistosas para que de esa manera todos accedan a una alegría verdadera (ver adelante halajá 17, respecto de si está o no permitido abandonar la casa en las festividades para ir donde el Rabí).

Hay judíos influenciados por la cultura secular ajena a la santidad festiva y los valores de la familia, cuyos encuentros familiares con motivos de las festividades se tornan momentos apremiantes y cargados de tensión, ofensas y peleas. En la medida que se refuercen en la comprensión del carácter sagrado de la festividad y de los valores familiares podrán abstenerse en mayor medida de dañar a sus parientes procurando motivarlos y alegrarlos, y de esa manera accederá a recibir la bendición festiva con alegría y en paz.

La segunda parte del precepto consiste en alegrar a los vecinos y parientes pobres o que están solos, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 16:14): “Y te alegrarás en tu fiesta… el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda que habitan en tus pórticos”. El huérfano y la viuda por lo general solían ser pobres por cuanto que se quedaron sin su fuente de sustento, al tiempo que el extranjero que abandono su país y su familia está expuesto a sufrir de soledad. El precepto de alegrar a los pobres se cumple principalmente por medio de la tzedaká o la caridad y el de contener a las personas solas o que pasan por un mal momento anímico se cumple invitándolos a participar de las comidas festivas.

Es menester prestar atención al hecho que la Torá ordena también participar a los cohanim y los levitas de la alegría festiva. Su labor era la de educar al pueblo de Israel, tanto a pequeños como a grandes, y por ello en la actualidad es preceptivo alegrar en las festividades a los eruditos de la Torá y a los maestros (Binián Shelomó 1:33).

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