Pninei Halajá

03) El significado de la bendición de «HaZan» («que nutre»)

A los efectos de profundizar en el tema de «Birkat Hamazón», es necesario analizar la porción de lectura de la Torá en la cual se nos ordena recitarlo (Devarim-Deuteronomio 8:1-18). En el primer versículo se nos presenta la intención general:  «Toda la ordenanza -que Yo te ordeno hoy- habréis de observar para cumplir; para que hayáis de vivir, y os multipliquéis, y vengáis y poseáis la tierra, la que prometió HaShem a vuestros patriarcas«. Acto seguido se elucidan dos fundamentos o principios centrales: el primero, que HaShem todo lo nutre, tal como lo expresamos en la primera bendición. El segundo es la alabanza de la tierra de Israel, tal como la expresamos en la segunda y tercera bendición. Centrémonos primeramente en los fundamentos vinculados a la primera bendición, la de «HaZán».

En muchas ocasiones, cuando la persona cuenta con su sustento se olvida de que D´s es quien cuida de él y le mantiene. Por esa razón la Torá ordena (ídem 8:2): «Habrás de recordar todo el camino – por el cual te llevó HaShem tu D’s – hace cuarenta años en el desierto, para afligirte y someterte a prueba, para saber lo que hay en tu corazón: si vas a guardar Sus Mandamientos, o no«. La existencia en el desierto es muy ardua y en virtud de la profusión de problemas se puede llegar a expresar descontento para con D´s, empero, por otra parte, es también posible reforzarse en la fe y concentrarse en la contemplación de los milagros por medio de los cuales D´s mantiene al pueblo de Israel. La prueba más difícil fue la vinculada a la ingestión del maná. El ser humano acostumbra a preocuparse por el mañana y para ello prepara sus alimentos por medio de su labor en el campo, la industria y el comercio. Empero todo ello no era posible en el desierto, estaba prohibido incluso el guardar comida de un día para el siguiente pues la cantidad de maná estaba limitada a las necesidades de una persona en un día y no más que eso. Cada judío debía creer que también mañana HaShem le haría descender maná del cielo. Todo aquel cuya fe se debilitaba sentía hambre, tal como está escrito (ídem 3-4): «Te afligió y te sometió al hambre: empero te hizo comer el maná -que no habías conocido tú ni habían conocido tus padres«.

Por medio de esta singular experiencia, quedó grabada en nuestra conciencia nacional la comprensión de que la naturaleza no existe por sí misma, sino que es HaShem quien todo lo nutre – «para hacerte saber que no solamente de pan vive el hombre sino de todo lo que sale del Mandato de HaShem, vive el hombre. Tu vestimenta no se envejeció sobre ti ni tu pie ha quedado descalzo por cuarenta años«. Esos fueron los primeros cuarenta años desde la aparición del pueblo de Israel en el mundo. Por medio de una vida milagrosa en el desierto aprendimos claramente que todo proviene de HaShem y su objetivo último es procurar nuestro bien, y aunque nos prive de Su bendición por un breve período esto no obedece sino a Su amor para con nosotros, a los efectos de encaminarnos por la senda de la verdad, tal como está escrito (ídem 5-6): » Habrás de saber que así como un hombre castiga a su hijo, HaShem tu D’s te castiga a ti. Y observarás los Mandamientos de HaShem tu D’s, para andar por Sus sendas y para venerarle«.

El precepto se cumple principalmente cuando una persona bendice a D´s tras haber comido y estar satisfecho, tal como está escrito (ídem 10): «Y comerás y te saciarás y bendecirás a HaShem tu D´s sobre la tierra buena que te dio«. Esto se debe a que cuando una persona está satisfecha puede llegar a vanagloriarse y olvidar que todo proviene de HaShem, por ello la Torá continúa advirtiendo (ídem 11-16):  «Cuídate, no sea que olvides a HaShem, tu D´s, al no observar Sus Mandamientos y Sus leyes y Sus fueros que yo te ordeno hoy. No sea que comas y te sacies, y casas buenas edifiques y las habites. Y tu ganado vacuno y tu ganado ovino se multipliquen, y plata y oro se te incremente; y todo lo que es tuyo se multiplique. Y que se enaltezca tu corazón y que olvides a HaShem tu D’s, el que te ha sacado de la tierra de Egipto, de la casa de la servidumbre. El que te ha conducido por el desierto grande y temible: culebras, serpientes abrasadoras y escorpiones, tierra de sed: donde no hay agua; el que sacó para ti agua de la roca. El que te dio a comer maná en el desierto, el cual no habían conocido tus padres, para afligirte y para someterte a prueba, para hacerte el bien en tu final«.

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