Pninei Halajá

14. Las causas de la manifestación de la inclinación homosexual

En el seno del público secular muchos piensan que la inclinación homosexual es congénita y no es posible modificarla. Es por ello que piensan que quien posee esta inclinación debe ir en pos de la misma y por supuesto que no cabe criticarle. Sin embargo, según la Torá, aunque una persona posea una marcada inclinación la prohibición sigue vigente y es su deber superarla, tal como quienes desean cometer adulterio deben sobreponerse a su instinto. Sin embargo, la Justicia Celestial toma en cuenta la dificultad de la persona en cuestión y cuanto mayor sea la inclinación menor es el castigo que se le aplica.

Aunque aceptemos esta inclinación como congénita es claro que la atmósfera social y moral circundante influye de sobremanera, no menos que la tendencia con la que se nació. La prueba es que en la antigüedad hubo culturas en las cuales esta práctica era sumamente extendida al punto que la mayoría de los varones incurría en ella. Por el contrario, en el seno del pueblo de Israel en el que las condiciones socioculturales inducían a relaciones heterosexuales en el marco del matrimonio, la tendencia homosexual prácticamente no se manifestaba. Tal como leemos en la Mishná (Tratado de Kidushín 82(A)): «Rabí Iehudá dice: no dormirán dos (varones N. del T.) solteros bajo una misma frazada («talit») pero los sabios lo permiten». La Guemará puntualiza que Rabí Iehudá sostiene una posición más estricta por temor a que incurran en una trasgresión. Se debe recordar que en el pasado se acostumbraba a dormir sin vestimentas por lo que Rabí Iehudá es la opinión menos flexible por no permitir que duerman dos varones solteros desnudos bajo una misma frazada. Por otra parte, los demás sabios lo permitían porque consideraban que «los judíos no son propensos a mantener relaciones homosexuales». Esto significa que el fenómeno de relaciones sexuales entre varones era tan poco frecuente, que no era necesario decretar normas para prevenirlo. Otro tanto en lo referente a las leyes de «Ijud», la prohibición de que un hombre se encuentre en una habitación cerrada con una mujer extraña para evitar la posibilidad de que incurran en una trasgresión – en el caso de tratarse de dos hombres estos pueden hacerlo. Hubo quienes también se cuidaban de esto pero se trata de una práctica especialmente piadosa. Es así como sentencia el Shulján Aruj (Even Haezer 24:1) y agrega: «mas en estas generaciones en las cuales abundan los insolentes se debe también tener cuidado de no quedar a solas con un hombre». Estos conceptos se adaptan a las prácticas sociales en boga en esos días en los países musulmanes, empero según los juristas de los países europeos, en esos días los judíos no eran propensos a detentar esas prácticas por lo que no hay lugar para prohibir que dos varones estén a solas en una habitación (Bait Jadash). Más aún, hay quienes sostienen que no se debe ser estricto en esta cuestión para evitar la arrogancia (Iam shel Shelomó Kidushín 4:23). Sin embargo, los juristas de Ashkenaz debatieron respecto de si permitir o no que dos varones solteros duerman bajo una misma frazada. Hay quienes tuvieron una actitud más estricta (Jelkat Mejokek, Beit Shmuel) y hay quienes fueron más flexibles (Iam shel Shelomó); y en la práctica hasta hace algunas  generaciones se acostumbraba a ser flexible en esta cuestión (Aruj HaShulján 24:6).

Dado que es difícil suponer que la naturaleza básica de las personas haya cambiado es necesario concluir que, en el marco de la sociedad judía tradicional tal como funcionó durante muchas generaciones, esta tendencia no se manifestó al punto de que no se temió que dos personas puedan llegar a trasgredir la norma si duermen juntas en una habitación cerrada, sin ropa y bajo una misma frazada.

No sabemos qué es lo que ha cambiado en la última generación al punto de que hay personas que creen que de acuerdo a su naturaleza congénita su inclinación sexual se orienta hacia personas de su mismo sexo, creyendo carecer de todo tipo de poder de decisión a ese respecto. ¿Acaso la libertad que se ha transformado en un elemento tan fundamental en nuestro mundo contemporáneo, junto a sus muchas virtudes, ha permitido también que se liberen todo tipo de tendencias emocionales que se hallaban ocultas en el abismo de la psique humana, y se manifiesten de modo tal que una vez que ascendieron a la superficie sea más difícil superarlas? ¿O quizás el movimiento feminista que generó tensión y conflicto entre los sexos, causó confusión en la identidad de algunos hombres y les infundió temor de relacionarse con una mujer? Existen otras decenas de suposiciones y propuestas de explicación a la difusión que ha tenido este fenómeno. Es razonable pensar que esta época habrá de pasar y habremos de encontrar el camino que nos permita profundizar en el vínculo matrimonial con santidad, amor y alegría tal como lo indica la Torá, y en virtud de ello la atracción hacia este pecado habrá de menguar en gran medida.

Es importante saber que a veces el dolor, la frustración y la vergüenza que se asocian a esta inclinación son tan fuertes que algunos jóvenes deciden poner fin a sus vidas. Es por ello que se debe brindar asesoría a hombres y mujeres que padecen de esta tendencia para que hablen con sus padres, con un rabino o una guía adecuada en el tema. En primer lugar para desahogarse un poco del sufrimiento que padecen y para encontrar el camino optimal para superar el problema.

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