Pninei Halajá

02) Bendiciones por mares, ríos, desiertos, montañas y colinas

A partir de la contemplación de paisajes impactantes es posible meditar sobre la grandeza del Creador y recitar ante Él una bendición de alabanza. Por lo tanto, nuestros sabios instituyeron que quien contempla mares, ríos, montañas, colinas y desiertos recite: «Baruj Atá Ad-onai Eloh-einu Melej Haolam Osé Ma´asé Bereshit» («…Quien recrea la Obra de la Creación») (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 54(A)). También quienes no se fascinan al contemplarlos, siempre y cuando lo visto sea considerado conmovedor o sea maravilloso en opinión de la mayoría de las personas y hayan pasado treinta días desde la última vez que lo vieron – deberán bendecir.

El mar siempre impresiona, y por ello se bendice por cualquier mar y cualquier lago a condición de que tengan abundante agua durante todo el año, pero no como resultado de la obra del hombre. Por lo tanto, se bendice al contemplar el Mar Mediterráneo y el Mar Rojo (o Mar de los Juncos), así como también por el Kineret (Mar de Galilea) y el Mar Muerto, pues poseen agua durante todo el año. Empero en el caso de un lago que se forma por efecto de un dique no se bendice, ya que la bendición fue establecida como alabanza a la obra del Creador y no a la de los seres humanos.

Por el «gran mar» («Haiam Hagadol») que es el océano que rodea a los continentes se recita: «Baruj Atá Ad-onai Eloh-einu Melej Haolam Sheasá et Haiam Hagadol». Sin embargo, hay eruditos que entienden que el «gran mar» es el Mar Mediterráneo, el cual según ellos recibe esta denominación en virtud de encontrarse en las cercanías de la tierra de Israel, o porque mares de esas dimensiones son considerados «grandes» (Talmidei Rabenu Ioná, Shulján Aruj Oraj Jaím 228:1). Sin embargo, según la opinión de muchos juristas, se bendice «Sheasá et Haiam Hagadol» solamente al contemplar el océano, mientras que al divisar el Mar Mediterráneo se recita «Osé Maasé Bereshit», siendo esta la práctica aceptada (Rosh, Rabí Ovadia de Bartenura, Maguén Abraham, Mishná Berurá 228:2, ver Beur Halajá allí).

Respecto de los ríos, se establecieron dos condiciones: 1) Que fluyan naturalmente sin que medie intervención humana que haya modificado su cauce. 2) Que sean caudalosos por lo menos como el Éufrates, el cual es llamado «grande» por la Torá. A fortiori, se bendice por ríos más caudalosos tales como el Nilo, el Volga, el Rhin, el Amazonas y el Mississippi. Pero en el caso de ríos comunes tales como el Yarkón, el Yardén y similares no se bendice pues no son tan impactantes (Mishná Berurá 228:2).

En el caso de las montañas y las colinas: la condición para bendecir por una montaña es que sea especialmente alta respecto de su entorno, mientras que respecto a las colinas se bendice siempre que su forma genere una especial impresión, por ejemplo: que posea peñascos altos y abruptos como los del Desierto de Judea. Empero por las montañas comunes que se encuentran en la región montañosa de Judea, Samaria y Galilea – no se bendice. Al divisar montes tales como Gamla, Arbel, Masada y Sártaba – se bendice, ya que poseen un aspecto especial. Asimismo, se bendice también al contemplar el Monte Tabor ya que su altura es impactante y posee una forma especial.

El desierto es un sitio seco y deshabitado en el cual caen pocas lluvias. También por el desierto de Judea se bendice, a condición de que contemplarlo resulte impactante, por ejemplo: si se pasea por él y toda el área circundante está deshabitada o si se sube a un punto mirador del cual se contempla una vista de los vastos páramos. Empero, quien ve el desierto mientras realiza un viaje rutinario por la carretera – no bendice.

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