Pninei Halajá

18) Al divisar sabios del pueblo de Israel y de las naciones

Quien ve a un sabio entre los sabios del pueblo de Israel recita: «Baruj Atá Ad-onai Eloh-einu Melej Haolám Shejalak Mijojmató Lireav» («…que compartió de Su sabiduría con quienes Le temen»). Quien ve sabios de entre las naciones recita:»Baruj Atá Ad-onai Eloh-einu Melej Haolám Shenatán Mijojmató Lebasar Vadam» («que dio de Su sabiduría a los mortales») (Talmud Babilonio Tratado de Berajot 58(A), Shulján Aruj Oraj Jaím 224:6-7).

En estas bendiciones alabamos a HaShem por la sabiduría que les concedió a los seres humanos, aquella con la cual creó el mundo, tal como está escrito (Mishlei-Proverbios 3:19): «HaShem fundó la tierra con sabiduría». En Su gran generosidad, otorgó de esta a los seres humanos para darles el privilegio de ser socios en la reparación del mundo. A los grandes sabios les resulta importante descubrir la sabiduría y transmitirla y por su mérito el mundo se desarrolla y se supera. Por esta razón nuestros sabios establecieron que al ver un gran erudito se recite una bendición.

Existe una profunda diferencia entre la sabiduría de la Torá y las sabidurías externas. La sabiduría de la Torá es de origen Divino y tiene por objetivo reparar sustancialmente tanto al hombre como al mundo a la luz de la fe y la moral, siendo imposible comprenderla sin temor al cielo y apego a D´s. Por otra parte, las demás sabidurías se ocupan de la comprensión de los aspectos exteriores del mundo y su mejoramiento, la investigación de la psique, de la sociedad, la historia, la economía, la naturaleza y el cuerpo. Estas sabidurías son sumamente valiosas, y por ello se las considera una ramificación de la sabiduría Divina, sin embargo, resultan externas comparadas a la sabiduría de la Torá, y para comprenderlas no es necesario ser temeroso del cielo.

La diferencia entre las sabidurías se expresa en la redacción de las bendiciones. Por un sabio docto en sabidurías exteriores se recita «que dio de Su sabiduría a los mortales» a los efectos de expresar la grandeza del obsequio, y que a pesar de que el hombre es mortal (lit. de «carne y de sangre») D´s le concedió de Su sabiduría. Por los sabios del pueblo de Israel se bendice «que compartió de Su sabiduría con quienes Le temen». El vocablo «compartió» expresa sociedad, ya que los sabios de la Torá tienen parte junto con HaShem en la Torá. Son llamados «quienes Le temen», ya que el temor al cielo es la condición previa necesaria para comprender la Torá.

Se despertó la duda de qué bendición recitar por un sabio judío docto en las sabidurías exteriores. En la práctica, consideramos que si es conocido como una persona que es temerosa del cielo y estudia Torá se debe recitar ante él la bendición destinada a los sabios del pueblo de Israel, ya que su sabiduría se deriva de la Torá y está conectada a esta, y además se cuenta entre «quienes Le temen». En caso de que no se lo conozca como tal, se debe recitar por él la bendición establecida para los sabios de las naciones.

También en la actualidad se deben recitar estas bendiciones. Hay quienes consideran que las generaciones han descendido en calidad o se han degradado y ya no poseemos sabios de la envergadura suficiente por los que amerite bendecir (Jesed LaAlafim 224:12). Otros, son de la opinión de que en nuestros días es difícil medir y decidir quién es un gran sabio por quien corresponda bendecir, y en virtud de la duda existente no se lo debe hacer (Aruj HaShulján 224:6). Otros entienden que debido a la duda existente se deben recitar estas bendiciones omitiendo la pronunciación del Nombre Divino («Beló Shem Umaljut») (Tzitz Eliezer 14:37).

Sin embargo, según la opinión mayoritaria de los juristas también hoy se debe recitar una bendición por los sabios y esta es la práctica aceptada (ver Iejavé Daat 4:16, Piskei Teshuvot 224:17). La sabiduría se establece de acuerdo con la virtud de la generación, ya que si una persona es considerada uno de los grandes sabios de su generación tanto en Torá como en las ciencias – se bendice sobre ella. En caso de duda se bendice sin pronunciar el Nombre Divino.

Quien se encuentra con el mismo sabio una segunda vez, si no lo vio durante más de treinta días – que vuelva a bendecir, tal como se hace con las bendiciones por lo que vemos. Si ve otro sabio, aunque sea dentro de los treinta días – habrá de bendecir.

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