Pninei Halajá

05. La santidad implícita en la abstención de mantener relaciones prohibidas

Tal como estudiamos, el nivel básico o primero en la santidad del matrimonio consiste en que el hombre se una a su mujer como corresponde y cuide de abstenerse de relaciones prohibidas. El Rambám enumera treinta y siete relaciones prohibidas (Sefer Kedushá). Estas prohibiciones se pueden agrupar en cinco categorías. La primera, que incluye el mayor número de casos, es la prohibición por cercanía familiar como son las relaciones con la madre, la hija, la hermana, la tía, la cuñada y la hija o nieta de la esposa. La segunda incluye a personas que está prohibido desposar, por ejemplo, con un gentil que no se convirtió según la halajá, o con un bastardo o un eunuco. La tercera categoría incluye la prohibición de mantener relaciones homosexuales o con animales. La cuarta se refiere a la prohibición de desposar una mujer casada y la quinta categoría abarca la prohibición de mantener relaciones con una mujer que no está apta para hacerlo en virtud de hallarse durante su período de purificación (Nidá).

Existe otra prohibición sexual grave y es la de violar una mujer o un hombre y obviamente a menores. Este tipo de crimen se comete generalmente bajo la forma de relaciones prohibidas en el seno de la familia, quebrando las reglas de Nidá o la prohibición de mantener relaciones homosexuales. Sin embargo, aunque este abuso se lleve a cabo sin quebrar estas otras prohibiciones, se trata de un daño muy importante para la víctima de la violación al punto que se puede considerar un asesinato, tal como está escrito (Devarim-Deuteronomio 22:26): «El violador en cambio, actuó como quien mata a su prójimo impunemente».

La Torá menciona otros diecisiete preceptos respecto de la institución del matrimonio, entre ellos las leyes referentes a los divorcios, el levirato y la liberación de este, leyes referentes al caso de quien seduce o viola una joven virgen, y las leyes referentes al caso de la mujer cuyo marido sospecha que le es infiel (Sotá).

No debemos ser indiferentes al grado de santidad que detenta quien cumple con todas estas prohibiciones y preceptos, ya que en la práctica vemos que la mayoría de aquellos que no aceptan sobre sí el yugo de la Torá y los preceptos no logra perpetuar sus pactos nupciales. Incluso no todas las personas religiosas logran cuidar todas estas normas y preservar sus matrimonios.

Nuestros sabios dijeron en el Tratado de Macot (3:16) que «todo aquel que se abstiene de cometer una trasgresión es recompensado como si hubiese cumplido activamente con un precepto. Rabí Shimón Bar Rabí dice: según la Torá (Devarim-Deuteronomio 12:23): ´se fuerte y abstente de comer sangre, porque la sangre es la vida y te está vedado comer la vida de la sangre´, y si en el caso de la sangre que al hombre le da asco, el alejarse de la misma es recompensado, en los casos del hurto y las relaciones prohibidas que el alma humana los desea, quien se aleja de estos con mucha más razón será recompensado tanto él como su simiente y la simiente de su simiente hasta el  fin de las generaciones». Además, está escrito (Vaikrá-Levítico 19:2): «Seréis santos porque  Santo Soy Yo, el Eterno, vuestro D´s», lo cual es explicado por Rashí como «alejaos de las relaciones prohibidas y de la trasgresión, pues en todo sitio en el cual encuentras una prohibición a una relación prohibida, hallarás la santidad». Por ello, todo aquel que cuida su pacto nupcial es llamado santo («kadosh»).

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