Pninei Halajá

05) La bendición por avistar paisajes en la actualidad

Actualmente las personas están acostumbradas a viajar diariamente grandes distancias para acudir a sus lugares de trabajo o asistir a encuentros sociales y familiares. Es muy común que en el marco de estos viajes se divisen montañas, colinas y mares, por lo que surge la pregunta de si se debe o no bendecir por este tipo de vistas que se realizan distraída y rutinariamente. La duda se fundamenta en que, en el pasado, cuando se realizaban travesías a pie o montando un burro, rara vez se contemplaba un paisaje especial y al ver el mar las personas se emocionaban, y cuando andaban a lo largo de la orilla del mar y divisaban el Monte Carmel se conmovían. Empero hoy día estamos acostumbrados a viajar de ida y vuelta y la vista se torna rutinaria. Más aún, en el pasado cuando se iba a pie o montando un burro, las personas estaban menos acostumbradas a ver montañas y por ello los montes Tabor y Carmel eran considerados como sumamente conmovedores. Pero en la actualidad las personas acostumbran a pasear en diferentes países y ya tuvieron la oportunidad de contemplar montañas más altas e imponentes, por lo que los montes Carmel y Tabor podrían verse a ojos suyos como medianos y carentes de impacto para quien los contempla.

En la práctica, solo a quien presta atención a los paisajes especiales se le considera que «ve» y por lo tanto debe bendecir. Empero para quien los paisajes desfilaron frente a su vista sin que este les prestase atención – no ha de bendecir. Por ello, es necesario discernir entre dos tipos de visión: cuando se pasea y cuando se realiza un viaje rutinario. Durante un paseo, la tendencia es a contemplar la belleza de la Creación y por lo tanto resulta claro que se debe bendecir por todos los paisajes especiales y entre ellos el mar, los montes Tabor y Carmel, con la única condición de que no los haya visto en los últimos treinta días y que no viva o acostumbre a encontrarse en su cercanía (tal como se explicó en la halajá anterior). También en el caso de quien, por lo general, no se sobrecoge dado que salió de paseo para ver paisajes, se considera que le interesan y por lo tanto deberá bendecir. En caso de estar en la duda si la vista de la montaña o del desierto le impresionan lo suficiente – es mejor que recite la bendición omitiendo el Nombre de Dios («Beló Shem Umaljut»). Si los turistas suelen viajar para contemplar estas vistas, es señal que ellas son impactantes y entonces se habrá de bendecir sin duda alguna.

Durante un viaje de rutina, el recitado de la bendición depende de cuánta emoción o impacto que el paisaje genera en el viajero. Si la vista llama su atención – que bendiga. Si esta no logra captar su interés, aunque la vea – que no bendiga. Por ejemplo: quien viaja de Jerusalém a Haifa vía la autopista de la costa, en caso de prestar atención al mar y emocionarse un poco ante su contemplación – que bendiga. Si no se emociona – que no lo haga. Si presta atención al Monte Carmel y su peculiar aspecto y logra conmoverse algo – que bendiga y en caso contrario que no lo haga. Otro tanto aplica respecto del Monte Tabor, del Kineret y de las montañas que se yerguen en las áreas de Judea y Samaria.

Quien viaja junto al mar una gran montaña y no presta atención al paisaje y es por ello que no bendijo, y dentro de los treinta días hace nuevamente el mismo camino y se sobrecoge ante el paisaje – no habrá de bendecir. Si bien la primera vez que vio el paisaje no se emocionó y no bendijo, de todas maneras se la considera como quien la ha visto previamente, de modo que al ver ese escenario nuevamente dentro de los treinta días, ello no implica novedad. Esto se debe a que no bendijo la primera vez que contempló el paisaje porque no se emocionó y no por no haberlo visto. Empero si la primera vista fue desde lejos o desde otro ángulo que no impacta al observador – deberá bendecir en la segunda oportunidad.

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