Pninei Halajá

06. El orden de la revelación de los diferentes niveles.

En un principio debe existir el reconocimiento del valor de la Torá y su estudio, así como también del valor de los preceptos marcados por el tiempo que son los que iluminan nuestras vidas a diario. El rol de los hombres es el de ser responsables por la preservación de los valores generales que tienen expresión en estos preceptos y proclamarlos públicamente en tiempos fijos tal como indica la Torá. A partir del reconocimiento del rol masculino, las mujeres pueden atraer la luz de estos preceptos  a todos los ámbitos de la vida.

A primera vista el status de los hombres aparenta ser superior al de las mujeres, los hombres dirigen e influencian mientras que las mujeres aceptan y son influenciadas. Sin embargo, en la medida que lo miremos a largo plazo, comprobaremos que la influencia femenina está en franco ascenso. Nuestros sabios (Bereshit Rabá 17:7) nos cuentan que «Un piadoso se casó con una piadosa y no podían tener familia. Se dijeron para sí: no contribuimos en nada con el Creador. Decidieron divorciarse. Él se casó con una malvada que lo llevó por mal camino, ella se casó con un malvado y lo transformó en justo, ¡Ay,  todo proviene de la mujer!»

El hombre se destaca más en los aspectos humanos, el intelecto es la cúspide de la humanidad, sin embargo la mujer se destaca más en la percepción de lo Divino. Por lo tanto a pesar de que el marido tiene el precepto de estudiar Torá y fijar los valores, la actitud general ante estos depende más de la mujer, de su respeto o falta de él por estos principios que se proyectan posteriormente en su marido. En el largo plazo, la actitud general ante la fe es la más decisiva. Si la mujer es piadosa y la relación con su marido es buena, al final éste se hará piadoso, en cambio si ella se comporta con maldad, al final su marido también lo será.

Y así está insinuado en la literatura esotérica, al principio se manifiesta más la cualidad del hombre, empero en el futuro se manifestará más la cualidad de la mujer, tal como insinúa el versículo (Irmiahu 31:21): «Porque el Eterno ha creado algo nuevo en la tierra, una mujer cortejará a un hombre». En este mundo material nuestra visión es superficial y por lo tanto vemos que el status del hombre que estudia y dirige es superior al de la mujer. Empero en el futuro, nuestra percepción será más aguda y profunda y entonces se revelará la cualidad de la fe y la percepción intuitiva hasta que las posiciones de hombres y mujeres se inviertan y el status de la mujer sea superior al del hombre. En ese entonces todavía habrá necesidad de estudiar la Torá analíticamente mediante definiciones racionales mas la percepción emocional femenina será de mayor importancia.

Se puede decir que tras el pecado de Adam y Javá y el ingreso en el seno del ser humano de la inclinación al mal («ietzer hará«) es más difícil confiarse en la intuición y las emociones naturales. La principal herramienta a los efectos de superar la inclinación al mal es el uso del intelecto racional que debe dominar a la emoción y dirigirla. Empero cuanto más corregido y ordenado esté el mundo y tanto la fe como la ética se difundan a todos sus confines, paulatinamente habrá de declinar el temor de que la emoción natural irrumpa de manera incontrolada y  dañina y por lo tanto los frenos a su manifestación serán retirados, su virtud se revelará y junto a ésta la de la mujer.

No se debe decir que el mundo venidero está lejano y no influye en nuestras vidas pues ya hoy está oculto en la profundidad de nuestra intimidad. El espíritu exterior (nefesh) se corresponde con este mundo físico, mientras que el espíritu interior (ruaj) se corresponde con el mundo futuro (atid lavó) y el alma (neshamá) que es más interior aún, se corresponde con el mundo venidero. Por lo tanto, hoy día, cuanto más profundicemos mejor veremos la influencia de la mujer. Empero, el orden correcto es que la humildad de la mujer al aceptar el status del hombre y su influencia le permiten revelar más y más sus virtudes y atributos.

Podríamos explayarnos en este tema, mas no corresponde hacerlo aquí. Simplemente señalaremos, brevemente, que la relación entre el Sol que ilumina y la Luna que es iluminada se corresponde con la relación entre el hombre y la mujer. En un inicio eran iguales y en virtud de su vanidad la Luna fue empequeñecida. Sin embargo, si lo vemos en profundidad vemos que su virtud es superior ya que capta la luz del Sol aquí en la Tierra. En cierta manera esa es la relación entre los cielos y la tierra, ya que en una primera instancia los cielos son superiores, empero desde la perspectiva del objetivo final la creación toda tiene por finalidad la tierra y el acto final se encuentra incluido en el primer pensamiento («Sof maasé bemajshavá tejilá«). Asimismo, esta es la relación entre la tribu de Iehudá y la tribu de Iosef. Por un lado la tribu de Iehudá es la que detenta el cetro real empero el hijo más querido es Iosef, que era bello como una mujer y tenía la capacidad de manifestar los más excelsos ideales en este mundo, con esplendor y riqueza.

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