Pninei Halajá

08. El precepto fijo y aquello que se le adiciona

Además del deber permanente de cumplir con el precepto de «Oná» que para la  mayoría de las personas implica una frecuencia de dos veces a la semana, es preceptivo para el hombre mantener relaciones cada vez que su mujer le desea, a condición de que cuente con los bríos necesarios para efectivizar la unión.

El precepto de Oná de acuerdo a la Torá cuenta de dos partes, a saber: los tiempos fijos prestablecidos conforme al vigor y la ocupación profesional del hombre en los cuales se manifiesta la conexión y el deseo que une a la pareja. Justamente los tiempos fijos son aquellos que dan respuesta al deseo pues manifiestan la estabilidad del vínculo de amor que les une y en virtud de su periodicidad fija prestablecida recibe el nombre hebreo de «Oná» (temporada), tal como está escrito (Shemot-Éxodo 21:10): «No la privará… de su satisfacción (onatá)». Sobre esta base se apoya un segundo nivel del precepto el cual consiste en que al momento en que se enciende el deseo en la mujer es preceptivo por la Torá que el hombre la complazca y lleve a cabo la conexión con gran alegría. De Igual manera, es preceptivo para la mujer complacer a su marido si este pide unirse a ella más veces de las que su ocupación profesional dispone.

Una vez que hemos estudiado el segundo nivel o segunda parte del precepto, presuntamente cabe preguntarse respecto de la primer parte del mismo, ¿por qué la Torá estipula tiempos fijos para la expresión del amor? ¿Por qué la Torá no deja el tema en manos de la pareja para que esta establezca la frecuencia del cumplimiento conforme a su voluntad? La halajá consensuada respecto de la segunda parte del precepto indica que si uno de los cónyuges desea la unión es preceptivo para el otro corresponderle aunque sea a diario. Por otra parte, si durante semanas ninguno de los dos toma la iniciativa de unirse, ¿por qué hay que ordenarles hacerlo en tiempos preestablecidos?

Hay tres respuestas para esta interrogante: en primer lugar, con el correr de los años las preocupaciones de la vida diaria pueden incrementarse y por cuanto que la conexión no es novedosa ni especial como al principio, los cónyuges pueden posponerla o dejarla de lado. Una vez en virtud del cansancio excesivo, otra a raíz de un acontecimiento preocupante, otra por dolor de cabeza o un malestar estomacal. Si bien en cada oportunidad los dos están de acuerdo en posponer la unión, en la práctica el vínculo afectivo entre ambos se debilita y en el fondo de su corazón cada uno se lamenta por el hecho de que su pareja ya no desea la conexión con la intensidad de antaño. Empero, por cuanto que la otra parte de la pareja no toma la iniciativa la persona pierde interés en el precepto incrementándose así el despecho y el distanciamiento. Por ello el precepto les ordena unirse en tiempos fijos prestablecidos y sólo en casos especiales, cuando se encuentran especialmente tensos, de común acuerdo pueden suspender la unión.

La segunda respuesta radica en que si el precepto dependiese de la expresión de voluntad manifiesta por parte de uno de los cónyuges, se teme que quien más desea la unión pueda avergonzarse en pedirlo reiteradamente. Empero, cuando es sabido que es preceptivo cumplir con la unión dos veces a la semana, el precepto se cumplirá de modo constante y permanente y sólo en aquellos casos en que exista un deseo especialmente intenso será necesario insinuarle a la pareja sobre este.

La tercera respuesta se refiere a lo que ya estudiamos (arriba 3-4) respecto de que el precepto debe ser llevado a cabo con el máximo nivel de atención y cuidado asemejándose a una comida de gala, y nuestros sabios calcularon cuántas veces a la semana puede una persona cumplir cabalmente con la Oná, tal como la Torá lo indica. Empero, si la persona lo hace con mayor frecuencia se teme que la conexión sea superficial y a los meros efectos de satisfacer sus deseos sin complacer adecuadamente a su esposa, por lo que la alegría especial del cumplimiento del precepto puede menguar. Por ello, nuestros sabios establecieron una frecuencia fija que permite cumplir con el precepto de un modo adecuado. Sin embargo, esto es simplemente una indicación de índole general, y cuando la mujer desea una mayor frecuencia es preceptivo para el hombre complacerla de ser ello posible. Asimismo, cuando el hombre desea una mayor frecuencia en la unión y siente que puede desempeñarse como corresponde hacia su mujer, será preceptivo hacerlo.

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