La prohibición de la hibridación de viñas (kilei hakerem) es muy peculiar, ya que amén de la prohibición de mezclar cereales y verduras con la vid, lo que crezca de la mezcla en cuestión queda prohibido tanto para ser ingerido como también para su disfrute o la obtención de beneficio, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 22:9): «No habrás de sembrar tu viñedo con mezcla de semillas no sea que quede prohibida (tikdash) la primicia de la semilla que hubieres sembrado y el fruto del viñedo».
Algo ‘kadosh‘ significa que está consagrado o preparado para algo especial. Por lo general el vocablo se emplea para cuestiones positivas y elevadas, pero hay quienes se consagran para el pecado como es el caso de una prostituta que en hebreo bíblico se denomina ‘kedeshá‘ (Bereshit-Génesis 38:21). Asimismo, frutas producto de la hibridación de viñas que están destinadas o separadas para la realización de un pecado, han sido separadas o consagradas (hitkadeshú) para la impureza y por lo tanto están prohibidas para todo el pueblo de Israel.
Puede decirse que la prohibición grave de kilaim fue establecida en relación con el viñedo porque el vino es una bebida poderosa tanto para el bien como para el mal. Por una parte, sobre el vino se recitan bendiciones y poesías, por la otra, el vino puede denigrar al ser humano y arrojarlo a los abismos del pecado. Por ello, se estableció un precepto especial de nazireato respecto del vino, y quienes temían que el vino pudiera inclinar sus corazones hacia el mal o pudiera molestarlos en su ascenso por los peldaños de la santidad se abstenían de consumirlo, e incluso un tratado completo de la Mishná está dedicado a este tema, el Tratado de Nazir.
Dado que el vino puede afectar la conciencia del ser humano, la Torá advirtió a los cohanim que no bebieran durante el ejercicio de sus funciones, y asimismo, quien ha ingerido vino tiene prohibido rezar (Pninei Halajá Tefilá 5:11). De igual manera, la Torá es más estricta en relación con la hibridación de viñas que con el resto de las prohibiciones de mezclas para que incrementemos nuestro cuidado en lo que a vino respecta, y para que su ingesta sea en aras de generar alegría preceptiva y no motivo de libertinaje y renuncia a toda responsabilidad personal (ver Pninei Halajá Berajot 7:1-2).
Cabe agregar y explicar que los cereales, las legumbres y las verduras son esenciales para la existencia humana, y si bien su ingestión no genera pasiones excesivas, es verdad que sin estos el ser humano no puede sobrevivir. Por lo tanto, es preciso dedicarse diligentemente a la labor de cultivarlos e ingerirlos con regularidad. Por su parte, el vino no resulta esencial para la existencia humana, pero su ingesta regocija de sobremanera y está dedicada a la alegría preceptiva. El desdibujamiento de los límites entre ambos tipos de producto es peligroso, ya que una persona que se relacione con el vino como lo hace con el cereal, bebiéndolo regularmente hasta caer presa de su deseo, se transformará en un alcohólico. Y aunque el individuo en cuestión no se torne adicto, en caso de beber vino abundantemente y a diario, esta bebida perderá para él su rol especial de generar alegría preceptiva. A su vez, una persona que se relacione con el cereal como con la vid, que no es esencial para su existencia, se tornará holgazana y en su campo crecerán abrojos en vez de granos (ver en el libro Shemen Ra’anán del Rav Kuk de bendita memoria pág. 333).