La función del cohen es la de conectar al pueblo de Israel con HaShem, y una de las condiciones para ejercerla es el cuidado de la pureza, por lo que solamente en ese estado puede comer de la ofrenda. Para ello, las familias de cohanim y sus niños debían tener el cuidado de no impurificarse ellos, ni sus vestimentas ni sus utensilios. Las reglas de pureza e impureza son sumamente numerosas y complejas, por lo que hemos de recordar solamente algunas de ellas.
En términos generales la impureza está asociada a la muerte, por ello una persona fallecida es «el principio primero de la impureza» (aví avot hatumá). Un judío o un utensilio que tienen contacto con el muerto o permanecen con este en la ‘tienda’, esto es, comparten con él un mismo techo – se transforman en «principio de impureza» (av hatumá). Para que un judío que se impurificó de un muerto pueda purificarse, deberá contar siete días y será preciso asperjar sobre él agua con ceniza de vaca roja en los días tercero y séptimo, y en este último día deberá también realizar una inmersión ritual. Un grado inferior de impureza afecta al hombre que registra un flujo en su órgano reproductor (zav), así como también a la mujer menstruante o en el período de apartamiento de su pareja (nidá). En este caso, la impureza proviene de algo que podría haber generado vida, pero feneció, y a ambas personas se las considera «principio de impureza». El hombre o la mujer que registran un flujo de su órgano reproductor (zav o zavá), y la mujer en su período menstrual y de alejamiento de su pareja (nidá), se purifican por medio del conteo de siete días y de la inmersión ritual sin que medie el asperjado de agua con ceniza de vaca roja.
Una persona u objeto que tuviesen contacto con un ‘principio de impureza’, esto es, un hombre o mujer que registrasen un flujo de su órgano reproductor, o una mujer en período menstrual y de apartamiento (nidá) – se impurificará, y luego, tras realizar la inmersión ritual y una vez concluida la jornada – quedará puro.
El cadáver de un animal o reptil (nevelá o sheretz) impurifica en el grado de «principio de impureza», y todo individuo o utensilio que entrasen en contacto con estos se impurificará, y luego, tras realizar la inmersión ritual y una vez concluida la jornada – se purificará. Los utensilios de piedra o de tierra no adquieren impureza.
Es también preciso cuidar que los frutos de la ofrenda no se impurifiquen, y si tras haber sido cortados se mojasen por medio de uno de los siete líquidos (agua, vino, miel, aceite de oliva, leche, rocío o sangre) se tornarán pasibles de impurificarse, y si los tocase una persona impura, incluso después de que se hubiesen secado – se impurificarán. No obstante, si los frutos no se hubiesen mojado, no serán pasibles de impurificarse, y aunque tuviesen contacto con una persona o un utensilio impuros – no se impurificarán.
Si bien las terumot están destinadas a ser ingeridas por los cohanim en estado de pureza, aunque los frutos se hubiesen impurificado, es preciso separar de estos ofrendas, tal como fue dicho (Bamidbar-Números 18:8): «Yo te he entregado a ti la custodia de Mis ofrendas», ‘tanto de las puras como de las impuras’. Cuando la ofrenda es pura se destina para su ingestión, y cuando se impurifica es quemada, y es preferible que el cohen tenga disfrute o beneficio de la quema, por ejemplo, use frutas impuras para hacer arder su horno, o si se trata de aceite, que lo emplee para encender velas (Tratado de Shabat 25(A), Rambám Hiljot Terumot 2:14-15).