15- Primicias

En los días del Templo de Jerusalém se cumplía otro precepto más y era el de traer las primicias a los cohanim en el Santuario. Este era el orden de su cumplimiento: todo hijo de Israel propietario de un campo en el cual cultivare algunas de las siete especies, al ver que sus primeros frutos comenzaban a crecer, debía marcarlos con un hilo y declarar: ‘estos son para las primicias’, y una vez que maduraban debía cortarlos, colocarlos en un bonito recipiente y traerlos a Jerusalém. Tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 26:1-11): «Y será que cuando vengas a la tierra que HaShem tu D’s te concede a ti en heredad, y la poseas y te asientes en ella. Habrás de tomar de las primicias de todos los frutos de la tierra que recogerás de tu tierra, aquella que HaShem tu D’s te concede a ti, las habrás de poner en un cesto y te encaminarás hacia el lugar que habrá de elegir HaShem tu D’s para hacer morar Su Nombre allí.  Y te allegarás al cohen que haya de estar en aquellos días y le habrás de decir: ‘He manifestado hoy ante HaShem tu D’s que he venido a la tierra que había prometido HaShem a nuestros patriarcas conceder a nosotros'». Entonces, el cohen junto al portador de las primicias alzaba los frutos, tal como fue dicho: «Tomará el cohen el cesto de tu mano, y lo habrá de colocar ante el altar de HaShem tu D’s».  El dueño de las primicias recitaba la declaración correspondiente (mikrá bikurim) en la cual se relata la historia del pueblo de Israel: «Declararás y dirás ante HaShem tu D’s: ‘Arameo, extraviado era mi patriarca, descendió a Egipto y peregrinó allí con poca gente; empero fue allí un pueblo grande, poderoso y numeroso.  Empero nos maltrataron los egipcios, y nos oprimieron y nos impusieron trabajo duro. Pero clamamos a HaShem, D’s de nuestros padres; y escuchó HaShem nuestra voz, vio nuestra opresión, nuestro agobio y nuestro aprieto.  Y nos sacó HaShem de Egipto con mano fuerte y brazo tendido, con manifestación magna y con signos y portentosos.  Nos trajo a este lugar y nos concedió la tierra esta: tierra que mana leche y miel.  Y ahora, he aquí que he traído la primicia del fruto de la tierra que me has dado a mí, HaShem'».

Tras ello, el dueño de las primicias colocaba los frutos junto al altar y el cohen los tomaba y los ingería en estado de pureza. Además del deber de traer las primicias, era preceptivo prosternarse ante HaShem y alegrarse por medio del sacrificio de ofrendas pacíficas (shelamim), tal como fue dicho: «Lo colocarás ante HaShem tu D’s y te prosternarás ante HaShem tu D’s. Te habrás de regocijar con todo lo bueno que te ha dado a ti HaShem tu D’s a tu familia; tú y el leví y el forastero que está en medio de ti». Era preceptivo pernoctar al menos una noche más en Jerusalém y solamente a la mañana siguiente se permitía a los hijos de Israel regresar a sus hogares (Rambám Hiljot Bikurrim 3:10-14).

El precepto de traer las primicias se llevaba a cabo con gran pompa y alegría. Los peregrinos se organizaban en caravanas, y cuando se acercaban a Jerusalém, los habitantes de la ciudad salían a recibirlos e ingresaban con ellos, acompañándolos con cánticos y ejecutando instrumentos musicales. A partir del momento en que arribaban al Monte del Templo los dueños de las primicias debían cargar los frutos sobre sus hombros y cuando ingresaban al patio, los leviím comenzaban a cantar y tocar música hasta que las entregaban a los cohanim (Mishná Tratado de Bikurim 3:1-6, Rambám 3:10-14).

Según la Torá, es preciso traer primicias solamente del territorio ubicado al oeste del Rio Jordán, que es la «tierra que mana leche y miel», y por prescripción de nuestros sabios se trae también de la margen oriental y de Siria (Rambám Hiljot Bikurim 1:1). Según la Torá, las primicias no tienen una medida específica y nuestros sabios establecieron que se separe un sesentavo del producto total para estos efectos, y aquel que deseare agregar, podía hacerlo ilimitadamente (Rambám 2:17). Sobre las primicias aplica la misma normativa que sobre la ofrenda (terumá) y podían ser ingeridas únicamente por familias de cohanim en estado de pureza, pero a diferencia de las segundas que podían ser consumidas en todo el país, las primicias podían comerse únicamente dentro de los muros de la ciudad de Jerusalém (ídem 3:3-5). A priori, el tiempo para traer las primicias es desde la festividad de Shavu’ot hasta la de Sucot, que es cuando los frutos de las siete especies maduran y sus propietarios se alegran por su crecimiento. A posteriori, quien no las hubiera traído hasta Sucot podrá traerlas hasta Janucá, pero sin recitar ‘la declaración de las primicias’ (mikrá bikurim) (ídem 1:6, 4:13).

La idea del precepto de las primicias es que en todo se debe anticipar y expresar primeramente el ideal sagrado. Por ello, los primeros frutos de las especies más excelentes deben ser traídos a Jerusalém a los cohanim, y en virtud de ello se puede extender la Divina Presencia a todas las acciones del pueblo de Israel a lo largo y ancho del país, en todos los ámbitos de su quehacer vital, para que estén plenas de valores y significado, bendición y alegría (esta idea se manifiesta también de diferentes maneras en el precepto de los primogénitos –bejorot– tal como se explicará más adelante en 19:4, el de jadash, tal como se explicó arriba 1:1-2 y en el de neta revai tal como se explicó arriba 2:2).

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Conjunto de libros Peninei Halajá en español /11 volúmenes
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