Si bien al hombre se le permitió comer carne, este debe cuidarse de sobremanera del deseo exacerbado (taavá) que se involucra en su ingestión, ya que vimos que este hizo pecar a los hijos de Israel (Bamidbar-Números 11:4): «Empero el vulgo que estaba en su seno deseó intensamente, volvieron y lloraron también los hijos de Israel y dijeron: ‘¿Quién nos dará de comer carne?'» Y Moshé Rabenu se quejó por ello ante D’s: «De dónde tengo yo carne para dar a todo este pueblo? Ya que ellos lloran ante mí diciendo: ‘Danos carne para que comamos‘. No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, ya que es muy pesado para mí» (ídem 13-14).
Entonces, le fue ordenado a Moshé responder a los hijos de Israel que su castigo consistirá en que su pedido se habría de cumplir «hasta que os salga (la carne) de vuestras narices y sea extraño para vosotros. Puesto que habéis aborrecido a HaShem, que está en vuestro seno, y habéis llorado ante Él diciendo: ¿Para qué es esto que hemos salido de Egipto?» (ídem 20). «Empero un viento se había desencadenado -de HaShem- e hizo volar codornices del mar, … Se levantó el pueblo, todo el día aquél y toda la noche y todo el día siguiente, y recogieron codorniz; el que poco, recogió diez jomarím (medida de volumen muy abundante) y las tendieron y las desparramaron para ellos en derredor del campamento. La carne aún estaba entre sus dientes, todavía no se había cortado, empero el furor de HaShem se encendió contra el pueblo y acarreó HaShem sobre el pueblo una plaga muy grande. Llamó el nombre de aquel lugar – Kivrot Hataavá –’las tumbas del deseo’- pues allí habían sepultado a la gente que había tenido deseo» (ídem 31-34).
De esto aprendemos para todas las generaciones cuán severa y peligrosa puede ser la pasión exacerbada de la ingesta de carne, que logra extinguir la vela del alma y ocasionar la muerte al cuerpo.
A los efectos de alejarnos de la posibilidad de ser arrastrados en exceso por la ingesta de carne, la Torá llamó a esta pasión ‘taavá’, ‘deseo excesivo’, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 12:20): «Cuando ensanche HaShem tu D’s tu territorio, como Él te lo ha hablado, y digas: ‘Voy a comer carne’, -cuando desee (teavé) tu ser comer carne- con todo el deseo (avat) de tu ser, podrás comer carne». Y, si como vemos aquí, la ingesta de carne se ve acompañada de un deseo desmedido, resulta oportuno contenerlo. En ese sentido, dijeron nuestros sabios (Tratado de Julín 84(A)): «La Torá nos enseña una conducta apropiada y es que una persona no ingiera carne a menos que le apetezca», esto es, cuando realmente desea comerla.
De estos versículos nuestros sabios nos enseñaron también que es preciso tener el recaudo que el deseo por la carne no haga que la persona dilapide en él su dinero, tal como fue dicho «Cuando ensanche HaShem tu D’s tu territorio, como Él te lo ha hablado, y digas: ‘Voy a comer carne'», solamente cuando se alcance el bienestar económico corresponde que una persona se permita a sí misma comprar carne.
Asimismo, nuestros sabios detallaron, en base a lo que fuera dicho «sacrificarás de tus vacunos y de tus ovinos» – comerás solo una parte de tu rebaño y de tu ganado para que estos puedan seguir creciendo y multiplicándose. Esta es una buena regla general para aplicar al consumo de productos suntuarios, que una persona gaste solo un poco de su dinero en lujos y ahorre la mayoría para cuestiones más importantes o para invertirlo inteligentemente (según Tratado de Julín 84(A)).