01- Las limitantes y las prohibiciones asociadas a la ingestión de carne

Tal como ya aprendimos (capítulo 14) la ingesta de carne es un tema complejo y posee diferentes aristas. Por una parte, su consumo le confiere al ser humano grandes bríos, tanto físicos como mentales, y hacerlo en aras del Cielo encierra también un valor inherente de reparación y mejoramiento del mundo. Por otra parte, el deseo de comer carne puede arrastrar al ser humano a la pasión desmedida y a la crueldad. La regla es que en la medida que un alimento provee de mayor vitalidad, beneficio y deseo, la Torá le dedica más preceptos a los efectos de guiarnos y orientarnos hacia el lado virtuoso. Por ello, en lo que respecta a la ingestión de carne existe una mayor cantidad de preceptos y de prohibiciones.

Estos son los preceptos vinculados a la ingestión de carne: 1) No comer animales domésticos o salvajes (behemot o jaiot) impuros tales como el caballo o el león. 2) No comer aves impuras tales como el avestruz, el buitre o el halcón. 3) No comer peces impuros tales como el bagre. 4) No comer saltamontes o langostas impuros. 5) No comer gusanos y larvas (sheratzim) rastreros, voladores o acuáticos como el sapo, el camarón y la langosta. 6) Faenar animales domésticos, salvajes y aves. 7) No ingerir su sangre. 8) Cubrir la sangre de los animales salvajes y de las aves. 9) No ingerir el sebo de los animales domésticos. 10) No ingerir un animal muerto que no haya pasado faena (nevelá). 11) No comer un animal que al ser faenado se le haya descubierto un defecto a su cuerpo (trefá). 12) No comer un trozo de un animal vivo (ever min hajai). 13) No comer el nervio ciático (guid hanashé). 14) No cocinar carne con leche, no comer de la cocción conjunta de estos alimentos ni obtener de ella beneficio (Rambám en su introducción a sus Hiljot Maajalot Asurot detalló estos preceptos en veintiún mandamientos).

Hay preceptos cuyo significado se entiende, como es el caso de honrar a los padres, dar tzedaká, o la prohibición de asesinar, que aunque no estuvieran escritos en la Torá correspondería que los observáramos por propia iniciativa, y reciben el nombre de sentencias (mishpatim). Hay otros preceptos que si no estuvieran escritos en la Torá no se nos ocurriría observarlos, como es el caso de la prohibición de vestir una prenda confeccionada con lana y lino a la vez (shaatnez), o la prohibición de ingerir determinados alimentos, y estos son denominados leyes (jukim). En cierto aspecto, la observancia de los jukim expresa en mayor manera la fe y el apego a HaShem porque los cumplimos solamente por el hecho de que D’s, bendito sea, así lo ha ordenado y no por motivo humano alguno. Desde este punto de vista, por medio de este tipo de preceptos nos santificamos en mayor grado, y por ello corresponde tener el recaudo de no encontrarles motivos humanos que pudieran afectar negativamente su significancia divina y sagrada. En este sentido, nuestros sabios dijeron: “que una persona no diga no deseo comer carne de cerdo por ser desagradable, sino que diga: deseo ingerirla, pero ¿qué puedo hacer si mi Padre Celestial me lo prohibió?” (Sifra Kedoshim 128, Rashí Vaikrá 20:26).

Tras el reconocimiento fundamental de que no tenemos la posibilidad de comprender el motivo de las leyes de la Torá, sí está a nuestro alcance contemplar los valores y los significados que podemos aprender de ellas.

El fundamento más importante que está vinculado al mero hecho de que estos preceptos sean jukim, es la diferenciación que generan entre el pueblo de Israel y las demás naciones del mundo. El Santo Bendito Él creó numerosos animales en el mundo, y luego de autorizar a los seres humanos que coman de la carne de todos ellos, nos separó de las demás naciones, nos consagró con Sus preceptos y nos permitió ingerir únicamente a las especies puras prohibiéndonos las impuras. Tal como fue dicho (Vaikrá 20:23-26): “…y no os encaminéis en pos de las normas de la nación, la que Yo expulso de ante vosotros, ya que todo esto ellos han hecho, y los he repudiado. Empero os dije: vosotros poseeréis su tierra, y Yo os la daré a vosotros para poseerla, una tierra que mana leche y miel. Yo soy HaShem vuestro D’s, que os he distinguido a vosotros de entre los pueblos.  Habréis de distinguir entre el animal impuro y el puro, y entre el ave pura e impura. Y no haréis impuras vuestras almas con los animales y con las aves, y con todo lo que repta sobre la tierra, lo que Yo he hecho distinguir para vosotros, para declarar impuro. Seréis para Mí consagrados, ya que santo soy Yo HaShem, y os distinguí a vosotros de entre los pueblos, para que seáis para Mí”. Dijeron nuestros sabios (ídem en el libro de Sifra): “Así como Yo soy santo, de igual manera vosotros debéis serlo, así como Yo estoy apartado (de las cosas bajas) también ustedes habréis de estarlo… si es que habréis de separaros de las demás naciones – entonces estaréis consagrados a Mi Nombre, y si no, perteneceréis a Nabucodonosor rey de Babilonia y sus compañeros” (los monarcas de las demás naciones que sojuzgarán al pueblo de Israel). He aquí que previo a todo motivo o significado, las leyes de la kashrut generan una diferenciación entre los hijos de Israel y las demás naciones, lo cual les ayuda a preservar su identidad singular como pueblo de D’s y difusor de Su mensaje en el mundo.

Índice de halajot en el capítulo

Índice de capítulos

Conjunto de libros Peninei Halajá en español /11 volúmenes
Ordenar ahora