Tras la conclusión del salado es preciso lavar (enjuagar) la carne con agua, y en la práctica, las autoridades halájicas instruyeron hacerlo tres veces, y cada una de estas con un agua diferente que no contenga restos de sangre. Cuando se enjuaga la carne bajo el flujo del agua de la canilla no es preciso hacerlo tres veces, alcanza con enjuagar hasta que no quede sobre la carne nada de sal ni de sangre.
La sal con la cual se saló la carne, aunque se hubiere secado y no resultase visible que tenga sangre impregnada en su interior, quedará prohibida para su uso y no deberá ser utilizada para salar otro trozo de carne (Ramá 69:9).
Una carne que ha sido salada como corresponde y luego sale de esta un líquido rojo, desde el punto de vista de la Halajá no se lo considera sangre sino “jemar basar” o “vino de sangre”, esto es, el líquido rojo que sale de la carne. Incluso, si se hubiere cortado la carne y del sitio de la incisión saliere un líquido rojo, según la gran mayoría de las autoridades halájicas este no estará prohibido, ya que tras el salado todo líquido rojo que queda en la sangre es apto para su consumo.
Sin embargo, según la opinión del Rambám (Hiljot Maajalot Asurot 6:10), el salado sirve únicamente para extraer la sangre de la parte exterior de la carne, pero en el interior continúa habiéndola. Por ello, tras el segundo enjuague, es preciso sumergir la carne que ya fue salada en agua hirviendo, para que la sangre que quedó en su interior se adhiera y se pegue a la carne y ya no salga durante la cocción, y por lo tanto, entrará en la categoría de ‘sangre de los órganos que no ha sido derramada’ (dam eivarim sheló parash), lo que quiere decir que no está prohibida. En caso de que no se hubiere sumergido la carne en agua hirviendo, el líquido rojo que sale de esta por sí solo o a raíz de un corte quedará prohibido por tratarse de sangre. Y en caso de que la carne fuere cocida, será prohibida. Sin embargo, si tras la inmersión en agua hirviendo saliere de la carne un líquido rojo, se tratará de ‘jugo’ (mohal) y no estará prohibido.
En la práctica, la costumbre extendida es de no temer de lo sostenido por el Rambám (Ramá, Bait Jadash, Levush y Prí Jadash) y solo entre los inmigrantes del Yemen hay quienes sí acostumbran a adoptar una actitud más estricta y proceder según la posición del Rambám. Hay quienes sostienen que las palabras del Rambám fueron dichas respecto del salado de dieciocho minutos, pero que, si se deja a la carne en sal durante una hora, tal como se acostumbra a hacer hoy en día, toda la sangre sale o se aglutina en la carne, y en un caso así, según el Rambám no es necesario sumergir posteriormente la carne en agua hirviendo. E incluso si saliere de la carne un líquido rojo este no estará prohibido (Aruj HaShulján 69:36-40), y hasta los judíos procedentes del Yemen que acostumbran a sumergir la carne en agua hirviendo, en caso de necesidad, pueden confiar en este procedimiento.