El asado que torna apta la carne es aquel que asa hasta que el trozo sea comestible para la mayoría de las personas en caso de gran necesidad o apremio, esto es, la mitad de su asado, o sea, la mitad del tiempo que lleva el asado completo, que es el punto óptimo en el cual la carne está en su mejor condición para todas las personas. Luego, aunque salga jugo rojo de la carne, desde el punto de vista de la Halajá no se lo considera sangre sino “jemar basar” o “vino de carne” (en español le llamaríamos jugo), y puede ser ingerido (Ramá 76:2).
Cuando se desea cocinar la carne con posterioridad a su asado, es bueno asarla por completo.
Se permite, e incluso se recomienda dar vuelta la carne asada de un lado a otro para que se ase bien. Asimismo, se permite hacerlo varias veces. No obstante, a priori, es bueno abstenerse de girarla rápidamente y de forma continua pues cabe temer que de ese modo la sangre que salga de la carne gire sobre esta y vuelva a ingresar (Ramá 76:2, Minjat Ya’akov 9:6). Sin embargo, a posteriori, si se asó de esa manera, la carne será apta, pues también de este modo el fuego quema la sangre que sale de la carne (Yad Yehudá Aroj 7).
Se permite asar de una vez numerosos trozos de carne y no se teme que la sangre que salga del trozo superior sea absorbida por el que se encuentra por debajo, ya que naturalmente la sangre que es extraída de la carne por medio del asado o el salado se desliza y no es absorbida (mishrak sharek).
Cuando se asa de una vez una pila de trozos de carne, cada pedazo que se torna apropiado de ser ingerido para la mayoría de las personas en caso de gran necesidad o apremio –es apto (kasher). Es posible extraer al pedazo de la pila e ingerirlo a pesar de que aun haya encima suyo y a su lado trozos que aún no fueron kasherizados.