El hígado está lleno de sangre, al grado de que afirmaron que es “todo sangre”, y pesar de ello es posible comerlo, ya que la Torá no prohibió sino la sangre que se vierte cual agua, y al hígado se lo considera como sangre coagulada (Levush).
Según la opinión de Rabenu Tam, se puede kasherizar el hígado por medio de su salado, pero dado que está lleno de sangre, previo al salado es preciso cortarlo a lo largo y ancho (shti vaerev – cuadriculado) y colocarlo con los cortes hacia abajo para que salga la sangre. Sin embargo, en la práctica se sentenció que no se kasherice el hígado por medio de su salado ya que está lleno de sangre y el salado carece del vigor necesario para extraer toda la sangre que resulta necesario sacar de acuerdo con la Halajá. Por lo tanto, se puede kasherizar el hígado únicamente por medio de su asado y tras haber sido asado como corresponde puede ser cocinado.
Es preciso cortar los conductos sanguíneos grandes del hígado previo a su asado, para que la sangre pueda salir de estos con facilidad. En la práctica, dado que se corta la vesícula biliar adherida al hígado, se genera la apertura necesaria y por ello no es obligatorio efectuar cortes suplementarios en el hígado previo a su asado.
A priori, cuando se asa hígado junto a un trozo de carne común, no se debe colocar al primero sobre el segundo por cuanto que el hígado contiene mucha sangre que se secretará sobre la carne. A posteriori, la carne que se encuentra bajo el hígado es apta para su ingestión, ya que la abundante sangre que sale del hígado se desliza (mishrak sharek) o resbala y no es absorbida por el trozo de carne que se encuentra debajo suyo, el cual a su vez también se va kasherizando por medio de su asado (Tratado de Julín 111(A), Shulján Aruj 73:4).