La miel es apta para ser ingerida, y en el Tanaj se relata cómo Shimshón y Yehonatán comieron miel. De todas maneras, cabe preguntar cómo es que, si es elaborada por abejas, las cuales no pueden ser comidas por tratarse de un sheretz volador, el producto elaborado por estas sea apto para su consumo, siendo que nos guiamos por la regla que indica que todo aquello que proviene de una especie impura -es impuro, motivo por el cual, por ejemplo, no ingerimos la leche proveniente de animales impuros. En el Talmud se mencionan dos explicaciones para ello (Tratado de Bejorot 7(B)): Según una opinión, la del “taná primero”[1] (tana kama) que se expresa, la miel difiere de la leche, ya que esta última es producida en el interior del cuerpo del animal por lo que si este es impuro también la leche producida en su seno lo será. Pero la miel no se forma en el cuerpo de las abejas, sino que estas recolectan néctar de flores y plantas y lo almacenan en sus cuerpos y luego lo emiten en el panal, y allí, el líquido del néctar se evapora y se forma la miel. Según otra opinión (la de Rabí Ya’akov), del versículo que habla del sheretz volador se extrae un importante aprendizaje, a partir del cual cabe puntualizar que la miel de abeja es kasher.
Los apicultores precisan filtrar la miel, ya que a veces en esta se encuentran abejas muertas, patas o partes de sus cuerpos. Tras el filtrado, la miel será kasher. Y aunque hubiesen permanecido abejas muertas en el interior de la miel durante un largo período, no cabe temer que pudieran haberla saborizado, porque aún en ese caso, se trataría de un sabor estropeado que no prohíbe al producto (Shulján Aruj Yoré De’á 81:8, ver adelante 34:7).