01 – El precepto de cuidar la salud y la prohibición de ingerir alimentos peligrosos

Está prohibido ingerir alimentos que pudieran contener tóxicos, incluso cuando la sospecha fuere solo remota. Esto es así, ya que nuestros sabios nos enseñaron que una persona debe tener mucho recaudo en cuidar su vida, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 4:9): “Solamente cuídate y cuida mucho tu vida”, y fue dicho (ídem 15): “Y cuidaréis mucho vuestras vidas”. Si bien estos versículos fueron enunciados en relación con la cuestión de la fe en HaShem, en Su Torá y Sus preceptos, que son el fin último de la existencia del ser humano, la primera condición para la existencia de la fe es que el individuo viva y no muera. Por ello, estos versículos preceptúan a la persona a cuidarse de la muerte y las enfermedades.

Tal como lo escribiera el Rambám (Hiljot De’ot 4:1): “Es parte integral del servicio a El Eterno que el cuerpo esté sano y completo, ya que es imposible que el ser humano llegue al entendimiento del Creador mientras esté enfermo, por lo tanto, la persona debe alejarse de todas aquellas cosas que causen daños a su cuerpo, y comportarse según normas que lo mantengan sano o que lo curen”. Incluso cuando el temor ante un peligro de vida fuere muy remoto, nuestros sabios ordenaron adoptar hacia este una actitud más estricta que la que se adopta ante una prohibición, pues “lo riesgoso es más grave que lo prohibido” (jamira sakanta meisura) (Tratado de Julín 10(A), Ramá 116:5).

Quien se arriesga por comer algo peligroso y fallece, deberá rendir una explicación por ello ante el Tribunal Celestial, tal como fue dicho (Bereshit-Génesis 9:5): “Pero vuestra sangre, vuestra vida, demandaré”.

También se prohíben los alimentos que atentan contra la salud corporal, y quien cuida su salud observa un precepto, y esto se incluye en lo que ordenara la Torá (Devarim-Deuteronomio 28:9): “E irás por Sus sendas”. Pues HaShem creó nuestro cuerpo para que sea sano, por lo que debemos cuidarlo y no ingerir alimentos que pudieran afectarlo. Más aun, una buena salud le permite a la persona dedicarse al estudio de la Torá y observar los preceptos con alegría. Así es como procedieron los grandes maestros de Israel durante todas las generaciones, guiando a sus alumnos por la senda de la salud, tal como se explica en el Talmud y en los libros de responsa y de ética. Y así como se prohíbe incluso malograr o estropear alimentos, cuánto más aun que el ser humano tiene prohibido dañar su cuerpo afectando negativamente su salud (Tratado de Shabat 140(B)).

En todas las cuestiones médicas debemos proceder según lo aceptado por los galenos de nuestra generación. En concreto, la indicación hoy comúnmente aceptada es el reducir en la medida de lo posible el consumo de alimentos procesados, abundantes en azúcar, margarina, sal, harina blanca, grasa saturada y trans.

Entre los alimentos que obedecen a esta descripción se encuentran las gaseosas, los snacks industrializados, los fiambres, las ‘burecas’ y los pasteles o tortas. Por otra parte, se recomienda ingerir abundantes verduras y frutas, así como beber agua. Por sobre todas las cosas, no comer en exceso, tener el recaudo de realizar actividad física periódica y dormir bien. Sin embargo, es también preciso cuidarse de no incurrir en dietas muy estrictas ni en prácticas de salud extremas, ya que la alegría y la naturalidad en la conducta son el fundamento de la salud, y un cuidado exagerado o demasiado estricto atenta contra estas (ver Pninei Halajá Berajot 13:9-11).

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Conjunto de libros Peninei Halajá en español /11 volúmenes
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