02. El precepto en las diferentes épocas en la tierra de Israel y en el mundo

Hasta el ingreso a la tierra de Israel, los israelitas no debieron ofrendar el Omer y pudieron comer de la cosecha sin restricciones. El día 10 de Nisán del año 2489, según nuestro conteo desde la creación del mundo, los hijos de Israel cruzaron el Jordán e ingresaron a la tierra prometida, y desde entonces quedó prohibido comer de la nueva cosecha antes de que sea ofrendado el Omer. La prohibición se extendió desde la tierra de Israel hacia todo el mundo, y desde entonces, rige tanto en nuestro país como en el extranjero, tanto para la cosecha de judíos como para la de gentiles, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 23:14): «Ley perpetua será para vuestras generaciones en todas vuestras moradas» (adelante halajá 5).

Después de que el Templo de Jerusalém fuera destruido, la prohibición se mantuvo en pie, tal como fue dicho: «Ley perpetua será para vuestras generaciones». Sin embargo, mientras el Templo estuvo en pie, se permitía a todo el pueblo comer de la nueva cosecha desde el momento en que el Omer era efectivamente ofrecido el día 16 de Nisán. Una vez destruido el Santuario, este permiso entra en vigor solamente una vez concluido el día 16 de Nisán, tal como fue dicho: «hasta la plenitud de este día, hasta traer vosotros la ofrenda ante vuestro D’s». Cuando el Templo está en pie – «hasta traer vosotros la ofrenda ante vuestro D’s», cuando el Templo está destruido – «hasta la plenitud de este día». En el extranjero, donde se acostumbra a celebrar los dos días festivos de la diáspora, es preciso esperar un día más, y la nueva cosecha queda autorizada solamente una vez concluido el día 17 de Nisán (Tratado de Menajot 68(B), Rambám, Shulján Aruj Yoré De’á 293:1).

El significado del precepto: El ser humano obtiene su principal nutrición de la cosecha de cereales, y por ese motivo, en ésta debe poner más de manifiesto los valores Divinos. Por ello, la Torá ordenó que nos contengamos y no comamos de la nueva cosecha hasta que ofrendemos su primicia a HaShem y volvamos así a conectar al alimento con su raíz sagrada, preparándonos para recibir en nuestra comida el bien de D’s, bendito sea, para que de esa manera se extienda un haz de luz de santidad sobre nuestra ingesta de alimentos a lo largo de todo el año. Solo después del ingreso de los hijos de Israel a su tierra pudo revelarse la santidad del país y resultó posible conectar la cosecha con su raíz sagrada por medio de la ofrenda del Omer. E incluso en tiempos en los cuales el Templo yace destruido y no podemos ofrendar el Omer, el hecho de que somos conscientes de que deberíamos ofrendar la primicia de la cosecha a HaShem, hace que tengamos prohibido comer de la cosecha nueva hasta el día del Omer, realidad que eleva al pueblo de Israel, confiriendo sentido a su alimentación (ver Jinuj 330, Jizkuni a Vaikrá 23:10, ver adelante 2:2).

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Conjunto de libros Peninei Halajá en español /11 volúmenes
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