13- Árboles no frutales

En términos generales, la prohibición de bal tashjit fue enunciada respecto de objetos que tienen provecho. Pero en el caso de un árbol que no daba frutos, no era considerado de importancia por lo que no regía sobre él la prohibición (Rambám Hiljot Melajim 6:9). En la actualidad, que el número de habitantes en el mundo ha crecido enormemente y la mayoría de los seres humanos viven aglomerados en edificios de apartamentos, resulta de gran importancia cultivar jardines para que las personas disfruten de la belleza de la naturaleza y su salud se vea beneficiada, e incluso estas suelen estar dispuestas a invertir ingentes sumas de dinero en ello. Por este motivo, los árboles, arbustos y flores que los seres humanos suelen cultivar tienen valor económico y por ende, quien los destruya o eche a perder, estará transgrediendo una prohibición de la Torá. Además de ello, los árboles no frutales contribuyen a la purificación del aire.

Es una señal de pietismo el no dañar innecesaria o injustificadamente ningún animal o planta, aunque de momento carezcan de valor monetario, ya que no corresponde atentar contra ninguna creatura ni eliminarla, pues cada una posee un valor singular por medio del cual es posible comprender el objetivo último del Creador del universo.

En efecto, nuestros sabios dijeron (Bereshit Rabá 10:6) que «No hay hierba que no posea ‘un mazal’ en el cielo (un ángel o estrella) en el cielo que la golpee y le diga: ‘crece'». Asimismo, dijeron en el Zohar (III 86:1) que toda hierba, por más pequeña que sea, posee una fuerza superior, y todo lo que ocurre con ella en este mundo es en virtud de esa energía que posee en los estadios superiores. Y si bien aun no tuvimos el mérito de comprender toda la sabiduría oculta en los árboles y en las hierbas, ni podemos descifrar los secretos de sus permanentes cánticos de alabanza al Santo Bendito Él, sí podemos apreciar la belleza de la Creación, así como también la sabiduría y la grandeza del Creador. En este sentido, nuestros sabios dijeron que cuando el suelo se cubre de hierba se asemeja a arreglar o poner una mesa bonita, para que el ser humano pueda cumplir su misión en el mundo espléndida y magníficamente (ver Vaikrá Raba 11:1). En las sentencias de los tosafistas (al Tratado de Pesajim 132) figura que quien tala un árbol no frutal no ha de ver señal de bendición. Y dijeron nuestros sabios (Tratado de Ketuvot 112(B)) que «en un futuro todos los árboles no frutales de la tierra de Israel se cargarán de frutos», de lo cual resulta que en su interior anida algo de las virtudes de los árboles frutales.

De todo esto se desprende que resulta importante preservar las especies vegetales y animales para que no se extingan, y resulta claro que es necesario respetar las normas legisladas a los efectos de salvaguardar a la fauna y a la flora protegidas. En primer lugar, en virtud del valor inherente de preservar la Creación en toda su diversidad. En segundo lugar, porque la legislación sancionada por los representantes públicos es obligatoria para cada uno de nosotros, tanto porque la sociedad en su conjunto tiene la potestad de elaborar normas como porque según la Halajá se debe acatar la ley del país (dina demaljuta dina).

Sin embargo, en caso de contradicción entre las necesidades humanas y la protección de alguna especie vegetal o animal, las primeras tienen preferencia, siempre y cuando se proceda de un modo tal que se hayan tomado las decisiones de una manera sopesada y no con desprecio o falta de consideración hacia las cuestiones ambientales. Para completar la cuestión del valor de la preservación del medio ambiente, cabe agregar que es preceptivo mantener el aseo del entorno y su belleza natural, abstenerse de arrojar basura en sitios no destinados a ello, y en la tierra de Israel, este cuidado se vincula con el precepto de poblar el país (yshuv haaretz) (ver Tratado de Ketuvot 112(A)).

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Conjunto de libros Peninei Halajá en español /11 volúmenes
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