04- El permiso dado al pueblo de Israel para comer carne

En un inicio, cuando los hijos de Israel estuvieron cuarenta años en el desierto viviendo en la cercanía del Tabernáculo y su altar, les fue autorizado comer carne animal solamente en el marco de los sacrificios pacíficos (korbán shelamim). Una vez que la ofrenda era faenada, y los cohanim asperjaban su sangre sobre el altar, quemaban los sebos (jelev) sobre el fuego y tomaban su parte del animal sacrificado, los hijos de Israel podían comer de su carne en estado de pureza.

A partir del momento en que ingresaron a la tierra de Israel y se establecieron a lo largo y a lo ancho de su territorio, ya lejos del sitio del Santuario, se les permitió faenar animales en todo lugar y comer de su carne sin ofrendarla a modo de sacrificio sobre el altar. Tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 12:21): «Pero si estuviere distante de ti el lugar que habrá de elegir HaShem tu D’s, para establecer Su Nombre allí; sacrificarás de tus vacunos y de tus ovinos -lo que te ha dado HaShem a ti- como te he ordenado. Y comerás en tus ciudades con todo el deseo de tu ser». De esto resulta que en un inicio la carne que comieron los hijos de Israel en el desierto estaba consagrada por la santidad de la ofrenda de shelamim, y cuando pudieron entrar a la tierra sagrada, tuvieron el privilegio de que la santidad se expandiera en todos los confines del país, por lo que se les autorizó ingerir carne en todas partes por medio de su faena de acuerdo con la Halajá.

Puede decirse, que por el mérito de que los hijos de Israel se santifican por medio del servicio a D’s, tienen un nivel superior al de los animales, y es por ello por lo que pueden ingerir carne, aunque no sea en el marco de la ofrenda de un sacrificio. Más aún, gracias a que los hijos de Israel pudieron ofrendar sacrificios a HaShem por precepto de la Torá, pueden extender la santidad del sacrificio a su comida, pues cuando los judíos comen en aras de servir al Cielo, su ingesta se asemeja a la de un sacrificio en el Santuario, el alimento se eleva a un nivel vinculado al servicio Divino y asciende de este un aroma grato para HaShem, similar al de una ofrenda en el Templo.

En el caso de Noaj vemos que gracias a los sacrificios ofrendados se le permitió ingerir carne, ya que antes del diluvio le fue dicho (Bereshit-Génesis 7:1-3): «Dijo HaShem a Noaj: Entra tú y toda tu familia al arca, pues a ti te he visto justo ante Mí, en esta generación. De todo animal puro tomarás siete parejas: macho y su hembra, y de los animales que no son puros, dos: macho y su hembra. También de las aves de los cielos siete parejas: macho y su hembra, para hacer vivir simiente sobre la faz de toda la tierra». Después que concluyera el diluvio y Noaj saliera del arca entendió que HaShem le había ordenado traer al arca de las especies puras siete parejas para poder ofrendarlas. Y así lo hizo: «Erigió Noaj un altar para HaShem, tomó de todos los animales puros y de todas las aves puras y ofreció holocaustos en el altar» (ídem 8:20). Tras ello, se le permitió tanto a Noaj como a su simiente comer carne (ídem 9:2-3).

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Conjunto de libros Peninei Halajá en español /11 volúmenes
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