Es precepto de la Torá no evitar que un animal coma del alimento sobre el cual trabaja, tal como fue dicho (Devarim-Deuteronomio 25:4): «No habrás de embozar al buey cuando trilla». A los efectos de separar los granos de la cosecha de sus espigas y de la paja se solía hacer caminar a un buey, que es un animal pesado, de ida y vuelta sobre las espigas. Esta labor se denomina ‘trillado’, esto es, pisotear y aplicar peso para separar a los granos de cereal de la paja y las espigas.
La Torá ordenó no colocar un bozal que tape la boca del buey mientras trilla porque el aroma de la cosecha asciende por sus narices y desea comerla, y al intentar hacerlo, su boca se topa con el bozal y sus ojos se llenan de tristeza. No es correcto que el buey trabaje para nosotros y no lo hagamos partícipe del beneficio resultante de su labor.
Si bien la Torá mencionó específicamente al buey, no tuvo la intención de excluir de la norma a los demás animales sino dar un ejemplo de una bestia que trabaja para nosotros con productos alimenticios. Por lo tanto, hay que permitir a todos los animales que trabajan en los cultivos que coman de ellos, tanto sea antes como después de la cosecha. Eso incluye también la prohibición de impedir que el burro coma de la cosecha que carga sobre sus espaldas. No obstante, si el alimento sobre el cual trabaja pudiera causarle malestares digestivos y padecimientos es preferible evitar que coma, pues el embozado es por su bien, para que no sufra (Rambám Hiljot Sjirut 13:1-3). Si al dueño del toro le da lástima perder algo de la cosecha, puede amarrar a la cabeza del animal una cesta con espigas más baratas para que coma de esas mientras trilla, ya que la prohibición es hacerle sufrir y de esa manera no sufre (ídem 13:6).
Otra norma que tiene que ver con el sufrimiento animal es el permiso para ordeñar en Shabat a vacas que están cargadas de leche. Si bien el ordeñe está prohibido por la Torá por tratarse de una forma de la labor de ‘trillar’, dado que, si no se las ordeña sufrirán muchísimo, los sabios permitieron transgredir una prohibición rabínica para aliviar su penuria. El modo más sencillo de hacerlo es pedirle a un gentil que ordeñe a las vacas en cuestión, y en caso de no haber allí uno que esté dispuesto a hacerlo, un judío podrá ordeñar la leche y tirarla, ya que de ese modo el ordeñado no está prohibido por la Torá (Pninei Halajá Shabat 20:4).