02- Su significado

Una de las áreas más bellas y profundas del estudio de la Torá es el de la explicación del significado de los preceptos (ta’amei hamitzvot). Su importancia es doble, por una parte, por su valor como estudio, y por el otro, por el hecho de que la comprensión genera identificación con el mandamiento, y por ende, fortalece la voluntad de su observancia. Sin embargo, es nuestro deber destacar que nos resulta imposible comprender la causa absoluta de por qué se estableció el precepto, ya que el intelecto humano es limitado y por ende incapaz de entender los pensamientos del Creador y la profundidad de la intención de la Torá. Por lo tanto, el significado son los distintos aspectos del mandamiento que comprendemos, pero no sostenemos que sean el único motivo que lo explique, por lo que tampoco derivamos de él conclusiones halájicas.

Más aún, por una parte, es preferible cumplir los preceptos porque el Santo Bendito Él nos ordenó observarlos y no porque comprendemos su significado. Ya que el hombre de fe íntegra tiene la cualidad de observar los mandatos de su Creador a pesar de que no entiende Sus motivos. Esta es la gran virtud de los hijos de Israel, que dijeron “Haremos y aceptaremos (también ‘entenderemos’)” (Shemot-Éxodo 24:7), esto es, a raíz de su gran apego a HaShem, aceptaron de antemano cumplir todo aquello que Él les ordenase, sin más motivo que el hecho de que esa fuese Su voluntad. Tras haber comprendido esta cuestión, podemos profundizar en la Torá y en la explicación de los preceptos y agregar así significado y alegría en el momento de cumplirlos.

Al precepto de shiluaj haken se le han adjudicado tres explicaciones principales:

La primera, que el mandamiento está destinado a instalar en nuestro corazón el respeto por la preservación de los seres vivos. Esto es así ya que el fundamento de la existencia de cualquier ser vivo es su capacidad de criar a la siguiente generación, y para ello, el ave fue creada con la cualidad de que la madre se ocupe con dedicación al cuidado de sus huevos y de sus polluelos. La prohibición de tomar a la madre y afectar así su capacidad de seguir criando descendientes se asemeja a la prohibición de arrancar un árbol frutal (arriba 13:1-3). Los frutos del árbol se pueden cortar pues ello no afecta al árbol que es la fuente de la vida. De igual manera, los polluelos y los huevos pueden ser tomados a condición de que primero se ahuyente a la madre que es la fuente de vida de más descendientes. La prohibición rige sobre las aves puras que crecen de manera silvestre, pues en el caso de aquellas que son criadas en una granja – no se teme por su extinción, ya que de todas maneras nos preocuparemos de que se sigan multiplicando. Lo mismo ocurre en el caso de las aves impuras, no se teme por su diezmado, ya que de todas maneras no habremos de esforzarnos por cazarlas en grandes cantidades dado que tenemos prohibido ingerirlas (según Rabenu Bejaié y Sforno a Devarim-Deuteronomio 22:6).

La segunda, para reforzar en nuestro corazón la cualidad de la compasión, que no tomemos a la madre cuando yace sobre sus polluelos, sino que primeramente la soltemos o la hagamos volar y solamente después que se hubiere alejado del nido tomemos a sus pichones. En la cualidad que le otorgó D’s al ave de cuidar y proteger a sus polluelos, vemos una gran expresión de preocupación y entrega por la crianza de las próximas generaciones, al grado que la madre está dispuesta a arriesgar su vida en aras de sus pichones y no corresponde que aprovechemos esta noble característica para cazarla y comer su carne (Rambán a Devarim-Deuteronomio 22:6, Sefer Hajinuj 545).

Según estos motivos, se puede entender la recompensa que la Torá promete a quien ahuyente a la madre, tal como fue dicho: “va a ser bien para ti y prolongarás tus días”, ya que todo aquel que se apega a las virtudes del Santo Bendito Él y se apiada de los seres vivos conseguirá que HaShem se apiade de él, prolongue sus días y le prodigue el bien. Nuestros sabios dijeron además que por el mérito de este precepto los hombres estériles podrán tener hijos, ya que, así como respetaron la preocupación de la madre por sus pichones, de igual manera tendrán el privilegio de criar hijos (Devarim Rabá 6:6).

Otro motivo mencionado por los sabios de la Cabalá, tiene que ver con nuestra condición nacional. Cuando un hijo de Israel ahuyenta a la madre y la hace alejarse de sus hijos, esta se acongoja por ellos y agita sus alas, entonces, el recuerdo del pueblo de Israel asciende ante Su Padre Celestial, ya que desde la destrucción del Templo y el exilio de la Divina Presencia los hijos se encuentran en la desgracia y el cautiverio cual huérfanos abandonados. Es decir, el precepto de ahuyentar primero a la madre tiene que ver con una realidad compleja e intrincada, que por una parte el ser humano precisa comer y desea la carne del ave en cuestión, y por la otra, corresponde apiadarse de la madre que cuida a sus polluelos. Dado que no cabe satisfacer todas las voluntades, el ser humano podría renunciar a la aspiración de llevar adelante una vida basada en ideales. Sin embargo, la Torá nos guía en la práctica de la buena virtud posible, tomando en cuenta lo complicado de la situación, y permitiéndonos ahuyentar a la madre para tomar a los hijos. Dado que incluso dentro de la realidad compleja de este mundo y del exilio, los hijos de Israel se esmeran en guiarse por la senda de los valores de la Torá y la moral, se despierta sobre ellos la compasión y la voluntad de redimirlos del sufrimiento causado por el destierro y sus complicaciones, para finalmente conducirlos a la tierra de Israel y a la construcción del Templo, donde podrán efectivizarse todos los ideales, y cada creatura podrá vivir del modo que le resulte más integro, y el mundo todo se colmará de consuelo y alegría.

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Conjunto de libros Peninei Halajá en español /11 volúmenes
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