La Torá nos dio dos señales para diferenciar a los animales puros, tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 11:2-3): “Estos son los animales que podréis comer de entre toda la fauna que está sobre la tierra. Todo animal de pezuña partida, hendida en mitades y que rumia -entre los animales- a él podréis comer”.
La primera señal: “pezuña partida hendida en mitades”. La pezuña es una cobertura dura, una especie de uña gruesa o hueso blando que crece sobre la planta de la pata del animal y por medio de la cual pisa sobre el suelo sin lastimarse. “Hendida en mitades” significa que la planta de la pata y su pezuña están partidas, o sea, divididas en dos partes.
La segunda señal: “que rumia”. Las especies puras que se alimentan de hierbas cuya digestión es difícil y prolongada, poseen un sistema digestivo especial compuesto de cuatro estómagos: 1) rumen, 2) retículo, 3) omaso y 4) abomaso o cuajar. En un inicio, los rumiantes arrancan el pasto y lo tragan. De allí desciende al rumen donde pasará una digestión primaria. De allí pasa al retículo donde cobra la forma de numerosas esferas. Luego asciende nuevamente a la boca donde pasará por una prolongada masticación y a eso se lo denomina ‘rumiar’. Posteriormente, desciende al omaso y de allí al abomaso.
Cuatro especies poseen una señal que las asemeja a los animales puros, pero por cuanto que no cuentan con las otras dos señales – resultan ser impuras. Estas son: el camello, el conejo, la liebre y el cerdo. Tal como fue dicho (Vaikrá-Levítico 11:4-6): “Empero éste no comeréis de entre los que rumian o los que tienen pezuña partida”. Tres de ellos son rumiantes, pero no poseen pezuña partida, tal como fue dicho: “el camello, pues él es rumiante empero no tiene pezuña partida; impuro es para vosotros, y el conejo, porque es rumiante empero no tiene pezuña partida, impuro es para vosotros, y la liebre, porque es rumiante empero no tiene pezuña partida, impura es para vosotros”. Sin embargo, en la práctica, la liebre y el conejo no son rumiantes en el sentido más aceptado del concepto, pero como sus bocas parecen estar permanentemente ocupadas masticando al igual que las de los rumiantes, y además la liebre come sus propias heces y parece rumiar, la Torá escribió que son impuros por cuanto que no poseen pezuña partida (Rabí David Tzví Hoffman ídem). El cerdo posee pezuña partida, pero no rumia, y por ello es impuro, tal como fue dicho (ídem 7): “Y el cerdo, porque tiene la pezuña partida, hendida en mitades, empero no es rumiante, impuro es para vosotros”.
Nuestros sabios nos indicaron otra señal patente en lo que respecta a las especies puras y es que carecen de dientes en la parte anterior de la mandíbula superior. Otra, que la carne que se encuentra debajo del hueso de la cola tiene forma cuadriculada. No obstante, el ‘asno salvaje africano’ (Equus africanus) también comparte esta característica y es impuro (Tratado de Julín 59(A)). Asimismo, nos dieron otra señal y es que la leche de los animales puros puede transformarse en queso mientras que la de las especies impuras no (Tratado de Avodá Zará 35(A)). Otra señal mencionada es que todo aquel que posee cuernos es puro, pero no hay consenso en cuanto a que se trate de un distintivo claro (Tratado de Nidá 51(B), Tratado de Julín 59 (A) y (B), Tosafot ‘אלו’).
En términos generales, las señales dadas por la Torá a las especies puras se refieren a que se alimentan de hierbas y no son depredadoras, y dado que el pasto es de difícil digestión en virtud de la abundante cantidad de celulosa que contiene, HaShem les prodigó un aparato digestivo sofisticado y la posibilidad de rumiar para que puedan continuar masticando su alimento y así digerirlo. En vez de garras para clavar en su presa poseen pezuñas partidas destinadas a ayudarles a correr por las montañas y trepar sobre altas rocas para encontrar allí pasto, comerlo con rapidez y escaparse ágilmente de los depredadores, para poder rumiar tranquilamente en un sitio seguro. También los dientes anteriores que le faltan en la mandíbula superior expresan el hecho de que no son depredadores y que están destinados a masticar hierbas. Otro tanto ocurre con los cuernos, los cuales están destinados a defenderse y no a atacar. A pesar de ello, las especies puras logran mantenerse bien en el mundo, para enseñarnos que, si estamos dispuestos a esforzarnos y contentarnos con poco, es posible encontrar un buen sustento sin tener que depredar.