Así como la Torá nos ordenó consagrar a nuestros hijos primogénitos, de igual manera nos indicó consagrar al primogénito de los animales domésticos, de modo tal que todo macho que nazca como primera cría de una hembra resulte consagrado, tal como fue dicho (Shemot-Éxodo 13:2): “Consagra ante Mí todo primogénito: todo el que abre matriz, entre los hijos de Israel, en hombre y en bestia; Mío es”.
La santidad de los primogénitos recae sobre los animales domésticos puros y no sobre los no domésticos, ya que fue dicho (Bamidbar-Números 18:15): “de toda carne que ofrezcan ante HaShem”, y de ello se desprende que el precepto de la primogenitura recae sobre toda especie de la cual se ofrecen sacrificios ante HaShem y no sobre especies no domésticas de las cuales no se ofrendan. Hay tres especies de animales domésticos de los cuales se ofrendan sacrificios: bovinos, ovinos y caprinos.
El primogénito del animal doméstico es uno de los presentes que la Torá ordenó al pueblo de Israel entregar a los cohanim, para que estos puedan cumplir con su rol espiritual. Por lo general, el animal primogénito era íntegro (carente de defectos) y por lo tanto era una mitzvá que el cohen lo ofrendase como sacrificio y comiese su carne en Jerusalém en estado de pureza junto a los miembros de su familia. En caso de que al animal primogénito obsequiado le surgiese algún defecto, el cohen lo faenaba en cualquier sitio y lo ingería junto a los miembros de su familia como carne común. Este precepto aplica a todos los animales domésticos que son propiedad de israelitas, tanto en la tierra de Israel como en el extranjero (Shulján Aruj Yoré Deá 306:1).
La consagración del primogénito educa al ser humano en la humildad y el temor al Cielo, ya que, tras el primer parto de su animal doméstico, podría tornarse soberbio y pensar que él es quien rige su vida y las de sus animales, olvidando que es HaShem Aquel que le concede a todos la vida. Así fue como los egipcios negaron a HaShem y pensaron que toda su riqueza y su poder se originaba en ellos mismos. Entonces, partiendo de este pensamiento, se negaron a reconocer los fundamentos de la moral y sometieron cruelmente a los hijos de Israel, hasta que finalmente fueron castigados tanto ellos como sus animales en la plaga de la muerte de los primogénitos. Ello fue así para que el mundo todo supiera que incluso la vida de los más ilustres de entre los humanos depende de D’s, y que si se habrían de conducir con maldad serían pasibles de castigo.
Se nos ordenó consagrar los primogénitos de entre los humanos y los animales domésticos a HaShem para que siempre recordemos este aspecto esencial. Si la apertura de la matriz fuere por medio de una cría hembra no resultará preceptivo consagrarla, ya que la característica de la arrogancia puede resultar más notoria en el macho, y para repararla es preciso consagrarlo y entregarlo al cohen. Además, el objetivo de la mitzvá es otorgar al cohen un equivalente al porcentaje de los machos primogénitos en el ganado o rebaño a modo de obsequio, y si hubiera que consagrar también a las hembras, ese guarismo sería el doble de lo que indica el objetivo inicial del precepto.
El precepto de los primogénitos revela también la santidad que se encuentra oculta en la realidad. El Santo Bendito Él ha creado y da vida a todo cuanto existe, y por ende, en todas las creaturas existe santidad, más esta permanece oculta e imperceptible. Por medio del precepto de la consagración de todo primogénito de entre los animales domésticos y su entrega al cohen se manifiesta la santidad oculta en la condición animal. Y esta se revela precisamente en el primogénito, ya que es aquel que abre la matriz de su madre y en él se denota el fundamento primigenio, primordial, que da inicio al ciclo de la vida de una nueva generación. Y a los efectos de que ello evidencie fe y no altivez, se nos ordenó consagrarlo y entregarlo al cohen.
De esa manera, el resto de los animales que nacieren posteriormente habrán de continuar con la meta de la santidad y ayudarán a los hijos de Israel a revelar la palabra de HaShem en la vida rutinaria y común.