A raíz de la necesidad existente de vacunar a las aves contra diferentes enfermedades, surge el temor de que el pinchazo de la inyección en el pecho del ave llegue al esófago, al estómago o a los pulmones y la inhabilite (Shulján Aruj Yoré Deá 33:3 y 35:1). En efecto, hubo casos en los que trabajadores no experimentados aplicaron las inyecciones y numerosos polluelos murieron a causa de estas. Sin embargo, en virtud de los problemas que se dieron en un inicio, los criadores de aves mejoraron las directivas y establecieron que la inyección sea aplicada en la nuca del polluelo de modo tal que la posibilidad de que lo dañe sea prácticamente nula. En virtud de esto, los grandes rabinos han ordenado que no se debe temer que las inyecciones inhabiliten a las aves ya que los criadores y las empresas dedicadas a su inoculación desean ganar dinero, por ende, se preocupan de aplicar las inyecciones de acuerdo con la normativa vigente, de modo tal, que no afecten a los polluelos (Yabía Omer VII Yoré Deá 3).
Aun así, hay quienes temen que las inyecciones inhabiliten a las aves y por ello hay comités de kashrut que ordenaron que se aplique la inyección en el muslo del polluelo y nombran un supervisor que lo fiscalice. Por otra parte, hay comités de kashrut que encontraron que inyectar en el muslo puede generar infecciones que llegan a disolver los tendones en su punto de unión en la pata inhabilitando así al ave (ver adelante halajá 14). Por ello, ordenaron aplicar la inyección con una aguja corta, en el pecho que es donde hay abundante carne y nombran además a un supervisor que lo fiscalice.
Si bien la opinión principal es de acuerdo con la de los grandes rabinos en cuanto a que no es necesario temer por las inyecciones, en la práctica, en virtud de los temores de los que detentan una actitud estricta, se estableció que las inyecciones sean aplicadas con agujas cortas que no pueden inhabilitar al ave.