La instrucción principal en lo referente a la revisación de los cuchillos especialmente diseñados para la shejitá era que con anterioridad y posterioridad a la faena el matarife revisara el cuchillo en sus tres lados con gran concentración y atención (kavanat halev), de ida y vuelta, tanto por medio de la uña como de la yema del dedo. Si tras la faena se encontrase un defecto en el cuchillo y se temiese que la piel o el cuero del animal doméstico o del ave lo hubiesen afectado, la faena realizada resulta desechada (arriba 18:6). Sin embargo, en el caso de los pollos, no resulta conveniente revisar el cuchillo tras cada faena ya que el costo del tiempo de la revisación supera al de muchas aves, por lo tanto, es preferible que en caso de que apareciese un defecto en el cuchillo se inhabiliten todos los pollos faenados desde la última revisación. Por ello, se estableció que se revise el cuchillo cada media hora. En la medida que la supervisión de la kashrut resulte más estricta se acortará el lapso que medie entre las revisaciones del cuchillo y se tendrá el recaudo de mantener por separado a los pollos que cada matarife faenó, para que en caso de que se encontrase que un cuchillo es defectuoso, se sepa qué aves resultaron inhabilitadas.
No obstante, en la práctica, mientras que el matarife sea confiable y temeroso del cielo no es preciso ser tan puntillosos en esa cuestión ya que los cuchillos que utilizamos en la actualidad están elaborados con metal resistente y casi que no hay probabilidad de que resulte inapto para la faena. Esto es así ya que el defecto que desecha al cuchillo para ser utilizado en la faena es el denominado “ogueret”, esto es, que si se pasa un cabello por el cuchillo este se tranca en el lugar del defecto (Tratado de Julín 17(B), Shulján Aruj 18:2) y por lo tanto, la probabilidad de que a lo largo de las distintas faenas le sobrevenga al cuchillo un defecto de este tipo tiende a cero.
Nuestros sabios se extendieron en las leyes de la revisación de los cuchillos porque según la halajá esencial, en caso de necesidad, está permitido faenar con cuchillos de piedra o madera y era necesario tener el recaudo de que estos no tuviesen defecto alguno. En el pasado, ni siquiera los cuchillos de metal eran bien filosos, prueba de ello es que nuestros sabios nos ordenaron revisarlos con la uña y la yema del dedo y en las últimas generaciones se revisan únicamente con la uña porque hacerlo con la yema del dedo produce cortes (arriba 18:6).
Otra cuestión respecto de la cual se duda es el ritmo de la faena. Por una parte, en la medida que se faena más rápido, se reduce el costo del ave. Por la otra, en la medida que la faena es más veloz, aumenta el temor de que en vez de que el corte se realice en un movimiento (holajá) sin presión alguna, el matarife presione con el cuchillo sobre el pescuezo e inhabilite al pollo bajo el criterio de derisá (Shulján Aruj 24:1-6, arriba 18:2). Asimismo, tras la faena el matarife precisa ver que procedió correctamente (Shulján Aruj 25:1, arriba 18:2:1) y en la medida que se apresure más, más difícil le resultará cerciorarse si faenó como corresponde.
En la actualidad, en los mataderos comunes se faenan entre 15 y 20 aves por minuto y en los sitios que aplican normas de excelencia halájica 12, y los que lo hacen con mayor excelencia (mehadrín) llegan a faenar 10. Además, tienen el recaudo de que los matarifes faenen media hora de corrido y luego descansen la siguiente media hora. En las organizaciones de supervisión de la kashrut más exigentes se tiene el recaudo de que los matarifes trabajen un máximo de seis horas diarias de modo que puedan descansar de su labor y concentrarse adecuadamente a la hora de ejercer su función. De todas maneras, en las supervisiones de kashrut comunes, siempre y cuando el matarife sea confiable, aunque faene a gran velocidad, no cabe temer que presione el cuchillo sobre el pescuezo o que no corte la tráquea y el esófago (shnei simanim), y dado que en la actualidad los chuchillos son filosos y resistentes la acción de la faena se efectúa con gran facilidad sin que resulte necesario presionar.
Por lo tanto, se puede confiar en la supervisión de cualquier rabinato autorizado y solo en casos muy raros, cuando resulta que un determinado ente supervisor procede incorrectamente, se publicita que no se debe confiar en él.