Los pobres no pueden ingresar a los campos a recolectar sus obsequios sin el permiso del dueño. El dueño a su vez tiene prohibido recolectar los obsequios destinados a los pobres o ayudar a uno de ellos a hacerlo, sino que es preceptivo que les permita ingresar a su campo para que cada necesitado recoja de los obsequios según su capacidad.
A partir del momento en el que el necesitado toma sus obsequios estos le pertenecen, y quien se los quite le estará robando. Sin embargo, en caso de que el menesteroso no los hubiera tomado sino solamente hubiera declarado que le pertenecen o hubiera extendido su manto sobre ellos – no los habrá adquirido y cualquier otra persona necesitada podrá tomarlos para sí.
Aunque hubiese 99 ancianos menesterosos pidiendo al dueño del campo que coseche para ellos la peá y se las reparta por partes iguales y un solo joven necesitado pidiese que cada uno tome por sus propios medios lo que pueda, se escucha al joven, ya que su petición se condice con la Halajá, por cuanto que los pobres deben recoger los obsequios con sus propias manos.
A los efectos de que los pobres no se lastimen accidentalmente unos a otros durante la recolección de sus obsequios, nuestros sabios establecieron que cosechen la peá únicamente con sus manos sin que medie el uso de herramienta alguna como la hoz o la azada. Sin embargo, en el caso de un árbol alto como la palmera, en el cual si los pobres van a competir entre sí por sus frutas podrían ponerse en gran peligro, nuestros sabios instruyeron que el propietario de la plantación sea quien corte la peá para todos y la reparta entre los beneficiarios por partes iguales (Mishná 4:1-2, Rambám 2:16-20).
Nuestros sabios establecieron que los dueños abran los campos a los pobres tres veces al día para que tomen su peá y el resto de los obsequios, durante la aurora para que las mujeres pobres que amamantan puedan alcanzar a recolectar los obsequios antes de que sus hijos se despierten, al mediodía para que los niños pobres que se despertaron tarde y aquellos que estudiaron Torá por la mañana puedan hacerse de ellos, y al atardecer para los ancianos, aquellos a quienes se les dificulta caminar y ver, que hasta que se armaron de coraje para salir a los campos ya se hizo de tarde. La fijación de horarios evitó que los dueños de los campos pudieran coordinar su apertura con sus parientes pobres dándoles un trato preferencial respecto del resto de las personas necesitadas (Talmud Jerosolimitano Tratado de Peá 4:3, Rambám 2:14 y cap. 17).
Tal como parece, a priori, se dejaba que los pobres recojan el leket y la shijejá, el peret y las olelot durante el trabajo a lo largo de todo el día y solamente la recolección de la peá se dividía en tres horarios. Sin embargo, si el dueño del campo temía que los pobres pudiesen robarle de los árboles o dañarlos, se recogía también el resto de los obsequios en tres horarios, bajo la vigilancia del propietario de la parcela.
En lo que respecta a la peá, tal como parece, al concluir la siega o la recolección en los campos o plantaciones de pequeño tamaño, se esperaba al primer horario de los tres establecidos, y se les permitía a los pobres venir a recoger sus obsequios, de modo tal que al menos uno de los tres tipos de personas carenciadas podía recoger su parte. En los campos o plantaciones de mayor extensión, la siega o la recolección se realizaba por filas, y en cada uno de los tres horarios los dueños destinaban el final de las filas ya cosechadas para los pobres a modo de peá, y así, todos los tipos de personas necesitadas podían beneficiarse del obsequio.
El dueño del campo debe controlar que no vengan personas que no son pobres a tomar de los obsequios, pero en caso de que llegase una persona no necesitada y la única forma de evitar que tomase de los obsequios fuese por la fuerza, es mejor permitirle tomarlos junto a los demás necesitados, en aras de mantener la paz (mishum darkei shalom) (Rambám 4:13, Morenu HaRav Yosef Korkus).
Si bien los obsequios están destinados a los judíos pobres, si a estos se les sumasen gentiles, se les permite recolectar en aras de mantener la paz (Tratado de Guitín 59(B), Rambám 1:9).
Dijeron nuestros sabios que no corresponde que durante la labor de la siega o la recolección un judío contrate a empleados gentiles que no son conocedores de las reglas de los obsequios a los pobres porque podrían perjudicarlos (Rambám 2:10).