Es preceptivo dejar en el campo los obsequios para las personas pobres a condición de que estén por venir a tomarlos. Pero si es sabido que no habrán de venir, por ejemplo, si el campo se encuentra a una gran distancia de su sitio de residencia, no resultará preceptivo dejar los obsequios, ya que fue dicho (Vaikrá-Levítico 19:10): «Para el pobre y para el extranjero los habrás de dejar», esto implica que es preceptivo dejar los obsequios para los pobres «y no para los cuervos y los murciélagos» (Tratado de Julín 134:2). Dado que en un caso así no resulta preceptivo dejar los obsequios, toda la cosecha sin excepción le pertenece al propietario del campo, y este a su vez deberá separar las ofrendas y los diezmos del total producido (Ritbá –Rabí Yom Tov ben Abraham Ishbili- al Tratado de Guitín 47(A)).
De igual manera, cuando es sabido que la mayor parte de los pobres que habrán de venir a recolectar los obsequios son gentiles, no resulta preceptivo dejarlos, ya que el mandato de la Torá está dirigido a los menesterosos de Israel, y si junto a estos llegase también algún necesitado de entre las naciones, se le permitirá recolectar en aras de mantener la paz; pero si la mayoría de quienes habrán de recolectar los obsequios fuesen gentiles – el precepto quedará sin efecto (Tur Yoré Deá 332, Bait Jadash).
En la actualidad, casi que no hay circunstancia en la cual al pobre le convenga venir a recolectar sus obsequios al campo ya que los sitios de producción suelen encontrarse alejados de las poblaciones en las cuales habitan, y para llegar a los campos, deben andar enormes distancias a pie y las frutas que pudieran cargar sobre sus espaldas serían relativamente pocas.
En caso de que conseguiesen un automóvil para transportar las frutas, por lo general el precio del transporte será superior al costo de los obsequios. Y aunque lograsen recolectar grandes cantidades, les resultará muy dificultoso vender el producto por no estar vinculados al sistema de comercialización. Y en caso de que sí estuviesen, lo que recibirían por las frutas sería exiguo, de acuerdo con lo que se acostumbra en la agricultura industrial, en la que el precio de la fruta es bajo y la mayor parte del importe del consumidor se destina al transporte y la comercialización.
No obstante, en principio, podría ocurrir que en casos muy especiales al pobre le resultase conveniente recolectar sus obsequios, por ejemplo, uvas destinadas a la producción de un vino de alta gama, o cuando los pobres se encuentran cerca del campo y no disponen de otra ocupación, y además son capaces de recolectar las frutas por sí mismos y transportarlas a sus hogares para elaborar con ellas un vino de calidad.
En la práctica, esto casi que no ocurre, ya que todo pobre capaz de hacer todo ello puede fácilmente conseguirse un empleo fijo en el que gane más. Por lo tanto, mientras que el dueño del campo no tenga conocimiento de personas pobres interesadas en recolectar los obsequios de su parcela, entrará en la categoría de la generalidad de los agricultores y no recaerá sobre él el precepto de dejar obsequios para los pobres. Y dado que toda la cosecha le pertenece, deberá separar ofrendas y diezmos de toda la producción, incluido lo que debía haber dejado anteriormente como obsequio para los pobres.
Si bien en la actualidad no tenemos el privilegio de poder cumplir el precepto de otorgar obsequios para los pobres de lo producido en los campos, los sabios de Israel deben profundizar en la investigación de la economía en sus diferentes rubros de actividad, enfocarse en la situación de las personas necesitadas y las causas de sus miserias, y paralelamente profundizar en el estudio de las halajot de los obsequios para los pobres, e inspirarse y guiarse en ellas en cuanto al modo más oportuno de ayudar a la personas necesitadas, de la mejor manera posible, según la Torá.
El objetivo debe ser encontrar el modo por el cual todos los empresarios que producen bienes necesarios para el consumo humano como lo son el alimento, la vestimenta, el mobiliario, la vivienda, los servicios de salud y semejantes puedan hacer participar a los más desposeídos del producto de su labor. La cooperación debe ser tal, que los pobres participen del esfuerzo por recibir los obsequios, y la entrega reporte una mínima pérdida para el empresario y un máximo beneficio para los receptores (ver arriba halajá 2).