Es preceptivo para los hijos de Israel separar ofrendas (terumot) y diezmos (ma’asrot) de los cereales y los frutos que se cultivan en la tierra de Israel. El precepto consiste en cuatro elementos. Dos relativos a las ofrendas y dos relativos a los diezmos. Es por esto por lo que se mencionan en plural, como ofrendas y diezmos, dos ofrendas y dos diezmos.
Las ofrendas son sagradas, están destinadas a los cohanim (sacerdotes) y estos deben ingerirlas en estado de pureza. El primer diezmo (ma’aser rishón) está destinado a los miembros de la tribu de leví, y dado que carece de santidad puede ser ingerido sin limitación alguna. En cuanto al destino del diezmo suplementario que se separa, este dependerá del año del ciclo sabático. En los años 1, 2, 4 y 5 se denomina ‘segundo diezmo’ (ma’aser shení) y debe ser llevado a Jerusalém para ser ingerido en estado de pureza. En los años 3 y 6, este diezmo es entregado a los pobres y recibe el nombre de ‘diezmo del pobre’ (ma’aser aní), y dado que carece de santidad, puede ser ingerido sin limitante alguna.
Desde que el Templo de Jerusalém fue destruido no podemos cumplir el precepto de separar ofrendas y diezmos como corresponde. En primer lugar, los cohanim no pueden comer las ofrendas porque deben ser ingeridas en estado de pureza, y en la actualidad, todas las personas, incluidos los cohanim, son consideradas impuras por efecto de la impureza del muerto. Esto es así ya que todo individuo que haya tocado un cuerpo muerto, o bien haya permanecido bajo el mismo techo donde había un cadáver o haya tenido contacto con un objeto metálico previamente tocado por una persona fallecida – quedará impuro, y solamente podrá purificarse por medio de la aplicación de agua con cenizas de vaca roja, y a raíz de la destrucción del Santuario y el subsiguiente exilio, el procedimiento purificatorio quedó sin efecto.
En segundo lugar, los frutos del segundo diezmo deben ser ingeridos en Jerusalém en estado de pureza junto al altar, y además del hecho de que no podemos purificarnos, tanto el Templo como su altar fueron destruidos. También enfrentamos problemas en lo referente al ‘primer diezmo’ que está destinado a los leviím, pues desde la destrucción del Santuario quedó sin efecto la labor de los cohanim y de los leviím en el Santuario, y como ya no resulta necesario revisar el abolengo de su genealogía, ocurre que cuando deseamos otorgarles el diezmo surge de inmediato la duda respecto de su ascendencia. No obstante, en la práctica, es preciso cumplir con el diezmo y otorgarlo a aquellos leviím que se dedican al estudio de la Torá (ver adelante 9:8).
El único diezmo que puede cumplirse en la actualidad a priori y sin que medie duda alguna es el ‘del pobre’, que debe separarse en el tercero y sexto año del ciclo sabático (además, dado que la mayoría de la nación reside en el exilio, según la opinión mayoritaria de los juristas, en la actualidad este precepto se cumple únicamente por prescripción rabínica tal como se explicará adelante 12:11).
En la práctica, si bien el objetivo inicial de las ofrendas y de los diezmos casi que no puede manifestarse en la actualidad, el deber de observar este precepto no ha perimido, y es por medio de su cumplimiento que recordamos la gran visión que encierra, y a través de su observancia los alimentos que ingerimos se santifican al conectarse con los valores sagrados. Mientras no se separe de los frutos cosechados tanto las ofrendas como los diezmos estará prohibido ingerirlos, y en el lenguaje de los sabios se denominan ‘tevel‘, que en hebreo significa ‘no es bueno’ (tov-lo), por no ser apropiados para su ingestión, y además, se prohíbe utilizarlos para sembrar (Rambám Hiljot Ma’aser 6:3).
En este capítulo explicaremos las reglas generales del precepto y sus significados, tal como debe ser observado a priori en un estado correcto de cosas. En los capítulos subsiguientes explicaremos las reglas generales de sus halajot y el modo de cumplirlas en nuestros días.